Un mundo feliz

TEXTO 2

LECTURA

En la novela, el mundo de los afectos funciona de forma muy particular, por decirlo de alguna manera. Debido a la forma artificial en que los seres humanos llegan al mundo (Texto 1) la familia, el afecto maternal, el enamoramiento, son vistos como comportamientos pornográficos. Las relaciones sexuales se llevan a cabo desde la más pura frialdad. Son episodios prácticos, desprovistos de la cualquier carga de afectividad profunda, y llevados a cabo con personas diferentes.

Bernard Marx y Lenina Crowne, dos ciudadanos “alfa” de este mundo feliz, protagonizan gran parte de la historia.

Lenina alargó la mano hacia el botón de mando situado en el tablero del aparato y lo conectó al azar.

—...el cielo es azul en tu interior —cantaban dieciséis voces trémulas—, el tiempo es siempre...

Luego un hipo, y el silencio. Bernard había cortado la corriente.

—Quiero poder mirar el mar en paz —dijo—. Con este ruido espantoso ni siquiera se puede mirar.

—Pero ¡si es precioso! Yo no quiero mirar.

—Pues yo sí —insistió Bernard—. Me hace sentirme como si... —vaciló, buscando palabras para expresarse—, como si fuese más yo, ¿me entiendes? Más yo mismo, y menos como una parte de algo más. No sólo como una célula del cuerpo social. ¿Tú no lo sientes así, Lenina?

Pero Lenina estaba llorando.

—Es horrible, es horrible —repetía una y otra vez—. ¿Cómo puedes hablar así? ¿Cómo puedes decir que no quieres ser una parte del cuerpo social? Al fin y al cabo, todo el mundo trabaja para todo el mundo. No podemos prescindir de nadie. Hasta los Epsilones...

—Sí, ya lo sé —dijo Bernard, burlonamente—. Hasta los Epsilones son útiles. Y yo también. ¡Ojalá no lo fuera!

Lenina se escandalizó ante aquella exclamación blasfema.

—¡Bernard! —protestó, dolida y asombrada—. ¿Cómo puedes decir esto?

[...]

—¿Es que tú no deseas ser libre, Lenina?

—No sé qué quieres decir. Yo soy libre. Libre de divertirme cuanto quiera. Hoy día todo el mundo es feliz.

Bernard rió.

—Sí, hoy día todo el mundo el feliz. Eso es lo que ya les decimos a los niños a los cinco años. Pero ¿no te gustaría tener la libertad de ser feliz... de otra manera? A tu modo, por ejemplo; no a la manera de todos.

—No comprendo lo que quieres decir —repitió Lenina. Después, volviéndose hacia él, imploró—: ¡Oh!, volvamos ya, Bernard. No me gusta nada todo esto.

—¿No te gusta estar conmigo?

—Claro que sí, Bernard. Pero este lugar es horrible.

—Pensé que aquí estaríamos más... juntos, con sólo el mar y la luna por compañía. Más juntos que entre la muchedumbre y hasta que en mi cuarto. ¿No lo comprendes?

—No comprendo nada —dijo Lenina con decisión, determinada a conservar intacta su incomprensión—. Nada. —y prosiguió en otro tono—: Y lo que menos comprendo es por qué no tomas soma cuando se te ocurren esta clase de ideas. Si lo tomaras olvidarías todo eso. Y en lugar de sentirte desdichado serías feliz. Muy feliz —repitió.

[...]

Media hora más tarde se hallaba de vuelta a las habitaciones de Bernard. Este tragó de golpe cuatro tabletas de soma, puso en marcha la radio y la televisión y empezó a desnudarse.

—Bueno —dijo Lenina, con intencionada picardía cuando se encontraron de nuevo en la azotea, el día siguiente por la tarde—. ¿Te divertiste ayer?

Bernard asintió con la cabeza. Subieron al avión. Una breve sacudida, y partieron.

—Todos dicen que soy muy neumática —dijo Lenina, meditativamente, dándose unas palmaditas en los muslos.

—Muchísimo.

Pero en los ojos de Bernard había una expresión dolida. Como carne, pensaba. Lenina lo miró con cierta ansiedad.

—¿Me encuentras al punto?

Otra afirmación muda de Bernard.

—¿En todos los aspectos?

—Perfecta —dijo Bernard, en voz alta.

[...]

Lenina sonrió triunfalmente. Pero su satisfacción había sido prematura.

—Sin embargo —prosiguió Bernard tras una breve pausa—, hubiese preferido que todo terminara de otra manera.

—¿De otra manera? ¿Podía terminarse de otra?

—Yo no quería que acabáramos acostándonos —especificó Bernard.

Lenina se mostró asombrada.

—Quiero decir, no en seguida, no el primer día.

—Pero, entonces, ¿qué ...?

Bernard empezó a soltar una serie de tonterías incomprensibles y peligrosas.

[...]

—No dejes para mañana la diversión que puedes tener hoy —dijo Lenina gravemente.

—Doscientas repeticiones, dos veces por semana, desde los catorce años hasta los dieciséis y medio —se limitó a comentar Bernard. Su alocada charla prosiguió—. Quiero saber lo que es la pasión—oyó Lenina, de sus labios—. Quiero sentir algo con fuerza.

—Cuando el individuo siente, la comunidad se resiente —citó Lenina.

—Bueno, ¿y por qué no he de poder resentirme un poco?

—¡Bernard!

Pero Bernard no parecía avergonzado.

—Adultos intelectualmente y durante las horas de trabajo—prosiguió—, y niños en lo que se refiere a los sentimientos y los deseos.

—Nuestro Ford amaba a los niños.

Sin hacer caso de la interrupción, Bernard prosiguió:

—El otro día, de pronto, se me ocurrió que había de ser posible ser un adulto en todo momento.

—Lo comprendo.

El tono de Lenina era firme.

—Ya lo sé. Y por esto nos acostamos juntos ayer, como niños, en lugar de obrar como adultos, y esperar.

—Pero fue divertido —insistió Lenina—. ¿No es verdad?

—¡Oh, si, divertidísimo! —contestó Bernard.

ACTIVIDADES


DESPUÉS DE LA LECTURA

1. (Pequeño grupo)

En la conversación entre Lenina y Bernard se dejan entrever algunos de los principios que rigen el mundo feliz en el que viven. Después de leer detenidamente el texto, buscad en las palabras de los protagonistas aquellas que se relacionan con los siguientes principios generales.

Ejemplo: El condicionamiento de las conductas de las personas a través de la repetición"Doscientas repeticiones, dos veces por semana, desde los catorce años hasta los dieciséis y medio"

2. (Gran grupo)

Los ciudadanos de este mundo feliz parece que lo tienen todo, ¿no?: salud, trabajo, sexo, música continua, diversiones sin límite... ¿Qué les falta? ¿A vosotros os faltaría algo?

ACTIVIDAD DE AMPLIACIÓN

(Gran grupo)

Os ofrecemos ahora unas viñetas del dibujante Stuart McMillen en las que se compara 1984 y Un mundo feliz. Desde vuestro punto de vista, ¿cuál de las dos distopías ha terminado siendo más certera?