Directorio diocesano de las sacramentos de la iniciación cristiana

Con frecuencia se expresaba entre nosotros la necesidad de contar con una normativa común en esta materia, aunque estaba regulada en lo fundamental por el Derecho Canónico y por la disciplina que establecen los distintos Rituales sacramentales. Sin embargo, las aplicaciones concretas, junto con las nuevas circunstancias sociales y pastorales, estaban reclamando unas directrices para evitar arbitrariedades o, en todo caso, disparidad de criterios y de adaptaciones en la práctica, siempre desconcertantes para los mismos fieles, que no terminan de entender por qué en una parroquia se hace así y se permite tal condición y en la otra, quizá la de al lado, no. Ahora ya tenemos un cauce de obligado cumplimiento para una mayor fecundidad en nuestra pastoral conjunta en la iniciación sacramental, que se añade al "Directorio Pastoral de preparación al matrimonio" (BOA, 1979, págs. 404, ss.)

El proceso de elaboración de este directorio, aún sin olvidar sus defectos y limitaciones, ha sido ejemplar: La Delegación Diocesana de Pastoral Litúrgica redactó el primer borrador, los sacerdotes estudiaron esta materia en las reuniones de formación permanente de las cuatro zonas durante el curso 1985/86, al final se hicieron las correcciones y perfeccionamiento oportunos, la Junta Diocesana de Pastoral lo revisó, y ahora se publica con mi aprobación, para que entre en vigor a partir del día quince de octubre de mil novecientos ochenta y seis.

El bautismo, la confirmación y la primera eucaristía formaban en la iniciación cristiana antigua como un rito homogéneo que, partiendo de la fuente bautismal, terminaba en la mesa del banquete eucarístico. En Roma incluso la confirmación se daba inmediatamente después del bautismo, en las vigilias de pascua o de pentecostés. Era impresionante, sobre todo en la vigilia pascual, este rito de la iniciación cuando el bautismo se administraba a catecúmenos adultos, que habían afrontado quizá riesgos y dificultades en ese paso y avanzaban en medio de la comunidad con sus vestiduras blancas, para participar por primera vez en la comunión eucarística. La iniciación sacramental de los niños también es un rito muy primitivo, aunque la confirmación se retrasó después en la Iglesia latina, principalmente por razón del ministro.

Ahora, en las actuales circunstancias históricas, la iniciación sacramental constituye una fuerte interpelación a toda la comunidad cristiana y particularmente a sus pastores y catequistas. Los sacramentos son, como acciones salvíficas, "signos de fe". Es menester ayudar a descubrir que es Jesucristo el que sale al encuentro del hombre con su gracia en cada sacramento para realizar las acciones que de él narra el Evangelio; la fe es la facultad de descubrirle bajo los signos. De ahí tiene que venir un gran aprecio y amor a los sacramentos, como acciones de Cristo mediante la Iglesia, que pone los signos y actúa en su nombre. Fe y sacramento se reclaman mutuamente, pero sin tensión pastoral. Hay que evitar las polaridades extremas: la administración indiscriminada y sin la debida preparación, por una parte, que no haría justicia a la necesidad de la fe y a su proceso con las debidas garantías, y las exigencias de una concepción rigorista de la fe y excluyente, por otra parte, que no tendría en cuenta que los sacramentos son siempre dones de la misericordia de Dios para los “pobres”, que acuden a la Iglesia en su legitima demanda. En todo caso, la falta de preparación del que llama pidiendo este servicio merece toda suerte de solicitud y atenciones, que no se traducen necesariamente en una facilitación superficial, pero que se han de convertir siempre, por la urgencia de la caridad de Cristo, en disponibilidad pastoral y en sacrificio de los mismos pastores y responsables de la comunidad parroquial. Los que carecen de las debidas disposiciones necesitan una peculiar solicitud y benevolencia en la acogida y el acompañamiento para que puedan vislumbrar el valor de los sacramentos cosas a través de la caridad y comprensión de los sacramentos personas; en fin de cuentas, ambas dimensiones constituyen, en la Iglesia, comunidad de los discípulos del Señor, las dos caras de un mismo signo, que es Cristo: Los pobres merecen ser evangelizados.

Por eso hay que organizar con realismo, diligencia e interés este ministerio en la comunidad parroquial, de manera que todos sus miembros se hagan conscientes de la importancia que implica para la vida cristiana de la misma y del deber que tienen de colaborar con su comprensión, criterios, oraciones y acciones, pero de manera que prevalezca la auténtica caridad cristiana. A todo el pueblo se ha de informar detallada y oportunamente sobre el directorio.

Su fructuosa aplicación supone una formación que hay que ofrecer a toda la comunidad, especialmente en los momentos favorables del año litúrgico, con la programación de ciertas acciones en el arciprestazgo; hay que dotar también a las parroquias de equipos litúrgicos, personas bien formadas para estas funciones en los diversos servicios complementarios, de modo que tanto la preparación como el periodo postsacramental sean muy fecundos y muy vivas también las mismas celebraciones rituales.

Estas directrices se ordenan a la vida cristiana, a hacerla progresar en madurez y experiencia comunitaria y apostólica. La unificación de criterios y aplicaciones concretas no es el todo en orden a la vida, pero, con la animación de este espíritu que debe inspirar la pastoral de conjunto, sí contribuirá a esclarecer el "signo de la fe" de los sacramentos de la iniciación cristiana en nuestra diócesis, para la comprensión de muchos. Al entrar en vigor esta normativa en la fecha anteriormente anunciada, nadie se puede sentir dispensado del trabajo, de la caridad pastoral y de las obligaciones concretas que comporta.

