Antía Mª López Gómez es doctora en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid y profesora titular de Comunicación Audiovisual y Publicidade de la Facultade de Ciencias da Comunicación de la Universidade de Santiago de Compostela. Es la autora de varios libros, entre ellos, Políticas de comunicación e identidad cultural: estrategias gubernamentales sobre la comunicación social o La dimensión de lo axiológico en el discurso del spot publicitario. La experta centra sus investigaciones en la teoría y análisis textual y el estudio de las políticas audiovisuales europeas.
La profesora López reflexiona aquí sobre las noticias falsas desde sus orígenes, sus motivos y su forma de funcionar, hasta su presente. Pero también analiza las estrategias utilizadas, su futuro y su gran repercusión en la sociedad a través de ejemplos como anécdotas e historias, para saber claramente lo que pasó en el pasado, y anticiparse a lo que pueda pasar en el futuro.
—¿Cómo por qué se originaron los bulos, también llamados fake news, en los medios de comunicación?
—Esa es una pregunta de difícil respuesta. Está datado el inicio de la primera “fake news” en torno a 1835, en The Sun. La razón es casi anecdótica. La resumo rápidamente y, así, podemos extender esa razón a otros contextos mediáticos. En 1835, en The Sun, que es un periódico neoyorquino muy modesto, que contrata a un informador nobel, Richard Locke, que es un descendiente de un filósofo llamado John Locke. Richard es un británico que llega a Estados Unidos con el afán de hacer fortuna desde el punto de vista profesional. Él ha estudiado en Cambridge, es decir, que es una persona ilustrada, con un bagaje académico muy interesante, y se encuentra con un periódico, que es el que le contrató, muy modesto, The Sun, que pertenece a lo que se llama la “penny press”, que son periódicos de precio modesto que aspiran a un público también modesto, diríase de escasas entendederas. Es el caldo de cultivo idóneo para que se cree ese primer bulo, que probablemente no es el primer bulo de la historia, pero que actúa a todos los efectos como la primera “fake news".
En fin, el encargo de Richard es impulsar al periódico, es decir, captar más lectores y situarlo en una posición de cierto éxito. Entonces, se fija en una información que publica una revista científica británica con cierto recorrido y solera, la “Edinburgh Journal of Science”. Hay un científico, Herschel, que en tono distendido se permite hacer una broma, y dice que ha observado, con unas herramientas, que él mismo ha diseñado, que hay vida en la luna. Esta supuesta vida en la luna está protagonizada por unos seres muy estrafalarios. Se permite este comentario simpático en el marco de un estudio serio. El periodista se fija en este detalle anecdótico, intrascendente, cómico, que relata que hay vida en la luna y cómo un científico británico detalla esa vida lunar. La repercusión de esta noticia absolutamente estrafalaria, porque realmente es eso, es tal, que todos los periódicos neoyorquinos se hacen eco de este hecho y acaba siendo una “fake news” con un grado de éxito, “a priori”, inaceptable en un contexto de comunicaciones más serias y rigurosas. Y esas publicaciones acaban hincando la rodilla ante esta noticia tan imposible de creer, como los adolescentes pueden entender. ¿Y esto por qué? Pues por la necesidad de poner a un periódico en un lugar en el que no está. Finalmente, fue así, pero fue una razón anecdótica, es una razón que vale para ese periódico. Luego el universo de las “fake news”, de las causas, de los objetivos es muy variopinto.
—Usted es profesora titular en la Facultad de Comunicación Audiovisual de la USC y enseña la historia de la comunicación audiovisual. ¿De qué modo cree que tienen importancia las noticias falsas en la actualidad comparándolas con épocas anteriores?
—Nosotros consideramos que las “fake news" son hechos sistémicos. ¿Sabéis de qué hablo cuando digo eso? Pues que no son epifenómenos, no son cuestiones que puntualmente aparecen. Los medios de comunicación más convencionales, más institucionalizados, no las criminalizan, sino que se hacen eco en primera instancia de su existencia. Por tanto, si damos cabida a una “fake news" por sistema en un marco mediático asentado, más o menos civilizado y más o menos fiable, significa que esos son hechos sistémicos en este momento.
