Vicente Zito Lema
Crecimiento

 a los caídos en Monte Chingolo


Ese jilguero hambriento del monte ese limonero 

sin aroma

y el pequeño amor de Ruth Mery

mi prostituta sin dientes

a la salida del hospicio

Son parte de la tarde

Esos cadáveres insepultos esa carne que fue vida

y ya huele a podrido

para pena de Dios Nuestro Señor

-única criatura celeste a quien se rinde cuentas-

Son parte de la tarde

Ese hombre que conduce el tren que ahora parte

de Retiro

mientras cuenta sus historias de tango en el

Chantecler

Y la mujer que recorre los hospitales y las

iglesias

y tiene un dolor que la devora adentro

como si fuera un monstruo insaciable que gime y

sopla

Son parte de la tarde

Y el jilguero y el limonero y Ruth Mery y el

maquinista y la mujer del gran dolor

Crecen en la tarde

Como crecen los cuerpos profanados

Pero cuando la tarde sea tan inmensa que se

convierta en noche

y la noche tan inmensa que deje venir el día

Cuando el río de aguas negras

refleje las piedras vivas y las arenas

el color de los sueños de un niño

¿Dónde descansarán ellos nuestros muertos?

¿En estos propios labios...?

¿En el silencio que duerme en nuestros labios...?


No se puede ver en esa mancha roja y negra

No se puede distinguir a quiénes agitaron esas manos

Están aferrados a unas ramas secas y ellos

presienten la caída

Están sostenidos por una soga de helechos que se

desune

y ellos presienten el espacio

Están parados en lo más hirviente de la cresta de

una ola

y ellos avanzan contra la rompiente que espera

Ellos avanzan


Nada más que decir

Apagaré la luz de mi pieza.