Hace muchísimo tiempo vivía cerca al cementerio, una vieja chismosa, de cuya lengua dañina nadie se escapaba, pues hacía todo lo posible para enterarse de la vida de los vecinos. Pasaba horas tras horas hasta muy entrada la noche junto a su ventana mirando transitar a sus vecinos, y disimulaba su presencia con una vetusta cortina que muy sutilmente la ocultaba.
Cierto día, parada junto a su ventana, como de costumbre y a horas 12 am. Vio a los lejos una procesión, y conforme se acercaban notó que todos estaban vestidos de negro y llevaban una vela encendida. De pronto uno de ellos se apartó del cortejo y se acercó a su ventana para entregarle una vela. Hecho esto, se unió nuevamente al cortejo enrumbando al cementerio.
La vieja guardó la vela en su raído baúl sin entender nada de aquel extraño suceso.
Al día siguiente, en la mañana se aprestó abrir su baúl para observar su regalo. Pero lo que vio le crisparon sus nervios, dejándola sin ganas de seguir chismeando. Era un hueso. Aterrada de tan inusual regalo, consultó a una hechicera sobre el significado, contestándola ésta que iba a morir y que la tercera noche vendrían por ella para llevarla al infierno. Ante aquella sentencia, la chismosa, preocupada por su suerte rogó por la receta para evitar tal desenlace.
La hechicera le indicó entonces que la encontrarían así se escondiera, y que la presencia del demonio se iba a dejar sentir como un fuerte ventarrón que golpearían su puerta y que era el indicio que había llegado por ella. Ante tal situación como alternativa tendría que hacerle escuchar el llanto de un bebe menor de 10 años, y que al escuchar el lloriqueo del inocente se retiraría porque el demonio no puede luchar contra esa criatura que simboliza el amor y la inocencia.
Llegado el día, ya cerca de las doce de la noche, la vieja esperaba aterrada la crucial llamada. Y a las doce en punto, sopló un viento fortísimo, y ella supo que era el demonio que había llegado para llevarla. Y como le indico la hechicera, le dio un fuerte pellizcón al bebe y éste rompió en un estridente llanto para ser escuchado por el infernal visitante, hizo que éste se desvaneciera librándose la vieja de un triste final. Prometió entonces, que en adelante nunca iba a chismear ni ocuparse de la vida de nadie.