Teniendo en cuenta que la envergadura de una “fake news”, desde la aparición de internet y la digitalización de los medios, es una cuestión absolutamente inigualable, impensable, y que marca un antes y un después en lo que es la proliferación de las falsedades, noticiosas pero finalmente falsedades, pues evidentemente tienen un protagonismo rotundísimo.
Y os pongo un ejemplo: ¿Sabéis cuándo se recoge por primera vez en un diccionario esta locución, “fake news”? En el 2017, en el Collins, se da cabida a este término, a esta expresión. Y se hace debido al éxito del marketing en el ámbito político de la campaña de las presidenciales estadounidenses, en 2016 : esa campaña enfrenta a Hillary Clinton y a Donald Trump, y ya sabéis finalmente quién ganó esas elecciones. Se considera que el papel de los “bots” es la generación y difusión de noticias falsas sobre el candidato que en este caso hizo un usufructo claro de las “fake news”, como fue Trump. Esto pone en el candelero la importancia de las “fake news" incluso para ganar unas presidenciales.
Hay un estudio del MIT, precisamente, que publican en “Science”, que dice que el 30% de la información engañosa que se utilizó para cubrir la campaña de Donald Trump lo generaron bots, y eran falsedades creadas por máquinas. Y el 70% de la información falsa que circulaba se retuiteaba; es decir, que los potenciales votantes daban más crédito, a la hora de pasarse noticias, a las “fake” que a las noticias más serias y probadas sobre el candidato.
Por tanto, por supuesto que es una cuestión absolutamente relevante en la historia de la comunicación, no es un elemento residual, no es un elemento marginal, es un elemento que protagoniza el sistema de medios en este momento. Con todo, es una cuestión ruidosa para los medios convencionales y al mismo tiempo se hacen eco de ellas.
—Usted también enseña “Teoría y análisis de la televisión y de lo audiovisual”. ¿Cuáles son las estrategias más comunes para difundir los bulos en estos medios?
—Más que aislar estrategias, lo que hacemos es aislar tipologías de “fake news". Esas tipologías se recogen por asociaciones de carácter profesional, académico, semiprofesional, semi académico, que nos dan las grandes etiquetas. Esto no significa que se agoten todas las tipologías de “fake news" en el paraguas de esas etiquetas, pero dan una idea muy aproximada de lo que es una “fake news", cómo funciona, y qué objetivos tiene. Entonces, si a eso le denominamos estrategia, pues serían las estrategias.
Os pongo algunos ejemplos: “First draft” es una asociación estadounidense que marca el patrón más utilizado a la hora de clasificar esas “fake news" que tienen detrás estrategias. Es decir, que se fabrican según unos patrones y con unos objetivos. Os pongo un par de ejemplos rápidos: las más inofensivas son las parodias. Las parodias son inofensivas porque realmente no denigran a nadie: no tienen una finalidad estratégica del tipo “vamos a crear confusión social”, o “vamos a conculcar el derecho a la buena imagen de una persona”, esas cuestiones que son tan serias. De una parodia se puede hacer eco, por ejemplo, la BBC. En 2020, la BBC, en el día de los santos inocentes, saca la siguiente noticia:
“En Ticino (que es una zona en el sur de Suiza) se cultivan espaguetis”. Y entonces vemos un video, emitido por la cadena, en el que hay unos espaguetis que salen del suelo. Evidentemente es una cuestión descabellada, es una broma, es una “fake", pero, como responde a esa estrategia de la parodia, del guiño al espectador, se admite.
Pero hay un tipo de “fake news" más complicado, con una estrategia distinta, que es el “contenido manipulado”. Son traducciones del inglés muy imprecisas que si a lo mejor las inventásemos en castellano, les pondríamos otra denominación, por esa redundancia de contenido manipulado para hablar de “fake news”. Os pongo un ejemplo. Todos conocéis la fotografía de la Reina Letizia que se ha publicado recientemente en redes con Jaime del Burgo, donde ella está con una pashmina, en una situación que se dice comprometida. Y se ha demostrado que es una intervención que se ha hecho con inteligencia artificial para desfigurar un rostro de otra persona ajena a este personaje público con una trascendencia institucional en España. ¿Cuál es la finalidad? Pues desprestigiar a una figura pública, crear confusión, denigrar… Entonces las estrategias cambian en función de los objetivos.
