La bandera andaluza

El Estatuto de Autonomía de Andalucía, en su artículo 6º, 1, proclama como bandera de la Comunidad Autónoma la compuesta por tres franjas horizontales, verde, blanca y verde, tal como fue aprobada en la Asamblea de Ronda de 1918. Así pues, es evidente que la bandera andaluza tiene un origen perfectamente claro en el modelo diseñado por Blas Infante y aprobado por la Asamblea de 1918.

Sin embargo, vamos a hacer un somero repaso por la Historia para ver cómo los colores verde y blanco, y otros colores, se han venido usando durante siglos para representar de una forma u otra esa realidad que conocemos como Andalucía.

Remontándose hasta la Antigüedad hay quien ha querido ver como colores más representativos de Andalucía el rojo y el blanco, basándose en testimonios como las franjas rojas que decoran a la Dama de Baza, las túnicas blancas de los sacerdotes del Hércules gaditano o la alternancia de dovelas blancas y rojas de muchas construcciones romanas y visigodas que sería retomada por los musulmanes para los arcos de la Mezquita de Córdoba.

Sin embargo, con la llegada de los árabes a la Península Ibérica y el establecimiento de un poder primero autónomo y luego independiente que tiene como núcleo lo que hoy es Andalucía, llegan también las primeras muestras fehacientes del uso de colores específicos en banderas. Esto es especialmente importante por cuanto Blas Infante justifica la elección de los colores verde y blanco para la bandera andaluza en su uso por dos dinastías musulmanas a las que se identifica con el establecimiento de un poder político andaluz o andalusí.

Blanco, negro, verde y rojo son los llamados “colores panárabes”, por ser los usados por el Rey de Hijaz (actualmente parte de Arabia Saudita) en su revuelta contra el dominio turco en 1917. Cada uno de los colores se identifica con una de las familias descendientes de Mahoma que ocuparon el poder a lo largo de la historia de la conquista islámica.

Así, el blanco sería el color del estandarte de Kussai, antepasado de Mahoma, y se considera el color de los Omeyas de Damasco, bajo los cuales se llevó a cabo la conquista de Al Andalus; sin embargo, como veremos más adelante, Blas Infante identificó a los Omeyas con el verde. Como también veremos, fue usado igualmente por los almohades.

El rojo fue usado por el segundo sucesor y suegro de Mahoma, Omar (634-644), y posteriormente se identificó con la rama religiosa de los “puros” o Kharijitas, separados de la ortodoxia y predominantes en los estados del Golfo Pérsico. También ha sido siempre el color de los guardianes de La Meca, los Hachemitas, actualmente la dinastía reinante en Jordania. Desde el siglo XII fue adoptado por los turcos.

El negro es el color que cubre la Caaba, la Piedra Negra objeto de veneración y peregrinación en La Meca. Fue la insignia de la dinastía Abásida y de los Almorávides que dominaron Al Andalus entre los siglos XI y XII.

El verde está considerado como el color propio de Mahoma, por ser el de su turbante, que agitaba en el combate para animar a los suyos, y es el que comúnmente se identifica con el Islam en su conjunto. Más propiamente, es el color con el que se identifica a la dinastía Fatimida, fundada en Marruecos y que llegó a gobernar sobre todo el Norte de África

En cualquier caso, todas las referencias al uso de los colores por Mahoma y sus descendientes están basadas en datos confusos, cambiantes y contradictorios, debido fundamentalmente al hecho de que la idea de identificar inequívocamente a un estado, un territorio, una dinastía o cualquier otra entidad mediante banderas, colores o distintivos de cualquier tipo es un concepto moderno que no estaba en la mente de los musulmanes medievales. Por ello, no era extraño que un mismo ejército pudiese marchar bajo estandartes de un color en un momento, y de distinto color en otra ocasión.

De modo que no existe ninguna base para definir un color determinado como símbolo de Al Andalus, aunque sí se puede afirmar que fueron los colores blanco, rojo, negro y verde los que ostentaron las insignias de distinto tipo que se usaron en una u otra ocasión.

Sin embargo, parece que el color verde debió tener algún significado especial como identificativo de Al Andalus, por cuanto en la batalla de Alarcos (1195), que marca el apogeo del poder almohade, los voluntarios andalusíes luchan bajo un estandarte de este color, el cual ondeará junto al blanco de los almohades sobre el alminar mayor de Sevilla para celebrar la victoria. Esta es la primera vez que tenemos constancia de los colores verde y blanco ondeando juntos – aunque en paños separados- en el cielo andaluz. A este respecto, existe una leyenda según la cual un santón que predicaba en los pueblos del Atlas tuvo una visión en la que un ángel le revelaba un imperio unido a las orillas del estrecho de Gibraltar, con el verde paraíso de Al-Andalus y el blanco Magreb de los almohades, leyenda probablemente inspirada por la visión de los dos estandartes sobre el alminar.

El último reino andalusí, el de Granada, es el único al que se le puede identificar mediante una bandera o estandarte concreto, que era de color rojo. Sin embargo, resulta significativo que de los veintidós estandartes tomados por el conde de Cabra a Boabdil en 1483, dieciocho ostentan los colores verde y blanco, y verde es el estandarte que los Reyes Católicos dan en Granada a las Guardia Viejas de Castilla.

