Cuentan los primigenios pobladores de Barranca, que vivían entre las calles de Nicolás de Piérola y Zavala que, a eso de la medianoche, veían pasar por este lugar un hombre cabalgando en un caballo blanco, el que a su vez arrastraba una cadena, y que a su paso hacía un ruido muy fuerte. A la persona tan solo se le veía la espalda.
Tenía apariencia de una llama rojiza y que aparecía por el camal actual (Zona de Chocoy) que en aquella época eran terrenos de cultivo, y subía por la calle Nicolás de Piérola y continuaba por la Av. Zavala, perdiéndose por el lado Este.
Los pobladores tenían temor de salir a esas horas (12 am) porque creían que era el diablo que se hacía presente por dos posible motivos: unos piensan que es debido al trato cruel del que fueron objetos las personas de aquella época, y el diablo personificaba a la maldad; otros afirman que por aquel tiempo ciertas personas transportaban gran cantidad de oro y que por temor a ser asaltados los escondían en algún lugar de Barranca, y el diablo estaba como una especia e de celoso guardián del preciado tesoro.
(Raúl Evangelista Blas)