La ayuda humanitaria desde del Palacio Real. Gestiones diplomáticas

Uno de los aspectos menos conocidos de la neutralidad española en la Gran Guerra es la generosa obra humanitaria que se llevó a cabo desde el Palacio Real a instancias del rey Alfonso XIII. En un esfuerzo sin precedentes en España, equipos de médicos, militares y diplomáticos llevaron a cabo una admirable labor de apoyo a los cautivos de guerra en territorio dominado por los Imperios Centrales y de control sobre las autoridades carcelarias para aliviar la dura situación de los prisioneros. El gran interés de Alfonso XIII por el conflicto mundial encontró una forma de expresión pacífica que aportaría a la monarquía una enorme popularidad internacional.

La neutralidad española obligó también al cuerpo diplomático acreditado en Berlín, Bruselas, Berna y Viena, a asumir obligaciones de representación de beligerantes, de mediación con los gobiernos para obtener garantías sobre los presos de guerra, de participación en comités de socorro y de ayuda material, que beneficiaría a los perjudicados por la guerra. Desde la oficina de palacio, y a través de nuestros representantes diplomáticos, se dirigía la actividad de los delegados (21 para las siete regiones en que se dividió el territorio alemán), principalmente médicos y militares, encargados de visitar campos de internamiento, prisiones militares, hospitales y otras instalaciones, para interesarse por belgas, franceses o rusos, cuya protección asumía España.

Don Rodrigo Saavedra y Vinent, marqués de Villalobar (1866-1926) fue una de las figuras diplomáticas más extraordinarias del periodo alfonsino. Actuó como uno de los mejores representantes de esa España humanitaria del Rey y desde el primer momento de la guerra, se convirtió en el “Ministro protector de los belgas” salvando a numerosas personas de ser fusiladas o del cautiverio en una labor erizada de dificultades.  El gran mérito del embajador Villalobar fue superar una grave incapacidad física y con una gran fuerza de voluntad, llegar a representar a España como embajador. Esa sobrehumana superación personal unida a su fuerte sentimiento monárquico y humanitario fueron las constantes de su vida.

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