Departamento Geografía Historia

Proyecto: CorreMaisTAC

La historia

Llegada a Asturias

Dos actas notariales de finales del siglo XVI, aportadas por Marino Busto, documentan que en 1598 ya se conocía el cultivo del maíz en el concejo de Carreño.

Hasta la fecha se suponía que el primer maíz había llegado a Asturias en tres cofres de cedro negro, traido por Gonzalo Méndez de Cancio, gobernador y capitán general de La Florida, entre 1597 y 1603,y que se plantó por primera vez en las Vegas de Bría (Castropol) hacia el año 1605. El descubrimiento, hecho en el Archivo Histórico de Asturias, no demuestra que hayan sido Tamón y Perlora los primeros lugares de Asturias donde se cultivó maíz, pero sí que el maíz se conocía por lo menos un lustro antes de la fecha que habitualmente se daba de su llegada (1603) y que se cultivó en Carreño antes que en Tapia de Casariego.

Aunque hay documentos escritos de su cultivo en el concejo de Carreño en 1598, nada impide suponer que hubiera habido cultivos anteriores en otros concejos, ya que su uso ya había sido descrito por Gonzalo Fernández de Oviedo medio siglo antes.

En Asturias el cultivo fue muy bien acogido pues sustituía al trigo, que aquí no daba buenas cosechas lo cual provocaba grandes penurias alimentarias, y pronto pasó a ser el pan ordinario para la mayor parte de la población. Como afirma Mario Busto "La llegada del maíz a Asturias significó una auténtica revolución alimentaria, social y económica"

(La Nueva España, 29 de diciembre 1998)

Otros investigadores (Javier A. Cancio-Donlebún) sitúan su llegada a Asturias a finales de junio de 1604, cuando a bordo de la fragata Nuestra Señora del Rosario, procedente de Florida, desembarca en Sevilla el marino tapiego Gonzalo Méndez de Cancio(1554-1622) con destino a sus tierras natales portando los dos famosos arcones (uno de ellos conocido como "revolucionario", arca de madera de cedro en el que parece llegaron los primeros granos a Asturias) repleta de simiente de maíz.

Sea como fuera, el cultivo se extendió rápidamente a partir de 1610, primero por los terrenos cercanos a la costa y posteriormente por las tierras de las vegas de los grandes ríos de la región. Aquí mismo, bajo nuestros pies, en las fértiles tierras de las vegas del Nora se extendieron grandes extensiones de tierras de maíz como lo atestigua la abundante presencia de hórreos y paneras en el entorno.

Causas y consecuencias de su rápida expansión

La imparable expansión del maíz por Asturias se hizo a costa de los cereales menores (mijo, panizo y centeno) y de productos arborícolas, afectados por la deforestación que provocó el incremento de las roturaciones; a la larga también redujo el cultivo del trigo y la escanda.

Las ventajas de la siembra del maíz eran varias, según José Manuel Fernández Álvarez:

  • Se desarrolló un sistema intensivo de cultivos: al ser un cereal de primavera, ocupó tierras que antes se dejaban en barbecho e instauró una rotación continua en combinación con los cereales de invierno (trigo y escanda) y plantas forrajeras (nabo, alcacer); este cambio en las rotaciones fue beneficioso para que la tierra recuperara más rápidamente sus nutrientes.

  • Se regularizó estacionalmente el reparto de la producción: el campesino ya no dependía solo de la cosecha de cereales de invierno y contaba con otra fuente de abastecimiento, lo que mitigó las crisis de subsistencia.

  • Se incrementó la producción agrícola: la productividad del maíz era mucho más alta que la de los cereales tradicionales. Además, a ella se asoció el cultivo de habas, que utilizaban su caña como tutor.

Y como sostiene Jesús García Fernández, este cereal "presentaba mejores condiciones para la panificación: su harina rendía más, y con ella se obtenía una borona más pesada, de más difícil digestión, que mantenía los estómagos satisfechos durante más tiempo. Aspecto muy importante en una época en que el hambre -verdadera endemia- era una compañera inseparable del campesino. (...) Pero en igual forma contribuía a sostener el ganado. (...) El narvaso, mezclado con heno, se empleaba para sostener el ganado durante los meses de invierno. Es más, las hojas de las panojas, una vez secas después de la esfoyada -limpieza de parte de ellas para enristrar el maíz- se utilizaban para hacer colchones." Según este mismo autor, "la rápida difusión del maíz no sólo se explica por el valor que tuvo para el campesino, sino también por el interés que ofrecía para el estamento que detentaba la propiedad de la tierra. (...) Las ventajas que presentaba para la clase propietaria eran evidentes. Al atender plenamente la alimentación del campesino, dejaba libre mayor cantidad de escanda y de centeno, que eran los cereales que tenían verdadera estimación comercial. (...) Desde entonces (...) las rentas se pagaron fundamentalmente en escanda y en menor proporción en trigo."Por todo ello, en el siglo XVIII estaba ya completamente generalizado en Asturias el cultivo intensivo. Las tierras rendían tres cosechas en dos años; después de uno de cereales de invierno, trigo, y más generalmente escanda -centeno en el sector occidental-, seguía otro de maíz y alubias, que proporcionaba los dos productos básicos en la alimentación del campesino (la boroña y les fabes). El barbecho prácticamente desapareció.