Cuando empezamos a ver banderas a franjas verdes y blancas relacionadas con Andalucía es con el despegue de la empresa marítima americana, en la que los andaluces desempeñarán un papel tan fundamental. Así, en el famoso cuadro de la Virgen de los Navegantes, de Alejo Fernández, conservado en el Alcázar de Sevilla, aparecen naves que ondean enseñas a franjas verdes y blancas, y de estos mismos colores fueron varias de las banderas bajo las que muchos andaluces partieron a las Indias.

En 1521, el pueblo de Sevilla, amotinado contra la carestía de alimentos, recorrió las calles precedido por un estandarte verde tomado a los moros por Alfonso X, y que se custodiaba en la iglesia de Omnium Sanctorum, episodio conocido como “El Motín del Pendón Verde”

Y precisamente el primer y único intento serio de convertir a Andalucía en una entidad política propia y distinta del Reino de España fue abanderado por una insignia verde y blanca. Se trata de la rebelión del Duque de Medina Sidonia, que en 1642 intentó la separación de Andalucía y su eventual transformación en reino independiente, con el Duque como rey. Una bandera partida verticalmente de verde y blanco sería la señal común para su alianza con los moriscos de Al Hörr, que debían alzarse en Andalucía oriental.

Después de estos hechos, y probablemente a consecuencia de ellos, no vuelve a haber constancia del uso de estos colores como representativos de Andalucía. Sin embargo, a nivel popular debió quedar algún recuerdo que hiciera posible su reaparición tres siglos después. La desaparición física de la población de origen árabe-musulmán por expulsión, o la disolución de la identidad cultural de los que permanecieron al integrarse plenamente en el conjunto de la población, dio lugar a la mitificación de lo árabe o moro como identificativo de lo andaluz. Y probablemente el recuerdo de las enseñas verdes y blancas, a menudo con un carácter reivindicativo, no debió de ser ajeno a este hecho. Así, Blas Infante escribe que la idea de la bandera andaluza se la sugirió una manifestación reivindicativa de las mujeres de Casares portando una bandera verde y blanca. en dos franjas horizontales, y no hay que olvidar que Casares se encuentra en una zona de fuerte tradición morisca.

Pero no es hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando se manifiesta de forma expresa la idea de Andalucía como una región con identidad propia y la aspiración al autogobierno, todo ello enmarcado dentro de los movimientos de inspiración federalista y del auge de los regionalismos y nacionalismos en toda España. En esos primeros tiempos todavía no hay una conciencia clara de qué es Andalucía, oscilándose desde unas concepciones que podríamos denominar “expansionistas”, que pretendían incluir a Murcia o Badajoz, y otras “disgregadoras”, que contemplaban la existencia por separado de Andalucía Oriental y Occidental, o Alta y Baja, o Bética y Penibética.

En 1869 tiene lugar en Córdoba uno de los llamados “pactos federales”, que también tendrán lugar de modo simultáneo en otras zonas; como muestra de lo que indicábamos más arriba, a él se adhieren representantes de Murcia y Badajoz, zonas donde el sentimiento regional está menos arraigado y que por tanto se consideran a sí mismos como andaluces, idea que perdurará hasta bien avanzado el siglo XX. Las ideas surgidas de esta primera reunión se materializarán en 1883 en la “Primera Carta del País Andaluz”, adoptada en Antequera, que heredando los postulados cantonalistas propone una Federación de Repúblicas Andaluzas, con éste u otro nombre. La enorme influencia anarcosindicalista se tradujo en la profusión de los colores rojo y negro que mostraban las propuestas de bandera que se hicieron para esta hipotética entidad, aunque siempre junto al blanco y el verde, que se destacaban como indiscutibles. Así, una de las propuestas consistía en cuatro franjas horizontales: negra, roja, blanca y verde, otra en tres franjas horizontales, negra, blanca y verde, y una tercera sería roja, blanca y verde.

Finalmente, en 1918 se celebra la Asamblea Andalucista de Ronda, donde se proclama que en adelante la bandera de Andalucía consistirá en tres franjas horizontales del mismo ancho, verde, banca y verde. Blas Infante justificó la elección de estos colores por ser los correspondientes, el verde, al Califato Omeya de Córdoba - lo cual, como hemos visto, resulta cuando menos bastante discutible desde el punto de vista histórico-, y el blanco, al Imperio Almohade, considerándolos como las dos épocas en las que un poder político centrado en Andalucía consiguió mayor esplendor. Según esta idea, a la tonalidad específica de verde, más bien oscura, se le denominó “verde omeya”, y dicha denominación ha sido reconocida oficialmente mediante el Decreto 212/1983. Junto a este significado “histórico” coexistiría un significado “simbólico”, que identifica al verde con la esperanza y al blanco con la paz, como recoge la letra del himno: “La bandera blanca y verde / viene tras siglos de guerra / a decir paz y esperanza / bajo el sol de nuestra tierra”.

Por lo tanto, aunque la bandera de Andalucía tiene un origen relativamente reciente y se debe a la inspiración directa de un solo hombre, el padre del andalucismo, sin embargo podemos decir que sus colores están lo suficientemente arraigados en la historia y la tradición como para ser plenamente representativos de la identidad cultural andaluzas y de la entidad política que la encarna.

Versión de la bandera con y sin escudo

Supuesta bandera de la rebelión del Duque de Medina-Sidonia (1642)

Propuestas planteadas a finales del siglo XIX