Influencia del quijote apócrifo de Avellaneda


Un año antes de publicarse la segunda parte del Quijote escrita por Miguel de Cervantes, apareció un libro impreso en Tarragona en 1614, con el título siguiente: Segundo tomo del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras, compuesto por el Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas (téngase en cuenta que se dice que es la “quinta parte” de las aventuras de don Quijote porque Cervantes había dividido el primer tomo en cuatro partes).

El hecho de que un escritor continúe una obra empezada por otro no es un fenómeno raro en la lit. española, donde la Celestina es objeto de una segunda y tercera parte, el Lazarillo de Tormes tiene dos continuaciones, una anónima y otra de Juan de Luna. La práctica de coger una obra ajena para continuarla era frecuente precisamente en los libros de caballerías, y es un uso que se mantiene vivo en el momento de aparición del apócrifo. Avellaneda alude a ello en su prólogo, y aporta el ejemplo de las descendientes de La Celestina (en la misma época que él escribía su continuación aparecía en Zaragoza La hija de Celestina de Salas Barbadillo)... Una razón para escribir secuelas podía ser sencillamente la económica: quien se aprovechaba de una fama preexistente tenía un buen punto de partida. Avellaneda es bien consciente de ello cuando habla de: "la ganancia que le quito [a Cervantes] de su segunda parte".

No obstante, en el caso de Avellaneda la continuación encierra cierto fraude, ya que el continuador se esconde bajo un pseudónimo y hace preceder su obra de un prólogo lleno de insultos a Cervantes. Le llama manco ("confiesa de sí que sólo tiene una (mano)"), "agresor de sus lectores", bocazas ("tiene más lengua que manos"), vejestorio arisco ("por los años tal mal contentadizo, que todo y todos le enfadan, y por ello está tan falto de amigos") y envidioso. Eso sí, opina que "disculpan los yerros de su primera parte (...) el haberse escrito entre los de una cárcel; y así no pudo dejar de salir tiznada de ellos, ni salir menos que quejosa, murmuradora, impaciente y colérica, cual lo están los encarcelados".

Y además le acusa de haber ofendido a dos personas: a quien escribe "y particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más extranjeras", larguísima perífrasis que descubre más que enmascara al entonces enemigo de Cervantes, Lope de Vega.

Cervantes contesta a los insultos de Avellaneda en el prólogo de su segunda parte y en los cap. 59, 62, 70, 72 y 74 de la segunda parte.

PRÓLOGO A LA SEGUNDA PARTE

Cervantes protesta de que Avellaneda le llame envidioso, y refiriéndose a Lope de Vega, escribe :” No tengo yo de perseguir a ningún sacerdote, y más si tiene por añadidura ser familiar del Santo Oficio; y si él lo dijo por quien parece que lo dijo, engañóse de todo en todo, que del tal adoro el ingenio, admiro las obras, y la ocupación continua y virtuosa” Hay en estas seis últimas palabras un comentario irónico lleno de mala intención, ya que era pública y notoria la vida desordenada que llevaba Lope, a pesar de los hábitos.


Cervantes afirma que el autor del Quijote apócrifo encubrió su nombre y fingió su patria; más adelante dice que el lenguaje es aragonés. Ciertamente en el texto abundan las voces y expresiones aragonesas y el ambiente aragonés está reproducido con acierto. Cervantes supo indudablemente quién se escondía bajo el seudónimo de Avellaneda, entre otras razones porque se había burlado de él en la primera parte del Quijote con “sinónimos voluntarios”, que la crítica no ha logrado desentrañar. Para muchos críticos, Cervantes debía de saber muy bien quién era el autor de la continuación de su novela, y mucha gente de la época también. Su venganza consistió, fundamentalmente, en no revelarnos quién fue su enemigo y competidor, que sigue en el más absoluto de los anónimos.

La crítica ha propuesto con argumentos más o menos serios, pero nunca definitivos, como autores del falso Quijote a nombres como: Lope de vega, Quevedo, Jerónimo de Pasamonte (Ginés de Pasamonte en la parte I) , etc. La identidad real de Avellaneda sigue dividiendo a los expertos, aunque Martín de Riquer afirma desde 1972 que era el soldado aragonés Jerónimo de Pasamonte, que compartió acciones militares y cautiverio con Cervantes, y que escribió su autobiografía y que en la primera parte se vio tratado como un delincuente en la figura de Ginés de Pasamonte (aventura de los galeotes).


¿Cómo influyó el Quijote apócrifo en la segunda parte?

