El impacto de la guerra en España

La neutralidad no significó que España permaneciera al margen del conflicto, pues las rupturas políticas, ideológicas y sociales que alimentaron la Guerra también se manifestaron aquí. Para la derecha política y social las potencias centrales encarnaban la defensa del orden y la autoridad, mientras que para las izquierdas, los aliados simbolizaban la libertad y el progreso. Con la Gran Guerra volvía la vieja oposición modernidad/antimodernidad que el desarrollo nacionalizador del Estado de Derecho no había resuelto.

La guerra resultó enormemente beneficiosa para los grandes industriales y propietarios agrícolas, para los comerciantes y para la gran banca. Sin embargo, para las clases medias y bajas resultó menos propicia. La fuerte espiral inflacionista desatada les hizo perder poder adquisitivo, lo que siguió alimentando una conflictividad social creciente, y una progresiva radicalización de las demandas sindicales, cada vez más orientadas hacia la consecución de ese mito revolucionario que en 1917 había triunfado en Rusia. Además, el alza de precios de los productos agrícolas de primera necesidad, agudizó la percepción de inseguridad de campesinos y jornaleros, y la idea de que solamente a través de un cambio radical de sistema era posible resolver la situación de desigualdad básica que caracterizaba, desde su punto de vista, la sociedad española.

La guerra alimentó también las demandas de orden de los militares. Las crecientes protestas corporativas se combinaron con un renovado convencimiento de su papel de actores políticos en busca de un marco “de orden” que fuera capaz de poner fin a la unidad territorial de España que, a su juicio, representaban los nacionalismos periféricos, especialmente el catalán.

En definitiva, la Guerra tuvo un poderoso impacto en la sociedad española. Alimentó las diferencias sociales y los antagonismos de clase. Estimuló la utopía revolucionaria en los partidos políticos de izquierda y sindicatos de clase. Afianzó el desarrollo de un capitalismo dependiente del Estado, y, finalmente, alentó un deseo regeneracionista que unos interpretaron como búsqueda de la democracia, y otros, como recurso al cirujano de hierro que extirpara “los males de la Patria”. La Dictadura era ya visible en el horizonte político español.

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