Relatos de Semana Santa y Pascua

Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe. Valladolid. España

04.04.07 @ 15:05:55. Archivado en Bioética, Religion y sociedad

“Alta la sangrienta frente...” Así empieza el himno del Cristo del Perdón (Murcia), que eleva los ojos al cielo desde su conciencia humana, para recibir energía del Dios Padre y Madre. Y, a continuación, la difunde con su mirada sobre la humanidad. “Baja los ojos al suelo” para extender por el mundo una mirada acogedora que sane heridas, extinga crispaciones, desarme extremismos, apacigüe agresividades y facilite encuentros por la paz y el diálogo.

“Es su mirada clemente” un rostro de misericordia. No un ceño condenatorio de juez, sino un rostro misericordioso y reconciliador. Por eso, la meditación de la Pasión no es angustiosa ni oprimente, sino consoladora. Una de las jaculatorias más atinadas de la tradicional oración Anima Christi decía así: “Pasión de Cristo, confórtame”. No se debe exaltar el dolor por el dolor, ni caer en el “dolorismo” de algunas manifestaciones exageradas de la religiosidad popular. No tiene más mérito quien más sufre, ni Dios envía el dolor como castigo, ni tampoco lo planea para sacar bienes de él. No, Jesús no nos salva gracias a la cruz, sino a pesar de ella. Nos salva porque, a pesar de ser el inocente crucificado, está vivo para siempre en Dios y es la base de nuestra esperanza.

Recuerdo que hace cincuenta años asistía al quinario de mi cofradía, la del Cristo del Perdón, en Murcia. No recuerdo los detalles retóricos de aquellas predicaciones, pero sí están impresos en las sinapsis de mi cerebro los ecos del himno que entonábamos, acompañado por los acordes de un anciano organista invidente. Pasaron los años y, al regreso de la misión en Japón, de paso por Murcia en Semana Santa, acompañé a mis padres al besapié. Fallecidos ellos, acompañé a mis tías. Un año después, también acudí, pero esta vez ya solo. Mi último recuerdo de nuestro entrañable Presidente Juan Pedro es un cálido y emotivo apretón de manos a la salida de la Iglesia de San Antolín en aquella ocasión. También este año se han arrodillado los cofrades ante el Cristo del Perdón para pedirle que “de sus labios soberanos, broten para los murcianos blancos lirios de perdón”. Necesitamos especialmente en nuestros días que Él plante en nuestros corazones esas flores de comprensión y de paz, que triunfen por encima de todas las espinas de violencia y crispación.

“Es su mirada clemente, firme y luminoso puente entre la tierra y el cielo”. He meditado estos versos de su himno ante el Cristo del Perdón y me ha parecido escuchar de sus labios tres palabras: una palabra de lucidez, una palabra de acogida y una palabra de misión.

La primera es una palabra de lucidez: “Mírate ante mí, me dice, y reconoce que tú también eres responsable.” Al escuchar esta palabra ya no puedo autojustificarme, ni decir, “los malos son ellos”. Si todos nos sentimos víctimas con las víctimas, también es cierto que, en la medida en que hay en mí rencor, odio o venganza, algo tengo que me asemeja a los agresores.

La segunda es una palabra de acogida. “Deja de mirarte a tí mismo, me dice, y mírame a mí que te acojo.”.Al escuchar esta palabra ya no puedo autocondenarme. No hay lugar para culpabilizarse patológicamente. Su buena noticia es sanación.

La tercera es una palabra de misión: “Sube aquí junto a Mí, me dice, y mira cómo se ve el mundo cuando se lo contempla desde la cruz.” Hay que dejar de mirarse a sí mismo para pasar a dirigir la mirada a un mundo tan lleno de crucificados a los que hay que descolgar de sus cruces, como dice tan atinadamente la cristología de Jon Sobrino.

Sale uno de esta meditación de la Pasión animado y confortado. Su mirada clemente deja un poso de calma y serenidad y envía a la praxis de liberación, pero sin agresividades, desactivada ya toda crispación...

(Publicado en la revista Magenta, de la Cofradía del Cristo del Perdón, en Murcia).

23.03.09 @ 17:57:37. Archivado en Mística

Besó María el cuerpo de Jesús, perfumado con fragancia de nardo (Jn 12,3). Se reclinó Juan con intimidad sobre el pecho de Jesús, inquiriendo un secreto (Jn13,25). Traicionó Judas al Maestro, besándolo con insistencia ambiguamente (Mc 14,45).

Si ocurriera hoy levantaba ampollas: se escandalizarían las mentes inquisidoras, por el tacto y contacto con María; pondrían el grito en el cielo las almas timoratas, por la familiaridad con Juan; protestarían las miradas furibundas de ortodoxia, profiriendo insultos y excomuniones contra Judas con pasaporte a los infiernos.

Pero Jesús, compasión por antonomasia y amor sin fronteras, corresponde con creces a las tres muestras de afecto, superándolas inmensamente con el suyo. Porque Jesús besa con el beso del Espíritu: “Como el Abba es uno conmigo en un beso, yo me uniré con vosotros y vosotras y así aprenderéis a besaros más y mejor”...

Las traducciones literales fundamentalistas no ayudan a captar estos matices. Por muy buena pluma que tenga Lucas para revivir la escena, chocarán sus metáforas leídas fuera de contexto: “regar los pies de Jesús con llanto, besarlos incesantemente, dar masaje a su cabeza con ungüento tónico, servirse como toalla de los propios cabellos”... son metáforas demasiado audaces. Diríase que más propias de un blog picante que de una homilía...

Pero hace ya décadas que nos enseñó el profesor Nida a buscar equivalentes culturales, en vez de traducir al pie de la letra. En versión actualizada, el texto podría decir: “Una chica especializada en alternar con los clientes del bar iba pasando las copas, dudó si ofrecer una a Jesús -el Maestro te mira de un modo que lo adivina todo y da reparo-, pero Jesús se adelantó a tomar una de la bandeja y la invitó a sentarse, tenía ganas de conversación, a medida que pasaba el rato afloraron lágrimas en los ojos de quien se sentía acogida por la mirada que ni desprecia juzgando ni acapara dominando o poseyendo, sino acoge profundamente con ternura... Y dijo Jesús a los que estaban viéndolo desde la barra: ¡De cuantas cargas se está librando esta mujer, cuando tanto lo agradece!”.

La versión en contexto japonés podría ser así: “Se acercó ella a servirle a Jesús un té y rozó se túnica con la manga de su kimono con aire de flirteo, pero quedó desconcertada por la mirada de Jesús, que no la recriminaba como el fariseo, ni la deseaba al estilo de quienes pasaron ayer la noche con ella, sino simplemente la acogía con cariño.”

En las tres escenas bíblicas citadas parece, a primera vista, que Jesús corresponde a expresiones de afecto de diversa índole. En realidad, es Él quien lleva la iniciativa de besar primero con su mirada de acogida honda.

Es muy significativo que sirvan estos tres besos de obertura en la sinfonía de la Pasión. El testamento de quien dio la vida por quienes amaba no es un encargo y carga de reprimir el amor, sino una llamada a amar más y mejor, a besar más y mejor como Él besó. Que el Vía crucis de Pasión y el Via Lucis de Resurrección sean un camino en este difícil aprendizaje, sobre todo en el interior de las iglesias.

No sé qué prédicas se escucharan en los quinarios y novenas de las diversas cofradías de Semana Santa. ¿Caeremos en la tentación de usar los misterios de la Pasión para moralizar, condenar, juzgar, hacer campañas puritanas inoportunas, excomulgar y anatematizar? ¿O descubriremos el mensaje central del Jueves Santo: “Que os reconozcan al ver que os amáis como hermanos y hermanas, en vez de arañaros y morderos mutuamente con odio eclesiástico, envidia clerical y violencia pseudoreligiosa”?

