Fue el 15 de marzo de 1581: Felipe II declara fuera de la Ley a Guillermo de Orange, lo acusa de traición, ingratitud y herejía y pone precio a su cabeza: 25.000 coronas y cargo nobiliario. Habría de pagarlas tres años después porque al segundo intento se cobraron la pieza. Sin embargo la pregunta que nos hacemos es: Si los problemas serios empezaron en 1566-67 y generaron tantas pérdidas humanas y económicas durante tanto tiempo ¿Por qué tardó Felipe II catorce años en ponerlo fuera de la Ley y pedir su cabeza?
Los previos, muy brevemente: Para poner el marco un poco más adecuado, debemos indicar que la “furia iconoclasta“ de los protestantes se inicia en 1566. La respuesta inicial de la Corona Española, que buscaban fuera proporcional, es enviar a Duque del Alba al frente de una parte de los Tercios Viejos por El Camino Español, para detener la revuelta. La situación se estabiliza incialmente pero con el paso del tiempo se deteriora.
Guillermo de Orange, junto con el Conde de Egmont y el Conde de Horn encabezan una “oposición” de la rica nobleza local que quiere recuperar poder de decisión que habían perdido al abdicar Carlos V en Felipe II, y al poner éste a personas de su confianza en los puestos clave de la gobernación de sus Estados.
De resultas de la revuelta, el Duque de Alba apresa a buena parte de los amotinados (en los que se mezclan motivos religiosos y políticos), juzgando y condenando a muerte, entre otros, al conde Egmont y el Conde de Horn que son ajusticiados. Guillermo de Orange huye porque teme por su vida (estaba detrás de la revuelta por su apoyo financiero) pero, sin beberlo ni comerlo, se convierte en la única referencia poderosa de oposición al Rey. Corría el año de 1567.
Criado en la fe luterana su proximidad al poder (muy cercano a Carlos V y también al propio Felipe II) hace que sea educado como católico. Es un ferviente religioso que se mueve entre los dos mundos y aboga, en su fuero interno, por la permisividad religiosa.
Pero mantener esa postura tibia le inhabilita para liderar la oposición al rey, así que escoge:
– Creó y Financió junto a su hermano Luis a los ‘Mendigos del mar‘, se alió con los hugonotes (protestantes franceses), formó un ejército para enfrentarse a las tropas leales a su Rey, Felipe II, en 1568.
Felipe II no declara fuera de la Ley a Guillermo de Orange
– En 1573 Guillermo de Orange se convierte al calvinismo –difícil liderar protestantes siendo católico– En el 1574 vuelve a formar un ejército para batallar contra su Rey legítimo.
Felipe II no declara fuera de la Ley a Guillermo de Orange
– Se pasa por el arco del triunfo el Edicto Perpetuo, que él mismo había ayudado a redactar, de 1577, que era un acuerdo de paz. Y no puede, o no quiere, frenar en los territorios que él “domina” el radicalismo protestante que persigue a los católicos.
Felipe II no declara fuera de la Ley a Guillermo de Orange
· Guillermo firma y apoya la Unión de Utrech que es la respuesta de las provincias protestantes a la Unión de Arras (de la provincias católicas que permanecen leales a su soberano). Corría el año de 1579.
Sin noticias de Felipe II. Ahora bien…
El 29 de Septiembre de 1580. Las Provincias Rebeldes y Francia firman un Tratado (Tratado de Plessis-les-Tours) por el que el Duque de Anjou se convierte en ‘Protector de la Libertad de los Países Bajos” o lo que es lo mismo en su nuevo soberano. Eso implica una renuncia explícita de esas provincias a su soberano legítimo materializando lo que Guillermo de Orange había estado preparando durante largo tiempo.
Ahora sí: 15 de Marzo de 1581, Felipe II declara fuera de la Ley a Guillermo de Orange y lo acusa de traición, ingratitud y herejía, poniendo precio a su cabeza.
Poniendo las cosas en su orden adecuado suelen tener más sentido.
