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utger von Blume, conocido como Roger de Flor (Brindisi ,Italia - 1266, Adrianópolis ,Imperio Bizantino - 1305). Existen diferentes hipótesis sobre la fecha y lugar de nacimiento de este paladín mediterráneo, elucubrándose lo suficiente como para sostener encendidos debates a cargo de sus numerosos exégetas. Su llegada al mundo pudo acontecer en Cataluña hacia 1262, aunque lo más probable es que naciera en la localidad italiana de Brindisi en torno al año 1266. Esto último se deduce por el origen de sus progenitores. Su padre, Ricardo Blume —apellido cuya traducción sería Flor—, era halconero real del emperador alemán Federico II, mientras que su madre era hija de un rico comerciante de Brindisi. El infortunio quiso que Ricardo muriera combatiendo a favor de Conradino en su lucha contra la casa de Anjou, cuando el pequeño Roger sólo contaba un año de edad, lo que le restó casi todas las posibilidades de ascenso social. Sin embargo, siendo adolescente tuvo un golpe de suerte y pasó a engrosar la lista de servidores de Vasall, un sargento mayor del Temple. Esta circunstancia le abrió las puertas de la carismática sociedad integrada por monjes guerreros. Al poco, se desveló su innata capacidad marinera, ganándose la confianza de la orden religiosa y asumiendo la dirección de la flota de galeras templarias que surcaban el Mediterráneo. Su nave favorita y capitana de la escuadra llevaba por nombre El Halcón, con lo que se recordaba el oficio de un padre al que no conoció. En 1291 participó en la última cruzada librada en Tierra Santa, asumiendo la difícil misión de rescatar a miles de cristianos que se encontraban asediados por los musulmanes en la ciudad de San Juan de Acre (Palestina). La empresa culminó con éxito, y no sólo se consiguió rescatar a los angustiados cruzados, sino también sus ricas pertenencias, que fueron a parar a las arcas del Temple. Empero, una vez solventado el trance, numerosos testimonios le acusaron de haberse apropiado indebidamente de cuanto botín estimó oportuno. Este supuesto delito, nunca demostrado, terminó con la peripecia templaria de Roger de Flor convirtiéndole en poco menos que un proscrito errante por las latitudes mediterráneas. Durante años ofreció sus servicios militares a diferentes cortes europeas, combatió con unos y otros, hasta que, finalmente, estrechó lazos con la corona de Aragón, lugar en el que se hizo con prestigio y dinero suficientes para poseer 50 caballerías y otros tantos escuderos almogávares. Aprovechando su experiencia militar, se hizo mercenario, entrando al servicio del rey Fadrique II de Sicilia (hijo de Pedro III el Grande de Aragón), que le nombró vicealmirante de su flota alcanzando notables victorias frente a los ejércitos de su oponente el rey Carlos II de Nápoles. Fadrique le puso al mando de las compañías de almogávares, mercenarios catalanoaragoneses que habían sido empleados por la Corona de Aragón en la conquista de Valencia y Mallorca y que habían servido para que la Corona de Aragón consolidase su dominio de Sicilia frente a las pretensiones de la casa de Anjou, participando en la defensa de Mesina en 1302. Los almogávares eran los soldados más bravos y temibles de su época. Eran tropas ligeras, normalmente de infantería, armados con lo justo pero que se movían con sorprendente agilidad en cualquier campo de batalla. Se agrupaban en compañías no muy numerosas, lideradas por un caudillo que las sometía a una disciplina férrea. O vencían o morían: no había término medio. Se les iba la vida en ello, y no sólo porque no daban cuartel en el combate, sino porque carecían de impedimenta: vivían de lo que saqueaban al vencido tras haberle aniquilado. Así de sencillo. Provenían de las serranías ibéricas y de los valles del Pirineo, donde eran reclutados muy jóvenes, casi niños. La vida que llevaban era durísima: sometidos a mil privaciones, dormían al raso y comían un día sí y tres no. Vivían por y para la guerra. No llevaban armadura, ni casco, ni siquiera la socorrida cota de malla, tan en boga en aquellos tiempos. Su equipo se limitaba a una lanza colgada al hombro, unos dardos o azconas, que lanzaban con tanta fuerza que eran capaces de atravesar los escudos del adversario, y un afilado chuzo, su arma más mortífera. Antes de entrar en combate golpeaban con fuerza el chuzo contra las piedras, hasta que saltaban chispas; entonces, cuando el sonido era ya ensordecedor, gritaban al unísono: "Desperta, ferro!", seguido de los más tradicionales "Aragó, Aragó!" o "Sant Jordi!", y se lanzaban sobre el enemigo como auténticos diablos.