Valladolid, 8 de septiembre de 1986

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A los quince años de la promulgación de este "Directorio Diocesano de los Sacramentos de la Iniciación Cristiana”, volvemos a publicarlo ahora tras la revisión que se nos pedía en el Plan pastoral del trienio 2000–2003.

Conscientes de la necesidad de la nueva evangelización en nuestro tiempo, este plan nos urge a una pastoral más evangelizadora y profética, "renovando el proceso de la iniciación cristiana que conduzca a forjar cristianos adultos en nuestra realidad social de alejados y creyentes con poca formación y experiencia de Dios". Por eso en el objetivo sexto formulaba así la necesidad de "revisar y adaptar los directorios de los sacramentos en clave de misión por parte de diversas comisiones coordinadas por las respectivas delegaciones diocesanas, urgiendo su puesta en práctica en la tarea común"

Tras esta reflexión en la que han participado también los consejos diocesanos, el de Laicos, el de Pastoral y el del Presbiterio, este último parte "de la constatación de la plena vigencia del actual Directorio Diocesano de los Sacramentos de la Iniciación Cristiana, cuyas orientaciones urge asumir y aplicar, aunque destacando la dimensión misionera que las nuevas situaciones socio–pastorales están exigiendo”, y acentúa criterios, aportando propuestas y algunas acciones para su realización, que se han integrado en la presente publicación.

La coincidencia de las diversas aportaciones está precisamente en este acento evangelizador, profético y catequístico, con los correspondientes procesos de anuncio del Evangelio, de la experiencia de la vida cristiana con el deseo de contemplar el rostro de Cristo y, por tanto, de la formación en la fe de comunidades, familias y sujetos de los mismos sacramentos. Para eso se requiere que todo ello sea estimulado por el ministerio pastoral de las parroquias, que han de poder contar con catequistas, agentes de pastoral y ministerios laicales convenientes.

El déficit que hemos notado a este propósito no ha sido el de las directrices y orientaciones, sino el de su desconocimiento, el de su aplicación poco operativa en su organización y paciencia en esta labor, el de la carencia de agentes que puedan atender con esperanza, formación y perseverancia a estas diversas funciones y, por tanto, la menor intensidad de este espíritu misionero y de conjunción de los esfuerzos que requiere la situación actual, dadas las disposiciones de los que piden estos sacramentos.

Conocer, practicar y divulgar estas orientaciones para que se comprendan y acepten es imprescindible. De ahí la necesidad de esa formación de toda la comunidad cristiana para que se haga consciente de que este nuevo espíritu debe animarla urgiendo su colaboración para su propia vitalidad cristiana.

La unificación de estos criterios fundamentales y la coordinación de esfuerzos entre las diversas comunidades dentro de cada arciprestazgo es una condición necesaria para poder avanzar en esta misión evangelizadora que nos afecta a todos los niveles.

Valladolid, 8 de septiembre de 2001.

+ JOSÉ, ARZOBISPO DE VALLADOLID

EL BAUTISMO DE NIÑOS

INTRODUCCIÓN

1. El bautismo es la fuente originaria de toda la vida cristiana y de la santidad a la que están llamados todos los cristianos, si lo estiman debidamente y aprovechan todas sus virtualidades. En manera alguna se puede pensar que la pastoral del bautismo quede reducida a las orientaciones y normas que presentamos y que contemplan ante todo la incorporación de los niños a la comunidad cristiana. Es el bautismo un sacramento abierto hacia el futuro, que exige otras fases posteriores y otras acciones encaminadas a la iniciación cristiana. De ahí la mutua relación entre los sacramentos del bautismo, confirmación y eucaristía, y las acciones que les preceden y acompañan. Por eso este Directorio es una llamada a todos, pastores y fieles, para recordarles su responsabilidad en la transmisión de la fe a los miembros que se incorporan a ella. El Ritual nos lo dice: "La comunidad cristiana, viva representación de la Iglesia madre, debe sentirse solidariamente responsable del crecimiento de la Iglesia, considerando como misión de todos el comunicar por los sacramentos la vida de Cristo a los nuevos miembros y el ayudarles luego a alcanzar la madurez y plenitud de vida" (Ritual del Bautismo de Niños, n. 12).

NORMATIVA PASTORAL

Misión y responsabilidad de los padres y de la comunidad cristiana

2. Con el bautismo da comienzo el proceso de iniciación cristiana de los niños, que se ha de completar con la educación en la fe y la celebración de los demás sacramentos. Los responsables de este proceso son en primer lugar los padres, también los padrinos y la comunidad cristiana (Cfr. Ritual del Bautismo de Niños, prenot, 3, 8, 9, 15).

3. El bautismo se realiza en la "fe de la Iglesia" y no "sólo" ni "exclusivamente" en la "fe de los padres", pero adquiere su verdadero sentido cuando la vida cristiana de estos padres ofrece a la gracia bautismal la posibilidad de fructificar (Cfr. Directorio General para la Catequesis, N° 226–227).

4. Los padres tienen que ser conscientes de que, al pedir el bautismo para sus hijos, se comprometen a educarlos en la fe, a través de la palabra y del testimonio de su vida. Igualmente deben ser conscientes de que no se trata de algo meramente protocolario o costumbrista y que mucho menos puede supeditarse el bautismo a conveniencias sociales.

5. Tienen también la obligación de hacer que sus hijos sean bautizados en las primeras semanas. Cuanto antes después del nacimiento, e incluso antes de él, acudan al párroco para pedir el sacramento para su hijo y prepararse debidamente. Si el niño se encontrase en peligro de muerte debe ser bautizado sin demora. (Canon 867).

