OVIDIO Y SU TIEMPO


Ovidio y su tiempo

Ovidio nació en 43 a.C., justo un año después del asesinato de Julio César y en una época especialmente convulsa dentro de la historia de Roma. En ese momento, el poder político estaba repartido entre Marco Antonio, uno de los principales generales cesarianos, y Octaviano, el futuro Augusto, que había sido adoptado por el propio Julio César en su testamento y que había pasado, de esa forma, a llamarse Cayo Julio César Octaviano.

A pesar de su fuerte rivalidad personal, Marco Antonio y Octaviano no tuvieron más remedio que aliarse para vengar el asesinato de César y, consiguientemente, perseguir a los magnicidas. Por ese motivo, el mismo 43 a.C. se creó el segundo triunvirato, un pacto privado para repartirse el poder que estuvo formado por los dos personajes anteriormente mencionados y por Lépido, otro antiguo lugarteniente de César y pontífice máximo de Roma.

La venganza se materializó en el año 42 a.C., cuando los instigadores del asesinato de César, Bruto y Casio, se suicidaron tras haber sido derrotado su ejército en la batalla de Filipos (Macedonia). Fue por entonces cuando Marco Antonio tomó el control directo de las provincias que le habían sido asignadas en el segundo triunvirato, las del Mediterráneo oriental; pronto conoció a la última reina del Egipto independiente, la famosa Cleopatra VII, que se convertiría en su amante.

En 40 a.C., Octaviano contrajo matrimonio por segunda vez, con Escribonia, mientras que Marco Antonio se casó con Octavia la Menor, la única hermana de Octaviano. El objetivo de ese matrimonio no era más que el de estrechar con lazos familiares la endeble alianza entre ambos poderosos personajes. Dos años más tarde fue renovado el acuerdo del triunvirato, al tiempo que Octaviano contrajo matrimonio con Livia Drusila tras haberse divorciado de Escribonia (con quien había tenido a su única hija, Julia).

Durante los años siguientes, Marco Antonio realizó una expedición contra los partos, que terminó siendo un fracaso, pero consiguió la anexión del reino de Armenia (en la parte oriental de Anatolia). Tras su divorcio de Octavia en 32 a.C., el enfrentamiento entre Octaviano y Marco Antonio se hizo más que evidente; al año siguiente tuvo lugar la batalla naval de Actium, cerca de la costa occidental de Grecia, que concluyó con una victoria rotunda de Agripa, el lugarteniente de Octaviano.

Cuando este último entró victorioso en la ciudad de Alejandría, capital del Egipto ptolemaico, Marco Antonio y Cleopatra terminaron suicidándose ante la infamante perspectiva de ser paseados como prisioneros por las calles de Roma durante el triunfo de sus enemigo; de forma que Octaviano quedó como el único hombre fuerte de Roma. En ese mismo año 30 a.C. Egipto se convirtió en provincia; se trataba de uno de los graneros de Roma. Fue una provincia imperial, bajo las órdenes de un prefecto de rango ecuestre y se prohibió a los senadores la entrada en Egipto sin el permiso del gobernante.

El momento de mayor gloria personal y política de Octaviano tuvo lugar en enero del año 27 a.C., cuando renunció a sus poderes en el Senado, pero sus miembros le concedieron unos nuevos poderes: cónsul, imperium sobre las provincias, los títulos de princeps y augustus.

A partir de ese momento, Augusto acabó la conquista romana de Hispania en las llamadas Guerras Cántabras, y en 23 a.C. recibió el imperium maius proconsularis por diez años y la potestad tribunicia anualmente.

Esta transformación del régimen político de Roma (que, como vemos, caminaba hacia la concentración de poderes en una sola persona) no fue acompañada de una renovación de la nomenclatura (nombres de magistraturas y de otros cargos) e incluso Augusto se presentaba como un garante del anterior sistema político.

El Senado continuó sus funciones como foro de discusión de asuntos políticos, y sus miembros volvieron a ser 600 (Julio César había elevado su número a 900 para premiar a quienes le habían sido fieles). La administración quedó en manos de los libertos (antiguo esclavos manumitidos) imperiales. Para los miembros del rango ecuestre creó nuevas prefecturas, como el prefecto de los vigiles, de la annona, de Egipto y el del pretorio.

Durante los años 18 y 17 a.C. se aprobaron las leges Iuliae, con el fin de lograr una serie de reformas sociales y morales que tuvieron como objetivos incentivar el matrimonio y la natalidad. Se consideró soltera no solamente a la persona que no se había casado nunca, sino también a los viudos y divorciados que no hubiesen contraído nuevas nupcias. Tanto los solteros así definidos como los cónyuges que no hubiesen tenido hijos solamente podían ser herederos o legatarios si estaban dentro del sexto grado de parentesco con respecto al testador.

