Cereals
Así pues, si la gente no se asentaba para dedicarse a la agricultura, ¿por qué se embarcó entonces en esa forma de vida completamente novedosa? No tenemos ni idea o, más bien dicho, tenemos muchas ideas, pero no sabemos si alguna de ellas es la acertada. Según Felipe Fernández-Armesto, existen al menos treinta y ocho teorías para explicar por qué la gente decidió vivir en comunidades: que fueron empujados a ello por el cambio climático, o por el anhelo de permanecer cerca de sus muertos, o por el poderoso deseo de elaborar y beber cerveza, que solo era alcanzable permaneciendo en un mismo lugar. Una teoría, sugerida evidentemente en serio (Jane Jacobs la cita en su importante obra de 1969, La economía de las ciudades), es que «lluvias fortuitas» de rayos cósmicos provocaron mutaciones en las hierbas que las convirtieron repentinamente en fuentes de alimento atractivas. La respuesta abreviada es que nadie sabe por qué la agricultura se desarrolló del modo en que lo hizo.
Conseguir alimento a partir de plantas es un trabajo difícil. La conversión del trigo, el arroz, el maíz, el mijo, la cebada y otras hierbas en alimento normal y corriente es uno de los grandes logros de la historia de la humanidad, pero también uno de los más inesperados. Basta con pensar en el césped que puede tener en su jardín para darse cuenta de que la hierba en su estado natural no es un alimento evidente para seres no rumiantes como nosotros. En nuestro caso, convertir la hierba en algo comestible es un reto solucionable única y exclusivamente a través de abundante y cuidada manipulación y prolongado ingenio. Piense en el trigo. El trigo es inútil como alimento hasta que se convierte en algo mucho más complejo y ambicioso como el pan, y eso requiere muchísimo esfuerzo. Alguien debe primero separar el grano y molerlo hasta convertirlo en polvo, después convertir ese polvo en harina, luego mezclar esa harina con otros componentes como la levadura y la sal para formar la masa. Después hay que trabajar la masa hasta conseguir que adquiera una determinada consistencia, y final mente el resultado debe hornearse con precisión y cuidado. La posibilidad de fracaso solo en este último paso es tan grande que en cada sociedad en la que está presente el pan, la cocción del mismo se ha encomendado a profesionales desde épocas muy tempranas.
Tampoco es que la agricultura llevara consigo una mejora sustancial del nivel de vida. El cazador-recolector típico disfrutaba de una dieta más variada y consumía más proteínas y calorías que la población asentada, y consumía cinco veces más vitamina C que la media que consumimos actualmente. Incluso en las acerbas profundidades de la Edad de Hielo, sabemos que los pueblos nómadas comían sorprendentemente bien... y sorprendentemente sano. Los pueblos asentados, por otro lado, dependían de una variedad de alimentos mucho más limitada, garantía de insuficiencias dietéticas. Los tres grandes cultivos domésticos de la Prehistoria fueron el arroz, el trigo y el maíz, pero todos ellos presentan importantes desventajas como alimentos básicos. Tal y como John Lanchester explica: «El arroz inhibe la actividad de la vitamina A; el trigo contiene un elemento químico que dificulta la acción del zinc y que puede producir raquitismo; el maíz es deficiente en aminoácidos esenciales y contiene fitatos, que impiden la absorción del hierro». En el Próximo Oriente, la altura media descendió en casi quince centímetros durante los primeros tiempos de la agricultura. Incluso en las islas Orcadas, donde la vida prehistórica era probablemente lo mejor posible, un análisis de 340 esqueletos demostró que muy pocos sobrevivían más allá de los veinte años.
Lo que mató a los habitantes de las islas Orcadas no fue una deficiencia alimenticia, sino una enfermedad. Las personas que conviven con otras presentan probabilidades inmensas de transmitir enfermedades de casa en casa, y la exposición a los animales que fomentaba la domesticación implica que la gripe (de los cerdos y las aves de corral), la varicela y el sarampión (de las vacas y las ovejas), y el ántrax (de los caballos y las cabras, entre otros) se incorporaron también al ser humano.
Bill Bryson. En casa. Una breve historia de la vida privada. de. RBA, Barcelona, 2011, 2 edició. ISBN: 978-84-9006-094-0. 672 pp. P. 61.
¿QUÉ NOS HIZO ROMÁNTICOS?
Conceptos humanos como el amor o la amistad podrían, según el antropólogo Owen Lovejoy, entrañar la respuesta a muchos enigmas sobre nuestros orígenes.