—¿Por qué cree usted que las fake news han cambiado mucho desde que aparecieron hasta la actualidad en cuanto a motivos y objetivos?
—Pues sí, han variado muchísimo. Primero, por la celeridad de Internet, la red de redes, con lo que ello implica: las redes sociales, los blogs, los foros. Esto hace que la metamorfosis, la variedad, la circulación sea absolutamente impensable a la luz de lo que conocíamos desde 1835: no hay parangón, desde el punto de vista de las infraestructuras que dan cabida a esas “fake news”.
Y, en segundo lugar, el sobredimensionamiento de las “fake news”. Y os pongo de nuevo un par de ejemplos, sin retrotraemos a 1835, el inicio. En 1938, Orson Welles, que seguro que lo conocéis, un cineasta, que antes de hacer cine se dedicaba a muchas cosas, pero entre ellas la interpretación, forma parte de una compañía de teatro, “The Mercury Theatre". Ellos adaptan novelas a guiones radiofónicos y los locutan, son radiodramas. Uno de los radiodramas más famosos que dirige e interpreta Orson Welles es “La guerra de los mundos”, una adaptación de una novela de H. G. Wells homónima. Ellos lanzan este programa: “La guerra de los mundos" emula una invasión alienígena, concretamente en Nueva York, y el público va y se lo cree, y causa estragos en la ciudad en el momento en que este radiodrama se difunde. En este momento nos parece realmente una desmesura, una tontería. ¿Cómo es posible? La finalidad de Orson Welles no era esta, ni mucho menos, y tampoco esto es una “fake news”, pero los periódicos neoyorkinos (estamos en plena depresión) ven menguados los ingresos en concepto de publicidad que les arrebata la radio, que es un medio emergente en los años 30. ¿Qué ocurre? Ellos se hacen eco de este radiodrama dándole una credibilidad mediática, que realmente responde a la idea de que, una vez que se descubra, y que entre en razón la población, se descubra que la radio es un medio falaz, mentiroso, poco creíble, escasamente eficaz, etc. ¿De acuerdo? Eso nos parece en este momento irrisorio, y hay que circunscribirlo a un espacio, a un momento y a unos intereses muy pacatos, muy limitados.
Finalmente, os pongo el ejemplo de una “fake news" en la actualidad. En Marzo de 2022 el bando ruso lanzaba a través de internet unas declaraciones de un supuesto Zelensky llamando a la rendición del ejército ucraniano. La convulsión social, incluso sociopolítica, y diría sociopolítica y mediática , fue grande. De hecho un canal ucraniano, pro Ucrania, llega a emitir este falso llamamiento a la desmovilización del ejército ucraniano. La dimensión, la envergadura de la noticia es totalmente incomparable; es distinta.
—¿Cómo cree que podemos hacer para distinguir los bulos de la información fiable?
—Hay un modo, digamos, oficial de realizar esa distinción porque tenemos en este momento agencias de verificación de datos, de noticias, de información. Se denominan así. Por ejemplo, en España hay una con funcionamiento óptimo, EFE Verifica, que es un servicio gratuito. Uno puede introducir allí una información que “ a priori “nos parezca rara, porque está descontextualizada, porque nos parece muy simple, porque nos parece que está sesgada, que es sospechosa por algún motivo, y en la medida de las posibilidades del buscador, obviamente, nos devuelve una aclaración o una contextualización mejor de la noticia.
O bien hay una forma más a largo plazo, que es la concienciación ciudadana, que implica evidentemente a las instituciones educativas que nos predisponga a sancionar, a prescindir, a mostrar un claro desinterés por todo aquello que suene a golpe de efecto, espectáculo, sensacionalismo o lo que en otra época denominábamos “amarillismo”. Las podemos combatir en dos niveles: a título particular, y ahí las instituciones educativas son muy importantes, y, desde luego, a nivel de información más institucional utilizando los verificadores de noticias.
