OVIDIO Y SU OBRA II: EL ARTE DE AMAR

El Arte de Amar de Ovidio

(Este texto es una parte del artículo “¿Cómo ligaban los antiguos romanos? El Arte de Amar de Ovidio”, Saguntina 7, 2011, 30-35, ISSN 1887-6331)

No deja de ser llamativo que hoy en día en el quiosco encontremos un sinfín de revistas que nos enseñan la mejor manera para ligar o gustar a nuestra pareja con titulares como “Los 101 trucos para agradar a tu chico” o “Cómo conquistar a la persona de tu vida y no morir en el intento”. Sin embargo, estos reclamos no escandalizan a una sociedad como la actual en la que la apariencia física parece haber reducido la importancia de la formación intelectual y el amor verdadero parece estar difuminado en muchos rostros o precedido por otras muchas relaciones. Pero esto no es patrimonio ni de nuestra sociedad ni de nuestra época. Roma hace más de dos mil años, en su periodo de máximo esplendor, no era socialmente muy distinta a ahora y lo sabemos entre otras cosas porque se han conservado los escritos de un cronista de excepción, de una persona víctima de su tiempo, pero a la vez orgullosa de formar parte de él: Publio Ovidio Nasón.

La opera prima de Ovidio, escrita en dísticos elegíacos —como casi todas sus obras— fue Amores, en la que narraba su relación con la, al parecer, ficticia Corina. En estos poemas, cuyo título nos puede inducir a creer que el tema es el amor profundo y verdadero, Ovidio ya nos muestra que el amor es para él sobre todo la lucha por obtener a la persona que se desea sexualmente, independientemente de que su corazón pertenezca a otro, incluso a su marido, y claro ejemplo de ello son los siguientes versos que le dirige a su amada: “No te pido que no me seas infiel, pues eres hermosa, sino que, desgraciado de mí, no tenga que saberlo; mi censura no te ordena que seas casta, mas sin embargo te ruega que intentes disimularlo” (Ov. am. III 14,1-4). En su siguiente obra, Cartas de las Heroínas, Ovidio recoge en forma epistolar algunos de los amores más famosos de la mitología, terreno idóneo donde hallar un amplio abanico de relaciones amorosas que van desde el amor más puro a la pasión más desenfrenada, desde el incesto hasta el adulterio (Ulises y Penélope, Jasón y Medea, Hipólito y Fedra etc). Y justo antes de componer la obra objeto de nuestro estudio escribió un tratadito de cosmética dirigido a las mujeres. Todos estos antecedentes, en los que se mezclan la capacidad poética, la ficción, la mitología, las costumbres sociales y la propia experiencia del autor, actúan de detonante para una obra sin parangón hasta entonces, el Arte de Amar, un manual en verso cuyo contenido el propio Ovidio nos resume: “Primero esfuérzate en buscar lo que deseas amar, tú, soldado, que acudes ahora por primera vez a nuevas guerras. La siguiente tarea es obtener a la muchacha que te gusta; lo tercero, que este amor dure mucho tiempo” (Ov. ars I 35-8).

Lo primero, por tanto, es conocer mujeres y para ello, dice Ovidio, debes frecuentar lugares donde hay gran cantidad de ellas, como el circo, el teatro, los banquetes e incluso los templos —nuestros bares, cafeterías, conciertos, discotecas…—. Una vez que hayas puesto tus ojos en la mujer que deseas, debes partir de la idea de que toda mujer —por muy guapa, rica o noble que sea y por muy feo o pobre que lo seas tú— puede ser conquistada, pero esta conquista no es rápida, sino laboriosa, ¡cuánto más te cueste obtener a tu amada, cuanto más obstáculos sortees, más disfrutarás al yacer con ella! Para Ovidio el amor es un juego o un simple arte con reglas. Conviene llevarse bien con su esclava de confianza —con su mejor amiga, diríamos ahora—, pues puede ser una muy buena aliada. Envíale cartitas de amor con bonitos versos en los que le digas lo que quiere oír. Si estás en un sitio con más gente, échale miradas furtivas, hazle gestos de complicidad, dile dulces palabras, prométele muchísimas cosas, aunque luego no vayas a cumplirlas —¡eso es lo de menos!— y, si es necesario, bebe vino para que se te quite la vergüenza, pero no demasiado, pues puede nublarte la mente y hacer que digas tonterías. No seas tan incauto de hablarle a tus amigos de ella, pues tu deseo hará despertar en los demás el suyo, y muéstrate siempre limpio. Con todos estos consejos, y alguno más que omito para que el lector corra a la librería a comprar la obra, la mujer que hayas elegido caerá en tus brazos.