Aunque son muchos los rasgos que nos asemejan a los animales, características como la inteligencia y la cultura nos diferencian de ellos. La génesis del ser humano tal como lo conocemos hoy probablemente pueda explicarse por estos rasgos que nos diferencian de nuestros ancestros primates, y que están en la base de comportamientos sociales como el amor y la amistad. El Homo sapiens lleva habitando la tierra unos cuatrocientos mil años, y han pasado unos cuatro millones desde la aparición del australopiteco, tradicionalmente considerada el primer bípedo. En términos evolutivos (la Tierra tiene 4.500 millones de años), eso apenas sería un segundo. La evolución de los hominidos (primates con capacidad bípeda) parece, pues, un hecho aislado que se dio en una región africana concreta, y no una tendencia general. Desde que el linaje que condujo hasta los seres humanos se separó del que llevó a los actuales chimpancés, multitud de factores han coincidido para hacer posible nuestra evolución.
Lo que nos diferencia
Una forma de llegar a conocer estos factores consiste en examinar en profundidad cuales son nuestras diferencias con respecto a los chimpancés y el resto de primates. La cultura y la inteligencia son solamente dos de ellas. Otras, de carácter morfológico, no se suelen tener tan en cuenta. En primer lugar, el hombre es bípedo, mientras que el resto de primates son cuadrúpedos (pese a su bipedismo ocasional). Ademas, el ser humano ha perdido gran parte de su vello corporal y ha modificado su dentición. Los chimpancés poseen colmillos afilados que utilizan en sus luchas intestinas, unas agresiones entre machos mucho mas intensas que las humanas.
Pero las divergencias mas importantes son de carácter sexual. La hembra humana es receptiva durante gran parte de su ciclo menstrual, a diferencia de los chimpancés. El comportamiento sexual humano tiende a la monogamia, con formación de familia s nucleares y cuidado compartido de la prole. En los grupos de chimpancés, las hembras son las únicas a cargo de las crías, sin que éstas tengan noción del concepto de paternidad.
El parto humano es otra distinción clave. ¿Cómo pudo un proceso tan sumamente complicado tener tanto éxito evolutivo? En las hembras de chimpancé es relativamente simple, debido a que la cabeza de la cría pasa sin problemas por el espacio que deja la pelvis para permitir la salida del feto. Pero en el caso de las hembras humanas, se requiere habitualmente de asistencia durante el parto.
Los primeros linajes de australopitecos ya eran bípedos, y algunos estudios recientes confirman que también lo era el Ardipithecus ramidus, una especie fósil de hace cuatro millones y medio de años, posiblemente cercana al último ancestro común entre humanos y chimpancés. Tradicionalmente se ha explicado el origen de la inteligencia humana aludiendo a que, al aparecer el bipedismo, la liberación de las extremidades anteriores fomentó su uso para tareas manuales, estimulando el raciocinio. Sin embargo, hoy sabemos que nuestra expansión cerebral se produjo mucho más tarde.
La teoría de Lovejoy
El norteamericano Owen Lovejoy, profesor en la Universidad de Ken (Ohio, EE UU) y reconocido experto en antropología biológica, propone una respecto. Ésta, aunque no está libre de controversia, podría dar respuesta a varios enigmas sobre los orígenes de nuestra especie. Según el antropólogo, el bipedismo conllevó una reestructuración del esqueleto que, a su vez, desencadenó toda una serie de sucesos biológicos. Uno de los principales habría sido el estrechamiento del canal del parto.
En un momento determinado, probablemente en la transición del australopiteco al género Homo, se produjo la confluencia de dos tendencias evolutivas difíciles de conjugar: la reducción del canal del parto y la expansión del cerebro. Un canal cada vez mas estrecho complicaba la salida de la cabeza del bebé, que estaba aumentando de tamaño. La evolución optó por una solución peligrosa, aunque crucial: el desarrollo fetal se llevaría a cabo tan solo a medias en el interior de la madre. Así, cuando la cabeza del bebé estaba a punto de adquirir el tamaño máximo que el canal del parto podía asumir, se producía el nacimiento. Mas tarde, el bebé seguía desarrollándose. Esto dio lugar a crías que nacían desvalidas, incapaces de sobrevivir sin intensos cuidados, algo que iba a traer consecuencias. La hembra, cargada con el cuidado de las crías, necesitaba de la colaboración del macho para sobrellevar esta labor. Y la manera de conseguir su implicación, de acuerdo con la teoría de Lovejoy, fue premiándole con sexo.
Un período sexual con receptividad restringida a los días mas fecundos suele conllevar que los machos busquen otras hembras durante el resto del tiempo. Lovejoy cree que fue en aquella época cuando la hembra pasó a ser receptiva al sexo durante casi todo su ciclo menstrual. Ademas, Lovejoy piensa que la pérdida de vello y la exposición cada vez mayor de la piel, un importante rasgo sexual en cualquier primate, contribuyó a atar mas cortos a los machos. De algún modo, las hembras se habrían puesto guapas para ellos. El aumento de los senos habría sido otra consecuencia de esta tendencia.
