A finales del siglo XIX España vive una grave crisis general: el sistema político (turnismo; conservadores y progresistas) no funciona; se acrecientan los desfases sociales (proletarios y campesinos frente a alta burguesía); comienzan a surgir los primeros conflictos sociales violentos... y los Regeneracionistas Joaquín Costa y F. Giner de los Ríos, con la Institución Libre de Enseñanzahabían propugnado una serie de medidas concretas para solucionar los problemas del país.
Todo se agudiza con la independencia, en 1898, tras varios años de guerra, de Cuba y Filipinas, últimas colonias de ultramar de España. El "desastre" provoca cuantiosas pérdidas económicas y humanas. Surge también entonces un grupo de escritores preocupados por los problemas del país, por el tema de España": Son los hombres de la Generación del 98, un grupo de escritores que se esfuerzan por intervenir en el adecentamiento de la vida pública, mostrando las miserias y lacras de la sociedad española.
En estos autores se pueden observar unas inquietudes comunes: les preocupan los temas religiosos y existenciales (influencia de los filósofos Nietzsche y Schopenhauer) y, sobre todo, el "tema de España": descubrir la esencia de lo español, la clave de sus problemas, desde un punto de vista subjetivo. Su paisaje preferido será el de Castilla, reflejo de las angustias y esperanzas individuales. Pero en los primeros autores del grupo se ve una evolución hacia posturas más conservadoras en su madurez, mientras que Machado y Valle-Inclán tienen una evolución opuesta.
Los temas que predominan son religiosos y existenciales: El Existencialismo, como corriente filosófica, surge en el siglo XX, pero cuenta con importantes precedentes ya a finales del siglo XIX (Schopenhaur, Nietzsche, Kierkegaard). Y la angustia, el pesimismo y la preocupación por los problemas del hombre han sido temas vitales para algunos de nuestros mejores escritores: La angustia existencial les lleva a plantearse problemas religiosos; la crisis social, económica y científica que se produce a finales del siglo XIX da lugar a nuevas filosofías que reniegan de la razón.
Además, el tema de España es uno de los favoritos de los miembros del 98, que ven en Castilla la esencia del alma española, atraídos por su austeridad y su capacidad para sugerir algo más de lo que captan los sentidos.
Pertenecen al Grupo del 98 Unamuno (el "líder"), Azorín, Baroja y Maeztu (el llamado "grupo de los tres", que se dan a conocer a partir de 1901). Además podemos incluir a Valle-Inclán y a Antonio Machado, aunque con reservas, ya que siguen una evolución ideológica opuesta a los anteriores.
La Generación del 98 no forma un bloque monolítico: es preciso atender a su evolución.
Antes de 1900, la labor de Unamuno, Maeztu, Azorín y Baroja se emparenta con movimientos políticos revolucionarios: aunque procedentes de la pequeña burguesía, adoptan un izquierdismo radical.
Es distinto el caso de Valle y de Machado. El Valle-Inclán de 1900 es ideológicamente tradicionalista ( y estéticamente modernista). Machado no se dará a conocer hasta 1903, con Soledades, un libro de poesía intimista; sus ideas progresistas de entonces no pasan todavía a su obra.
Componen este grupo Azorín, Baroja y Maeztu. En 1901 publican un Manifiesto en el que diagnostican la descomposición de la atmósfera espiritual del momento, el hundimiento de las certezas filosóficas, de los dogmas... Se observa entre los jóvenes un vago ideal altruista de mejorar la vida de los miserables. Lo que necesitan, es encontrar algo que canalice esa fuerza. Pero no confían en las doctrinas políticas. Piensan que sólo una ciencia social puede poner al descubierto todas las llagas sociales y estudiar soluciones.
Como vemos, los Tres han abandonado las ideas revolucionarias anteriores y se han aproximado más al reformismo de los regeneracionistas.
La campaña fue un fracaso y el episodio los condujo a un desencanto total. Y en ese desengaño de la acción concreta les había precedido Unamuno, quien en el año del Manifiesto confiesa que ya no le interesan demasiado los asuntos económico-sociales; lo que le preocupan ahora son los problemas espirituales del pueblo.
Los escritores adoptan unas posiciones fuertemente personales, lejos del común radicalismo juvenil. No obstante, queda en todos ellos la lucha por algo que no es lo material, es decir, un anhelo idealista. Presentan, además, otros rasgos comunes:cierto irracionalismo neorromántico (coinciden en ello con los modernistas); una especial preocupación por las cuestiones existenciales (el sentido de la vida, el destino del hombre...); un enfoque subjetivo del problema de España, es decir, una mirada empañada por los anhelos y angustias personales; además, lo que les preocupa ahora no son tanto los problemas materiales concretos como el “alma” del país (sus valores, sus creencias).
La evolución ideológica de los autores es curiosa. Unamuno se debatiría toda su vida entre contradicciones y luchas íntimas. Baroja se recluye en un escepticismo radical. Azorín derivó hacia posturas conservadoras. Finalmente, Maeztu se convierte en un portavoz de las derechas lindantes con el fascismo.
Ahora podemos apreciar el signo inverso de las trayectorias de Antonio Machado y Valle-Inclán. Machado, en Campos de Castilla (1912), incorpora por fin preocupaciones noventayochistas; pero pronto las desborda y avanza hacia posiciones que lo distancian de los típicos hombres del 98. Valle, hacia 1917, pasa de su tradicionalismo inicial a un progresismo a veces muy radical. Por tanto, igual que Machado, está en un plano muy distinto del que por entonces ocupaban los cuatro primeros noventayochistas estudiados.