Con la seguridad de haber hecho una gran tarea, Ovidio compone el libro II de este manual para enseñar a los lectores de qué forma retener a la persona amada. Has de ser un hombre educado y erudito y has de cuidar tu aspecto físico. Dirígele constantemente a tu amada palabras cariñosas y, en la medida de tus posibilidades, dale regalos e intenta concederle todos sus caprichos. Hazle creer que ella es tu dueña y no alardees de haberle sido infiel, aunque no está de más que le hables de tus pasadas conquistas para que vea que eres un hombre experimentado en las artes amatorias. Si aparece un rival sé amable con él, pero no demasiado porque tu amada puede creer que te importa poco. No sólo no has de nombrarle nunca sus defectos, sino que debes hacerle sentir la mujer más hermosa del mundo y, si puedes, debes llorar delante de ella, para que se dé cuenta de lo sensible que eres. Y, por último, pero no por ello menos importante, has de producirle placer, “pero, sirviéndote de velas mayores, no dejes atrás a tu dueña ni que ella te adelante en la carrera: apresuraos a la vez a la meta; entonces el placer será total cuando hombre y mujer yacen vencidos por igual” (Ov. ars II 724-8). No deja de ser enternecedor, o cuando menos curioso, el hecho de que Ovidio, con un claro perfil de bon vivant y en una sociedad como la romana, en la que la mujer está en un segundo plano respecto al hombre, proclame que el verdadero placer se encuentra en el disfrute por igual de uno y otro.

El éxito de estos dos libros fue rotundo. Sin lugar a dudas podríamos catalogarlos como los best seller de la época. Y hasta tal punto gozaron de fama y de credibilidad que las mujeres se quejaron al poeta de que ellas no tenían ningún arma para contrarrestar los ataques de los varones y le exigieron a Ovidio que igualara la lucha. Ovidio, una persona fácil de convencer con adulaciones, no lo dudó y escribió un tercer libro en el que enseñaba a las mujeres cómo conseguir y retener a un hombre.

En primer lugar la mujer debe cuidar su belleza: ir bien maquillada, peinada y vestida adecuadamente para cada ocasión y con las axilas y las piernas siempre depiladas, costumbre que dura hasta hoy, aunque entonces los métodos eran todavía más dolorosos. La mujer ha de reírse, llorar, hablar y andar con corrección y lavarse los dientes todas las mañanas: “La que tenga mal aliento” —comenta Ovidio— “que nunca hable en ayunas y siempre mantenga una distancia de la cara del hombre. Si tienes algún diente negro, enorme o mal colocado, al reírte te perjudicarás mucho” (Ov. ars III 277-80). Es conveniente que la doncella posea variados conocimientos, aprender a cantar y bailar y conocer la poesía. Debe asimismo aprender a mostrar sus encantos sin descaro, pero por encima de todo tiene que saber hacer el amor. Llegados a este punto y como colofón a la obra, Ovidio describe las distintas posturas eróticas que hay, pero por medio de la sutileza que le caracteriza lo hace no como una simple enumeración, sino como consejo a las mujeres para que cada una potencie su forma física: “No a todas le conviene una misma postura” (Ov. ars III 772).

Como has podido comprobar, hay una enorme diferencia entre los consejos que el poeta da a los hombres y a las mujeres, pues la mujer, según Ovidio y la sociedad que le acoge, es bastante pasiva y prácticamente debe limitarse a incrementar sus encantos para que los hombres se fijen en ella y la cortejen, tal y como pasaba hace unas décadas en España. En todo caso, tanto hombres como mujeres poseían ya las herramientas necesarias para conquistar y retener a la persona amada, pero cuando los consejos que da el poeta rozan tanto lo superficial la relación está condenada a no durar mucho tiempo y Ovidio lo sabía, porque inmediatamente después de publicar su Arte de Amar ofrece al público Remedios contra el Amor… pero de esta obra ya se hablará.

