Te llevo en la sangre

"Te llevo en la sangre" transcurre en la Argentina entre fines de mayo y fines de setiembre de 1955. la realidad política y un echo real: el caso del descuartizador Burgos se entremezclan dentro de una historia de múltiples facetas. Mabel, costurerita de barrio, fanática de las radionovelas y la radionovela en la propia emisora y sus integrantes, el back stage y los conflictos de los artistas.

La trama va y viene desde la casa de Mabel a la radio, desde el melodrama radiofónico a las situaciones de sus protagonistas en un ritmo marcado por el humor (a veces negro) que se completa con los sueños de Mabel y su amor por el galán.

Es decir que la propuesta debía contemplar la existencia, entremezclada, de varios planos de acción muchas veces yuxtapuestos.

SOLUCIONES FORMALES

La solución adoptada fue lograr un espacio único que mediante la iluminación y cuatro módulos luminosos escenográficos generara particiones virtuales del espacio, diferentes planos en profundidad y la elasticidad, para la puesta en escena, de no caer en compartimientos estancos, sino de poder usar libremente el escenario de acuerdo a la importancia con que cada escena necesitaba jugarse.


EN 3D JUEGO LUZ MODULOS

Con las distintas variantes de iluminación interior se logran 5 configuraciones espaciales diferentes


MODULOS LUMINOSOS

Se construyen 4 modulos de 3 x 1.30 x 0.30 m como cajas ciegas, negras por afuera y pintadas de blanco en su interior. El frente se forro con 2 capas de tela - interna blanca de algodón y la externa negra traslúcida Estos módulos llevan en su interior artefactos de cuarzo con difusar (fross) que al encender se iluminan. Los de atrás (3 y 4) llevan además de las blancas un juego de luces en azul que son utilizadas en "los sueños" de Mabel conjuntamente con un ambiente azul sobre la escena.

ESTETICA GENERAL

Se puso énfasis en un estilo de imagen despojada completando con la utilería mínima requerida por la acción. Dejando el protagonismo a la iluminación y fundamentalmente al vestuario (época - 50s), jugado en su totalidad en blanco y negro

LA NACIÓN

Con el radioteatro como segunda piel

Nuestra opinión: bueno.

El mundo de la radio es elegido por la actriz y directora Mónica Silver como escenario de su primera producción como dramaturga. Pero ese mundo se proyecta en varias dimensiones, y eso le permite mostrar diversas realidades. La de la política, la de los artistas, la de las relaciones afectivas y hasta unos mundos muy individuales -los de los oyentes- cuyas fantasías tanto pueden despertar el amor como provocar un crimen macabro.

La pieza de Silver es muy atractiva en el diseño de sus personajes y hasta en el entramado de esas diferentes historias que van mostrándose, aunque en algunas situaciones ella opte por un desarrollo excesivo que hace perder la atención por esa intriga que va creciendo y que está ligada con la violencia. Por un lado, asoma el clima político que lleva a la caída del gobierno de Juan Domingo Perón y, por el otro, la investigación policial por un crimen. Se detiene quizá demasiado en las escenas de los ensayos del radioteatro o en el desenlace de Mabel cuando intenta matarse clavándose la tijera en el estómago. A la vez, no desarrolla el personaje de Tito, que posee aristas muy interesantes.

Sin duda, las primeras escenas destacadas -las de los ensayos- son muy atractivas, porque muestran verdaderamente el juego de los actores y dan ciertas pautas de una rutina impensable para los oyentes.

Un muy buen trabajo de dirección de Villanueva Cosse hace que esas pequeñas imprecisiones del texto pasen casi inadvertidas para el espectador. Trabaja cada situación muy a fondo y muy cerca de sus actores, haciendo que cada uno de ellos explote al máximo sus posibilidades expresivas. Y lo logra, porque cada intérprete maneja a su personaje con gran seguridad, tornándolo muy trascendente.