6. Toda la comunidad parroquial ha de responsabilizarse de sus nuevos miembros bautizados en la preparación para este sacramento, acogida y acompañamiento, de manera que puedan ser educados en la fe, vivirla con coherencia y progresar en madurez, insertarse en la comunidad cristiana y asumir consciente y libremente la vocación de la vida cristiana y de la misión apostólica. Por eso se prestará este ministerio con todo interés, suscitando las colaboraciones que sean necesarias. Este servicio ha de ser programado y revisado anualmente para que pueda ser cada vez más eficaz pastoralmente.

Preparación de los padres

7. El bautismo de un hijo es una buena ocasión para despertar y renovar la fe de muchos padres, especialmente de aquellos que viven alejados de las prácticas religiosas o no fueron suficientemente educados en la fe. Es necesario que el párroco u otros sacerdotes o personas responsabilizadas en la pastoral bautismal, dialoguen con ellos, muy especialmente con los que son padres por primera vez, y a ser posible también con los padrinos, para una preparación catequética y litúrgica adecuada, a fin de que su participación en el sacramento sea consciente y acepten las obligaciones que lleva consigo (Cfr. Ritual del Bautismo de Niños, 15, 57, 58, 59, 60).

8. Como meta ideal a seguir por los padres, o quienes van a hacer sus veces en la educación de la fe de los niños, se debe proponer: una fe viva en Cristo y su mensaje, una experiencia de Iglesia como comunidad de salvación y de amor fraterno, una conciencia de la necesidad de dar testimonio evangélico y un compromiso sincero de ser por la palabra y el ejemplo verdaderos iniciadores de los nuevos bautizados en la vida cristiana individual y comunitaria.

9. Esta preparación puede ser diversa mediante encuentros programados, visitas a domicilio u otros medios escritos que sirvan para suscitar el diálogo, bien a escala personal, bien en los referidos encuentros. En lugares pequeños lo más práctico será la visita a la familia. En parroquias muy numerosas se deben organizar periódicamente reuniones prebautismales y alguna de ellas será arciprestal. Seria muy conveniente, previo a estas reuniones, cuando no se conozca suficientemente a los padres, establecer con ellos una relación de acogida, y aun de amistad, que propicie la disposición y la confianza para posteriores encuentros o catequesis.

10. La preparación podría girar en tomo a:

– La misión de los padres en la educación de la fe.

– Jesucristo y su misterio pascual.

– La Iglesia, comunidad de salvación.

– El bautismo como signo e instrumento del amor de Dios.

– La celebración del sacramento.

11. Los encuentros de preparación, en su duración y calidad, han de tener en cuenta las exigencias evangelizadoras y catequísticas en nuestro tiempo para una verdadera iniciación cristiana, en todo caso estos encuentros no deben ser menos de tres.

Petición del Bautismo

12. Cuando haya conocimiento del nacimiento de un niño, la parroquia puede ofrecer el bautismo e invitar a los padres a que hagan por escrito su petición, como documento acreditativo –que después debe ser guardado en el archivo– del derecho que tiene el niño a ser educado en cristiano (Cfr. Ritual del Bautismo de Niños, n. 59).

13. Para los niños en edad escolar y adolescentes, que no fueron bautizados de párvulos, es necesario seguir las directrices del Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA), pudiéndose incorporar al grupo de catequesis, siguiendo pasos y momentos especiales.

Cuando los candidatos haya cumplido 14 años, conviene informar al Obispo, para que, si fuera oportuno, oriente su tiempo de preparación o celebre los sacramentos de la Iniciación Cristiana (Canon 863).

Tiempo de celebración

14. El día más aconsejable para bautizar es el domingo o la tarde del sábado, que ya participa de la liturgia del domingo. El tiempo bautismal por excelencia es la Pascua. Es deseable que los nacidos en Cuaresma sean bautizados en la noche o en el día de Pascua, siguiendo la antiquísima tradición de la Iglesia, para que se perciba con mayor fuerza la incorporación de los bautizados al Misterio Pascual (Cfr. Canon 856).

Lugar de la celebración

15. El lugar ordinario de la celebración del bautismo es el templo parroquial a que pertenece el bautizando. Cuando por causa justificada se haya de celebrar en otra parroquia, los padres han de presentar testimonio escrito del párroco propio en el que conste su conformidad, de manera que nadie se preste a un bautismo sin este beneplácito expreso y sin la preparación debida. Para poder bautizar en templos no parroquiales es necesario el permiso del Ordinario, previo comunicado al párroco o párrocos respectivos. En las clínicas y hospitales sólo puede bautizarse en peligro de muerte. La inscripción de la partida, hágase en el Libro de la parroquia en que se ha realizado el bautismo.

Celebración del Bautismo

16. Debe cuidarse con esmero la celebración del bautismo y aprovechar toda la riqueza litúrgica y las posibilidades que ofrece el Ritual, de modo que resulte una participación activa, viva y de auténtico tono festivo, con plena comprensión de todos los signos y símbolos, evitando la rutina y la repetición de idénticas moniciones, lecturas, homilías o cantos.

17. La naturaleza del bautismo y la estructura del rito exigen la celebración comunitaria. Esta no se define tanto por el mayor número de bautizados, cuanto por la participación activa de la comunidad parroquial. En consecuencia, todos los niños nacidos recientemente serán bautizados en un mismo día. Donde haya muchos nacimientos deberán aumentarse los días bautismales para poder desarrollar las celebraciones con toda dignidad.

18. Para que la presencia de toda la comunidad se haga efectiva y se advierta la relación Bautismo–Eucaristía, conviene que, siempre que se pueda, se realice el bautismo dentro de la celebración eucarística.