La colaboración de machos y hembras en el sustento de las crías requería ademas de fidelidad, dado que el macho necesitaba estar seguro de la paternidad de los hijos que estaba ayudando a cuidar. Así podría haber surgido el concepto de familia nuclear. Es decir, que una larga serie de factores biológicos habrían conllevado la formación de parejas estables, con una intensa actividad sexual y una dependencia mutua. De ser así, el mecanismo de lo que hoy llamamos "amor" acababa de ponerse en marcha.
Una pequeña ayuda
No obstante, el estrechamiento del canal del parto pudo tener mas implicaciones. Durante el alumbramiento, la cabeza del bebé tiene que girar a medio camino para salvar las espinas ilíacas. Tras asomar la cabeza, el resto del cuerpo ha de girar también para hacer pasar los hombros por el conducto. Es posible que un parto tan complejo no pudiera tener éxito evolutivo a menos que las hembras fueran asistidas por otros individuos del grupo durante el proceso. Éste podría haber sido el origen de las comadronas.
Según Lovejoy, la necesidad de esta figura reforzó la socialización. La asistencia del parto constituye un comportamiento social complejo, que no solo necesita aprendizaje, sino también cierta capacidad intelectual. Es probable que, de hecho, esta necesidad evolutiva redundase en la tendencia a la expansión cerebral. No obstante, la complejidad de las interacciones de los hominidos antiguos no se habría limitado a eso. Los machos bípedos, encargados de proveer comida a las hembras y a las crías, tenían ahora las manos libres para recolectar y transportar la comida. Se cree que los machos organizaban grupos de recolección o de caza, incrementando así los lazos sociales y, de nuevo, la expansión cerebral. Estas actividades, que requerían una cierta coordinación, con una gama de señales y símbolos, pudieron dar lugar al habla. La supervivencia de los hominidos no solo habría estado supeditada a la buena armonía entre la pareja, sino también al compañerismo entre los miembros del grupo, ya fuese para la búsqueda de alimento o para la asistencia al parto. En resumen, rasgos tan característicamente humanos como el amor, la amistad o incluso la monogamia podrían ser, si Lovejoy esta en lo cieno, consecuencias producidas por el estrechamiento del canal del parto. Una teoría arriesgada para explicar los orígenes de lo que hoy somos, aunque tal vez futuros hallazgos paleoarqueológicos y nuevas investigaciones la corroboren.
¿LOS ORíGENES DE NUESTRA ESPECIE?
Del bipedismo a la aparición de las primeras sociedades humanas
• TODOS SOMOS AFRICANOS
Hoy por hoy, todo parece indicar que la evolución humana se inició al este del Gran Valle del Rift (Etiopía), pues allí han aparecido 105 restos de hominidos má antiguos, datados en algo mas de cuatro millones de años. Allí, desde principios del siglo xx, han salido a la luz 105 primeros australopitecos, un género extinto que caminaba de manera bípeda y que tenía un cerebro comparable en tamaño al de un chimpancé. Sin embargo, a diferencia de éste, sus colmillos eran de menor tamaño, lo que podría significar que 105 machos habían reducido sus agresiones.
• "ARDI" NO ERA VIOLENTO
A finales del mismo siglo, también allí se ha lió el Ardipithecus ramidus, un hominino anterior a 105 australopitecos (habitó el continente africano hace unos 4,4 millones de años). “Ard i” como se le denomina en el entorno científico, ya caminaba y tenía unos colmillos reducidos, lo que significaría que el descenso de la agresión entre machos comenzó de manera muy temprana. El experto Owen Lovejoy cree posible que el Ardipithecus ramidus ya recolectara y transportara comida a distancia, e incluso considera probable que estos hominidos vivieran ya en parejas monógamas. De ser así, 105 orígenes de muchas de nuestras señas de identidad estarían situados en un período muy anterior al que se creía hasta ahora. Señas de identidad que, de acuerdo con la teoría de Lovejoy, permitieron a nuestro linaje sobrevivir a las consecuencias de la expansión cerebral que mas tarde se produjo.
• LA VIDA SE ABRE CAMINO
A pesar del temprano origen del bipedismo, no es hasta la aparición del género Homo (105 primeros Homo habiJis datan de hace 2,5 millones de años) cuando el cerebro se expande, aparecen las primeras culturas líticas y empieza la evolución social humana. El género Homo no solo no se extinguió, pese a lo extremadamente complejo de su parto, sino que se expandió por todo el mundo, ocupando habitats muy diferentes al suyo propio, el tropical.
Jordi Solana. Article Historia y Vida, 517, abril 2011, pàgs. 80-83.