OVIDIO Y SU OBRA IV: LAS MEDEAS DE OVIDIO

John William Waterhouse, Jasón y Medea

OVIDIO Y SU OBRA IV: LAS MEDEAS DE OVIDIO

María Sebastià Sáez

Cuando hablamos de Ovidio (Publio Ovidio Nasón—Sulmona, 43 a. C.- Tomis, 17 d. C.) hablamos —junto con Catulo o Marcial— de uno de los enfants terribles de la literatura latina, uno de los chicos malos de entre los poetas de Roma. Si rememoramos a Ovidio, una de sus primeras obras que nos vienen a la mente es el Ars amatoria o Ars amandi, traducido al español como El arte de amar. Esta obra fue y es sin duda una de las más polémicas dentro de la historia de las letras grecorromanas, pues en ella nuestro autor daba a los lectores, como su propio nombre indica, algunos consejos no solo para la seducción romántica y el galanteo, sino también para las cuestiones estrictamente pragmáticas de índole sexual.

La publicación de esta obra le acarreó no pocos problemas al poeta de Sulmona. Ovidio fue condenado al destierro por el emperador Augusto (63 a. C-14 d. C.) en el año 9. d. C. —cuando contaba con cincuenta y dos años— a la ciudad de Tomis, que se ubicaría en la actual Rumanía. Y parece ser que uno de los motivos de dicho destierro fue la publicación precisamente del Ars amandi y otro de ellos algún asunto turbio relacionado con la nieta de Augusto, Julia, o con un hecho escabroso, del que al parecer fue testigo, en el que también estarían involucradas las altas esferas del Imperio.

Pero además de por su lado controvertido, Ovidio es recordado por ser uno de los poetas más populares de su época y por ser uno de los poetas más influyentes en literaturas posteriores. Si la Alta Edad Media es conocida como la Aetas Vergiliana, a partir del siglo XII comienza la llamada Aetas Ovidiana. Así pues, dependiendo de la época, la importancia de Ovidio fue pareja o incluso superior a la de Virgilio, ya que sus Metamorfosis, sobre todo, sirvieron como piedra angular para el desarrollo de la temática clásica en muchas literaturas europeas. Se trata de una fama, pues, que comienza en vida y se prolonga a lo largo de los siglos. No en vano él mismo comenta en sus obras, sin falsa modestia, la gloria literaria que le acompañaba, vaticinando además aquella que le sucedería: «Busco una fama eterna, para que sea siempre cantado en el mundo entero» (Am. I 15, 7-8), «Tú me has dado —dirigiéndose a la Musa—, lo cual es poco frecuente, un ilustre renombre mientras aún estaba vivo, honor que suele dar la fama después de las exequias» (Trist. IV 10 121-122) o «Soy leído una y otra vez en todo el mundo» (Trist. IV 10 128).

De este modo, su dominio del lenguaje, su impecable narrativa retórica y su innegable habilidad para perfilar la psicología humana hicieron de Ovidio fuente de inspiración para obras clave de la literatura medieval como el Roman de la Rose (1225-1278) de Guillaume de Lorris y Jean de Meun o para algunas de las obras más destacadas del gran dramaturgo isabelino William Shakespeare. Ya en el Renacimiento, y en contraposición a periodos previos, las obras ovidianas más relevantes fueron sin duda las Metamorfosis y las Heroidas —también llamadas Epistulae—, cuya influencia sería notable también en las letras hispanas —en algunos de nuestros poetas más destacados, como Garcilaso de la Vega— y llegaría a extenderse hasta el Barroco. Y son estas dos obras, las Metamorfosis y las Heroidas, precisamente las que ocuparán nuestra atención, pues es en ellas donde el poeta reelaboraría el mito heleno de Medea.