19. El baptisterio, como lugar destacado dentro del conjunto del templo, ha de estar limpio y decoroso de modo que suscite la veneración hacia el misterio bautismal. Debe facilitar la participación de los fieles, pero nada impide que dentro de él sólo se realice el rito central del bautismo y el resto de la celebración tenga lugar donde habitualmente se reúne la asamblea litúrgica.

20. Si no se cuenta con baptisterio propiamente dicho, estúdiese y pídase el conveniente asesoramiento artístico y litúrgico para colocar la fuente bautismal en lugar destacado, pero siempre fuera del presbiterio.

Situaciones especiales

a) Padres creyentes con poca práctica religiosa

21. Es casi habitual la petición del bautismo para sus hijos por parte de padres que omiten habitualmente sus deberes religiosos sin que se deba a un rechazo real y reflexivo de la Iglesia, sino simplemente por ambiente, dejadez o falta de formación religiosa. No faltan tampoco quienes conscientemente rechazan a la Iglesia haciendo al mismo tiempo profesión de creyentes católicos.

22. En todos estos casos, el sacerdote (el equipo de pastoral bautismal), con actitud de acogida, comprensión y diálogo, procurará suscitar en los padres su responsabilidad y que le den una "esperanza fundada" de que la educación cristiana estará asegurada. Este encuentro con los padres puede ser un momento de gracia y una buena ocasión para reflexionar a la luz del Evangelio.

b) Padres católicos en situación matrimonial irregular

Pueden considerarse dos casos:

1° Casados canónicamente, divorciados civilmente y casados de nuevo por lo civil.

23. Estos reconocen incluso su situación matrimonial irregular y se sienten católicos a pesar de todo. Por eso piden el bautismo para sus hijos y tienen voluntad sincera de facilitar su posterior educación en la fe.

24. Se puede conceder este bautismo cuando el párroco conoce las disposiciones de los solicitantes y está persuadido de la futura educación católica del bautizado.

25. Hay que atender, sin embargo, a la sensibilidad de los demás, sobre todo cuando la comunidad es pequeña y se conocen bien todos sus miembros, debiendo en este caso programar especialmente la celebración de este bautismo para que pueda ser incluso un testimonio positivo.

2° Padres católicos casados civilmente o sin vinculo institucional

26. El hecho de no haber recibido el sacramento del matrimonio puede indicar alguna quiebra en su fe católica, pero la actitud del párroco no será de negativa sistemática del bautismo solicitado y se hallará ante una oportunidad de dialogar y animarlos a regular su situación de católicos. Deberá medir con especial atención las razones aducidas por los peticionarios y persuadirse de la suficiencia de las garantías ofrecidas para el futuro de la fe de su hijo.

27. Si las garantías fueran nulas, el bautismo no debe ser concedido, haciendo hincapié en que no se trata de una sanción por no estar casados canónicamente, ni de coacción para que se casen, sino de invitación a reflexionar sobre la incoherencia entre su vida personal y la petición del bautismo para su hijo y que no es la Iglesia, sino su situación la que impide el bautismo de sus hijos, aunque contradictoriamente lo soliciten.

c) Padres no creyentes o no católicos

28. Se impone aquí un discernimiento mucho más claro aún de los motivos de la petición del bautismo y han de ser mayores las garantías de la futura educación en la fe. Si hay una promesa seriamente hecha y unas garantías suficientes, como pueden ser la elección de unos padrinos que se ocuparán seriamente de ello, o por el apoyo cierto de una persona cualificada en la comunidad cristiana, no puede rechazarse el bautismo pues en definitiva lo primordial es la salvación del niño. En otro caso no se podría bautizar.

Elección de padrinos

29. Hay que revalorizar la función real de los padrinos, sobre todo en los casos en que se ve claramente que los padres habrán de ser suplidos en la educación de la fe del niño. De ordinario será difícil que el párroco pueda intervenir en la elección de padrinos, por lo cual deberá informar bien a toda la comunidad sobre las condiciones para ser padrino y evitar el verse obligado a rechazar padrinos inhábiles. Dichas condiciones están claras en el canon 874.

Después del Bautismo

30. Al recibir el bautismo, empieza el itinerario de la iniciación cristiana del niño. El germen de la nueva vida debe desarrollarse, y por eso es importante cuidar la relación pastoral con la familia: a través de visitas por parte del sacerdote, catequistas o matrimonios responsables; de la felicitación y encuentro con los padres en algún momento especial (aniversario del bautismo…) y de convocatoria a los bautizados en el año (fiesta de la presentación del Señor…)

Son momentos significativos para compartir la acción de gracias, profundizar en el bautismo y alentar el despertar religioso, algo insustituible para la familia (D.G.C. 226) .

LA CONFIRMACIÓN

NORMATIVA PASTORAL

Madurez en la identidad cristiana

31. La Confirmación implica un momento importantísimo en la progresión hacia la incorporación plena del cristiano al misterio de Cristo y de su Iglesia y hacia la consecución de su total identidad cristiana como testigos de Cristo, por la palabra y las obras (Lum. Gentium, 11). Su catecumenado, en la práctica pastoral actual, es la última etapa del proceso catequético de iniciación cristiana, conectada con las fases anteriores y abierta a una continuidad y crecimiento posteriores.

32. Los confirmandos dan un paso firme en el camino de la iniciación cristiana, ya que en la Confirmación recibirán la efusión del Espíritu Santo, por cuya donación se configurarán más perfectamente con Cristo y se fortalecerán con su aliento para dar testimonio de El y edificar su Cuerpo en la fe y en la caridad (Ritual, n. 1 y 2).

Motivos para la Confirmación

33. La pastoral de la Confirmación se enmarca dentro del proceso de personalización de la propia fe en una experiencia compartida y en un compromiso apostólico de cara al mundo, que han de motivar al joven para pedir el sacramento.

34. Hay que insistir en la vocación cristiana, la llamada y el don que Jesús hace en este sacramento, que llena de fuerza y de gozo a quienes lo reciben con las debidas disposiciones. De ahí la necesidad de una preparación consciente, libre y generosa, para asumir los compromisos cristianos y responder a esta llamada. Es la primera vez que estos jóvenes se expresan libremente para tomar una decisión personal cristiana, y su libertad, responsabilidad y aceptación consciente han de superar la rutina o el convencionalismo de recibir la Confirmación por que se ha hecho siempre, por pura moción de los padres o por otros motivos sociales, pero sin convicción personal.

Convocatoria al catecumentado

35. Recordando que la catequesis es un proceso continuo en el que "se integran las diversas etapas del camino de la fe" (D.G. C. 171), y ante la realidad de que muchos adolescentes no siguen este proceso y "sus situaciones religiosas son diversas" (D.G.C. 184), se convocará al catecumenado de confirmación. Previa una campaña de información y sensibilización de la comunidad parroquial sobre el sacramento de la Confirmación, se debe hacer una convocatoria para todos los que estén alrededor de los catorce años a fin de que hagan la inscripción personal en una hoja de petición que así lo acredite y que se pueda archivar. En las parroquias rurales, en las que hay menos sujetos para recibir el sacramento y se administra con menor frecuencia, la edad de la convocatoria ordinariamente será algo inferior. Deberán presentar extracto de la partida de bautismo los bautizados en otra parroquia.

Preparación y catequesis

36. Los documentos más recientes de la Iglesia sobre la Confirmación y especialmente el Ritual, así como el Código en el canon 889, insisten en la necesidad de una catequesis en relación a este sacramento.

37. El proceso de esta catequesis, acorde con la realidad juvenil, debe conducir al confirmando a una experiencia de encuentro con Dios y de adhesión y seguimiento a la persona de Jesucristo; a una introducción y participación en el misterio de Dios a partir de la fuerza del Espíritu; a una aceptación responsable de las tareas de la Iglesia en el compromiso de ser testigo de Cristo y defensor de la fe.

38. La duración de esta preparación especifica, con un encuentro semanal al menos, será de dos años como norma general, si bien en algún caso especial, a juicio del párroco y del equipo pastoral de preparación a la Confirmación, pudiera reducirse el tiempo que en todo caso no será inferior a un año. En esta preparación, junto a la catequesis sistemática, se cuidará el acompañamiento personal, los encuentros–convivencias y los testimonios de personas sobre las distintas vocaciones y ministerios presentes en la vida de la Iglesia.

39. Ha de prestarse una atención especial a los casos en que no ha habido una catequesis continuada desde pequeños, debiendo programarse unas catequesis mucho más intensas, que logren situar a los aspirantes a un nivel doctrinal, participativo y litúrgico, semejante al de los que siguieron el proceso continuo catequético.

40. Con todo, lo más importante no es el tiempo de permanencia sino que los sacerdotes, catequistas y responsables de la pastoral puedan discernir si se dan garantías suficientes de que cada candidato reúne las condiciones adecuadas de libertad y responsabilidad, de maduración en la fe y de compromiso activo en la Iglesia

41. Tales actitudes pueden manifestarse en los siguientes signos:

– Gesto voluntario de inscripción.

– Permanencia en la catequesis de modo continuo.

– Petición formal del sacramento según se tenga establecido.

– Integración normal en la eucaristía dominical.

– Práctica de la oración, como trato personal con Cristo y descubrimiento de Dios cercano.

– Conciencia de pertenecer a la comunidad eclesial

– Contenidos doctrinales adecuados.

– Comportamiento coherente existencial, social y eclesial.

Sin embargo, los responsables de este ministerio han de considerar las circunstancias sociales y personales en que se desenvuelven hoy las nuevas generaciones, para pretender ayudarles en el logro de estos objetivos ideales en un acompañamiento personal comprensivo y realista.

42. El catecumenado ha de hacerse preferentemente en la comunidad parroquial en la que se ha recibido el bautismo y se vive, o en otras comunidades cristianas en las que esté integrado el candidato y que estén comprometidas a ayudarle en su proceso de crecimiento y maduración, pero siempre en conexión con la parroquia, que es el lugar de la celebración del sacramento.

43. Por lo que se refiere a la preparación más inmediata a la celebración de la Confirmación, debe explicárseles perfectamente el rito litúrgico con sus signos específicos, destacando los principales símbolos como son el obispo, la unción con el santo crisma, la imposición de las manos y las palabras del sacramento. Y teniendo en cuenta que la celebración de la Confirmación dentro de la Eucaristía y con la renovación de las promesas del bautismo incluye en sí, de alguna manera los tres momentos de la iniciación cristiana, recuérdense en las catequesis los signos bautismales: agua, óleos, luz, vestidura blanca, etc., y los eucarísticos: pan, vino, altar, asamblea, palabra, etc.. El signo más expresivo de vinculación a la Eucaristía es la comunión de los confirmandos.

44. El anuncio del Reino de Dios para la conversión sincera es muy necesario en nuestro tiempo. Hay que formar la conciencia de que la confesión sacramental, individual e integra, constituye el único modo ordinario con que el fiel, consciente de pecado grave, se reconcilia con Dios y con la Iglesia (Canon 960). En esta coyuntura, los "confirmandos" se encuentran en un momento importante, que el ministerio pastoral tiene obligación de atender diligentemente.

Catequistas

45. Es esencial la participación de catequistas maduros en la fe, que ayuden a los confirmandos con una catequesis testimonial. A estos catequistas hay que ofrecerles la formación doctrinal, pedagógica y espiritual, mediante una reflexión conjunta entre ellos mismos sobre los programas y temas de la catequesis. Pero, además de la reflexión, es necesario que se adentren en la oración y en la vida comunitaria en la que pongan en práctica aquello que han de ofrecer a los catequizandos.

