Antonio González
I
Bajo Almagro polvoriento,
que cubre
con su yerma osamenta
el campo sin vida,
donde reposan, sin sueño,
muchedumbres espectrales,
una lápida recoge
el perfume de una rosa
y recuerda el arte de aquél
que con su pincel
adornó el jardín
de nuestra fantasía.
II
Hoy he dejado
en tu ausencia
la fragancia de esta
breve rosa,
para que tomes
los colores de su hermosura
y pintes de nuevo,
en tus lejanías,
el brillo de una pasión
y de esta nostalgia mía.
III
Piadosamente viertes
tus pétalos, OH rosa,
en este frío mármol,
donde el perfume
orada la oquedad
del silencio...
¡Con qué humildad
te repliegas
sobre ti misma,
y descubres
el laberinto secreto
de tu interior!...
Cuando te deshojas
en medio
de este viento helado,
hasta apurar
la angulosidad
de tu cáliz,
un misterio se desvanece
frente al infinito,
esperando
que el artista recoja
tus fragmentos
y renueve la fragancia
de tu aroma.
¡OH rosa,
compañera fiel
de unos huesos
emblanquecidos,
que un día
retuvieron
el pincel que acarició
el terciopelo
de tus colores
de lienzo.
Hoy te has hecho labio
para besar
una memoria,
que, entre pino y tierra húmeda,
descansa
inalterable
en el corazón de este poeta.
Antonio González