El mito de Medea es uno de los mitos más veces recreados y potentes en la historia literaria y dramática universal, además de tratar uno de los temas más terribles de la iconografía trágica: el infanticidio. Medea es la hechicera nieta del Sol, enamorada de Jasón, líder de los Argonautas en la búsqueda del vellocino de oro. Esta, después de haber traicionado a su padre y haber asesinado y descuartizado a su hermano Apsirto para ayudar a su amado a conseguir el vellocino, huye con él desde la Cólquide hasta Corinto. Después de ello, Medea, sabiéndose traicionada por Jasón al este querer casarse con otra mujer, la princesa Creúsa, decide matar a sus propios hijos —suyos y de Jasón— para así poder darle venganza. Este mito es pues uno de los más conocidos y reconocidos por los amantes del mundo clásico y su versión más canónica queda fijada en la inmortal Medea (431 a. C.) del tragediógrafo griego Eurípides.

Dicho mito ocupa un lugar destacado en la obra ovidiana, pues lo reformularía hasta tres veces. La primera de ellas en una tragedia perdida, Medea, de la cual ya decía el historiógrafo latino Tácito (Dial. or. 12) que gozó de gran fama y consideración en la Antigüedad. Parece ser que esta tragedia fue escrita después de la primera edición de Amores y supondría la primera incursión del poeta al campo de la mitología y al parecer, estaría más bien escrita para ser recitada que representada, como sucedería también con las tragedias de Séneca.

De ella tan solo conservamos dos versos, un trímetro yámbico transmitido por Quintiliano (VIII 5, 6) y que al parecer se trata de unas palabras de Medea dirigidas a Jasón al saber de sus intenciones de desposar a Creusa, hija del rey de Corinto.

«Servare potui: perdere an possim rogas»

‘Pude salvarte: ¿y te preguntas si puedo arruinarte?

Y otro transmitido por Séneca el Viejo (Suas. III 7), en el que explica como se siente tras sufrir la traición amatoria, comparándose a una Ménade desbocada.

«Feror huc illuc, ut plena deo»

‘Soy arrastrada de aquí a allá, como poseída por un dios’

Cabe suponer, por otras referencias en las Heroidas, que la Medea de Ovidio se basaría en la de Eurípides y es bastante probable que, a su vez, la tragedia Ovidiana sirviera de inspiración para el drama homónimo de Séneca. Después de esta primera incursión —no conservada— del poeta al mito de Medea, vayamos ahora con las Metamorfosis y las Heroidas: las dos obras de carácter mitológico escritas por Ovidio en las aparecen sendas versiones del mito.

De estas dos obras, las Heroidas parece ser la primera que el poeta comienza a escribir, aunque su cronología es algo confusa. Lo que sí que parece seguro que comenzó su escritura entre la primera y la segunda edición de los Amores. Las Heroidas son un conjunto de veintiuna cartas de amor literarias en las que las heroínas de la mitología grecolatina escriben a sus enamorados, si bien encontramos cuatro excepciones a esta generalidad: cuatro cartas cuyos protagonistas son masculinos —Paris, Leandro y Aconcio— y una cuya protagonista es la poetisa griega Safo, que ya por aquel entonces se había convertido en una figura legendaria.

Las Heroidas están escritas en dísticos elegiacos —un hexámetro más un pentámetro—, las cartas pueden dividirse en dos grupos principales, un primer grupo compuesto por quince cartas simples frente a un segundo grupo de cartas dobles, más largas, de métrica más irregular y que fueron escritas varios años después del primer grupo epistolar. La originalidad de esta obra radica en que se trata de un nuevo género literario epistolar-mitológico, que bebe de varias fuentes y toma diversos elementos de todas ellas: la tradición epistolar, la lírica griega, la poesía alejandrina, la elegía amatoria e incluso la retórica.

Dentro de este marco, encontramos una de las Medeas ovidianas, se trata de la carta que le escribe la heroína trágica a Jasón, su amado. En ella se destaca la parte del mito en la que se narra cómo Medea ayudó a Jasón a conseguir el ansiado vellocino de oro. La carta comienza con un Jasón recién casado con la princesa Creúsa, rival de la maga por el amor del argonauta.

