Una de las características recurrentes de la literatura de Cristina Fernández Cubas es la habilidad para narrar de manera oral de muchos de sus personajes.
En “El reloj de Bagdad”, Olvido, una de las sirvientas de la casa, tiene la habilidad de transportar a los niños al mundo de lo fantasmagórico a través de sus relatos. El personaje se inspira en la infancia de la escritora: su niñera, que era una fantástica narradora de cuentos y leyendas. La habilidad para la narrativa oral de la criada embelesa a los niños de la casa,en particular a la narradora de la historia. " Y entonces Olvido tomaba la palabra. Pausada, segura, sabedora de que a partir de aquel momento nos hacía suyos"
En “Lúnula y Violeta”, Lúnula es una excelente narradora de relatos orales "pertenece a la estirpe casi extinguida de narradores orales". El arte de la palabra, el dominio del tono, el conocimiento de la pausa y el silencio eran terrenos en los que se movía con absoluta seguridad. " Violeta, en cambio, es una escritora de relatos. En su "vampírica" relación, Lúnula corrige y casi reescribe el relato de Violeta. Además, conocemos lo sucedido a través del relato de la narradora (Violeta, supuestamente) que incluye fragmentos de su cuaderno de notas. El editor (la persona que halla el cadáver) encuentra desparramados en el suelo en horizontal las secuencias del relato y las presenta en el mismo orden que las ha encontrado (lo que explica los saltos temporales del relato). El texto metafictivo sirve para dar la vuelta al sentido global que era posible extraer de la narración: lo que hemos leído resulta ser ahora los papeles escritos por una mujer transtornada, Victoria Luz, que es encontrada muerta, víctima posiblemente de un proceso de esquizofrenia.
En “La noche de Jezabel”: la narradora explica de manera no lineal (con saltos temporales y digresiones) una reunión nocturna en su casa, una noche de tormenta, donde unos invitados narran historias de fantasmas (este hecho nos recuerda el origen de una famosa novela de terror: Frankenstein, de Mary Shelley). De las seis personas reunidas, narran historias tres invitados a la cena: Arganza, el médico inicia el relato explicando una historia profesional (certifica la muerte de un joven que se ha apuñalado a sí mismo, pero un rato después se encuentran el mismo cadáver en otro lugar, esta vez ante la puerta del caserón del Alcalde, con la chaqueta cambiada y perfumado) Es la única historia que siempre narra Arganza y que ha ido perfeccionando con los años: sabe dónde marcar el acento, cómo enfatizar, dónde debe detenerse, encender la pipa y tomar un respiro; Jezabel, se apropia de “El retrato oval”(un relato que en realidad es de Allan Poe y que aparece en un volumen que la narradora le había regalado cuando ella y Jezabel eran compañeras en la facultad) y lo explica como si su propia abuela, de extraordinaria belleza, hubiese muerto al posar para su abuelo, pintor, y, el último narrador,un inglés llamado Mortimer, que también relata una anécdota personal vinculada con los fantasmas. Este personaje nos recuerda a otro literario: el doctor Mortimer, un personaje que aparece en El perro de los Baskerville de Arthur Conan Doyle.
“En el hemisferio sur” plantea el desdoblamiento de identidad de una escritora de éxito perturbada.
El cuento es el atormentado y trágico descubrimiento de Clara Galván, escritora de éxito, de su verdadera identidad, compuesta de dos partes: Clara Galván ( su parte latina paterna) y Sonia Kraskowa ( su parte eslava materna). Así, pues, Clara Galván y Sonia Kraskowa son la proyección desdoblada de la misma escritora: Clara Sonia Galván Kraskowa.
El desdoblamiento de personalidad también sirve para abordar el tema de la inspiración y la creación literaria (la voz que le dicta a la escritora el libro), en un claro homenaje a un relato de J.L Borges (“Pierre Menard, autor de El Quijote”).
Clara Gaván se dirige al narrador (su amigo editor) para contarle que desde hace unos días una misteriosa “Voz” la obligaba a escribir noche y día sin parar, en un estado psico-físico deteriorado. Si la voz y los sueños pueden representar la inspiración literaria y su fuerza arrolladora, aquí funcionan también como manifestaciones del doble. Clara no advertía que esa voz con acento extranjero era su propia voz, o al menos su parte eslava, es decir, que le debía su inspiración y su éxito literario a su parte materna (parte que ya no reconocía como propia pues sufría un rechazo hacia su madre al no haberla podido conocer)
En este caso ha sido la propia literatura, la tarea literaria, la que ha provocado el trastorno de identidad y el desdoblamiento de uno de los personajes protagonistas, transtorno que la llevará al suicidio.
El colofón a la historia lo pone el sublime final: el amigo editor, un escritor frustado, ha visto en la narración de Clara la esperada trama para su novela, pero entonces descubre la novela póstuma de Clara, Tornado, donde ya aparece todo narrado ( desde su charla inicial con su amigo-editor) Un sueño dice Clara haberle inspirado ahora la trama de la novela, trama que ella va a poner en práctica también en su vida real. A través de esta metaficción el amigo editor se sabe parte de un tétrico juego, se le ha puesto a prueba; ha sido manejado como un títere.