Las señales del destino
¿Cómo supe que debía ir a Europa? Gracias a las diversas situaciones que fueron cambiando mi rumbo. Se trataba de señales que me llevaban claramente hacia el Viejo Continente; por ejemplo: el mouse pad que me regalaron con la leyenda “estudia en Europa” y las pantuflas españolas que compré en la colonia Roma (por cierto, el barrio también hacía alusión a Europa)… cada vez que las usaba, ¡sentía que pisaba suelo europeo!
En aquellos días empecé —simultáneamente— una certificación de coaching y los trámites para el doctorado en España.
Las cosas fluyeron mágicamente. En la certificación le conté a una coach sobre mis planes académicos y ella me compartió varios contactos que tenía en ese país; su reflexión fue: “Ahora entiendo porqué, extrañamente, me estaba llenando de contactos en España; era para dártelos a ti”.
Por otra parte, una amiga recién instalada en Madrid, me ayudó con los trámites universitarios en esa ciudad. Después del papeleo aprobaron mi propuesta de tesis en la Complutense de Madrid, con lo que me sentí dichoso y entusiasmado; sin embargo, fueron otras señales las que habrían de modificar mis planes.
A finales de ese año me regalaron un calendario con El Puente de la Torre de Londres ¡era otra señal muy clara! Mi destino no estaba en España, pero sí en Europa. Todo apuntaba a tomar ese rumbo, de hecho, me sentí empujado a hacerlo.