F - Problemas filosóficos

PROFESORA: LUCIANA GÓMEZ

ASIGNATURA: FILOSOFÍA

El filósofo como buen preguntón

Ante todo aclaremos que es un problema, cómo se presenta y cuándo es filosófico.

Consideramos problema cualquier situación que se nos plantea como una dificultad a superar, como una incógnita que tenemos que resolver o como un escollo que debemos sortear para lograr un objetivo.

Los problemas serán, entonces, los motivos para una búsqueda inteligente de soluciones. Si no los tuviésemos no observaríamos nuestro entorno guiados por el interés de resolverlos, no ajustaríamos nuestras conductas para facilitar la captación de los datos relevantes, no alteraríamos nuestro comportamiento al compás de nuestros descubrimientos. Están, por consiguiente, en el comienzo de cualquier investigación.

La formulación de los problemas se hace por medio de preguntas y son ellas las que condiciona las respuestas. La agudeza de la interrogación y la precisión en la expresión posibilitan en cada caso respuestas satisfactorias.

[...] los problemas se dan en un marco conceptual, aunque más no sea en relación al vocabulario de la pregunta y en muchos casos se cuentan con presupuestos no explícitos.

Ya que nos vamos a ocupar de los problemas filosóficos, sólo acotaremos que los problemas científicos se plantean en el contexto de determinada ciencia, aplican los métodos correspondientes y son de índole exclusivamente teórica o de aplicación técnica. Son dependientes del momento histórico en que se plantean, tanto en su origen, como en su formulación y medios de resolución (...).

En cuanto a los problemas filosóficos, empezaremos rastreando las preguntas que se han formulado filósofos de distintas épocas: “¿Por qué sucediendo muchas cosas adversas a los varones buenos decimos que al que lo es no lo puede suceder cosa mala?” pregunta Séneca en el trabajo sobre La Divina Providencia que le dedica a Lucilo. “¿Quién es desdichado porque sólo tiene una boca?” y “¿Quién no lo sería si tuviera sólo un ojo? Se pregunta Pascal en la Sección VI de sus Pensamientos.

Tratemos de establecer la diferencia entre estos problemas y los científicos.

En primer lugar son problemas que tratan de determinar los supuestos, que se interrelacionan con una serie de preguntas posibles y que no necesariamente han de responderse en un contexto predeterminado (...).

Adoptar supuestos, dar sentido, establecer criterios, justificar tomas de posición, son actitudes típicamente filosóficas.

De esta manera también podemos encontrar que ningún problema deja de ser filosófico. Cualquier tema puede ser específico a condición de que se plantee hasta sus últimas consecuencias, con total apertura y sentido crítico, apelando la razón en todo lo que ella pueda aportar, como esfuerzo teórico extremo.

[...] Aprender filosofía será conocer soluciones históricamente dadas pero aprender a filosofar significa aprender a cuestionar y a cuestionarse, encontrar el núcleo problemático cuando se lee un texto ajeno y abrir todo el abanico de preguntas personales que nos sugiere su lectura, inventar posibles respuestas para entender de otra manera las soluciones ya propuestas, disolver las preguntas que por su ambigüedad o vaguedad no se está en condiciones de responder.

No todas las preguntas que formulemos serán filosóficas muchas derivarán a un contexto científico, pero eso no les restará fecundidad y nos aclararán las interrelaciones naturalmente necesarias entre ciencia y filosofía (...)

Seguirá vigente la afirmación de que niños, mujeres y aún locos, según dice Jaspers, son siempre buenos filósofos. Unos y otros tienen curiosidades fundamentales, perplejidades sin resolver y en los niños y en los locos cabe agregar el desprejuicio que les permite manifestarlas sin inhibiciones. Todas estas características indispensables del buen preguntón.

Selección del texto: El filósofo como buen preguntón. Esther F. A. de Martínez, en Filosofía Viva.