Caso Hellen Keller

Caso Hellen Keller:

Era una niña ciega, sorda y muda a causa de una enfermedad que padeció siendo muy pequeña y que vivió en un grado de desarrollo intelectual equiparable al del animal, hasta que descubrió el lenguaje. Presentamos a continuación la descripción que la Srta. Sullivan, su maestra, hizo de ese momento crucial en la vida de la niña, y que es transcripta por Cassirer.

“Tengo que escribirle algunas líneas esta mañana porque ha ocurrido algo verdaderamente importante. Hellen ha dado el segundo gran paso en su educación. Ha aprendido que cada cosa tiene un nombre y que el alfabeto manual es la llave para todo lo que desea conocer…Esta malsana, mientras estaba lavando, deseó conocer el nombre del ‘agua’. Cuando desea conocer el nombre de algo señala en su dirección y acaricia mi mano. Yo deletreé ‘a-g-u-a’ y ya no pensé más en el asunto hasta después del desayuno… Más tarde fuimos a la fuente e hice que Hellen tuviera la jarra bajo el grifo en tanto que yo daba a la bomba. Mientras salía el agua fría y llenaba la jarra deletreé ‘a-g-u-a’ sobre la mano abierta de Hellen. La palabra, que se juntaba a la sensación del agua fría que caía sobre su mano, pareció ponerla en marcha. Retiró la jarra y se quedó como estática. Su cara parecía resplandecer. Deletreó ‘agua’ varias veces. Se inclinó hacia el suelo y preguntó por mi nombre. Deletreé ‘maestra’. Al volver a la casa se hallaba muy excitada y aprendió el nombre de todos los objetos que tocaba, de suerte que en pocas horas ha añadido treinta nuevas palabras a su vocabulario. A la mañana siguiente anduvo como un hada radiante. Volaba de objeto en objeto preguntando por el nombre de cada cosa y besándome de pura alegría…Todas las cosas tienen que tener ahora un nombre. Adonde quiera que vayamos pregunta con ansiedad por el nombre de cosas que no ha aprendido en casa. Se halla ansiosa por deletrear con sus amigas y más ansiosa todavía por enseñar las letras a cualquiera que encuentre. Elimina los signos y las pantomimas que utilizaba antes en cuanto dispone de palabras que los suplan y la adquisición de una nueva palabra le produce el mayor gozo. Nos damos cuenta de que su cara se hace cada día más expresiva”.

(Keller,H. The store of my life, Nueva York,Doubleday, Page and Co. 1902; en Cassirer, Op. cit., pp. 60, 61).