El peso del personaje

Hay dos composiciones muy destacables: la de Verónica Llinás y la de Alejandra Rubio. Ellas construyen los personajes más fuertes y más contradictorios de la obra. De ahí que posean una mayor riqueza y a la vez más dificultades para encontrarles su perfil. La primera -Linda Ducase- es una frívola actriz que adhiere al peronismo y que mientras explota su costado histérico se autodefine como una artista del pueblo. La otra -Mabel- es una paralítica vencida por la vida, cuyo único mundo está en las historias que escucha por la radio.

Es muy atractivo el planteo escenográfico de Tito Egurza, que ubica en primer plano la vida de Mabel, la que escucha, la que sueña, la que está destrozada por las historias de un país en el que todo parecería confundirse. Deja el centro para los actores, los que juegan a construir esas historias -desde el arte o la política- y al final nuevamente el lugar del pueblo, casi en sombras después de tanto caos.

El vestuario de Daniela Taiana llega a una síntesis perfecta en ese juego de continuos negros y blancos intercambiables, tan oscuros y tan luminosos de acuerdo con las situaciones.

Carlos Pacheco

PAGINA/12

“TE LLEVO EN LA SANGRE”,

TEATRO Y POLITICA

Esta es una de esas piezas que, construidas a la manera de un rompecabezas, generan en el espectador curiosidad por saber cómo encajará cada uno de los elementos en juego y qué se esconde detrás de cada acción o desajuste emocional de los personajes. Los componentes de este puzzle encierran en sí mismos otras historias, que se imaginan complejas y se supone nunca serán resueltas. La obra transcurre concretamente en dos ámbitos: un estudio de radio y las habitaciones de una oyente devota y bizarra. Fuera y dentro de esos espacios la atmósfera es turbulenta.

Políticamente, los argentinos están enfrentados. Corre 1955 y se aproxima un nuevo golpe militar, que destituirá al general Perón para poner en su lugar al general Eduardo Lonardi. Esto se sabe por los noticieros que dé la radio y por las actitudes partidarias de una de las protagonistas.

Pero los políticos no son los únicos elementos en juego: la obra destaca muy especialmente el desequilibrio emocional que los novelones producen en quienes viven en función de otros. Ensamblar de modo convincente y creativo esos diferentes mundos, aligerando su catastrófico contenido, es una de las tareas de Villanueva Cosse, director de la obra real y del radioteatro que lleva el guiñolesco título de Te llevo en la sangre. Es por ello que el espectador escuchará la voz en off de Cosse, dialogando con su elenco e impartiéndole instrucciones.

Puede decirse que a la vivaz escritura de Mónica Silver (Primer Premio de Dramaturgia 1999 del Instituto Nacional del Teatro por esta pieza, integrante del grupo 3x1, y colaboradora en los guiones televisivos de Nueve lunas, De poeta y de loco y Laura y Zoe), Cosse responde acertadamente con una puesta que capta en detalle cada faceta del texto, entre éstas el desconcierto de los personajes en un momento de cambio, que no es sólo político, puesto que también han variado los gustos de la audiencia ante el avance de la televisión. El director registra las actitudes propias de quienes buscan salvarse a cualquier precio y el desesperado humor de aquellos otros que truecan la realidad cruel y esquiva por un mundo de ilusiones. Linda Ducase (una destacable Verónica Llinás) y Dante Roldán (Daniel Dibiase), protagonistas de una novela que, al encender por igual el corazón de sus adictos, borra barreras sociales, no tienen conciencia de las patologías que pueden llegar a desencadenar en su audiencia y entre quienes están en contra. Es el caso del marido celoso, personaje que parece extraído de las narraciones de horror de la literatura de cordel, pero que en este montaje podría asociárselo a un marginado de la literatura de Roberto Arlt. Es en esa misma línea donde se ubica a Mabel (a cargo de una creativa Alejandra Rubio), la fiel oyente que a la hora señalada atraviesa la escena rengueando y vestida de gala para pegarse a la radio, y convertirse con ese rito en estremecedora imagen del ser que arrumbado por la precariedad del entorno y por sí mismo, transforma esa experiencia en su única forma de pensar. Un comportamiento que hoy podría rastrearse en los devotos de otros programas, no necesariamente de ficción, radiales y televisivos.