26.03.09 @ 17:35:26. Archivado en Bioética

(Perdón por un post largo, para Semana Santa).Estaba el párroco Nicanor acurrucado en el presbiterio el sábado por la noche, a solas con el Maestro. Micrófonos de RD, listos para el Domingo, grabaron por casualidad la conversacion siguiente:

Párroco Nicanor: Señor, hoy ayuno y hago penitencia y mañana, quinto domingo de cuaresma, les invito a mortificarse a propósito del evangelio del grano de trigo que muere.

Jesús de Nazaret: No exageres, Nicanor, sabes que no me gusta el dolor por el dolor.

N. Pero a nosotros nos enseñaron que cuanto más sufres, más merito tienes, que ese es el “Camino”, el de la cruz que nos salva, como dijo cierto santo beatificado a la fuerza por un Papa no muy grande, pero sí muy fuerte...

J. ¡Ojo!, Nicanor, querrás decir que te salvas a pesar de la cruz, no por la cruz; lo que a mi me salvó fue la vida definitiva en la que me introdujo el Espíritu de Abba.

N. Pero Tú, Señor, abrazaste la cruz con gozo y sin esfuerzo.

J. Bueno, lo del gozo es un tanto relativo. Y, desde luego, trabajito me costó, que es mucho salmo y muy fuerte lo del 21, y no me salía entonarlo... Ya habria preferido que Abba no me dejara desamparado. Y lo peor de todo, ver alli cerca a la madre y a mis queridisimos Juan y Magdalena, aguantando desgarrados a pie de cruz... se me clavaba eso más que las espinas... no alcanzaban hasta lo alto y yo no podia desclavarme y abrazarles como me lo pedía el cuerpo.

N. Pero Tú sabias que después venía la resurrección.

J. No, Nicanor eso lo dicen los teólogos romanos, que se olvidan de lo que significa que os precedi en la fe como “pionero de salvación “(Hebr. 2,10) y “pionero y consumador de la fe” (Heb. 12, 2; en ambos casos la palabrita griega, perdona la pedantería, es “arjegós”, que Alonso Shökel atinó a traducir como “pionero”). Más vale que leas a Pagola. A Ratzinger, tan agustiniano siempre, le cuesta asumirlo y hace malabarismos escolásticos para hablar de mi conciencia, como si temiese decir que yo tuve fe. Tienes que olvidar muchas teologias medievales: que si el sacrificio redentor, que si había que pagar infinitos euros de compensación por la culpa, que si el Siervo de Yavé merece más cuanto más sufre, como dicen al son de las guitarras los de cierto Camino espiritual de moda en tu tierra, o que hay que saborear el sadismo de Mel Gibson en su pelicula...

N. Maestro, me has chafao la homilia de mañana. Pero ya comprenderás que yo no sé decir más que lo de siempre, mientras la gente se impacienta y mira el reloj; la mayoria que viene a misa son mayores y los micrófonos no resuelven el problema del oido, no te imaginas lo dificil que lo tenemos cada domingo. Asi que, no hay más remedio que abreviar y... repetir lo de siempre. En mi pulpito te queria yo ver mañana...

J. Pues mira, Nicanor, en vez de lo de siempre, diles que hay vida y esperanza para siempre. Diles que el Espíritu de Abba, que me introdujo a mí desde la muerte en esa Vida verdadera, hará lo mismo con todos y cada uno de ellas y ellos cuando mueran. Diles que yo no soy un mitrado gruñón y regañón como ciertos eclesiásticos profetas de calamidades.

N. Lo intentaré, maestro. Pero si graban mi homilía y me denuncian al cancerbero, al cardenal de la Doctrina y su hosco portavoz, ¿qué hago?

J. Pues les recomiendas que lean el evangelio y hablen conmigo cada noche antes de acostarse.

N. De acuerdo, Señor, pero lo pongas como lo pongas, el caso es que el evangelio que toca para mañana es el del grano de trigo que muere. Me dejas hecho un lío.

J. Aún no has entendido, Nicanor. Esa comparación no era para negar la vida, ni atormentaros. Era un autorretrato de lo que pasó conmigo en la Pasión y entrada en la Fuente de la Vida. El grano de trigo no fenece, sino se abre para que broten raíces hacia abajo y tallo hacia arriba; no perece, sino se transforma para fructificar. Morir no es desaparecer, sino dejar que se abra la envoltura, para que vuele la crisálida convertida en mariposa; morir es expandirse, para entrar en la fuente de la vida que lo llena todo en todo.

N. Tienes razón, Jesús. Si les digo esto, quizás se animarán.

J. Naturalmente, hombre, como que esa es tu misión. El papel de mi iglesia no es ser gendarme de moralismos, sino pregonera de esperanzas. No es hacer campañas negativas y condenatorias, sino animar a vivir hasta la muerte y más allá de la muerte.

(Aqui sonó una interferencia y se cortó la comunicación. Al recuperar la onda apareció en pantalla la pagina web del cielo con el rostro del cura Martin Descalzo que cantaba asi: )

Morir sólo es morir. Morir se acaba.

Morir es una hoguera fugitiva.

Es cruzar una puerta a la deriva

y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas;

ver al Amor sin enigmas ni espejos;

descansar de vivir en la ternura;

tener la paz, la luz, la casa juntas

y hallar, dejando los dolores lejos,

la Noche-luz tras tanta noche oscura.”

30.03.09 @ 10:46:26. Archivado en Religion y sociedad

La tecnología de Religión Digital ha puesto en marcha un receptor de ondas que capta las del pasado. El problema es que, a veces, se mezclan con otras de actualidad y sale un cóctel raro como en la grabación siguiente de Domingo de Ramos:

Pedro: Maestro, ¿Dónde te preparamos la Pascua, en el Hilton? (Mt 14,15).

Jesús: No, Perico, en la buhardilla de Pérez, que llaman con eufemismo “cenáculo” (Mt 26, 18).

Juan: Jesús, nos ofrecen desde las legiones estacionadas en Siria enviar una cuadriga especial, llamada “Cristomóvil” para tu entrada en la ciudad el Domingo.

Jesús: No digas eso, Juan, que me dan ganas de llorar cuando pienso en el estilo con que los dirigentes de la capital se cargan a los profetas (Lc 19, 41; 13,34). Anda, déjate de cuadrigas “Cristomóviles”, yo prefiero entrar en bicicleta, como vaticinó el profeta (Zac9,9); así es como se transportaba mi amigo Raztinger cuando daba clase en Tubinga. ¡Qué mal lo está pasando el pobre ahora, rodeado de curialistas y hablando el lenguaje de las siete colinas, que no hay dios que lo entienda!

Juan: Pero ¿no ves, Jesús, que en bicicleta no sales tan guapo en la foto? Si no te gusta el “Cristomóvil”, al menos deberías entrar a caballo y con el turbante bien ceñido para hacer sonreír a las hijas de Jerusalén.

Jesús: Las hijas de Jerusalén van a tener motivos para llorar (Lc 23,27). En cuanto a los caballos, se quedan para los ministros de la guardia imperial (Zac 9,10), para sus compadres saduceos de mangas amplias, o para los obispos acardenalados de capas largas de varios metros (Mt 23, 1-23). Yo prefiero, como dijo el profeta, llegar a la ciudad pedaleando (Zac 9,9; Mt 21,5).

Tomás: Maestro, un grupo de celotes, asistidos por el rabino Kaminares, especialista en hacer campañas por causas perdidas, se ofrecen para apoyarte si les apoyas en la campaña contra Pilatos, contra Herodoes y contra el emperador y en favor de la patria y de la vida.

Jesús: No, ya sabes, Tomás, que a mí no me van las campañas abanderadas, que no soy nacionalista ni patriotero. Al César lo que es del César (Mc 12,17). Además, las campañas cuestan dinero. La vida se defiende mejor caminando hombro a hombro, sin palabras y con hechos, con los vivientes más desfavorecidos (Mt 25. 31-40).

