Noche de las Estrellas 2015 (Enciso)
Fecha de publicación: May 20, 2015 6:44:10 PM
16 de mayo de 2015. Margarita Cámara.
La tarde del sábado 16 de mayo de 2015 se presentaba despejada, aunque las previsiones no eran buenas. Era el segundo intento en Enciso, después de dos años.
Desde las 5 de la tarde que fuimos llegando los primeros, hasta las 9, que subimos en grupo al lugar elegido para la observación, estuvimos ocupando el tiempo en varios menesteres. Los primeros en llegar, vimos las antiguas ruinas del castillo y la muralla, haciendo un breve descanso en la plaza del Ayuntamiento, a las 6 en punto de la tarde. Tras el sonido de la campana, aparece en el reloj consistorial un carrusel en el que se ha incorporado un dinosaurio, para el deleite de vecinos y visitantes.
A las 7 ya habíamos llegado Javier, Joaquín, Eladio y Marga. No pudimos esperar para ver cómo estaba el lugar. El camino estaba bastante bien, no así el cielo, que cada vez iba cubriéndose con más nubes. La impaciencia tomaba protagonismo. Hicimos algunas fotos y vimos algunas icnitas de dinosaurio, mientras el Sol aun brillaba. Volvimos a la casa rural, a esperar a Víctor y a Peter, para subir todos juntos. La cosa no pintaba bien, pero no perdíamos la esperanza. Llevábamos anotados los objetivos a cazar con nuestros telescopios y nuestras cámaras de fotos: M3, M51 (El Remolino), M104 (El Sombrero), M64 (Black eye), M13, M84 y 86 de Virgo, el trío de Leo (M65, M66 y NGC 3628), NGC 4725 (Coma Berenice), un cúmulo abierto en Cáncer y por supuesto Saturno, Júpiter y Venus.
Ya con nuestros respectivos acompañantes, nos dirigimos de nuevo hacia lo alto del lugar, como si de una romería se tratara. Algunos nos dimos más prisa en sacar los bocadillos que los telescopios. Estábamos seguros de que nos iban a aprovechar más los primeros que los segundos, aunque tuviéramos más hambre de cazar los objetos previstos, que de llenar nuestros estómagos. Eladio trajo merienda para alimentar a un regimiento y Javier nos trajo pastas, y moscatel para regar, y calentar de paso, nuestro gaznate.
El desfavorable augurio se cumplió y el cielo fue cubriéndose, acabando con nuestras ilusiones de llevarnos un bonito recuerdo. Sólo pudimos conseguir algunas fotografías del grupo allí congregado, alguna de Venus en fase menguante y de Júpiter con sus satélites galileanos.
Quien más disfrutó fue el más joven del grupo, con sólo 10 años, que además de pasar un buen rato olvidado de maquinitas electrónicas, se fusionó con la naturaleza y el ambiente astronómico que lo rodeaba. Tenía el mejor telescopio del mundo en sus manos, unos prismáticos amarrados a un trípode, donde él veía de todo a través de un pequeño hueco entre las nubes y que para él era una ventana abierta al universo.
Al día siguiente, el cielo volvía a estar despejado, hecho que aprovechamos para echar una miradita al Sol con el telescopio de Peter. Fue lo mejor del fin de semana astronómico. Las condiciones del seeing atmosférico perfectas y la temperatura ideal. Después de la desilusión de la noche anterior, todo nos parecía excelente. Aunque no nos olvidamos de quienes hubieran querido estar acompañándonos y por diversas cuestiones, no pudieron hacerlo.