El tema de España es central.
Los noventayochistas nunca abandonaron su intensa preocupación por el país. Rechazan el ambiente político del momento y denuncian, sobre todo en su juventud, el espíritu de la sociedad: su ramplonería, su apatía, su parálisis... En cambio, exaltan, especialmente en su madurez, una “España eterna y espontánea” ; de ahí su interés por el paisaje y la vida de los pueblos y por lo que hay de permanente en su historia.
Las tierras de España fueron recorridas y descritas por ellos con dolor y con amor: junto a una mirada crítica que descubre la pobreza y el atraso, encontramos, cada vez más, una exaltación lírica de los pueblos y el paisaje; sobre todo de Castilla, en la que ven la médula de España. Su atracción por lo austero de las tierras castellanas inaugura una nueva sensibilidad, una estética de la pobreza.
Por lo que respecta a la historia, si al principio rastreaban en el pasado las raíces de los males presentes, cada vez más bucean en ella para descubrir los valores permanentes de Castilla y España, sus “esencias”. Es muy significativo que, por debajo de la historia externa (reyes, hazañas...), les atrajera lo que Unamuno llamó la intrahistoria, es decir, “la vida callada de los millones de hombres sin historia” que con su labor diaria ha hecho la historia más profunda.
Por último, en los hombres del 98 el amor a España se combina con un anhelo de europeización, aunque acabarán reivindicando lo propio y distintivo de nuestro país.
Las preocupaciones existenciales
Ocupan un lugar central en la temática noventayochista. Hay que situarlas en la crisis de fin de siglo. Encontramos en estos escritores ese malestar vital, esa desazón “romántica” que vimos en los modernistas. Así, ellos o sus personajes se interrogan sobre el sentido de la existencia humana, sobre el tiempo, sobre la muerte, etc. Y son frecuentes los sentimientos de hastío de vivir o de angustia.
El problema religioso.
Los del 98 fueron agnósticos en su juventud. Baroja se mantuvo en esta actitud toda su vida. Unamuno, en perpetua lucha entre su razón y su sed de Dios, fue un temperamento profundamente religioso, pero angustiado y fuera de la ortodoxia católica. Azorín y Maeztu, en cambio, adoptaron con el tiempo posiciones católicas tradicionales.
Al igual que los modernistas, los hombres del 98 reaccionaron contra la grandilocuencia o el prosaísmo de la literatura anterior. Todos ellos se propusieron renovar la lengua literaria, y aunque cada uno posee un estilo fuertemente individualizado, encontramos algunos rasgos comunes:
Cierto ideal de sobriedad (contra el retoricismo), pero también un gran cuidado de la forma (contra el prosaísmo).
Gusto por las palabras tradicionales y terruñeras: ponen en circulación un enorme caudal léxico que recogen en los pueblos o toman de los clásicos, llevados de su amor a lo castizo y a las raíces culturales españolas.
Un fuerte subjetivismo, que se manifiesta en el tono lírico de muchas de sus páginas; y de ahí que en sus visiones del paisaje sea difícil separar lo visto de la manera de mirar.
Finalmente, hay que destacar las innovaciones en los géneros literarios. Ante todo, el grupo del 98 configuró el ensayo moderno, dándole una flexibilidad que le permitiría recoger por igual la reflexión literaria, histórica o filosófica, la visión lírica del paisaje, la expresión de lo íntimo, etc.
En cuanto a la novela, se abandonan las maneras de la prosa realista. Ya no se pretende reflejar con exactitud la realidad, porque lo que interesan son las experiencias subjetivas o los problemas de conciencia. Eso explica el gusto por la sugerencia, por la imprecisión, por la pincelada rápida que evoca los descrito, la tendencia a lo inconcluso, etc. Y eso explica también que sea una novela que admite profundas novedades técnicas, de manera que caben en ella la rapidez impresionista y la andadura libre de Baroja, el ritmo lento de Azorín, que rompe con la preeminencia de la fábula, o la introspección y las distorsiones de la realidad de las novelas de Unamuno.
Los autores pertenecen al cambio de siglo y se reúnen en los cafés literarios de Madrid.
Participaban en actos sociales (homenaje a Larra) y en proyectos editoriales comunes (revistas, prensa diaria, etc).
Critican la Restauración.
Estilos, ideas e intereses en común. Influencias europeas.
Afán de renovación de la literatura española y rebeldía hacia la literatura anterior.
Prioridad de la belleza y de la estética ante todo para evadirse de la realidad.
Anteponen la forma al contenido. Importancia de los sentidos.
Preferencia por la poesía.
Los poetas modernistas pretendieron sugerir con palabras las sensaciones que otros artistas conseguían traducir con luces,sonidos…
En sus poemas se alude a colores, efectos sonoros, olores…
El léxico que utilizaron los poetas modernistas se enriqueció con vocabulario exótico,cultismos, neologismos y términos que llaman la atención.
Los ambientes que utilizan son característicos por su valor simbólico y evocador
Existían personajes reales y mitológicos.
Gran variedad métrica: experimenta con estrofas ,versos ,acentos y rimas, buscando siempre la originalidad y ritmo musical.
Interés por los viejos pueblos y paisajes españoles, así como sus tradiciones y valores.
Rechazan la literatura pomposa y adornada.
Lenguaje rico, preciso y sencillo.
Obras con contenido ideológico/político debido a la influencia de los grandes conflictos sociales de su época y al Desastre del 98.
Preferencia por el periodismo, las novelas, el ensayo y el teatro. (prosa)