Por su parte, la lex Iulia dedicada a reprimir el adulterio castigaba severamente el hecho de tener relaciones sexuales con una mujer soltera o casada con otro. Incluso se concedió al padre o al marido el derecho a dar muerte impunemente a los adúlteros sorprendidos in fraganti en casa del propio padre o marido. Por lo que respecta a la política religiosa de Augusto, tras la muerte del antiguo triunviro Lépido, en 12 a.C., el princeps lo sucedió como pontífice máximo. Y es que otra característica del reinado de Augusto consistió en la acumulación de cargos religiosos que llevó a cabo, cuando hasta ese momento no se había permitido a nadie formar parte de más de un colegio sacerdotal. No hay que desdeñar que tal circunstancia lo convirtió en una persona en manos de un enorme poder religioso, como muestra su control de los libros sibilinos y, ante todo, la creación de un culto en vida a su numen o poder divino, que fue asociado a otros elementos religiosos, como la diosa Roma, una alegoría que había tenido difusión hasta ese momento por las provincias orientales. Al producirse dicha simbiosis entre emperador y Roma, compartiendo el mismo templo o altar, el propio Augusto cobró un carácter divino, que lo situaba como mediador entre dioses y hombres.

En paralelo a ese proceso de divinización, durante su reinado se completó el mapa territorial del Imperio, que sufriría pocas variaciones durante los posteriores reinados. En cuanto a la política exterior de Roma, en Germania se produjo el desastre de Varo el año 9 d.C., con la pérdida de tres legiones. La frontera en aquella parte del imperio quedó fijada en el Rin y se establecieron las provincias de Germania Inferior y Superior.

La otra gran frontera fue el Danubio, todas las provincias creadas a lo largo de su curso fueron imperiales, lo que significaba una mayor presencia de tropas dentro de ellas.

Estaba claro que el nuevo régimen político necesitaba tener un carácter dinástico y el príncipe estaba buscando un heredero dentro de su familia, a falta de un hijo varón. El primer candidato fue Marcelo, hijo de su hermana Octavia y esposo de su hija Julia, pero falleció de enfermedad antes de haber cumplido los veinte años; luego fue el mencionado Agripa, el mejor general y colaborador que tuvo el princeps, pero falleció en 12 a.C., aunque se había casado con Julia (viuda de Marcelo) y había dejado cinco hijos, entre ellos Cayo y Lucio, que fueron adoptados por el propio Augusto. Sin embargo, la fatalidad volvió a cernirse sobre la familia imperial, ya que en 2 d.C. Lucio murió de enfermedad en Massilia (en la Galia) y su hermano Cayo perdió la vida dos años después en Armenia como consecuencia de una herida.

Augusto tuvo que recurrir entonces a los hijos del primer matrimonio de Livia Drusila, su última esposa, y en 5 d.C. adoptó a Tiberio, el primogénito de ella. Augusto murió en Nola, al sur de Italia, el 19 de agosto del año 14 d.C. y Tiberio heredó el poder. El Senado decretó honores divinos para Augusto y nombró sucesor a Tiberio.

Éste reinó entre los años 14 y 37 d.C., durante los últimos años de vida de Ovidio, y gozó, en un principio, de un considerable prestigio gracias a sus campañas contra los germanos por la zona del Rin. Tiberio comenzó su reinado contando con el Senado, pero utilizó la lex Iulia de maiestate para acabar con las iniciativas de oposición política, condenando o induciendo al suicidio a numerosos dirigentes romanos.

En política exterior, abandonó la política expansiva. Envió a su sobrino Germánico para someter a las legiones sublevadas en Germania tras la muerte de Augusto, también venció a los propios germanos y resolvió el conflicto dinástico entre Armenia y Partia.

Sin duda, el reinado de Tiberio se relaciona con el meteórico ascenso al poder de Sejano, su prefecto del pretorio desde 15 d.C. Sejano lo convenció para que se retirase a la isla de Capri, donde pasó sus últimos diez años de vida, por lo que el ambicioso prefecto pasó a controlar todos los resortes del poder en Roma. Gracias a una oportuna delación, Tiberio consiguió detener y ejecutar a Sejano en 31 d.C. Durante los siguientes meses, una veintena de sus amigos y allegados corrió la misma suerte.

Tiberio murió en Miseno el 16 de marzo de 37 d.C. Su cuerpo fue trasladado a Roma para ser incinerado, al tiempo que la muchedumbre gritaba “¡Tiberio al Tíber!” Sus cenizas fueron depositadas en el mausoleo de Augusto.


BIBLIOGRAFÍA

Eck, W., Augusto, Acento, Madrid 2001.

Everitt, A., Augusto. El primer emperador, Ariel, Barcelona 2008.

López Barja de Quiroga, P. – Lomas Salmonte, F.J., Historia de Roma, Akal, Madrid 2004


Manuel Albaladejo Vivero


Sobre el autor de este artículo

MANUEL ALBALADEJO VIVERO es licenciado en Derecho y en Historia y doctor en Historia desde 2003. Ha disfrutado de becas postdoctorales en universidades alemanas en dos ocasiones, la primera entre 2004 y 2006 con una concedida por el MEC y, con posterioridad, entre 2013 y 2015 con otra concedida por la Fundación Alexander von Humboldt. Ha sido profesor asociado de Historia Antigua en la Universidad de Alcalá y actualmente es profesor ayudante doctor de la misma materia en la Universidad de Valencia.