—¿Qué medidas piensa que se podrían tomar para evitar estas noticias falsas?
—Difícilmente se pueden tomar medidas para evitarlas. Las “fake news”, como os decía inicialmente, son un hecho sistémico, están amparadas y alimentadas por un sistema de producción de información que nada en la abundancia; es decir, la sobreabundancia de información genera a su vez esas alteraciones, utilizando un término médico, son “cancerígenos”. Por tanto, evitarlo es difícil, prevenirlo es difícil. Lo que podemos hacer es, como mucho, combatirlo con una actitud responsable en la búsqueda de información y a ese otro nivel que os decía.
—Un documento de la Fiscalía General del Estado indica que las fake news pueden llegar a integrar diferentes tipos penales. ¿De qué manera son eficaces estas medidas legales?
—La eficacia del poder judicial, de las medidas legales, creo que es incuestionable. En este momento estamos viviendo una situación informativa que tiene una dimensión política, claro está, pero que todos vais a identificar rápidamente. Es el caso de la denuncia por supuesto tráfico de influencias a Begoña Gómez, la actual esposa del presidente del gobierno. Esto puede ser un infundio, puede ser una vaguedad, puede estar fundado, no lo sabemos, pero, en cualquier caso, se basa en una sospecha. Pero realmente ha tenido cabida en el sistema judicial. A partir de ahí se emplaza en este caso en lo que podría ser una “fake news” a todos los efectos, porque ya tiene un recorrido mediático y se le emplaza en una maquinaria de objetivación; es decir, vamos a discernir fuentes, vamos a seguir el recorrido de esas supuestas intervenciones raras, inadecuadas por una razón de nepotismo. ¿Sabéis lo qué es nepotismo? La influencia del poder, o el modo en que el poder decreta o se impone en este caso para influir en algo. Confiamos en que esa maquinaria legal, integrada por reglas, capaz de discernir, verificar y, en definitiva, de regular, sea capaz de arrojarnos luz sobre este hecho. ¿Se ha cometido un delito o no se ha cometido un delito? Es el mismo patrón y lo he puesto como ejemplo porque es ya una “fake news”, porque hay medios que se han alineado con esta persona y hay otros en contra de ella. En principio ambos podrían estar haciéndose cargo de una falsa noticia porque finalmente no haya nada, o para empezar no hay nada, una denuncia simplemente. En España todos nos podemos denunciar a todos. Lo que ocurre es que tenemos que demostrar que tenemos razón. Pero no sé si yéndome a un ejemplo de la actualidad he contestado a lo que me planteabas, aunque, desde luego, la intervención judicial es oportuna cuando la “fake news” incide, incurre en un delito. Por supuesto que sí.
—Según Ana Rubio Jordán, los adolescentes somos “más vulnerables a las informaciones falsas” debido a que nos informamos casi exclusivamente en las redes sociales. ¿De qué forma los adolescentes podemos aprender a contrastar esta información?
—Es igualmente una magnífica pregunta. Hay fuentes o hay sistemas de transmisión de la información inadecuados, por ejemplo, cuando la información se da por las aplicaciones de mensajería. WhatsApp, Telegram y Facebook Messenger son ya, “per se", sistemas de distribución de información inadecuados. Entonces, ¿es probable que por ahí os lleguen informaciones falaces, “fakes”? Muy probablemente. Las fuentes convencionales, me refiero a las fuentes de emisión, los medios convencionales, son siempre mucho más fiables de lo que me llega por WhatsApp y que, probablemente, genera un bot, y lo que publica El País digital, deberíamos quedarnos con lo segundo; es decir, el sistema, o el medio, ya nos pone un poco en frente al carácter veraz o falaz de una información. Y, en cualquier caso, todo lo que suene a efectismo, golpe de efecto, sensacionalismo, noticia espectacular, “a priori” deberíamos de ponerlo en tela de juicio; es decir, centrémonos, revisemos con calma, leamos exactamente de qué me está hablando, aprendamos a localizar sesgos; es decir, una noticia que solamente se centra de modo parcial en una parte, en una zona, en un aspecto más amplio, es probable que sea sospechosa. Cuando se simplifica demasiado, una información es igualmente un rasgo de una “fake news”, como las consignas muy telegráficas. Aquí nada se somete a análisis y, por tanto, es sospechoso igualmente. Os diría que los sesgos, algo muy descontextualizado, esas llamadas clamorosas, como os decía antes, “la reina Leticia” , aquí hay algo sospechoso. ¿Por qué ese interés en colocar a una figura en una situación íntima en algo que nos importa menos? Son indicios de que estamos ante cuestiones raras y sospechosas.