Santiago: Maestro, el Sumo Sacerdote Trouko y el centurión de la legión PP (abreviatura de “portantes paleas”, es decir, "acarreando sacas de trigo"...) ofrecen una fundación de varios millones de talentos para edificar en la cornisa occidental del Templo doce dependencias apostólicas y un Aula Magna donde prediques tus Bienaventuranzas (con tal, eso sí, de que digas que el “Camino” de los pobres dichosos es el de quienes son pobres “solamente en espíritu”) (Lc 7,20)..

Jesús: No lo aceptes, Santiago. Me basta con predicar paseando por el atrio del templo (“Atrio” sería un buen titulo para mi club), gritar a pleno pulmón sin micrófonos que “la verdad os hará libres” (Jn 8,32) y así “brotarán aguas vivas” (Jn 7,38), y de paso le doy un puntapié a las mesas de cambistas y prestamistas, que ya es hora de que dejen de una puñetera vez de convertir la Casa de Abba en una cueva de ladrones (Jn 2,14). Además, no sería estético ni ecológico romper el paisaje de esa cornisa con rascacielos.

Judas: Maestro, la presidenta de la Comunidad del Jordán ofrece costear una alfombra de varios kilómetros para tu entrada triunfal. Dice que no hacen falta recibos, y además te regala una túnica gratis, hecha en las Hispanias orientales por su sastre de confianza.

Jesús: No, Judas, no hace falta alfombra. Basta con ramas de olivo y palmera (Mc 11, 8; Mt 21,8) cuando lleguemos a la altura de la muralla, eso es gratis; el coste de la alfombra que lo pasen a ayudas para el desempleo y la inmigración. En cuanto al sastre, más vale no sentar precedentes de donativos sospechosos. Además, mi túnica es de quita y pon, sin costuras (Jn 19, 23), me la lavo yo solito y a la mañana siguiente está ya seca, aunque se empeñen Marta y María en que se la pase para su lavadora; estas chicas tan majicas, a pesar de que van siendo abiertas, todavía no entran por el feminismo.

Tadeo: Señor, dice Zebedarzón, el alcalde de la capital, que ofrece autobuses gratis y la conexión con los “papal boy scouts”, para que se junten varios miles de jóvenes y jóvenas a tu entrada gritando “Jesús de Nazaré. no hay otro como Él. Jesús de mis latifundios, te quiere todo el mundo”.

Jesús: No, Tadeo, esos folklores se quedan para los Papas del futuro Vaticano, a mí me basta con unos cuantos chiquillos que griten Hosanna (Mc 11, 9), aunque sea sin guitarras, el jaleo de los críos me encanta por lo espóntaneo y auténtico, sin sombra de dolo... En cambio, las manifestaciones con “tongo” no me van... Prefiero un sencillo “portantes ramos olivarum”...

Andrés: Señor, entre Nicodemo y el de Arimatea proponen reunir varios millones de talentos para una cena, invitando al Pretor Pilatos, al Nuncio y a tres peces gordos, como el cacique Jaroy, de la oposición, porque parece que quieren hacer méritos para las próximas elecciones.

Jesús: Recházalos, Andrés. Esa noche yo ceno con mi amigos (Jn 15, 15), parto, reparto y comparto simple pan y vino (Lc 22, 14-17; Mt 26, 26-27), y en eso pongo mi vida, ahí está mi cuerpo (Mc 14, 22), confiando en que cuantas veces lo repitan acordándose de mí (Lc 22,19) y lavándose los pies mutuamente (Jn 13, 1-11), yo estaré presente entre ellos con la presencia más real de todas las realidades (Jn 14, 20). Al día siguiente vendrá lo duro, porque a mí me arrancan de vosotros (¡ay, quien pudiera quedarse, al menos hasta cumplir los setenta, terminar tantas cosas como se me quedan por hacer, y morir después en la cama, en colchón y no en madero...!), por un poco creeréis que no me véis (Jn 16,16), pero enseguida os daréis cuenta de que estoy a vuestro lado cuando viváis entre la gente como yo viví (Mt 25), dándoles esperanza, que me adelanto a ir por delante de vosotros a vuestras Galileas y vuestras Entrevías (Mc 16, 7), que las tumbas vacías no son el lugar de buscarme (Mt 28, 6), que vivo para siempre a la derecha de Abba (Jn 20, 17), que se me encuentra en el viaje, en el hermano y la hermana, en la conversación, en el partir del pan (Lc 24, 13-35) y en el salir de sí (Jn 20, 29), que no ascendí allá arriba sobre las nubes, sino que lo lleno todo en todo (Ef 4, 10), y que vosotros estáis destinados también a entrar en esa vida verdadera y vivir de la vida que yo vivo (Jn 14, 19). Todo esto, dicho en una sola palabra, se llama “Pascua de Resurrección”, porque yo soy la Resurrección y la Vida (Jn 11, 25).

04.04.09 @ 03:13:27. Archivado en Conferencia episcopal

¿Cómo reaccionaría el pueblo si se produjera la escena siguiente al entrar el nuevo obispo a tomar posesión de su diócesis?

La catedral llena, sin asiento libre. En primeros bancos, gente de alcurnia trajeada con glamor. La plaza mayor, florida. Muchos metros de alfombra roja desde Palacio por la calle del Ayuntamiento. Del coro al presbiterio, doble hilera de más de cincuenta obispos: duras y enhiestas testas, coronadas por mitras (ambigüedad evocadora de “sambenitos” inquisitoriales, ridícula y grotesca añoranza de potestades de otros tiempos).

Retraso de diez minutos, el cortejo no llega, se impacienta la banda de música, atenta para arrancarse por claros clarines... De pronto, un rumor creciente por el callejón de la Magdalena. La chiquillería de un grupo pop tararea Hosannas en torno al nuevo obispo que, ataviado con vaqueros y camisa de faena, entra a la catedral por el portalón de sacristía montado en un borriquillo.

Se desconciertan, con mirada escandalizada, las políticas y los políticos (azules o granates, naranjas o verdes,lazos blancos y lazos carmines, todos y todas con semejante glamor y sonrisas de dentífrico para rendir pleitesía a Su Excelencia, por si las moscas).

La homilía, a cargo de la diaconisa Felipa: Me encarga el nuevo obispo que os lea de la Biblia, Zacarías capítulo nueve: “Alégrese hoy la ciudad porque llega el obispo sobre una cría borrica”. Que dice que no toma posesión, que tomen ustedes posesión de él,en nombre de Jesús el "rompe-esquemas de Nazaret", "pa" lo que ustedes manden (sin excelencias ni menudencias que pongan en evidencia)).

No quiere el coche de marca que le ofrecía la caciquería, ni acompañamientos militares a caballo, invita a pacificarse y pacificar, a compartir sin corrupción y a seguir impulsando lo de Jesús,que es lo principal, aunque últimamente lo tengamos "una miajica olvidao".

09.04.09 @ 02:17:03. Archivado en Mística

Salomé, Marta, Myriam, Susana y Ana, de acuerdo con María, la madre de Jesús, y apoyadas por ella, consiguieron, a pesar de Pedro, hacerse sitio en la cena de Pascua, de lo que se alegró Jesús diciendo: “No sois sirvientas, sino amigas ” (Jn 15,15), y cuando yo me vaya recogeréis el testigo para ir a curar y dar esperanza a la gente, haciendo bien, porque la Ruah de Abba estará en y con vosotras (Act 10,38).

Salomé, la esperanzada, sentada junto a Tomás, el positivista y posibilista (con expectativas de ser nombrado para una sede importante), dijo: “Jesús, parecemos brotes de olivo en torno a tu mesa (Ps 127,3), las chicas y chicos de tu koinonía (1Jn 1,3), aunque algunos retoños, como éste a mi lado están una miajica retorcidos (Jn 20,25)”. “Mejor, completó Jesús, sois sarmientos de la vid; que corra por este círculo la vida de Abba y su Ruah, que déis fruto permaneciendo en unión” (Jn 15, 1-5).

Se quedaba a menudo libre el asiento junto a Salomé, donde habían puesto un cojín más cómodo para la madre de Jesús, pero no conseguían mantenerla sentada, porque no se fiaba de dejar el asado en manos de Judith y Cleofás (En Nazaret nadie preparaba el cordero mejor que ella).

María, tú quédate sentada, dice Salomé, y disfruta la Pascua con tu hijo”. “¿Disfrutar dices, Salomé? Me huelo yo que esta Pascua acaba mal. Mi hijo se ha metido en un buen lío con los del Santo Oficio de la Inquisición, por lo del Reino, las redes y la liberación, me dice el corazón que la cosa se pone negra, ya veremos qué pasa mañana”.

“Madre, dice Jesús desde el otro lado de la mesa, tú ya sabes, por la experiencia de cuatro partos que tuviste, que cuando la mujer va a dar a luz se siente triste, porque le ha llegado su hora; pero, cuando nace la criatura, ya no se acuerda del apuro, por la alegría de dar nueva vida al mundo” (Jn 16, 21).

Terció en la conversación Ana,(la simpática y preciosa biznieta de la abuela del mismo nombre) acurrucada en el hueco entre Juan y Jesús –Juan reclinándose sobre Jesús y Ana colándose bajo su brazo y arrimada al talle del Maestro-: “Jesús, eso está muy bien, te lo hemos oido otras veces; pero hoy te preocupa algo serio, no te lo calles, te he estado mirando toda la tarde y tienes cara angustiada, desahógate, hombre, desahógate, se te nota turbado”. “Tú siempre tan intuitiva, Ana. Sí, me siento agitado; pero ¿qué voy a decir?: Abba, líbrame de esta hora? ¡Si para esto he venido, para esta hora! ¡Abba, que irradie tu gloria!” (Jn 12, 27-28).

Pedro se impacientó y, calándose una tiara, dijo: “Acaparáis las mujeres el tema; además con preguntas tontas y comentarios que aguan la fiesta”. “Así es, dijo Felipe, mejor pedirle al Maestro que nos aclare dónde está Abba y por dónde hay que ir para encontrarlo”. ”Pero Felipe, dijo Jesús, ¿con tanto tiempo de amigo mío todavía no te has dejado envolver por la ternura de Abba? Yo soy el camino hacia la vida verdadera de Abba. Yo estoy en Abba y Abba en mí” (Jn 14, 10).

“Pero qué poca vista tienes, Felipe, dijo Ana, mírale a Jesús a los ojos, deja que te absorba hasta meterte dentro de Él, te verás reflejado en ellos y al mismo tiempo descubrirás a Abba”.

“Ya está la soñadora divagando”, dijo el realista Mateo(también, como Tomás con expectativas de ser recomepnsado con una sede importante). “No, añadió Jesús, ha dicho bien Ana, porque Abba y yo somos uno” (Jn 14,9).

Interrumpió Tomás: “Ana, come y calla”. Le dió un codazo Susana, la que siempre sabe estar al quite en su momento: “El que tiene que callarse eres tú. Queremos que siga hablando el Maestro. Yo he dejado hoy a mi marido haciéndose la cena él solo, porque no quería perderme esta Pascua”. “Bueno, Susana, dijo Jesús, pero que no se te haga tarde para estar con él a la vuelta, que el amor es más importante que las misas y los sermones. En realidad, todo lo que yo os tengo que decir se reduce a esto, que os queráis cada vez más y mejor para que, al ver la gente cómo os queréis, descubran el sentido de la vida, ese es mi encargo encarecido (yo no diría mi mandamiento, sino mi testamento)” (Jn 13, 34-35).

Estaba el ambiente un poco tenso y lo percibió Marta, que dio un giro a la velada. “Venga, id pasando los platos, y que no se quede el cesto del pan en el rincón de Mateo, y tú, Andrés, levántate a preparar las copas, que no tengamos que ser siempre las mujeres las que van y vienen del comedor a la cocina”. Mateo pasó el pan a regañadientes y Andrés trajo las copas refunfuñando.

Jesús se incorporó y dijo: “Esta no es una cena cualquiera. Es la Pascua, el tránsito. Es el paso de quien tiene que pasar por un trance amargo de separación. Mirad este pan que se desgarra en pedazos, así ha sido mi vida. Pues aquí está lo que ha sido mi vida. Ahora no lo entendéis, pero os lo recordará la Ruah cuando ya no esté yo con vosotros y vosotras (Jn 16,7)”.

“Pero nosotras no queremos que te vayas, Jesús, dijo Ana, que se pare el tiempo esta noche, te queremos y no te soltamos, Rabboni” (cf. Jn 20, 16). “No, Ana, dijo Myriam, tenemos que asumir que Él se vaya, nos conviene, para que retorne de otra manera desde Abba. Entonces comprenderemos que Él está en Abba y Abba en Él, Él en nuestro corazón y nosotras en el suyo. Comprendo tu estado de ánimo, Ana, yo también quisiera estrecharle con fuerza y retenerle, pero presiento que Él nos dice: Soltadme, que subo a mi Abba y vuestro Abba” (Jn 20,17).

Juan no decía nada, pero intercambiaba miradas de complicidad sucesivamente con Myriam y con Jesús, mientras sugería silencio a Ana tocándole suavemente los labios. Y entonces Jesús siguió diciendo. “Tiene razón Myriam. Ya no beberé más este vino hasta compartir de otra manera en el ágape sin fin, cuando la liberación de Abba reine por completo (Lc 22,18).

"Has hablado bien Myriam, dijo Jesús, Yo te digo que tú te llamas Myriam, pero en adelante te llamarás Petra y sobre esta Petra, de la mano de este Juan, se construirá la Asamblea de Redes de quienes prolonguen la cosa que empezó en Galilea” (cf. Mt 16,18 a la luz de Jn 20).

Pedro callaba consternado. Judas había salido ya para su asunto en la oscuridad de la noche. Juan se ofreció a acompañar a Susana hasta su casa.

Jesús decidió salir al Huerto de los Olivos, acompañado de Pedro y Santiago, que se quedaron dormidos de cansancio. Jesús oraba sudando y diciendo: “Abba, si es posible que pase este cáliz...” (Mt 26, 42; Mc 14, 36; Lc 22, 42). Myriam y Ana se quedaron despiertas a su lado, como ángeles, animándolo, ayudándole a asumirlo y tratando de asumirlo ellas...

(Publicada la versi:on original en La Verdad, de Murcia, el Jueves Santo, 8 de abril, 2009)

12.04.09 @ 07:50:32. Archivado en Mística

De Jerusalén a Emaús viajaban a pie tres caminantes al mediodía del domingo (Lc 24,13). Cleofás con jeta cariacontecida (Lc 24, 17), Myriam exultante (Mt 28, 8), Lucas alicaído.

“Alegra esa cara, hombre”, dice Myriam a Cleofás con una palmada en el hombro, “la mañana está espléndida, pasó la lluvia invernal, brotan flores en la vega y llegó la primavera (Cant. 2,11); cielo azul, fragancia de romero y tomillo, almendros como nieve que encandila, nardo, enebro y azafrán, canela y cinamomo” (Cant.4,14) ”.

“No estamos para esas bobadas, Myriam”, dice Cleofás. “Pero, hermanos, ¿cuántas veces tendré que repetirlo para que me creáis? (Mc 16, 10’11) Ya os he dicho que está vivo el Alfa y Omega, el que Vive (Ap 1,17-18), que lo ví de madrugada (Jn 20,1), estaba como nunca, radiante (Mc 9,3). Dijo que nos lo vamos a encontrar en Galilea (Mt 28,7), que va por delante (Mc 16,7), yo quería abrazarlo con toda el alma y cuerpo, estrechar su cabellera mientras le besaba, pero primero era lo de subir a Abba (Jn 20,17), luego la Ruah nos daría ojos del corazón (Ef 1,18) para verle y sexto sentido para caer en la cuenta de que ha penetrado en lo más dentro de nuestro dentro como no penetra ni el abrazo más íntimo en este mundo (Jn 14,23)”.