Epílogo: El Duque de Anjou tampoco consiguió ganarse la simpatía holandesa.. Resulta que como el francés no estaba satisfecho con el poder limitado que indicaba el Tratado decidió sobrepasarlo a la primera de cambio y empezó por tomar Amberes (1583) en lo que se llamó la “furia francesa“. La apuesta de Guillermo había salido rana, si bien siguió apoyándola aunque el de Anjou tuvo que salir por piernas finalmente. Poco más pudo hacer Guillermo porque en 1582 hay un primer intento de asesinato del que se recupera a duras penas. En 1584 se consumó a la segunda intentona.
La escenificación del acto oficial de la abdicación del Emperador Carlos fue grandiosa. Tuvo lugar, el 25 de octubre de 1555, en el mismo marco en el que cuarenta años atrás se había producido su nombramiento como soberano de los Países Bajos. Carlos, vestido de negro, lucía sobre su pecho, como único brillo, el Toisón de Oro.
Al sentarse, tomó la palabra el presidente del Consejo de Flandes que expuso las razones que llevaban al Emperador a la abdicación. Cuando concluyó, Carlos se puso en pie y, atención al gesto, apoyado en Guillermo de Orange inició su discurso al término del cual la abdicación estaba completada.
Ceremonia de abdicación de Carlos I en Felipe II
Carlos abdicaba en su hijo Felipe, arrodillado, apoyándose en Guillermo de Orange. Es una imagen de las que valen más de mil palabras. La imagen tiene una fuerza brutal y da medida de la alta estima y consideración que el Emperador sentía por Guillermo. No debemos perder de vista la escena porque los actores cambiaron el rumbo de la historia. El año 1555 daba los últimos pasos…
Felipe asentó su corte en Bruselas ya como rey de España y, entre otros territorios, soberano de los Países Bajos. La guerra con Francia reclamaba toda su atención y la situación estratégica de los Países Bajos le permitía una gestión adecuada de la situación.
El tiempo transcurre con los trasiegos de la campaña pero 1558 se muestra un año clave: La batalla de las Gravelinas decanta la balanza de la guerra para las armas del monarca español. Un poco antes moría la esposa de Guillermo de Orange (él ya viudo y afligido sin duda, añadió las extensas tierras de su difunta esposa a las suyas propias. Es lo que tiene). La victoria y la viudedad de Guillermo tienen una importancia relevante.
Como consecuencia de la contundencia de la victoria en Batalla de las Gravelinas se inician entre España y Francia las negociaciones que finalizan en la Paz de Cateau-Cambresis (3 de abril de 1559). La paz tiene un aspecto clave en este hilo argumental, no porque fuera un Tratado fundamental que marcó lo que quedaba de siglo XVI y gran parte del XVII, que también, si no porque tuvo todo el protagonismo una mujer muy preparada e inteligente: Cristina de Dinamarca.
No entraremos en detalle de cómo lo hizo pero quedaros con la idea de que, en buena medida, gracias Cristina de Dinamarca (orillada sin embargo por la Historia…), el tratado de Paz llegó a buen fín. Y con un resultado excelente desde el punto de vista de España.
Vamos, que ya llegamos al meollo…
En esa paz, que tardó meses en gestarse estaban, representando a Felipe II, el Cardenal Granvella y ¡Guillermo de Orange y el Duque de Alba! (mola ¿eh?). Allí, durante la larga elaboración de ese tratado, se conocieron y se “calaron” los unos a los otros. A la perfección.
Una vez alcanzada una paz entre Francia y España y estabilizada la situación, Felipe II empezó a preparar el viaje para dejar Bruselas y trasladar su corte a España (bendito sol…). Para ello debía dejar a alguien a la cabeza de los importantísimos Países Bajos y teniendo la opción de poner a alguien de la familia, Cristina o Margarita (Cristina era prima de Felipe II, es decir, sobrina de Carlos I; y Margarita de Parma era hermanastra de Felipe II, hija extra-matrimonial de Carlos I) la cosa se reducía bastante. Cualquier otra opción estaba descartada.
Así que ahí teneis a Felipe entre Cristina y Margarita , Margarita y Cristina.
