Valladolid-Renedo-Tudela-Laguna-Valladolid (44 km)

Salimos desde el sur de la ciudad buscando la Esgueva. Para llegar hasta ella recorremos el Paseo de Zorrilla, aprovechando el carril bici, y echamos una carrera al autobús de la línea 1, al que ganamos. Llegados al antiguo hospital militar continuamos hacia la plaza de Zorrilla y rodeamos el Campo Grande por la Acera de Recoletos. Aprovechamos que el límite de velocidad en esta calle es de 20 km/h para violarlo. Por la calle Estación llegamos a Labradores y cruzamos la vía por el túnel para peatones.

Cuando salimos de este túnel, ya en las Delicias, giramos a la izquierda y por la calle Guipúzcoa llegamos a la calle Salud y buscamos el carril bici. Una vez en él en un momento llegamos al paseo del Cauce, que recorremos siguiendo la Esgueva hasta el puente del paseo de Juan Carlos I. Cruzamos el puente y tomamos el camino de nuestra derecha y que va junto a la Esqueva. Recorremos un par de cientos de metros, que transcurren junto a las obras de Los Santos-Pilarica, y ya estamos fuera de la ciudad.

El camino en el que nos encontramos, que si no estoy mal informado se conocía como de las culebras, es el Sendero Verde del Esqueva que la Diputación ha promovido. Lo seguimos, pasando por debajo de la Ronda Este, y teniendo siempre al Esgueva a la derecha y tierras de cultivo a la izquierda. Después de esquivar a unos cuantos paseantes llegamos al punto en el que el Esgueva y el Canal del Duero se cruzan sin mezclar sus aguas (¡ay! romanos, si hubiésis sabido tanto de física como de construcción no habrías construido el acueducto de Segovia). Unos metros más adelante encontraremos un puente de madera, lo cruzaremos y estaremos junto al Centro de Interpretación del Valle del Esqueva. Ahora ya llevamos unos metros sobre un pavimento duro y verde y hemos dejado atrás el camino, que aunque no está en mal estado tiene alguna piedra suelta y algún bache.

Siguiendo la senda verde llegaremos a Renedo de Esgueva en unos minutos. Lo primero que nos encontraremos será la carretera de acceso al pueblo, que en esta ocasión seguiremos. Pasamos por delante de la antigua mansión de los Power, convertido hoy un parque de actividades infantiles bautizado como El Valle de los Seis Sentidos, seguimos por la carretera y pasamos por delante del centro de salud, de la guardería y nos dirigimos hacia la iglesia, que es barroca y del XVIII. Llegamos a la plaza en la que está el ayuntamiento, aunque ellos la llaman Casa Consistorial, y que no es plaza mayor sino que está dedicada a uno que era primo de un tal Rivera. Nos paramos y comemos un plátano. Aprovechamos para admirar el contraste que producen las casas nuevas con otras tradicionales de pueblo que pueden tener cien años.

Salimos del pueblo por la carretera que lleva a Villabáñez, que queda fuera del alcance del ciclista dominguero, y tomamos el camino que sale de la carretera por nuestra derecha justo después del cartel que anuncia que hemos salido de Renedo. Pasamos junto al cementerio y un cartel en el que se anuncia que el Feoga ha sufragado la reparación del camino nos hace ilusionarnos con la idea de que la pendiente ha desaparecido. El camino no tiene piedras, al menos de momento, y está cubierto por una capa de tierra fina batida por las ovejas. A nuestro paso las ruedas levantan recuerdos de las ovejas y agradecemos tener guardabarros.

A medida que ascendemos vamos perdiendo de vista el pueblo y ganando la vista de la parte norte de la ciudad y de los páramos de los militares. La subida se hace dura al ciclista dominguero y es preciso parar para recuperar el aliento. Durante 150 metros se empuja la bici cuesta arriba, aprovechando que no nos ve nadie. El resto de la ascensión está hormigonado y, aunque el firme es irregular, no hay piedras ni socavones. El ciclista dominguero consigue subir este último tramo siguiendo una traytectoria en zig-zag. La pendiente al final de la subida es del 12% y en total habremos ascendido unos 150 metros.

Una vez arriba encontramos cuatro caminos que podemos seguir. Dejamos para otro día el de la derecha y el de la izquierda y, de los dos que siguen hacia el frente, elegimos el de la derecha. Ya vemos partes del valle del Duero y también entrevemos la Mambla. Atravesamos el páramo por un camino que está bordeado de almendros no muy boyantes y que es un continuo sube y baja con piedras y baches. Aparecerá el pico de la Mambla, que crecerá a medida que nos acerquemos al borde del páramo. En el límete del mismo veremos, colocada a la izquierda del camino, una fotografía panorámica explicativa de todo el paisaje que se divisa desde allí. En días claros merece la pena recorrer la vista por él.

El descenso es más abrupto que la subida y el camino está peor. El firme es una mezcla de una arena muy fina y blanca y piedras de distintos tamaños, algunas realmente grandes y que han dejado el correspondiente boquete al desprenderse del suelo. Los primeros metros los bajamos con la bici de la mano porque no sería buena idea romperse un hueso en este lugar solitario. Después la bajada ya es un camino tratable en la que el único problema es el barrizal que forman los aspersores de un campo de maíz.

En un momento llegamos al Canal del Duero y de allí, sin pausa y a buen ritmo, llegamos a Laguna de Duero sin separarnos del canal. Atravesamos Laguna y por un camino rural asfaltado llegamos al barrio de El Pinar, en el que algunas calles pertenecen a Valladolid y otras Laguna. Cruzamos la vía y llegamos a las piscinas de Fasa. Desde allí, por el carril bici, llegamos al punto de partida. Este camino se describe en la ruta X.