“Calla, calla, soñadora, que nos aumentas la pena”, dijo Cleofás. “Las mujeres sois ilusas”, dijo Lucas. “Y los hombres... corazones encerrados en concha de tortuga, tenéis ojos que no ven y oídos que no entienden ( Mal, 3,1; Lc 7,27), sois incapaces de tocar el cuerpo del Ungido en lirios y gorriones o en la brisa que acaricia las mieses”(Jn 20-25; Jn 4,35; Mt 6,25-28) ,

Así decía Myriam cuando se les acercó un peregrino, alto, moreno, de turbante ladeado a estilo galileo. “Shalom, muchachos. ¡Qué cosas tan preciosas dice vuestra compañera de camino!”. “Shalom”, contestaron ellos de mala gana. “¿Por qué esas caras largas?”, dijo el del turbante. “¿Eres tú el único que está en la luna esta mañana? ¿No sabes lo del Gólgota?”. “No, ¿qué ha sido?”. “Pues lo de Jesús, el mejor hombre del mundo, el inocente que no debía morir, pero se lo cargaron los dos poderes: la jerarquía religiosa y la política. Nosotros lo dejamos todo para enrolarnos en su movimiento de liberación, nos involucró en el lío ese de las Redes del Reino, habíamos puesto la esperanza en él (Lc 24, 16-21). Jesús era lo que se dice bueno, partía el pan con pobres, a nadie negaba su vino (Jn 6), era un tierno amigo de todos y nos encargó difundir la ternura (Jn 13, 34-35). Pero... se acabó todo, ahora está bajo la losa y los muertos en la tumba no pueden cantar la gloria (Baruc, 2,17)”.

Mientras así se desahogaba Cleofás, Myriam y el del turbante intercambiaban miradas significativas. Y dijo el del turbante, dirigiéndose a Cleofás y Lucas. “¿Es que vosotros no leéis las Escrituras? Tenía que ser así, pasó lo que siempre pasa en la historia, el mal gana, las curias involucionistas derrotan a las corrientes conciliares renovadoras, al inocente lo liquidan, dictadores e inquisidores conspiran a una contra la persona justa (Ps 2), pero Abba lo justifica y le da la razón (Act 2,24), y viene la Ruah para librarlo del Sheol e introducirlo en la Vida más allá de la muerte (Rom 8,11;Rom 1,3; 1Tim 3,16; 1Pe 3,18). Eso se llama Éxodo (Lc9,31) y Pascua (Jn 12,1). Reconocer su rostro al partir, compartir y repartir (Lc24,31-32) origina lugares de transfiguración por doquier (Mc 9,2ss.; Mt 17,1ss.; Lc 9,28ss.)”.

Así decía cuando llegaron a una revuelta con sombra. Era mediodía e iban cansados. Se detuvieron a reposar bajo una higuera. Myriam sacó de su bolsa un cacho de pan y, por la espalda de Cleofás, se lo pasó al del turbante. Aprovechó para disfrutar el contacto con su mano derecha sudorosa, mientras él le devolvía la caricia apretándosela con la otra mano.

“Peregrino, vas a necesitar esto para persuadirles”, dijo Myriam, y le pasó también un cuenco de vino. El del turbante tomó el pan y el vino y, ante la mirada desconcertada de Cleofás y Lucas, elevó los ojos al cielo y comenzó a partir el pan (Mc 6,40’41). “¡Conque eras tú!”, exclamaron a una Cleofás y Lucas, reconociéndolo.

En ese instante desapareció de su vista (Lc 24, 32-35). Estaban los dos atónitos. Ante ellos solamente estaba Myriam de pie, con un pan partido en sus manos. Nunca brillaron tanto los seductores ojos azabache de Myriam como en aquel momento, mientras decía mirando al cielo: “Abba, envía la Ruah para que transforme lo que este pan y vino simbolizan y consagre la vida de quienes lo comparten, convirtiéndola en Cuerpo del que Vive para vida del mundo. Éste es el enigma en que creemos quienes revivimos su presencia cada vez que repetimos sus palabras y practicamos su camino”.

Alargó Myriam el pan a Cleofás y Lucas, que seguían atónitos. “¿En qué quedamos, eras tú o era él o fue solo un sueño? ¿No habrá sido una ilusión?”, preguntaban. “Hermanos, dijo Myriam, quien me ve haciendo lo que él hizo, le ve a Él y así ve a Abba”(Jn 14,9).

“Pero... ¿Adónde se ha ido? ¿Por dónde vino?”. “Ni se va ni viene, hermanos, como decían los budistas, ni el Así-Ido, ni el Así-Venido, el Tathâgata es el Así-Siempre-Presente, que decían en Afgán los maestros aquellos que me enseñaron de pequeña a descubrir en la flor del loto el camino de la iluminación. Cuando se lo conté a Jesús un día, me sonrió diciendo que también allí estaba funcionando la Ruah, que sopla donde quiere y como quiere (Jn 3,8), en las espiritualidades hermanas, sin que te percates. Por eso cualquier hijo de hombre y mujer que se deja llevar por la Ruah despierta y vive de esa Vida”.

Cleofás y Lucas, por fin, se espabilaron. “¿Cómo no nos dimos cuenta, si sus palabras eran de vida, nos refrescó la cabeza y nos caldeó el corazón con esa manera tan original de leer las Escrituras?” (Lc 24,32)

“Pues venga, en marcha, dijo Myriam, corriendo a Jerusalén, esto hay que contarlo, que corra la noticia y se extienda el movimiento (Lc 24,33; Jn 20,18; Mt 28,11; Mc 16,7). Él vive, es el Viviente, es la Resurrección y la Vida."

"Esto ya no hay quien lo pare, lo de Jesús va estar vigente por siglos, a pesar de las religiones y sus jefes, a pesar de las inquisiciones y dictaduras, a pesar de las personas descorazonadas o descerebradas, a pesar de los pesares, lo de Él prevalecerá (Mt 16,18), que es más fuerte que la muerte el amor de este amor mío...”(Cant. 8,6)".

15.04.09 @ 14:52:28. Archivado en Mística, Conferencia episcopal

El Cardenal Shirayanagi (Emérito de Tokyo, 82 años), acompañando una peregrinación por la ruta de los mártires japoneses, hizo su primera estación en nuestra parroquia de los jesuitas de Rokko (Kobe). No llegó en borriquillo o bicicleta, pero...casi, casi...

En sacristía, desconcierto y sorpresa. Esperaban cardenal en coche y fámulo con báculo plegable y maletín de capa larga. Pero don Pedro -bien le cuadra el nombre de pila a este hermano pescador de “redes”- (guiño al tendido) llegó en autobús, sin acompañamiento porta-ropajes; celebró sin mitra ni báculo, no se puso la casulla larga superadornada (en nuestras iglesias jesuitas siempre quedan restos barrocos); solo pidió: “Prestadme alba talla mínima, soy bajito, y estola sencilla que no pese ni se enrede en los pies. Con eso basta”.

Su homilía no tuvo desperdicio. Nos transmitió como felicitación pascual, la Buena Noticia de Jesús Vivo con estas palabras de su homilía:

“Como creyentes somos recipientes de misericordia. Sembremos en la sociedad la compasión que hemos recibido gratuitamente, para que se curen las heridas de un mundo inmisericorde.

En la Vigilia Pascual hubo bautizos de adultos y renovamos las promesas del bautismo. Ahora, en esta semana de Pascua, María la primera evangelizadora y las mujeres del relato evangélico nos invitan a no buscar al Resucitado donde no está, en tumbas vacías o sábanas abandonadas, sino a encontrarlo en la vida al practicar su camino.

