El campo de peonzas o trompos del Parque Fidiana

Noticia aparecida en la edición digital del periódico español Diario de Córdoba

Una vez más la casualidad, apoyada por la ciencia, proporciona los resultados apetecidos.

Fue hace unos diez años, cuando el aburrimiento de niños y jubilados saltó a la opinión pública, como problema sin género. Los profesores y monitores tomamos cartas en el asunto con soluciones legales, lúdicas, culturales y de otros tipos: cada cual aportaba todo lo que podía y sabía; también los encargados de la salud se lo tomaron en serio.

Mis amigos y yo nos decidimos por soluciones lúdicas, pero educativas y deportivas. La peonza depertaba pasiones, hace 50 años, entre los niños de las escuelas y también entre los adultos, que se dedicaban, en la mayoría de los casos, a meros espectadores. Los carpinteros-talladores casi no existían hace 10 años (algún nieto de los antiguos carpinteros quedaba, pero hacer una peonza costaba de 12 a 15 mil pesetas por el trabajo). Los tornos no le metían, ni le meten, limpiamente las cuchillas a la madera de corazón de encina, por ser ésta muy dura y frágil; total, que los trompos andaban de cotorina, por no utilizar maderas con densidad adecuada. Las verdaderas peonzas eran de encina y algunas de olivo. Por los motivos anteriores fracasábamos una y otra vez, pero no nos dábamos por vencidos. Hay mucha sabiduría en un humilde trompo, que baile mucho y bien, que era lo que se buscaba. Con unos leños de encina bien seca nos presentamos este verano a los recomendados torneros Peralejo, de Hervás, en el fértil valle del Ambroz de la Alta Extremadura. Rechazaron nuestra encina y nos ofrecieron fresno con diez años de secado y una densidad similar a la de la encina, a precio razonable. Se tornearon 40 unidades para experimentación: el fresno es noble, y por ser de la familia de las oleaceas, el aceite lubrifica la madera a la hora de poner a presión el podoroso pico de nuevo diseño con 4 arpones o esquinas; esa misma lubricación hace casi imposible que la madera se brame o raje con el tiempo. Se montó la primera, y tenía que bailar por fuerza, pues hasta el centro de masa lo tenía bajísimo, pero fracasó tras uno y otro intento de hacerla bailar. Entonces, mi amigo Calixto sentenció: "No anda porque el cordel es muy corto". Era ya tarde, y lo dejamos para el día siguiente. Al otro día, temprano, con un cordel el doble de largo, me presenté en su casa: "Toma, tírala tú, porque no quiero ni verlo", le dije. Le di la espalda, y antes de que él me dijera "mira como zumba", ya la había oído yo zumbar suavemente, y al volverme vi que los 8 o 10 años, a ratos perdidos, no habían sido en balde. ¡Qué bien! ¡qué bien!... es todo lo que podíamos decir, mientras nos llenábamos de alegría.

La peonza se presentó en el mercado rural de artesanía de Montehermoso, y mereció diploma por participación el 17/08/03. Tras la vuelta de vacaciones, salí por el acondicionamiento de solería y jardines del Parque Fidiana, para ver dónde podía practicar el juego-deporte de la peonza. Y cuál no sería mi sorpresa al descubrir que uno de los rosetones del decorado de solería era un campo de trompo o peonza realizado al más puro estilo clásico para ocho jugadores: incluido el centro en granito rojo. Consultado el señor arquitecto del Ayuntamiento de Córdoba, señor Paniagua, contestó que las intenciones no habían sido un campo de trompos, sino "solar para quiosco o algo así" pero que "agradecía la consulta" al saber que se correspondía, con todas las características en diseño y materiales, con un posible antiguo campo de trompos. Está detrás del centro médico Fidiana. Son bienvenidas ideas y aportaciones al respecto, si las hubiera.

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