Un mundo feliz
El entretenimiento perpetuo
En Un mundo feliz, novela escrita en 1932 por Aldous Huxley bajo el título Brave New World – en referencia a unas palabras pronunciadas por la protagonista de La Tempestad de William Shakespeare–, se nos presenta una sociedad altamente tecnológica que utiliza todos los medios posibles para condicionar y controlar a la masa a fin de conseguir la estabilidad social.
Para esta nueva humanidad Dios es Ford y el mundo empieza en 1908, al ser este el año en que se fabricó el primer Ford modelo T. Sus fechas son denominadas como a.F. (antes de Ford) y d.F. (después de Ford). Los avances tecnológicos contribuyen a la creación de una sociedad muy jerarquizada. Los niños no nacen, se hacen en laboratorios, y están genéticamente manipulados para pertenecer a una de las cinco categorías de la población: Alfa (la élite dominante, los más inteligentes), Beta, Gamma, Delta y Epsilon (las castas inferiores, menos desarrolladas física e intelectualmente).
Huxley nos presenta una humanidad saludable y avanzada tecnológicamente. La guerra y la pobreza han sido erradicadas, y todos son permanentemente felices. La diversión es la base y se consigue a través del sexo y el soma, una droga a la que son adictos y que consumen con gran asiduidad. En este mundo se ha erradicado la familia, que se considera algo perverso, y también han desaparecido la diversidad cultural, el arte, la literatura, la religión o la filosofía.
El director del Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres enseña a los estudiantes el proceso de creación de nuevos seres.
La familia, el afecto maternal, el enamoramiento, son vistos como comportamientos pornográficos. Bernard Marx y Lenina Crowne, dos ciudadanos “alfa” de este mundo feliz, protagonizan gran parte de la historia.