Quienes se bautizaron en la Vigilia Pascual se hicieron cristianos y cristianas, pero no como meros creyentes en solitario, sino entrando en una comunidad testificadora de que Jesús vive. En esta Eucaristía pedimos perdón en plural, porque cada falta de misericordia hiere a toda la comunidad; en plural confesamos la fe, con el Credo; como comunidad creyente; y se nos envía, en plural, a sembrar en el mundo la misericordia recibida.

La Iglesia no se reduce a un edificio ni a una organización burocrática. Hemos de ser, ante todo y sobre todo, comunidad testimonial de la Resurrección. Pero la única prueba de la Resurrección es nuestra práctica del encargo de Jesús: tratarnos mutuamente como Él nos trató, se dió y amó.

Hermanos y hermanas, no nos quedemos en meros recipientes de la misericordia. Convirtámonos en canales difusores de compasión. Recojamos el testigo que nos transmiten los mártires, que dando la vida sembraron frutos de compasión en un mundo necesitado de misericordia.”

Hasta aquí las palabras de monseñor Shirayanagi (no le gusta que le llamen “Eminencia” ni “Excelencia”).

Mientras taquigrafiaba sus palabras lo más literalmente posible, me emocionaba estar junto al altar acompañando, a la vez como concelebrante y acólito, al pastor que hace 36 años, en la Catedral de Tokyo, me impuso las manos ordenándome para el ministerio sacramental del Pan de Vida, la Reconciliación Eclesial y la Proclamación de la Palabra.

Lo comparto, en estos días de gozo pascual, con lectores y lectoras del blog, con una plegaria agradecida por el testimonio de un obispo que confirma en la fe a la comunidad, hablando en positivo, animando y dando esperanza.

22.03.08 @ 23:18:02. Archivado en Bioética, Religion y sociedad

Para la fe cristiana, resucitar no significa revivir de la muerte ni sobrevivir a la muerte, sino pervivir definitivamente en el seno de la Fuente divina de la Vida.

El Resucitado no sobrevive mágicamente a la muerte. Tampoco retorna de la muerte a la vida de este mundo, como en el caso de Lázaro al salir de su tumba después de varios días. (Ya sabemos, por la hermenéutica, que Lázaro no fue devuelto a la vida milagrosamente por Jesús, sino que el capítulo 11 del evangelio según Juan es una dramatización narrativa del evangelista para escenificar y repensar la verdad profunda de que Jesús es la Resurrección y la Vida, liberando así al discipulado del miedo a la muerte).

Para hablar del triunfo de Jesús sobre la muerte, es decir, que la derrota de su crucifixión es victoria (el profeta gana cuando pierde...), y que el trance mismo de morir es para él la entrada decisiva en la Vida que no muere..., para hablar de este enigma de fe, el Nuevo Testamento usa varios lenguajes: exaltación, resurrección, vida definitiva, etc...(Hace décadas lo explicó el exegeta Leon Dufour).

La expresión de esta fe en términos de resurrección se confunde, a veces, en la religiosidad popular con el revivir de un cadáver que abandona una tumba vacía para retornar a la vida en este mundo. La expresión de la fe en términos de vida es de mayor amplitud y hondura. Por eso se llama a Jesús “El que Vive” (Apocalipsis, 1, 18).

Esta fe no se demuestra científicamente, ni se prueba históricamente, pero sí se muestra en una historia de personas y comunidades, cuya praxis lo atestigua: son prolongación del cuerpo del Resucitado, de “El que Vive”.

Estas comunidades sustituyen al templo y religión antiguos. Quienes se “enredan en las redes” del movimiento suscitado por Jesús, el Pescador de personas para la vida, al poner en práctica su mensaje liberador, constituyen la única manera de mostrar que, efectivamente, Él vive.

Solamente en esa praxis se muestra la verdad de la resurrección (no supervivencia, ni retorno a esta vida, sino pervivir permaneciendo en el seno de la Vida): La praxis martirial de monseñor Romero o de Ellacuría y compañía de mártires, la praxis del martirio cotidiano de Teresa de Calcuta o la praxis mística contemplativa de Teresa de Ávila; la praxis mística de servicio de Ignacio de Loyola o prof:etica de Pedro Arrupe; y un larguísimo etcétera.

Compartiendo, amigas y amigos, la alegría esperanzada de esa praxis, ¡Buena Pascua!¡Buen Tránsito de la vida a la Vida! Paz y bien a quienes se sumergen en la corriente trinitaria de las aguas bautismales en el nombre de la Fuente de la Vida, de la Epifanía de la Vida y del Soplo vivificador de la Vida. Amén. Aleluya.

25.03.08 @ 21:34:56. Archivado en Mística

La popularidad de la magia de Potter no debería confundir a creyentes, para quienes Jesús es “El Que Vive” (Apocalipsis 1:18: el Viviente), no un fantasma comiendo sardinas, ni un producto de reanimación artificial por aprendices de magos.

El ángel anuncia significativamente a las mujeres: No está aqui, una tumba vacía no es el lugar de buscar “entre los muertos al que vive” (Lc 24, 5).

Fueron unas mujeres, con sentido y capacidad de engendrar esperanzas, las que intuyeron “que Él vivía” (Lc 24,23; ), lo que no captaba el estreñimiento mental de otros discípulos pesimistas.

Había que recordárselo a estos durante la etapa siguiente, interpretándoles qué significaba “que Él vivía” (Act 1,3). En ese Jesús vivo, no en un mágico Harry Potter, es en quien cree Pablo. De sus labios escuchó Festo que Pablo creía “en un tal Jesús, ya muerto, de quien Pablo afirma que vive” (Act 25, 19).

El momento de la muerte es el momento de la resurrección (no hay que esperar que pasen días, ni que se vacíen tumbas), es la entrada definitiva en la que Ignacio de Loyola llamaba la “vida verdadera” del Rey eterno. La Resurrección (en el sentido cristiano, no en el de la magia de reanimaciones o revivires terrenos) hay que comprenderla, como también la Eucaristía, a partir del paradigma de la acción del Espíritu (la Ruah) en la Creación.

Decir que el Espíritu resucita es decir que hace vivir de veras para no poder ya morir. Esta excpresión de fe en el Dios que vivifica, ya presente en la tradición judía, se profundiza y magnifica cuando un evangelista la repiensa y la confiesa formulándola en el presente y diciendo que Jesús vive, está vivo, es el viviente por excelencia, que nos dice: "No tengáis miedo. Yo soy el Primero y el Último, el Viviente,el que murió, pero como véis está vivo, estoy siendo el Viviente por los siglos de los siglos" (Apoc. 1,18).

Además, al confesar así la fe se evitan los malentendidos de quienes tomasen la palabra resurrección en sentido mágico. Esta confesión de fe en Jesús vivo es la misma que le llama Cristo (es decir, fundamento de nuestra esperanza) y la que nos hace creer que nuestros difuntos, que murieron, están vivos, porque viven en él. “Quienes murieron viven en el Señor”. Por eso, en esta semana pascual, celebramos con alegría la presencia cercana y cotidiana de nuestros difuntos...

27.03.08 @ 02:37:31. Archivado en Mística

“Estando atrancadas las puertas, llegó Jesús”, dice el evangelio según Juan (20,19), pero el Resucitado no se filtró por las paredes, sino “haciéndose presente en el centro” (en griego: ”este eis to meson”).

Lo escenificaron maravillosamente los niños y niñas japoneses del jardín de la infancia. Makoto es un niño de cinco años (Mako-chan, para los de casa). Hizo el papel de Jesús en las apariciones. Taró hizo de Tomás, porque quería meter el dedo en el costado y hacer cosquillas a Mako. Hiroshi hizo de Pedro, porque era el que “mandaba más” y Hiroshi es un mandón.

Lee la profesora el texto entre bastidores: “Y Jesús llegó...” Pero Mako no aparece, se ha perdido, ¿dónde se ha metido el niño que tiene que hacer de Jesús? Resulta que estaba en medio de todos, pero cubierta la cara con un abanico japonés traslúcido. Se descubre y grita feliz: “¡Aquí estoy! ¡Estoy vivo!”.