Los presbíteros de la parroquia han de acompañar a estos catequistas participando con solicitud en este periodo de formación tan decisivo para los que se van a confirmar y para toda la comunidad cristiana.

Padres

46. También es fundamental la intervención específica de los padres, principales responsables de la formación de sus hijos y que deben ser los que más les animen con su propio testimonio. Se recomienda tener con ellos reuniones especiales y también con los padrinos, para reactivar su fe y así puedan acompañar a sus hijos en el proceso de la fe que están viviendo y que conviene que todos conozcan perfectamente en sus distintos pasos.

Comunidad cristiana

47. Es muy de desear que toda la comunidad cristiana se interese y comprometa en la preparación de los confirmandos como renovación y profundización de la propia fe. El catecumenado irá acompañado de algunos pasos que se celebrarán en la comunidad cristiana; conviene iniciarlo con la presentación de los confirmandos a la comunidad y concluirlo con la acogida y el compromiso ante ella.

Padrinos

48. Hay que orientar a los confirmandos a que elijan como padrinos, que les acompañarán y presentarán al ministro de la Confirmación, a personas espiritualmente idóneas y capaces de ejercer sobre ellos una positiva influencia cristiana. Conforme al canon 893, 2: "Es conveniente que se escoja como padrino a quién asumió esa misión en el bautismo", para hacer más visible el nexo entre ambos sacramentos.

49. No obstante se puede escoger a otro padrino propio de la Confirmación con tal de que reúna las condiciones exigidas en el canon 874. Este canon excluye a los padres como padrinos, reformando lo que dice el Ritual de la Confirmación, en las observaciones previas, n. 5.

50. Los responsables de la pastoral parroquial motivarán a los padrinos en los encuentros de formación sobre la misión que van a asumir y procurarán ayudarles después en lo posible en el seguimiento del ahijado, para que de verdad secunden en el confirmando la obra que el Espíritu Santo realiza.

Celebración de la Confirmación

51. La celebración litúrgica de la Confirmación debe ser especialmente cuidada y participada por los jóvenes y la comunidad, siguiendo las orientaciones y posibilidades del Ritual por lo que se refiere a moniciones, cantos, lecturas, presentación de candidatos, etc., de modo que toda la asamblea sienta reavivar el don del Espíritu.

52. Es preferible que la proclamación de las lecturas litúrgicas lo hagan los catequistas e igualmente reservar las moniciones para los mismos, o los padres y padrinos. Los ya confirmados intervienen en la Oración de los Fieles y en la presentación de ofrendas.

53. No es necesario que la Confirmación coincida con la Visita Pastoral, sobre todo para no acumular excesivos candidatos. Los sacerdotes deberán hablar con la necesaria antelación con el Obispo y le presentarán el plan de la celebración para una coordinación más completa.

Cuando sea posible, es conveniente un encuentro de los confirmandos con el Obispo.

Después de la Confirmación

54. Es imprescindible la continuidad del proceso formativo de los confirmados, tras la recepción del sacramento, para que sigan madurando en su fe, asuman con decisión sus compromisos cristianos y apostólicos, y se integren en la comunidad cristiana en los diversos grupos que haya en la parroquia, arciprestazgo, movimientos apostólicos o funciones eclesiales. Aunque no todos se incorporen, las parroquias en el arciprestazgo establecerán un plan común de formación activa con este fin, contando con la ayuda y servicios de las Delegaciones Diocesanas de Catequesis, Pastoral Juvenil y Vocacional. Este acompañamiento requiere animadores idóneos de juventud, programas y métodos conjuntos.

Confirmación de adultos y jóvenes

55. Debe tenerse presente la nueva realidad de adultos y jóvenes no confirmados, a los que se han de brindar procesos de maduración en la fe que les permitan completar su iniciación cristiana sacramental. Este servicio se viene realizando en la Catedral, para culminar en la Solemnidad de Pentecostés de cada año; pero sería conveniente que se organizasen también por arciprestazgos otras tandas de confirmación, bien preparadas y adaptadas a las circunstancias de estos candidatos.

56. Anótese la Confirmación en el Libro correspondiente y notifíquese al párroco del lugar del bautismo para que se haga la anotación en el Libro de Bautismos, conforme a los cánones 895 y 535.

LA PRIMERA COMUNIÓN

NORMATIVA PASTORAL

Preparación y catequesis

57. Para participar en la Primera Comunión es imprescindible que los niños hayan tenido una educación en la fe apropiada a su edad y sientan un deseo personal y gozoso de recibirla.

58. La catequesis de Iniciación es una etapa importante de esa educación en la fe. No debe ser un momento aislado en la vida del cristiano, sino que ha de insertarse en el proceso continuo de maduración de la fe, que conduce a alcanzar la mayoría de edad, cristiana y eclesial, necesaria para perseverar en medio de la sociedad actual.