Pero para García Fernández "la implantación de este sistema de cultivo intensivo se consiguió con un despliegue de trabajo desproporcionado. La obtención de las grandes cantidades de estiércol que requería, y las minuciosas labores, que en algunos momentos eran verdaderamente duras, exigidas por el suelo para rendir tantas cosechas, hicieron al campesino esclavo de la tierra (...). Con ello dio un potencial productivo al terrazgo muy superior al que había tenido anteriormente. Sin embargo, no consiguió alimentarse mejor, porque (...) tuvo que seguir contando con una parca dieta, muy a menudo insuficiente y frecuentemente acuciado por el hambre. El cultivo intensivo no permitió que la población campesina consiguiese en verdadero nivel de subsistencia, sino que las mayores disponibilidades alimenticias que proporcionó fueron destinadas a fijar más gente en el terrazgo. El desdoblamiento de caserías y la iniciación del poblamiento disperso (...) no son ajenos a esta intensificación del cultivo. Lo que realmente permitió fue retener más gente en el campo. Naturalmente a costa de fragmentar y disminuir el tamaño de las unidades de explotación que, a pesar de absorber toda la actividad de la familia labradora, resultaron incapaces de sostenerla satisfactoriamente, una vez pagadas las rentas."

Concluye este autor que "por eso la difusión del maíz tuvo una trascendencia muy superior a la simple transformación del sistema de cultivo, aún siendo ésta muy importante. Como apuntábamos al principio cambió muchos aspectos de la vida rural. La densa ocupación del suelo que hoy presenta todavía Asturias se debe en buena parte a las repercusiones de este cultivo intensivo que promovió el cereal americano."

La enfermedad del maíz (pellagra)

Desafortunadamente la pelagra acabó la bonanza. "Pelagra", palabra de origen italiano ("pelle agra" - piel áspera-) es una enfermedad provocada por una dieta con consumo excesivo de harinas de maíz que provoca una deficiencia de vitaminas.La enfermedad está causada por ausencia de niacina. La relación entre la enfermedad y el consumo de maíz sin tratar se debe al médico Gaspar Casal Julián (con calle dedicada en la ciudad) (1735), que la denominó como "mal de la rosa". La enfermedad, que era poco habitual en las regiones americanas, era causada por un inapropiado tratamiento del maíz, ya que los mayas y aztecas dejaban en remojo al maíz en agua de cal para hacerlo comestible. Este procedimiento liberaba a la niacina facilitando la digestión correcta del resto de nutrientes presentes en el maíz.

En la obra se describen las enfermedades más frecuentes que observó en la región: la sarna, el asma, la lepra y el "mal de la rosa". Esta última enfermedad recibió varios nombres: "lepra asturiensis", escorbuto alpino, mal de hígado, mal de monte, mal de miseria o dermotraga y, posteriormente, fue denominada en Italia como "pelagra".

Su descripción del mal de la rosa es el motivo de su fama a día de hoy, considerándose como el primer epidemiólogo español gracias a la observación, análisis y descripción de la enfermedad, llegando a relacionarla con una alimentación deficitaria con una dieta excesivamente dependiente del consumo de maíz.

Las personas que sufren pelagra parecen poco nutridas. A menudo se sienten débiles y tienen poco peso. Los síntomas básicos son dermatitis (lesiones en zonas de la piel expuestas al sol), diarrea y demencia (irritabilidad, pérdida de memoria, ansiedad y sueño llevan a este transtorno mental). Si la enfermedad no se trata, puede causar la muerte.

El medico español Doctor G. Casal (Gerona 1680, Madrid 1759), se trasladó en 1717 a Asturias, primero como médico municipal y posteriormente como médico del Cabildo de la Catedral. En Oviedo cultivó la amistad de Benito Jerónimo Feijoo, quien se hallaba en su periodo de mayor prestigio. Sus observaciones y estudios (publicados en 1762, tres años después de su fallecimiento) y su acreditada fama le llevaron a la Corte, siendo nombrado en 1751 Médico Supernumerario de la Real Cámara de Fernando VI.En su Historia Natural y Médica del Principado de Asturias se recopilan los escritos del Doctor Casal a lo largo de su vida.

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