Post date: 15-dic-2009 15:51:47
Relato escrito por uno de nuestros socios.
Incertidumbre
Recupero poco a poco la cuerda que me separa de mi compañero. Un largo duro sobre una caliza inmejorable ha hecho que me empleara a fondo para llegar hasta arriba, pasos de regletillas y adherencia sobre pequeños agujeros han hecho que llegue resoplando hasta la reunión. Ahora sentado en esa pequeña cornisa que forma la cumbre de la pared mis pies cuelgan en el vació, mi corazón se va calmando mientras la vista se pierde entre las paredes del otro lado del cañón y el horizonte. Comienza a caer la noche y el cielo empieza a jugar tiñéndose de colores ardientes, el día se acaba y desde esa atalaya permanezco absorto contemplando el espectáculo de luces y sombras…
Es en la capacidad que tenemos para elegir donde reside nuestra libertad. Es esa potencia, esa capacidad interior que hace que decidamos una opción sobre las otras, es esa responsabilidad personal de ser dueño y motor de nuestros actos.
Luego esta la lucha contra los policías interiores y exteriores, contra nuestras impotencias, contra las desigualdades que reinan en este mundo y sobretodo contra nuestra falta de imaginación, contra la lobotomía cerebral y el pensamiento único.
Pero en el fondo último ser libre no es más que tener las suficientes agallas como para enfrentarte directamente a ti mismo, comprenderte y elegir aquella opción que elimina el resto, luego esta todo lo que deriva de esta responsabilidad, desde el dolor a la alegría, desde la cárcel a las paredes salvajes, desde una vida sin complicaciones a la incomodidad de lo contracorriente. Pero en el fondo es en ese momento íntimo y personal donde reside el primero y quizás más poderoso momento de la libertad humana.
Luego esta la desgarradora crueldad de que aquello que eliges elimina el resto de opciones, es esa sensación de impotencia que corre por nuestras vísceras cuando ves las infinitas posibilidades que se pierden en las opciones que quedaron a un lado. No podemos realizar todas las opciones a la vez y es en ese momento de frustración de ver lo que se te escapa donde el carácter finito y limitado de nuestra vida se muestra en toda su crueldad. Pierde el que elige el pollo probar el sabor del cuscus, pierde el que curra todo los días el placer del robo armado, pierde el que vive en el campo el gusto de la ciudad, pierde la cigarra la seguridad de la hormiga y la hormiga el hedonismo de la cigarra.
Luego esta la morfina que cada uno se inyecta para sobrellevar la finitud que se nos despierta en ese acto de la libertad humana. En este sentido mi mayor envidia va contra la mejor morfina que se ha inventado nunca, la religión. Me fascinaría un chute de esa morfina, me encantaría saborear ese éxtasis psicofármaco que es creer en una vida mas allá de esta, redentora de los sinsabores de la limitación de lo humano, un paraíso eterno para realizar esas infinitas opciones que quedaron en la trastienda.
Hay otras morfinas, la heroína por ejemplo, el no pensar mucho o nada, el dedicarse al fanatismo de una opción para olvidarse de la realidad del resto (desde la escalada a la compra compulsiva de todo tipo de cachivaches, desde la lectura a las noches de fiesta), también está el dejarse llevar por la corriente del resto e incluso el culpar de todo al Dios Estado. Hay muchas morfinas en el mercado, ya que el dolor de ser libre ni es agradable ni esta de moda.
En ocasiones después de enfrentarse con uno mismo, valorar la elección y actuar en consonancia, puede pasar que nos equivoquemos. No digo que la cosa acabe mal y te arrepientas de la decisión pasada, sino que los fantasmas a veces se esconden en la realidad tangible, deformándola y haciendo que unas cosas parezcan otras. Hay fantasmas de muchos tipos, están los que la sociedad crea para que todo siga el mismo camino, esta la ceguera parcial o total, están los fantasmas que nuestra imaginación proyecta fuera y dentro de cada uno, pero sobretodo está el miedo con mayúsculas. No hay mayor enemigo para la libertad humana que el miedo, ni siquiera todas las cárceles del mundo son tan peligrosas para la humanidad como es el miedo. Este se nos cuela debajo de la piel y desgarra al intentar arrancarlo, por culpa del miedo perdió la libertad en mil batallas humanas. Desde el miedito pequeño que es como una vergüenza de no querer molestar, al miedo grande que silencia las mentes, todos ellos no tiene otra función que aniquilar la libertad humana. Quizás el acto de más coraje para una persona sea el enfrentarse sin la más mínima piedad al miedo que existe en su interior.
…De repente el chute que me mantenía colocado se evaporo, los pies dejaron de jugar en el vació y la escalada dejo de producirme esa sensación psicofármaca que me embriagaba. Frente a mi danzaron las infinitas cosas que se me escapaban. Una tras otra se mostraban ante mi mirada atónita la cantidad de vidas que se me estaban escapando, desde el lugar en el que vivir a como vivirlo todo se me mostraba dolorosamente confuso. Un escalofrió me recorrió por todo el cuerpo e hizo que me refugiara un poco mas en la pared que tenia a mis espaldas. Permanecí por un momento paralizado, al momento un grito de mi compañero pidiendo que recuperara cuerda me espabilo, mi mente comenzó a intentar analizar que me estaba ocurriendo. La seguridad de una vida pensada y dibujada comenzó a tambalearse. La terrible duda de pensar en lo que perdemos cuando elegimos me asustaba. Me estaría equivocando o seria el miedo el que no me dejaba tomar las elecciones que realmente deseaba. El frió aire que bajaba de la montaña nevada me azotaba la cara, pero era como si no afectara en la batalla que había en mi interior. “La libertad reside en ese acto personal de elegir entre varias opciones”, se repetía esta idea en mi confusa cabeza. ¿Mover ficha o mirar la partida desde fuera?. Un dolor me recorría el cuerpo de punta a punta, un dolor de impotencia por no poder disfrutar a la vez de todas las maravillas que se me cruzaban en el camino o realmente el dolor provenía del miedo a no atreverme a elegirlas aunque por ello eliminara a otras mas seguras. Necesitaba con urgencia un poco de morfina, pero la luz se ocultaba detrás de Monachil y ya no había tiempo para otro largo de escalada.
De repente mi compañero asomo su cabeza por debajo de mis pies y la oleada de imágenes que tenia frente a mis ojos se esfumaron tan rápido como habían venido, comenzamos como siempre a comentar la escalada y pensar en futuros proyectos, bajamos andando hasta el pie de la pared interrumpiéndonos al hablar, mirando la pared y buscando otras líneas que en un futuro cercano acariciaríamos con nuestras manos manchadas de magnesio.
Aunque la duda ya se había alojado en un rincón de mi cabeza.
Vida valiente y loca.
Fendetestas