Madame de Staël

Leer a Madame de Staël es un ejercicio desasosegante. Anne-Louise Germaine Necker, baronesa de Staël-Holstein, fue una de las mentes más brillantes de su tiempo, la del tumultuoso tránsito desde el siglo XVIII al XIX, y no solo fascinó a sus contemporáneos, gente como Stendhal o Chateaubriand: hoy sigue deslumbrando. Feminista, liberal, irónica, capaz de analizar las situaciones más diversas con una precisión científica, firme en sus principios, despliega todos los talentos atribuibles a esa figura que los franceses llaman maître à penser. No hace mucho que se publicaron en España sus Consideraciones sobre la Revolución Francesa (Arpa). Línea por línea, resulta casi irrebatible.

Era hija del banquero suizo Jacques Necker, eficiente ministro de Finanzas de Luis XVI, y creía en el reformismo sensato. Compaginaba un talante romántico y un conocimiento profundo del espíritu germánico con una admiración completa por el sistema político británico, tan pragmático que rozaba la mezquindad. Sus Consideraciones rebosan desprecio hacia los abusos del jacobinismo revolucionario francés y hacia la tiranía de Napoleón, quien la forzó a exiliarse. ¿Cómo no darle la razón en su crítica al pequeño general corso? ¿Cómo no empatizar con su repugnancia ante la turba que torturó a la pobre princesa de Lamballe, que celebró delirantes juicios populares y coreó cada caída de la guillotina?