¿Por dónde ha entrado, si están las puertas cerradas?¿Es que atravesó las paredes?”, repiten a coro las encantadoras mellizas, Michiko y Teruko. “No, dice Mako-chan. Estaba aquí todo el rato, pero no se dieron cuenta”.

Felicité a la catequista. Yoshie es una pedagoga excelente. Le ha hecho ensayar a su parvulado lo esencial del versículo 19 del capítulo 20 de Juan: El Resucitado no se filtra por las paredes (como decían los catecismos pre-críticos inventándose propiedes de cuerpos gloriosos...). El Cenáculo no es el Tenorio. Jesús Vivo, con la vida verdadera más allá de la muerte, estaba con ellos y ellas allí. Está presente desde el principio en medio de la comunidad vivificada por su Espíritu, pero sólo se le ve con los ojos de la fe.

En la homilía, pregunté a los niños y niñas en el primer banco: “Si Pedro y Tomás hubieran tenido teéfonos móviles, ¿habría salido el Resucitado en la foto?” “No, contestaron a coro”, bien aleccionados por Yoshie. Algunas personas mayores titubearon y hubo que tranquilizarlas con hermenéutica (sus entendederas llegaban menos que las de los niños bien catequizados por Yoshie).

Les hablé en la homilía de los “ojos de la fe” (en japonés, kokoro no me) y los ojos corporales (en japonés, nikugan, es decir, ojos de carne). Y oramos para que se nos abran los ojos de la fe (Efesios 1,18), para que confesemos en el Credo nuestra fe en Jesús Resucitado, que vive para siempre y garantiza que viviremos para siempre “por Él, con Él y en ÉL”. (Fe que comparto, no sólo con Carmen Bellver, sino también con comentaristas que la expresan menos educadamente que ella).

POSTDATA: “Sí, todo eso está muy bien, pero yo quiero saber cómo se hace presente el Resucitado”, dice cierta persona incorregiblemente recalcitrante al leer este post. Pues de cinco maneras distintas que explicaré en el post siguiente, si no le perturba su fe el leerlo...

29.03.08 @ 17:22:43. Archivado en Mística, Religion y sociedad

No hay que esperar cuarenta días ni cincuenta. Muerte, Resurrección, Ascensión y Pentecostés... todo ocurre en el mismo momento, aunque al escenificarlo simbólico-narrativamente se alargue en el tiempo.Para el evangelista Juan el momento de la lanzada en el costado es la entrega y el envío del Espíritu.

Para quienes creemos que Jesús vive y confesamos a diario en el Credo la fe en su victoria sobre la muerte (que garantiza también la nuestra) es muy importante prestar atención a las diversas maneras de hacerse presente el resucitado en la actualidad de nuestras vidas cotidianas.

.¿Cómo está presente el Resucitado en la comunidad reunida por su Espíritu (la que prolonga su cuerpo y sustituye al templo)? De cinco maneras distintas, tal como lo expresan los cinco lenguajes en torno al símbolo de la Ascensión: 1)Está arriba, 2) está a la derecha, 3) está delante, 4)está al lado, 5) está en todo.

1)Está arriba: Lenguaje simbólico apocalíptico de victoria, “elevación” o “exaltación” (Lc 24,51).

2) Está a la derecha: Lenguaje simbólico de juicio escatológico, “a la derecha del Padre”, desde allí vendrá a juzgar (Act 1,11).

3) Está delante: Lenguaje simbólico del encuentro con Él en la praxis cotidiana, en Galilea le encontrarán (Mc 16, 7).

4) Está al lado: Lenguaje simbólico de su presencia en la comunidad enviada en misión, todos los días hasta el final (Mt 28, 19-20)

5) Está en todo, llenándolo todo, lo es todo en todo: Lenguaje simbólico místico-cósmico: está en todo, ascendió “para llenarlo todo” (en griego: ina pleróse ta panta (Ef 4,10)). Este quinto lenguaje es el más maduro, propio de la fe adulta, más allá de la magia, capaz de desmitificar, y de juntar mística y crítica (Ver el post en el blog “Atrio” sobre mística y crítica).

NOTA: He escrito este post teniendo como música de fondo la del grupo La Voz del desierto, cuya energía y vitalidad pone en onda de siglo XXI la Vida Nueva del Viviente Jesús. Lo recomiendo para vuestras celebraciones. Véase el vídeo: http://es.youtube.com/watch?v=WcI94s3iLUE

Su web es: http://www.lavozdeldesierto.net

30.03.08 @ 14:07:06. Archivado en Mística

Aunque Lucas y Juan escriban estilos muy distintos y desde contextos y mundos de lenguaje muy diversos, llama la atención cuando releemos el texto griego la consonancia de dos pasajes en que se habla de la presencia del Resucitado en medio de su comunidad.

En Lc 24,36 leemos que “se presentó Jesús en medio de ellos”. El griego dice: “este en méso autón”, es decir, “habiendo estado allí (desde antes) estaba manifestándose o haciéndose patente su presencia”.

En Jn 20, 19 la frase es parecida, pero más dinámica: “llegó Jesús haciéndose presente en el centro”, en griego “éste eis to méson”, estaba manifestándose (dirigiéndose) hacia el centro.

Más que venir o llegar desde fuera o desde arriba, se hacía presente desde y hacia el centro de la comunidad reunida. Es más una epifanía o manifestación del que está "así-siempre-presente", más que una irrupción del ausente. Es más epifanía que aparición. Es epifanía de la Vida, del que Vive para siempre.

La experiencia comunitaria de la que nace esta expresión es la que se repite cada domingo en la eucaristía (el resucitado en el centro de su comunidad que le ve conb los ojos de la fe). Es la que se repite en la intimidad de la oración personal en la que aflora a la superficie de la conciencia la realidad profunda de que estamos en Él y Él en nosotros y por eso viviremos, porque y como Él vive asentado en el Abba-Padre-Madre-Fuente de la Vida. Es la que se repite al encontrarle a Él en el rostro del hermano o la hermana más desfavorecidos.

La Madre Teresa haqblaba de estos tres abrazos del resucitado: en la oración personal y en la eucaristía de la mañana y en la persona moribunda a la que atendía esa tarde.

No es un fantasma que se filtre por las paredes, sino una presencia elusiva pero realísima, que nos sale al encuentro cada día, si tenemos abiertos los ojos de la fe para percibirlo.

01.04.08 @ 14:38:32. Archivado en Mística

La frase es del entonces joven teólogo Ratzinger en su Introducción al cristianismo (II,2,3), clásico de cuya publicación se cumple este año el cincuenta aniversario.

Decía Ratzinger que la frase “descendió a los infiernos” es, junto con el nacimiento virginal y la Ascensión, de las que más problemas crean a la hora de comprenderlas en la actualidad.

El antiguo catecismo de Ripalda hablaba, en plural, de “los lugares a donde van las almas que no entran en el cielo” y, después de mencionar infierno, limbo de los niños y purgatorio, citaba en cuarto lugar el llamado “limbo de los justos” o “seno de Abrahán” del que decía que en él “eran recogidas antes de la venida de Jesucristo las almas de los justos que, enteramente limpias y purificadas, carecían de la vista de Dios, pero eran felices con la esperanza cierta de su redención”.

El Resucitado, según aquel catecismo bajó a aquel limbo de los justos. ¿Cómo? “Con la muerte de Cristo, decía el Ripalda, el alma se separó de su cuerpo, que fue llevado al sepulcro, y unida a su divinidad, bajó al Seno de Abrahán a dar alegría a aquellos bienaventurados varones de la antigüedad (para el Ripalda, por lo visto, no había mujeres santas en la antigüedad)”, que estaban allí a la espera aguardando “el santo advenimiento”.

