Relatan los moradores del pueblo joven de San Mateo, que cuando recién se formó las casa eran de adobe y quincha. En una de éstas vivía una conflictiva pareja, que de noche a la mañana desapareció sin dejar rastro. A partir de tal suceso, nadie quería vivir en dicha casa, porque creían que estaba endemoniada. Por mucho tiempo permaneció deshabitada.
Cierto día llegó una joven pareja de la sierra, sin estar enterados de lo que ocurría, alquiló la casa. La esposa se quedaba sola a partir de las seis de la tarde, pues él se iba al trabajo en el horario nocturno, ya que se desempeñaba como guardián en una empresa.
Una noche, cuando ella se encontraba acostada leyendo un libro, observó que de un rincón de la casa salía un enorme reptil que en forma zigzagueante recorría la casa arrastrándose pesadamente, como si estuviera revisando las cosas. La mujer, evitando hasta el respirar, ocultó su presencia para no alertar al reptil, hasta que después de un rato volvía a entrar al agujero, por donde había salido.
Al día siguiente, la mujer contó a su esposo lo sucedido, entonces se pusieron de acuerdo para observar juntos al reptil y darle muerte. Llegada la noche, ellos acostados vieron que el animal, igual que la anterior oportunidad, empezaba a recorrer los dos compartimientos de la casa, para después introducirse por el mismo agujero. Al día siguiente los esposos con hacha y palos se dirigieron al sitio para darle muerte. No encontraron ningún agujero, entonces empezaron a cavar, hasta que, a cierta profundidad, con sorpresa y alegría encontraron un baúl con monedas de oro y plata. Sin avisar a nadie la afortunada pareja abandonó la casa. Los vecinos decían que la pareja había sido augurada para ser feliz.