59. Dentro de este proceso de iniciación a la fe, de dos o tres años de duración, se inserta la catequesis de "preparación inmediata" a la Primera Comunión como un momento catequético fuerte, que necesita una especial atención. Es importante, dentro de esta atención especial, la implicación de los padres en la catequesis de sus hijos. Por ello en todas las parroquias, junto a la "catequesis tradicional" debe ofrecerse la posibilidad de la "catequesis familiar". Recordamos los criterios elaborados por los programas catequéticos de la Región Duero–Castilla sobre la madurez necesaria de quien desea acceder a la Primera Comunión: conocimiento y aceptación del símbolo de la fe católica, iniciación elemental en la oración; sentido de pertenencia a la Iglesia manifestado prácticamente por su participación en la catequesis y en las celebraciones litúrgicas; esfuerzo por lograr actitudes y comportamientos cristianos ante los demás; adecuada valoración de los sacramentos. Los catecismos primero y segundo de la comunidad cristiana: "Padre Nuestro" y "Jesús es el Señor", son los propios de esta etapa; los materiales catequéticos auxiliares recomendados son los de la Región Duero–Castilla

60. En la preparación próxima a la Primera Comunión es necesaria una catequesis litúrgica que tenga las siguientes condiciones:

a) Debe partir de los ritos y oraciones de la Misa, así como de la participación del niño en la vida litúrgica de la Iglesia, para que vaya sintiendo su participación plena en el Cuerpo de Cristo.

b) Ha de ayudar al niño, conforme a su edad y proceso personal, a que adquiera experiencia de los valores humanos subyacentes en la celebración eucarística, como son la acción comunitaria, el saludo, la capacidad de escuchar, de pedir y otorgar perdón, la expresión de agradecimiento, la experiencia de las acciones simbólicas, del convite fraternal y de la celebración festiva. Y todo esto para iniciar al niño a una participación activa, consciente y auténtica de la Eucaristía.

c) Serán de gran importancia otras celebraciones de diverso género, en las que el niño vaya experimentando por la misma fuerza de la celebración algunos elementos litúrgicos como el saludo, el silencio, el canto y la alabanza común. Pero hay que evitar que estas celebraciones tengan un carácter excesivamente didáctico en deterioro de la auténtica participación.

61. La catequesis de Primera Comunión debe realizarse en la propia parroquia. En el caso de la dualidad colegio–parroquia, el buen criterio deberá intentar por todos los medios que exista una colaboración mutua. En los colegios donde se ofrece a los niños una preparación o pastoral de infancia, ésta no deberá sustituir a la de la comunidad parroquial, porque la iniciación sacramental y la celebración eucarística en el seno de toda la comunidad es una experiencia religiosa que no debe faltar a ningún niño cuando participa por primera vez del banquete eucarístico.

Celebración de la Penitencia

62. La tradición y la norma de la Iglesia nos recuerda la necesidad de la celebración de la Penitencia, en la forma de "previa confesión sacramental", para los niños que van a recibir la primera Comunión: "Los padres en primer lugar, y quienes hacen sus veces, así como también el párroco, tienen obligación de procurar que los niños que han llegado al uso de la razón se preparen convenientemente y se nutran cuanto antes, previa confesión sacramental, con este alimento divino…" (Canon 914). De ahí que la confesión en esas circunstancias tenga su propia entidad y por eso conviene darle especial relieve y prestarle particular atención pedagógica y pastoral.

Pastoralmente, con la atención personal que merece cada niño, podría ser muy adecuada la fórmula "B" del Ritual de la Penitencia, ya que por su carácter comunitario ofrece posibilidades muy estimables para la experiencia gozosa del perdón.

Edad

63. "Corresponde también al párroco vigilar para que no reciban la santísima Eucaristía los niños que aún no han llegado al uso de la razón o a los que no juzgue suficientemente dispuestos" ( Cn. 914). Por eso, dadas las circunstancias familiares y sociales en las que se desenvuelven frecuentemente los niños en nuestro tiempo y su misma evolución psicológica, supuesta la necesidad de esa preparación consciente, la primera Comunión se administrará ordinariamente en el 4° curso de Educación Primaria, que señala generalmente el momento adecuado en la debida preparación catequética.

64. La experiencia diaria nos muestra el inconveniente de dar la comunión a niños en edades inferiores, desajustándolos de sus normales catequesis, vivencias y compañeros, y que no es motivo para comulgar más temprano el aprovechar la ocasión de que lo hace un hermano mayor. Hay que hacer ver a los padres que no se puede utilizar a los niños para sus conveniencias sociales, rompiéndoles el ritmo natural de sus vidas y menos en el aspecto religioso.

65. Dada la movilidad de la gente en la actualidad y la aparición en las parroquias de familias desconocidas, e incluso los casos que se están dando de petición de la Primera Comunión para niños que resulta no están bautizados, pídase el extracto de la partida de bautismo

Tiempo

66. El tiempo más apropiado para celebrar la Primera Comunión es el Tiempo Pascual. También el domingo, día del Señor, en el que la comunidad reunida en asamblea hace memoria de su Pascua.

Lugar

67. La Primera Comunión debe celebrarse en el marco de la comunidad parroquial porque hoy por hoy, a pesar de las deficiencias, es para la mayoría de los cristianos el lugar ordinario donde celebran su fe y donde los niños seguirán cada domingo participando en la Eucaristía.

68. Además el niño que crece y vive en colegios y comunidades infantiles, homogéneas y transitorias, necesita integrarse y convivir con la comunidad adulta, heterogénea y estable, para recibir de ella las diversas experiencias de fe y vida cristiana, que irán haciendo crecer a este niño en más pluralidad de facetas cristianas.

69. Por todo ello, la Primera Comunión se recibirá ordinariamente en la propia iglesia parroquial y ningún sacerdote deberá prestarse a administrar la Primera Comunión a un niño de otra parroquia si no le consta, por certificado expedido por el propio párroco, de la preparación catequética y de su conformidad.

Celebración

70. La celebración de la Primera Comunión debe prepararse y realizarse cuidadosamente por el sacerdote con todas las personas que intervienen en el proceso de iniciación: catequistas, padres y otros, como padrinos y maestros.