Margarita de Parma | Cristina de Dinamarca
Margarita, de los Países Bajos. Cristina, danesa. Ambas preparadas y educadas para puestos de responsabilidad. Y el Rey Prudente teniendo que decidir entre una y otra. La cabeza le echaría humo. En todo caso, a nadie se le podía escapar que la actuación de Cristina de Dinamarca en la Paz de Chateau-Cambresis le hacía tomar cierta ventaja. Ella al menos, lo tenía claro. Y Guillermo también.
¿Y por quién pensáis que apostó Guillermo?… Pensáis tal vez que Guillermo, un principe (sin reino pero príncipe), aquel sobre el que se apoyó Carlos I en su abdicación, aquel que estaba designado a ocupar los puestos de responsabilidad más altos … ¿pensáis que se quedó a esperar a ver qué pasaba? pues no… él hizo su apuesta. Apostó por Cristina.
¿Cómo se materializa su apuesta? Cortejando (de ahí la importancia de que fuera viudo) a las dos hijas de Cristina (¡a las dos! Renata y Ana, ambas católicas…detalle importante) para ir colocándose en posición. Una posición que era inequívoca. Clara como el agua clara.
¿Qué pasó…? pues que llegado el momento, Felipe II escogió a Margarita (ocurrió en 1559) como Gobernadora de los Países Bajos. Eso dejó a Guillermo con el culo al aire (no es literal, claro…) y lo sacó de un puntapié de la opción de ser máximo representante de los Países Bajos en los Países Bajos. Ciertamente le debió doler en lo más profundo.
No lo dejó Felipe II con las manos vacías, claro. Guillermo (que no iba lo que se dice descalzo) quedó como Estatúter de Holanda y Frisia,… un puestazo. Pero no era suficiente. Y si pensáis que ese reparto que había hecho Felipe II lo dejó satisfecho, los hechos que acaecieron después (no las palabras, ni los panfletos, los hechos) relatan todo lo contrario. Esa migaja para él, Guillermo de Orange, el apoyo del Emperador Carlos, no era en absoluto suficiente.
Así, se entiende mejor que en lo sucesivo, Guillermo no escatimara esfuerzos en dejar, por acción u omisión, patente la incapacidad de Margarita de Parma para la gobernación de esos territorios clave para la Monarquía. No prestando ayuda cuando era su obligación o azuzando desde la retaguardia la rebelión iniciada por los protestantes (escudándose en la tan manida libertad religiosa. Argumento muy utilizado desde los tiempos de Carlos I y que seguía, y seguiría, funcionando muy bien).
Y es por eso que Guillermo ejerce toda la presión posible para que salte de los puestos de responsabilidad el Cardenal Granvella (que sabe perfectamente de qué pie cojea Guillermo) consejero de Margarita. El ‘Taciturno’ no se detiene hasta que lo consigue, quedando Margarita a su merced.
Felipe II lo permite, seguramente, porque no conoce tan bien a Guillermo como el Cardenal Granvella, porque confiaba en que le seguía siendo leal (le dió esa oportunidad y muchas más…), que estaba a dos mil kilómetros (de los de la época) y porque tenía problemas muchísimo más serios entre manos (la amenaza global turca o “sencillamente” gestionar un Imperio…)
Así que, que quereis que os diga, a nuestros ojos, la animadversión, el desprecio rayando el odio de Guillermo de Orange hacia lo que significaba Felipe II tenia una causa principal: Felipe era el escollo para conseguir aquello para lo que él estaba predestinado: Ejercer él mismo el poder. Un poder que él opinaba que estaba legitimado a ostentar por rango, dotes y quien sabe si también por aquel gesto del emperador Carlos apoyándose en su hombro aquel día de la abdicación.
No es que no sea legítima la ambición de cada uno… pero enviar a miles de personas a una muerte segura (aunque sean mercenarios), a tu propia gente a la pobreza, e iniciar una guerra de ochenta años que divida tu país porque no viste cubiertos tus deseos inconfesables no parece mérito suficiente ni para que te dediquen un himno ni para ser un ‘padre de la patria’.