Se hicieron innumerables copias del Arte de Amar y se difundió por todo el Imperio, hasta el punto de que se han hallado en las paredes de Pompeya algunos versos de Ovidio, copiados quizá por unos amantes que pensaron así rendirle tributo al que se proclamara “cantor de tiernos amores” (Ov. trist. III 3,73: tenerorum lusor amorum). No obstante, esta composición también recibió fuertes críticas ya en su época. Pero las críticas no suelen ser un problema para quien desea —como Ovidio— perdurar en el tiempo, antes al contrario, que se hable de uno, aunque sea mal. El verdadero problema residía en que las críticas venían de la persona más poderosa del momento: el emperador Augusto, quien no veía bien unos versos donde se atacaban los cimientos del matrimonio y se hacía burla de los dioses. No olvidemos que el poeta había dicho entre otras cosas que toda mujer, incluso la casada, podía ser conquistada y que los templos eran lugares idóneos para ligar. Familia y religión, los dos pilares fundamentales de la política de Augusto. Además no era lo mismo hablar de las relaciones amorosas de uno mismo, como hicieran Tibulo, Propercio o Catulo, que convertir en preceptos sus actos como Ovidio pretendía. Augusto decidió entonces castigar el Arte de Amar y a su autor. La obra la retiró de todas las bibliotecas públicas de Roma y al poeta lo exilió. Ovidio nos transmitirá en sus Tristezas y Cartas desde el Ponto su desasosiego y desazón por la envergadura del castigo: ser desterrado en Tomis, la actual Constanza, allá en las orillas del Mar Negro, en el último confín del Imperio Romano, aunque sobre la veracidad de este testimonio habría mucho que decir.

Con todo lo dicho hasta ahora es más que recomendable tener un ejemplar del Arte de Amar en casa, por si uno tuviera dificultades en conseguir o retener a la persona que desea. No obstante, aun con todo, recuerda que lo más importante es conocerse a uno mismo, pues, como el propio Ovidio dice, “únicamente quien llegue a conocerse a sí mismo, amará con sabiduría” (Ov. ars II 501).

Texto latino del Ars amandi:

http://www.thelatinlibrary.com/ovid.htm


Traducciones del Arte de Amar de Ovidio:

Arcaz Pozo Juan Luis [introd., trad. y not.], Ovidio. Arte de amar. Remedios de amor, Alianza Editorial, Madrid 2000.

Cristóbal Vicente [introd., trad. y not.], P. Ovidio Nasón: Amores. Arte de amar. Sobre la cosmética del rostro femenino. Remedios contra el amor, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid 1989.

Montero Cartelle Enrique [introd., trad. y not.], Ovidio. Arte de amar. Remedios contra el amor. Cosméticos para el rostro femenino, Akal, Madrid 1991.

Bibliografía recomendada:

Alberto Angela, Amor y sexo en la antigua Roma, La esfera de los libros, Madrid 2015 [trad. Alejandro Pradera].

Eslava Galán Juan, La vida amorosa en Roma, Ediciones Temas de hoy, Madrid 1996.

Grimal Pierre, El amor en la antigua Roma, Paidós, Barcelona 2000 [trad. Javier Palacio].

Sánchez Carmen, Arte y erotismo en el mundo clásico, Siruela, Madrid 2005.

Esteban Bérchez Castaño

IES La Morería, de Mislata (Valencia)

Esteban Bérchez Castaño es profesor de Cultura Clásica y Latín en el IES La Morería de Mislata. Siempre ha mostrado una especial predilección por la literatura clásica y, en especial, por la figura de Ovidio, a quien ha dedicado parte de su labor investigadora. En los últimos años intenta aunar sus estudios con la divulgación de la Antigüedad en todos sus aspectos (lingüístico, histórico, cultural) con el fin de transmitir la importancia del mundo grecorromano en la actualidad.