Medea se lamenta de haberse enamorado de Jasón, por haberle ayudado a conseguir sus propósitos. Cuenta cómo este la sedujo y la conquistó con su belleza y con sus palabras, como ella tuvo que traicionar a su familia, a su patria e incluso asesinar a su propio hermano para ayudar a Jasón. Madea hace hincapié en todo el dolor sufrido tras haberlo dado todo por él y haber sido despreciada por el hombre al que ama, desposando a otra:

«Illa ego, quae tibi sum nunc denique barbara facta,

Nunc tibi sum pauper, nunc tibi visa nocens,

Flammea subduxi medicato lumina somno,

Et tibi, quae raperes, vellera tuta dedi.»

(vv. 105-108)

‘Yo, aquella quien para ti finalmente ahora ha devenido una bárbara, ahora para ti soy pobre, ahora soy vista por ti como un peligro, sustraje la flamante luz con mágico sueño y a ti, para que lo robaras sin peligro, te di el vellocino.’

En esta versión del mito, frente a otras —como la Medea de Eurípides—, no se hace especial hincapié en el infanticidio, solo se insinúa. Uno de los puntos de inflexión en la acción dramática es el momento en el que uno de los hijos de Medea le anuncia que va a salir el carro nupcial con los novios. A partir de entonces parecen desencadenarse la furia, la rabia y la desesperación de la hechicera. Pronto, Medea habla de sus intenciones de destruir a Creúsa. La epístola concluye augurando el funesto hado de Medea y sus hijos, la muerte de estos a manos de su madre.

Por su parte, las Metamorfosis son un extenso poema-catálogo con un hilo conductor, el cambio de forma, que lo convertiría en un epilio —pequeña composición de estilo épico— de un cariz homérico. Por consiguiente, se trataría de un poema narrativo, un conjunto de unos doscientos cincuenta relatos encadenados de longitud diversa, una suerte de epopeya formada por 11. 995 hexámetros y distribuidos en quince libros. Se trata además de una obra de madurez, escrita antes partir al exilio, que supondría la obra culmen de la poética mitográfica ovidiana. Con todo, el poeta no quedó completamente satisfecho con el resultado de esta obra, pues, como el mismo nos cuenta en sus Tristia, la noticia de que debía partir al destierro le sorprendió antes de que pudiera terminar de revisarla y, preso de una súbita desesperación, arrojó los libros al fuego. Por suerte, la obra se salvó de perderse para siempre entre las llamas, por haber ya otras copias del escrito en circulación.

El amor desgraciado de las heroínas mitológicas de las Heroidas continúa siendo uno de los núcleos de las Metamorfosis y en esta obra cumbre del poeta encontramos una vez más la reelaboración del mito de Medea, lo que indica cuan importante es este mito dentro de la iconografía literaria grecolatina. En este caso el mito se desarrolla mucho más que en las Heroidas a lo largo de cuatro poemas distintos: ‘Medea y Jasón’, ‘Esón’, ‘Pelias’ y ‘Huida de Medea’.

El primero de los poemas-capítulo parece estar escrito a dos voces, la de un narrador omnisciente y la de Medea. En él se cuentan los inicios amorosos de Jasón y Medea y cómo ella le ayuda a conseguir el vellocino de oro. Esta parte del mito se desarrolla de una forma más extensa que en las Heroidas, así pues, se narran las andanzas de la hechicera desde que está en casa de su padre, el rey de la Cólquide, Eetes, y decide ayudar a Jasón en su empresa. al haberse enamorado de él.

En el segundo de los capítulos, se relata el rejuvenecimiento del viejo Esón, padre de Jasón, por parte de Medea con sus artes y pociones mágicas. Es en este capítulo en el que empiezan a darse las transformaciones o metamorfosis —que sirven de hilo conductor para toda la obra— dentro del mito de Medea. En este poema, Ovidio describe hermosamente todo el proceso del encantamiento, deteniéndose en los escenarios, los ropajes de la hechicera y sus procesos mágicos.