PD: por cierto… ¿y con quien se casó Guillermo de Orange poco después?… con Ana de Sajonia, protestante para más datos y rica “por castigo”. No sea que las palabras escritas en libros antiguos o nuevos nos alejen de la verdad que reflejan los hechos.
Lógicamente en Holanda son poco de recordar que Guillermo de Orange, su padre de la patria, era un cornudo. Lo decimos sin acritud, de veras, aunque suene un poco descarnado, porque efectivamente no estamos por suavizar los adjetivos. No por nada, sino por estar a su altura, dado que los holandeses, así en general, son poco proclives a suavizar sus adjetivos con respecto al Duque de Alba y a Felipe II.
La cosa tiene su miga porque, aquel con quien le puso los cuernos Ana de Sajonia, por entonces la esposa de Guillermo de Orange, tiene un apellido famoso como pocos. No sólo en aquellas tierras bajas sino en el mundo entero. Pero antes de revelarlo dejadnos que os pongamos en tesitura para vestir el santo y ocupar un par de párrafos más.
Ana de Sajonia era rica por castigo. Sí, no era muy agraciada, ciertamente. Pero era rica de castañas e hija de Mauricio de Sajonia que, para situarnos un poco, podemos decir que era un elector protestante y que, en su momento, no tuvo reparos en traicionar al Emperador Carlos (padre de Felipe II). La hija, como el padre, también nos salió protestante y heredó, a la muerte de éste, su inmensa fortuna, territorios e influencia.
A Guillermo, la verdad, igual le daba “Juana que su hermana”. Como la jugada de alcanzar la gobernación de los Países Bajos vía matrimonio con católicas (Renata y Ana, ambas primas de Felipe II) no le salió bien (de veras, leed este episodio de la Historia porque no tiene desperdicio), pues se casó con una protestante germana, Ana de Sajonia, para pillar cacho (esto es, dinero e influencia para de una manera u otra alcanzar la gobernación de los Países Bajos).
Se casaron en 1561… y sí, casi podemos dar por seguro que el amor no estaba invitado a aquella ceremonia. Y no creemos que apareciera después, la verdad. Sea como fuere, la cosa aguantó unos años y nacieron algunos churumbeles. Pero para la década de los 70, y con Guillermo sorbiendo los recursos propios y ajenos en su particular cruzada por alcanzar el poder en los Países Bajos (a costa de la paz y prosperidad de holandeses, flamencos y valones), ese matrimonio, al parecer, hacía algunas aguas.
Fue entonces cuando apareció el otro protagonista de la historia, abogado para más señas, que tenía como objetivo asesorar en asuntos legales a Ana de Sajonia. La cosa se les fue de las manos y pasó lo que pasó. El abogado se llamaba Jan. Jan… Rubens. Efectivamente, padre (más adelante, en 1577) del pintor flamenco del Barroco por excelencia (y espía de Felipe II) Pedro Pablo Rubens.
El “affair” fue un bombazo en la línea de flotación de Guillermo de Orange, el cornudo. Él, que estaba, a las buenas o a las malas, predestinado a ser la máxima autoridad en los Países Bajos, engañado por su esposa.
La historia no ha tratado bien a Ana de Sajonia que es tenida, según wikipedia (que hay que coger con pinzas) por “inestable, cambiante entre la melancolía, la violencia y el impulso suicida”. Guillermo de Orange, maestro de la propaganda, que de mentira en mentira era capaz de poner en entredicho la autoridad de un rey legítimo, su esposa no le duraría llegado el caso ni medio segundo.
Le quitó a sus hijos (de los que él nunca se encargó), forzó el divorcio y llegado el momento se casó con otra. Dicen que por amor… aunque esa es otra historia.
Así que sí, Jan Rubens protagonizó dos grandes hechos para la historia de la humanidad: Dio su apellido a un genio de la pintura y le apañó dos banderillas como dos soles a Guillermo de Orange. No me diréis que no es para ponerle un monumento al tal Jan…
… pero sin acritud ¿eh?