71. Ha de evitarse tanto el individualismo como la masificación, procurando que sean celebraciones de grupos no muy grandes con carácter familiar sencillo y comunitario. Donde el número de comulgantes y la capacidad del templo lo exijan, se harán varias celebraciones, procurando que quienes siguieron las catequesis en el mismo grupo lo celebren en el mismo momento.

72. Esta celebración debe expresar la dignidad de la participación en el sacerdocio real de Cristo y tener un talante festivo que se ha de manifestar en los cantos, las contestaciones, la renovación de las promesas bautismales, la oración de los fieles, la presentación de las ofrendas y el mismo momento de comulgar, que puede ser bajo las dos especies.

Otras sugerencias prácticas

73. El momento de la Primera Comunión y su preparación ofrecen otra buena ocasión para sensibilizar a los padres en la educación cristiana de sus hijos y es de toda necesidad tener con ellos diversos encuentros sobre el porqué de la Primera Comunión y su responsabilidad en la educación cristiana y en la conciencia moral del niño.

74. También serían oportunas otras celebraciones conjuntas de padres e hijos. Se sugieren entre otras: renovación de las promesas bautismales, entregas del Nuevo Testamento, Padre Nuestro, Crucifijo; celebraciones de la vida, de la luz etc…

75. Hay que animar a los padres a que el día de la Primera Comunión celebren plenamente con sus hijos el misterio de la Eucaristía y que para ello se preparen lo mejor posible, celebren también la penitencia y comulguen con ellos en perfecta consonancia con el misterio que se realiza.

76. Dado que no pocos cristianos se dejan absorber por compromisos sociales, regalos y gastos exagerados, desplazando así el verdadero interés de la eucaristía, hay que insistir en los encuentros de padres que es necesaria una sobriedad y sencillez como actitud más evangélica y coherente con la vida de Cristo a quien comulgan.

77. Debe evitarse por todos los medios que la experiencia de fe del niño quede desvirtuada por la fiesta profana que se organiza en torno a él. Por eso incluso el vestido debe ser sencillo y en el momento de la celebración no deben portar los niños cosas que les distraigan como relojes o pulseras recién estrenados, libros, rosarios, ramos de flores, etc., que pueden desviar su atención. Estas cosas pueden dárselas después de la ceremonia, pues lo mejor es que los niños estén libres para celebrar sin distracciones los diversos momentos en los que incluso participarán ellos activamente. Los videos, fotos… no deben distraer a la asamblea.

78. Con motivo de la Primera Comunión no faltarán familiares y amigos que acudan por compromiso social y no por actitudes claras y auténticamente cristianas. Puede y debe ser un momento magnifico de evangelización, tanto la preparación como la misma celebración, no desviándola de sus propios fines, sino haciéndola de tal manera y con tal dignidad, piedad, consciencia y veracidad que exprese mejor el misterio que se realiza.

Después de la Primera Comunión

79. Los niños tienen que seguir madurando su fe mediante la catequesis y la celebración de la eucaristía, alternando "misas con niños", que ya tienen sus leccionarios y plegarias eucarísticas propias, con eucaristías de toda la comunidad.

El proceso continuo de formación catequística en toda la comunidad parroquial debe ser conocido y estimado por los padres para que lo apoyen en favor de sus hijos y no les priven de este don que les es tan necesario para la vida cristiana. Conviene que los mismos padres continúen los encuentros de formación iniciados anteriormente.

80. Toda la comunidad cristiana, en especial la familia, tienen una responsabilidad muy acusada de acompañar a los niños que ya participan en la Eucaristía, viviéndola, celebrándola y comulgando con ellos, y siendo ejemplo constante de una vida que se rige con los criterios del Evangelio.

81. Para dar continuidad al proceso de postcomunión y hacerlo operativo se ha de profundizar en la colaboración entre familia parroquia–escuela. Por eso los diversos proyectos y servicios de la iniciación cristiana han de contemplarse y programarse en el arciprestazgo.

NOTAS COMPLEMENTARIAS

1. Para una visión completa, "La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones", de la Conferencia Episcopal Española. (BOA, 1999, págs. 181–251).

2. Sobre el Bautismo: "Instrucción sobre el bautismo de niños", de la Congregación para la Doctrina de la fe (BOA, 1981, págs. 78–92). También sobre nuestro plan diocesano de 1997, "La iniciación cristiana y la pastoral del bautismo" (BOA, 1997, págs. 126–143).

3. Para orientar la "acción pastoral frente a algunas situaciones irregulares" de la familia, hay que recordar la "Familiaris consortio", n°S 79–85 (BOA" págs. 145–152).

4. Por lo que se refiere a los padrinos, obsérvese lo que dice el canon 874.

5. Teniendo en cuenta que el "Nuevo Ceremonial de Obispos", recomienda que se celebre el bautismo en la Catedral por el Obispo en la Vigilia Pascual, ya que ésta es el centro de la vida litúrgica de la diócesis, las parroquias han de contribuir a preparar esta posible celebración del bautismo de adultos en esta circunstancia, avisando con la debida antelación y supuesta la preparación que prescribe el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos. Así mismo sería el momento oportuno para administrar también la confirmación y completar con la eucaristía la iniciación en esa celebración pascual.

6. Sobre el sacramento de la confirmación, véase la pastoral "El Espíritu Santo, la confirmación y la esperanza" (BOA, 1997, págs. 355 392). También "La iniciación cristiana y el sacramento de la confirmación de los adultos", por los problemas que plantea en la actualidad. (BOA, 2000, págs. 298–304).

7. Sobre la conversión, penitencia y caridad, el "Curso pastoral 1998–1999" (BOA, 1998, págs. 328–355).

8. Sobre la Eucaristía y su celebración, importancia del día del Señor etc., "Curso pastoral 2000" (BOA, 1999, págs. 516–539).