Quizá os resulte familiar el término distopía. Quizá intuyáis además que es lo contrario de una utopía. Ambas tienen en común que se refieren a un futuro más o menos lejano. Pero si la utopía lo imagina con mayores cotas de felicidad y justicia, la distopía lo imagina dominado por un poder absoluto que anula la libertad de las personas y conforma una sociedad asfixiante presidida por la obediencia y la soledad.

Cada una de las distopías que abordaremos carga las tintas en un aspecto: 1894, en la vigilancia absoluta de las personas, incluido su pensamiento; Un mundo feliz, en una sociedad en la que se trata de anestesiar las conciencias de hombres y mujeres por muy diversos medios a fin de que se sientan satisfechos y olviden todo sentido crítico; Farenheit 451, en los estragos de un mundo sin libros y, sobre todo, sin lectores.

Como inevitablemente alguno de estos rasgos nos hará evocar los cambios que han traído a nuestras vidas las innumerables cámaras y pantallas que registran cada uno de nuestros gestos, arrancaremos con un debate espontáneo y bastante informal. Nos valdremos de tres imágenes: las dos primeras son obra de Banksy, un  "artista de calle" británico que a través de pintadas y grafittis lleva a cabo una incisiva crítica de nuestro tiempo. La tercera, de El Roto, uno de los humoristas gráficos más ácidos y certeros que hay actualmente en España. 

ACTIVIDAD

1. (Gran grupo. Oral)

Si estáis en un aula "convencional", poned las mesas pegadas a la pared y trazad una línea con tiza en el suelo de la clase de manera que la divida en dos. Os proponemos tres preguntas para el debate. En un primer momento, cada estudiante se situará a un lado u otro de la línea según su respuesta sea afirmativa o negativa. A lo largo de la sesión tendréis que ir argumentando vuestra posición, y podréis acercaros más a la línea (si empezáis a dudar), o incluso pasar al otro lado (si os convencen).