Te llevo en la sangre incursiona en un momento puntual del pasado, partiendo de una historia menor y sin la intención aparente de extraer conclusiones. Mantiene en cambio un saludable tono de crónica, al que contribuye la inserción de los noticieros emitidos al estilo de los años ‘50. Lo decididamente concluyente es el muestrario de devastaciones que, según se aprecia, produce la propagación de lo ilusorio en quienes no encuentran la forma de articular su integridad personal en un mundo agresivo, aunque deliberadamente desdramatizado en esta especie de absurdo nacional con pinceladas de humor y

compasión.

Hilda Cabrera

Revista XXII

del 22/11/2001

Evaluación: Muy bueno

Simone Signoret dijo que la nostalgia está de moda. Lo afirmó hace ya mucho, acaso con un tono peyorativo. Y es que la nostalgia es estéril cuando se mira hacia atrás con sentimentalismo. No es el caso de Te llevo en la sangre, de Mónica Silver, que se ofrece en el Teatro del Pueblo. La autora se remite a 1955, un tiempo de cambios en la Argentina: la recta final del segundo gobierno peronista, ya a las puertas del golpe militar. Es, también, el reinado absoluto de la radio en los hogares. El radioteatro, género estelar casi a la altura del cine, ve asomar en el horizonte el futuro avasallante de la televisión. Sobre esas coordenadas, la autora Silver teje una comedia que funciona como crónica de una época,

impregnada de un sarcasmo tácito, siempre a un paso de lo costumbrista, a otro paso de lo patético, aunque sin caer en ninguno de ellos. Pinta la vida de una emisora, una historia radioteatral y el backstage tras los micrófonos. Los abusos de poder de los artistas embanderados en el autoritarismo oficialista y sus eventuales víctimas, los actores que se iniciaban a su sombra. Pero también salta del otro lado del micrófono, contando la triste vida alucinada de una oyente tullida, modista de barrio que sueña con el galón de la radiotelefonía. y condimenta su historia sin historia con la presencia de un hermano descuartizador. Lo interesante es que Silver entrecruza las líneas en una hábil carpintería estructural. Por supuesto, está allí la mano lúcida del director Villanueva Cosse, que mueve el texto con inteligencia y fluidez, atento a cada uno de los niveles de la acción, valorando todos y cada uno de ellos, integrándolos a un tejido ameno, risueño por momentos, claramente crítico y referencial. Logra que los planos de Te llevo en la sangre se intercalen sin violencia sobre el escenario complementándose tras una suave cortina evocadora. Su ojo pone en valor la conmovedora ingenuidad de esos personajes radiofónicos y sus cómplices tras el radiorreceptor; pero también señala el juego perverso de los prepotentes y de los falsamente sumisos. A la concepción de puesta contribuye la orgánica escenografía y la iluminación elocuentes de Tito Egurza, así como el protagónico vestuario de Daniela Taiana, que entre claros y oscuros, en admirable economía de recursos, se erige en otro personaje indispensable. El director contó con un conjunto de intérpretes notablemente solventes, entre los que destaca la composición desopilante, redonda y detallista de Verónica Llinós como la diva del micrófono. Como su contraparte, la pobre costurerita, Alejandra Rubio da vida y convicción casi poéticas a esa criatura conmovedora y ridícula, con guiños de marioneta trágica. En Te llevo en la sangre la nostalgia no es una moda, es una pintura explícita de lo transitorio de las pasiones que el hombre confunde con esenciales. Nada menos. y nada más; porque la autora se contenta con decir semejante cosa, segura de que decir ya es suficiente para un espectáculo.


por Luis Mazas