Tras la paz de Caltabellota (1302) entre Carlos II de Anjou y Fadrique, Roger se pone al servicio del emperador bizantino Andrónico II Paleólogo, para ayudarle contra el peligro turco (1303), al mando de una expedición de 4000 almogávares y 39 naves enviada por Fadrique (la Gran Compañía Catalana). En 1304 la situación para el imperio bizantino era sumamente delicada. Su cabeza visible, Andrónico II, se encontraba más que amenazado por el empuje de la sublime puerta otomana. En consecuencia, no dudó en solicitar ayuda a Occidente y su petición encontró eco en la corona de Aragón, desde donde se empezó a preparar una expedición de auxilio. En ese tiempo, el principal ariete de los ejércitos catalano-aragoneses lo constituía la audaz compañía de almogávares, y sería Roger de Flor, este mercenario idealista, convertido ahora en comandante de aquellos guerreros, el encargado de acometer una tarea tan exigente como incierta. Al mando de los almogávares, aniquila a los genoveses de Constantinopla, cosa que agradece el emperador, harto de su tutela, pasa a Anatolia y toma las ciudades de Filadelfia, Magnesia y Éfeso, rechazando a los turcos hasta Cilicia y el Tauro (1304). También durante la primavera de 1304 tiene lugar una batalla entre los almogávares e invasores escitas procedentes del norte del mar Negro (alanos), que son derrotados. En recompensa por los servicios al imperio, Andrónico le concede el título de megaduque (comandante de la flota) y la mano de María, su sobrina e hija del zar de Bulgaria. El nombre de Roger de Flor fue elevado al universo de los héroes y el propio Andrónico le otorgó el título de megaduque para más tarde proclamarle César de Oriente. Sin embargo, la situación de los almogávares en el imperio no es cómoda. Por una parte, al parecer cometieron excesos con la población griega local. Por otra, parece que la ambición de Roger de Flor es grande y pretende erigirse en soberano de los territorios conquistados, y los recelos anidaron en el alma del gobernante bizantino, el cual comenzó a temer por su trono y aún por su vida a manos del influyente jefe almogávar. Finalmente, su creciente ambición e influencia despiertan la hostilidad de Miguel IX, hijo de Andrónico II y asociado al gobierno del imperio. El 5 de abril de 1305 el emperador organizó una trampa en la que cayeron Roger de Flor y 130 de sus oficiales, siendo asesinados a traición por aquellos a los que con tanto acierto habían socorrido. La reacción de los catalano-aragoneses supervivientes bajo el mando de Berenguer de Entenza no se hizo esperar, contraatacaron y arrasaron despiadadamente los territorios griegos en Tracia y Macedonia, en lo que se llamó "venganza catalana". El resultado fue la creación de los ducados de Atenas y Neopatria, lugares independientes de Bizancio en los que perduraron tres generaciones de almogávares que mantuvieron la impronta catalana y aragonesa en forma de sistema de gobierno e idioma. En ese tiempo, las gestas de su indomable general fueron ensalzadas para que su épica atravesara los siglos gracias a la crónica de Ramón Muntaner. Su figura, enseguida convertida en mítica, fue el principal modelo de Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell.