Cierto día una pareja de enamorados salió de una fiesta e iban en dirección a su casa, pero a cierto trecho decidieron descansar por unos minutos. Al final optaron por subir al Cerro de Huacán (Barranca), para pernoctar sin ser molestados. Eran aproximadamente las 12 de la noche, cuando observaron a cierta distancia una lucecita muy finita que prendía y apagaba y, una voz extraña les decía “Muchachos acérquense, caven aquí y encontrarán oro” y ellos se quedaron sorprendidos y querían escaparse, pero la voz les seguía insistiendo “No se vayan caven aquí, y encontraran oro”. Ellos asustados, se pusieron a cavar hasta la madrugada y a esas horas la gente comenzaba a transitar por los alrededores. La pareja de enamorados de tanto trabajar encontraron tres ladrillos de oro y la mujer entusiasmada estuvo a punto de desmayarse por el hallazgo. Nuevamente se dejó escuchar la voz que decía: “dejen esos ladrillos de oro, vuelvan mañana a la misma hora porque, ya es tarde”. La mujer no quiso dejarlo por nada, ya que era tan ambiciosa, y le propuso a su enamorada “Vamos a llevarnos estos ladrillos, ya que hemos cavado hasta el amanecer y no es justo no llevarnos nada”. El enamorado le respondió “Vamos, deja esos ladrillos que mañana volveremos a la misma hora” y ella no quiso, seguía insistiendo, pero al final se fueron dejando el tesoro.
Ella en el camino iba contando a las personas con quienes se encontraba de lo sucedido en el cerro de Huacán, hasta que llegó a su casa. Contó a su familia y amigos de los que había encontrado aquella noche. Ella planificaba ya su matrimonio que iba a ser de lujo y se consideraba la mujer más rica, y no veía la hora en que llegara la noche para volver al lugar.
Llegada la oscuridad fueron al lugar a la misma hora. Comenzaron a cavar hasta cansarse, pero solo encontraron cenizas y entonces se dejó escuchar la voz que decía: “Ya no caven, porque tu mujer tiene la culpa por se ambiciosa y chismosa; yo les iba a dar toda mi riqueza, pero ya es demasiado tarde”.
Entonces la mujer se puso a llorar y comenzó a discutir con su pareja y le decía insistentemente: “Tú tienes la culpa por no llevarnos los ladrillos de oro, ahora seríamos ricos y muy felices, nos hubiéramos casado a lo grande, pero lamentablemente no será así, ya que ahora termina nuestra relación”. El joven sorprendido dijo: ¿Por qué me haces esto?, no tienes razón para que tú termines conmigo”. Pero ella decidió terminar con él en forma definitiva.
Después de muchos años, cada uno tenía ya su familia y se volvieron a encontrar de casualidad. Ella estaba bastante acabada, era una mujer paupérrima, en cambio él estaba lleno de vida y en buena posición económica.