Debido al Quijote de Avellaneda, Cervantes cambió la ruta de su protagonista, que había anunciado que iría a Zaragoza al final de la primera parte, y tomó un personaje de la segunda parte apócrifa (don Álvaro Tarfe), precisamente para desmentir la historia de Avellaneda. Y a fin de distinguir la segunda parte auténtica de la falsa, tituló la suya “Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, por Miguel de Cervantes Saavedra, autor de su primera parte”

De todos modos gracias al Quijote de Avellaneda tenemos la segunda parte de Cervantes, ya que éste, al publicarse el libro apócrifo, se apresuró a continuar la redacción de su obra, que apareció en 1615, cinco meses antes de la muerte del escritor.

1. Cambio de planes.

Las referencias al Quijote de Avellaneda comienzan en la segunda parte a partir del capítulo LIX; deducimos, por tanto, que Cervantes debía estar en ese punto de la obra cuando apareció publicado el apócrifo.

El Quijote y el “Quijote “ de Avellaneda (cap. LIX)

Sancho y don Quijote llegan a una venta y después de cenar don Quijote oye que unos caballeros que se hospedan en la habitación contigua comentan un libro titulado La segunda parte de don Quijote de la Mancha. Se trata del Quijote apócrifo, o de Avellaneda, cuya falsedad y cuyos disparates indignan al hidalgo manchego que, a fin de poner de manifiesto que se trata de un libro mentiroso, decide ir a Barcelona en vez de encaminarse a Zaragoza, como era su propósito, ya que en la segunda parte apócrifa el caballero toma parte en unas justas que se celebran en la capital aragonesa: “así sacaré a la plaza del mundo- dice don Quijote- la mentira de ese historiador moderno, y echarán de ver las gentes como yo no soy el don Quijote que él dice”(II, 59)


2. La intrincada intertextualidad que existe entre el de Avellaneda y la segunda parte de Cervantes hace incomprensible la obra cervantina para quien no esté familiarizado con el apócrifo.

Cuando llegan a Barcelona, Don Quijote visita una imprenta, lo que da pie a comentarios literarios sobre los libros que se están componiendo y estampando, y a que Cervantes exponga sus opiniones sobre el arte de traducir y, sobre todo, para que ataque nuevamente al Quijote de Avellaneda. Don Quijote ve que en la imprenta de Barcelona están corrigiendo una edición del apócrifo de Avellaneda y dice que ya tenía noticias sobre este libro, pero que no le preocupa, porque ya le llegará su San Martín. " Ya yo tengo noticia deste libro- dijo don Quijote- , y en verdad y en mi conciencia que pensé que ya estaba quemado y hecho polvos por impertinente; pero su San Martín le llegará como a cada puerco" (Cap. LXII)


Un personaje de Avellaneda (Álvaro Tarfe) aparece también en la obra de Cervantes.

Tras ser vencido en la playa de Barcelona, don Quijote y Sancho inician su regreso a la aldea Por el camino, al hospedarse en un mesón de un lugar, traban conocimiento con un caballero llamado don Álvaro Tarfe, que es un personaje que aparece en el Quijote de Avellaneda, el cual da fe que el don Quijote y Sancho que figuran en la parte apócrifa no son los auténticos.

Cervantes le introduce en el capítulo LXXII de su Segunda parte (¡robando así un personaje al ladrón de Avellaneda!), con el exclusivo fin de desautorizar a su primitivo creador. Pero al hacerlo mediante un subterfugio narrativo (don Álvaro se ha encontrado antes con los falsos Quijote y Sancho) da carta de realidad en su ficción no solo al ajeno Tarfe, sino a los mismos Quijote y Sancho espurios, y a la propia obra de Avellaneda "recién impresa". ¡La fusión de los universos narrativos ha consumado una extraña realidad cuántica por la que deambulan, sin rozarse, dos versiones distintas de toda una serie de personajes! Y cuando entran en confrontación ("el verdadero Sancho Panza soy yo, que tengo más gracias que llovidas"), el Tarfe cervantino toma partido, sobre bases que sólo pueden ser literarias:

"Por Dios que lo creo —respondió don Álvaro—, porque más gracias habéis dicho vos, amigo, en cuatro razones que habéis hablado que el otro Sancho Panza en cuantas yo le oí hablar, que fueron muchas" (2 LXXII).


Capítulo LXXIV. Muerte de don Quijote

Muere don Quijote y Cide Hamete Benengeli se despide con nuevas pullas a Avellaneda " Para mí sola nació don Quijote, y yo para él: él supo obrar y yo escribir, solo los dos somos para en uno, a despecho y pesar del escritor fingido y tordesillesco que se atrevió o se ha de atrever a escribir con pluma de avestruz grosera y mal deliñada las hazañas de mi valeroso caballero....; a quien advertirás, si acaso llegas a conocerle, que deje reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de don Quijote, no le quiera llevar, contra todos los fueros de la muerte, a Castilla la Vieja..."

Cervantes mata a su protagonista para evitar posibles continuadores como Avellaneda.