Naturalmente, Ratzinger, como buen hermeneuta, evita dos extremos. No hace lectura literal de esta tradición, pero tampoco la tira por la ventana, no quiere perderse su riqueza simbólica y explica el “descenso a los infiernos” como la bajada de Jesús a la soledad radical del afrontamiento de la muerte (muerte real y no fingida), como la máxima soledad humana, y hace una meditación de sábado santo sobre la asunción de la soledad radical humana por Jesús.

“Nos recuerda este artículo del Credo, dice Ratzinger, que el silencio de Dios es parte de la revelación”. El grito de Jesús en la cruz, “¿Por qué me has abandonado?” es, sigue diciendo el hermeneuta, un grito desde el infierno de la última soledad", en el que se percibe lo profundo de “la compañía cercana de Dios precisamente en medio del aparente abandono".

Relaciona Ratzinger este grito de Jesús con la oración en el Huerto de los Olivos, subrayando lo lacerante de la pasión como soledad radical, peor aún que la misma pasión física. “La muerte, sigue diciendo Ratzinger, es soledad absoluta, es una puerta por la que hemos de pasar solos, se comprende que el Antiguo Testamente tenga solamente una misma palabra, sheol, para designar muerte e infierno”.

Y, tras este esfuerzo antropológico-hermenéutico, concluye Ratzinger señalando el punto central del artículo del Credo que dice que Jesús “descendió a los infiernos”: “Este artículo quiere decir que Cristo atravesó el umbral de nuestra última soledad, que en su pasión descendió a los abismos de nuestro abandono. Y que allí, en ese abismo al que no llega ninguna voz, allí está Él presente para superar el infierno y la muerte. La muerte, que era infierno, deja de serlo. Hay vida más allá de la muerte, porque el amor mora en ella. Ahora ya solamente hay infierno allí donde hay encerramiento en sí mismo... Las puertas del sheol se han abierto con la muerte de Cristo...”

Después de este maraviloso despliegue de hermenéutica (¡Cuánto podemos aprender de Ratzinger para evitar literalismos, integrismos y fanatismos fundamentalistas!), es capaz el teólogo bávaro de regresar al lenguaje simbólico y no solamente no se siente incómodo con la imagen de los “santos padres esperando el advenimiento”, sino hasta con el texto de Mateo 27, 52 sobre muertos saliendo de sus tumbas. Pero su lectura simbólica de estos pasajes ya no es la literalista de los Ripaldas, sino reinterpreta así : “La puerta de la muerte permanece abierta porque el amor que es vida mora en la muerte”.

Es como cuando nosotros, tras hacer la crítica hermenéutica de que la tierra es la que gira alrededor del sol, seguimos diciendo cada mañana en lenguaje cotidiano pre-crítico que el sol sale por oriente.

Nos ha dado una gran lección de hermenéutica nuestro querido hermano José, hoy Benedicto. Ha quitado la cal que cubría el fresco, pero lo ha hecho con cuidado de no cargarse el fresco y nos ha redescubierto su riqueza. Confiemos en que no le acusen de herejía por su esfuerzo en acercarnos al meollo del Resucitado...

Nota: El n. 635 del Catecismo del 92 recoge difuminadamente algo de este pensamiento de Ratzinger, pero los nn. 633 y 634 lo estropean repitiendo el literalismo de catecismos anteriores. El problema del Catecismo del 92 no es que sea precrítico o conservador, sino que, por miedo, junta y yuxtapone las dos mentalidades, pero sin integrarlas ni articularlas, con lo cuál fomenta el que sigan ambas corrientes citando por separado sus textos incompatibles y se tiren mutamente los trastos a la cabeza (por cierto, con poca amabilidad humana y poca caridad cristiana, como se ve en los jucios temerarios y falsos testimonios de algunos comentarios a los posts...)

04.04.08 @ 10:58:10. Archivado en Mística

Resurrección de la “carne”, dice Ratzinger, no es reanimación de cadáveres para reunirlos con presuntas “almas separadas”, sino “transformación de la persona por la fuerza, energía y poder del Espíritu”.

El mensaje bíblico promete inmortalidad a la persona entera, no a un alma separada. La inmortalidad a la griega no es cristiana.

Como comenta Ratzinger, se añadió a la idea griega de almas separadas la idea pseudo-bíblica de cadáveres reanimados saliendo de sus tumbas en un último día, y así se empobreció la comprensión de la fe en la vida eterna por el poder del Espíritu.

En su explicación y reinterpretación del Credo, insiste Ratzinger en la importancia de entender todos los últimos artículos a partir de la clave de esa tercera parte del Credo: “Creo en Espíritu Santo”.

No solamente “creer en el Espíritu Santo”, sino creer “estando en el Espíritu” que anima y vivifica con su poder transformador. Con la resurrección, o entrada de Jesús en la vida definitiva más allá de la muerte, comenzó la transformación del mundo y la historia. Estamos llamados a participar plenamente más allá de la muerte, de esa transformación (2 Co 3, 18), que ya comienza en esta vida por su presencia en nuestro interior (Phil 3, 21).

"La fronytera biológica de la muerte, sigue diciendo Ratzinger, ha sido traspasada por la fuerza del amor más fuerte que la muerte, que nos promete y asegura el futuro de vida definitiva".

03.05.08 @ 17:54:27. Archivado en Mística, Religion y sociedad

Tres lenguajes diferentes en las tres lecturas litúrgicas de la Ascensión: lo mítico, lo místico y lo cotidiano.

Habrá quien elija comentar el lenguaje mítico de la subida los cielos según Lucas (Hechos 1, 1-11; cf. Lc) en forma popularmente comprensible (“No os quedéis embobados mirando hacia arriba”). Habrá quien prefiera profundizar en el estilo místico para fe adulta de la Carta a los Efesios (1, 17-23; cf. 4, 10: “para llenarlo todo”). Y muchas comunidades de base se dejarán animar por lo cotidiano de Mateo (28, 16-20: “a vuestro lado cada día”, cf. Mc 16, 7: “Va por delante...en Galilea lo veréis).

Decir que “subió por entre nubes” es lenguaje mítico. Decir que “lo llena todo” es lenguaje místico. Unas homilías exagerarán el primero (con peligro de literalismo). Otras acentuarán el segundo (con peligro de ambigüedad).

Habrá quienes opten por aclarar malentendidos sobre números, como explicaba hace ya medio siglo el profesor en clase de exégesis: “Ni tres días para resucitar, ni cuarenta para ascender a los cielos...El tercer día es alusión a Oseas: lo definitivo; los cuarenta días aluden al éxodo... Ni Jesús espera tres días para dejar una tumba vacía, ni juega al escondite cuarenta días con los apóstoles, ni trepa a las nubes en despegue vertical a propulsión... Según el evangelista Juan, resurrección, ascensión y entrega del Espíritu son un todo inseparable, que coincide con la muerte y la lanzada en el costado, de donde brota sangre y agua (Jn 19, 29-34)”. Así lo explicaba, ya en los años 60, el profesor puesto al día en hermenéutica, mientras bostezaba el alumnado por el calor de mayo.

En eucaristía vivas y vividas por comunidades enredadas en las redes del Pescador, celebrarán la Ascensión al Cielo como descenso a la vida. Para descender a lo frágil, apearse a lo marginado y “bajarse al pobre”, como diría el P.Benjamín González, se centrarán en la Galilea cotidiana de Marcos (Mc 16, 7) o en la presencia en el camino de la praxis, con Mateo: “Con vosotras y vosotros a diario hasta el fin de los siglos” (Mt 28, 20) y en el compartir comunitario: “allí donde os reunís, dos o tres, en mi nombre (cf. Mt 18, 20).

Otras reuniones, en vez de unas pocas personas, serán misas multitudinarias en un estadio. En unas y otras, grandes y pequeñas, puede “subsistir” (Lumen Gentium, 8) el movimiento de Jesús,que llamamos iglesia. La interpelación será, para unas y para otras, “¿En nombre de quién y de qué se reúnen y para qué?"...

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Orar y cantar con Taizé

Vigilia de la Luz Pascual del 08/08/09

Música: sí / no