En el episodio titulado ‘Pelias’, el poeta nos cuenta el engaño de Medea para asesinar a Pelias, hermano de Esón, y con su muerte ayudar a Jasón a obtener el reino de los Yolcos. Medea, contándoles el prodigio del rejuvenecimiento de Esón, engaña a las hijas de Pelias para que le den muerte. La bárbara les muestra sus poderes transformando a un viejo carnero en un tierno corderito y las convence para que claven sus cuchillos en la garganta de su padre y así se pueda extraer la sangre vieja de su cuerpo y llenar las venas del anciano con sangre joven. Este pasaje se llena de la minuciosa y cruenta descripción del asesinato de Pelias, este estilo cruento es una de las características que Séneca recuperaría para su Medea.

En el último poema se describen las huidas finales de Medea. Después del crimen cometido contra Pelias, huye volando en su carro tirado por una suerte de dragones o serpientes aladas. La narración de la huida, en la que se va describiendo la geografía por donde pasa la maga, está trufada de diversos episodios mitológicos; entre ellos, encontramos la metamorfosis de el nieto de Cefiso transformado en foca y la del hijo de Eumelo transformado en ave. Tras ello, el poeta plasma concisamente, pero con fuerza, cómo Medea mata a su rival Creúsa y al padre de esta, Creonte y como después mata a sus propios hijos:

«Sed postquam Colchis arsit nova nupta venenis,

flagrantemque domum regis mare vidit utrumque,

sanguine natorum perfunditur impius ensis,

ultaque se male mater Iasonis effugit arma.»

(v.394-397)

‘Pero, después de que la recién casada ardiera con las pociones cólquidas y cada uno de ambos mares viera la casa del rey en llamas, la impía espada se empapa con la sangre de los vástagos y, tras haberse vengado cruelmente, la madre escapa de las armas de Jasón.’

El cuarteto de poemas dedicados a Medea finaliza con la última huida de Medea, que culminará con su matrimonio con el rey Egeo.

Con el fin del cuarto y último capítulo del mito, finaliza también nuestro pequeño viaje a través de las Medeas ovidianas. Tras nuestro pequeño periplo, podemos concluir que Ovidio es uno de los poetas grecorromanos más versátiles, ya que entra dentro del canon de los autores clásicos más estudiados y es además uno de los poetas latinos más populares de todos los tiempos: desde Roma hasta nuestros días, un poeta que ha sido referente a lo largo de más de veinte siglos. Asimismo, el mito de Medea es uno de los mitos de la Antigüedad que mejor ha pervivido, uno de los más reconocidos y celebrados entre los clasicistas, que sigue siendo recreado tanto en literatura como en las artes escénicas, plásticas y audiovisuales para llegar hasta el público contemporáneo. Todo ello gracias, en parte, a Ovidio, que supo verterlo a la lengua latina, que sirvió como modelo renacentista y contribuyó a que el mito llegara hasta nuestros días.


BIBLIOGRAFÍA

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Pérez Vega A. (1994). Ovidio. Cartas de las heroínas. Ibis, Madrid: Gredos.

Sobre la autora

MARÍA SEBASTIÀ SÁEZ es licenciada en Filología Clásica y Doctora en Filología Clásica por la Universitat de València, habiendo completado su formación doctoral con una estancia de investigación en la Otto-Friedrich-Universität de Bamberg, Alemania. Su tesis doctoral recibió el Premio de Excelencia de la Real Academia de la Cultura Valenciana en el campo de Literatura. Además, posee un postgrado de especialización como profesora de ELE por la Universitat de València y el Instituto Cervantes. En los últimos años ha escrito diversas publicaciones científicas, además de participar en varios congresos de distintas universidades europeas, sus estudios se centran en la recepción clásica y literatura comparada. Actualmente es Profesora Ayudante Doctora de Filología Hispánica y Clásica en la Universidad de Vilnius (Lituania) y cuenta con una beca MAEC-AECID, es miembro de CEESSGA (Central and Eastern European Seminar of the Spanish Golden Age) y colaboradora de GRATUV (Grup de Recerca i Acció Teatral de la Universitat de València).