—Los bulos siempre han existido, pero en los últimos años se han difundido mucho más, ya sean en las redes sociales como en otros medios. ¿De qué modo cree que se han popularizado para que se hayan vuelto una constante?
—Se han popularizado, primero, porque la cuestión comunicativa es transversal, prácticamente a todos los niveles de organización social. Desde luego está mediatizada la política, la educación, hasta la medicina. Prácticamente en todos los ámbitos que integran una sociedad encontramos alguna incidencia mediática. Por tanto, son ventanas abiertas a la circulación de todo. Esa, evidentemente, es una razón de lo que me planteas. Y, luego, la digitalización absolutamente de todo nos coloca ante una ventana abierta a falsedades y a cuestiones irrelevantes, pero también a cuestiones obviamente relevantes: facilita la vida la digitalización de un entorno social, pero, al mismo tiempo, complica la introducción de filtros ante cuestiones vejatorias, falsas, denigrantes, confusas o engañosas; es decir, son los pros y las contras de la conectividad permanente en la que vivimos.
—¿Los bulos y la política han ido, lamentablemente, de la mano en demasiadas ocasiones, y más especialmente desde la victoria electoral de Trump en las elecciones de los Estados Unidos del 2016. ¿De qué manera están influyendo en la política las informaciones falsas?
—De un modo absolutamente imperativo, lo planteo a dos niveles. Por una parte, el hecho de que la Unión Europea disponga de un sistema de identificación de información falsa, y esto es una evidencia, un indicio, de que la información falsa acecha a una institución supranacional como la Unión Europea,; es decir, que es susceptible de ser vulnerable a la información falsa. También la OTAN tiene su propio sistema de detección de las “fake news” y esto significa que se ve afectada potencialmente por la difusión a gran escala de información estratégica falsa, y estamos hablando de información que se genera en el ámbito de la alta política, o de sistemas de defensa igualmente supranacionales, como es el caso de la OTAN.
Por otra parte, os pongo igualmente un ejemplo de hasta qué punto en el territorio político se utilizan “fake news” generadas en el ámbito mediático, pero con una transcendencia política clara y, por tanto, hay una fuente de inicio de producción de la información, probablemente política, y con un destino igualmente político que utiliza una parafernalia mediática para esta finalidad de desestabilización política. En este caso, en 2015, en Bangladesh, se produce una crisis humanitaria, algo que es cíclico en una región en el sur de Bangladesh, que tradicionalmente enfrenta a dos comunidades, una budista y otra musulmana. En 2015 estalla de nuevo este conflicto. Se desplazan grandes masas poblacionales y la dimensión humanitaria de esta crisis, un poco secesionista, ocurre porque son comunidades que no toleran la convivencia mutua. Pero, de pronto, empieza a circular a través de internet y en medios institucionales como el Washington Post que ambas colectividades están armadas y se publican unas fotografías. ¿ Qué ocurre? Que es una información falsa, una “fake news”, porque esas comunidades y esas fotografías se toman en 1971, donde hubo realmente una confrontación entre ambos armada, pero en 2015 no sucede. ¿Cuál es la razón de este sobredimensionamiento? Pues, provocar una escalada en el nivel internacional de un conflicto local, que es un conflicto censurable, en el que deben actuar a muchos niveles, que no se debe permitir, que hay que limitar y que hay que neutralizar. Pero la escalada internacional, es una cuestión más compleja. Si intervienen armas, significa que la comunidad internacional, sea la ONU, sea la OTAN, está llamada a que en esa zona de Bangladesh se intervenga. Es decir, el sobredimensionamiento de la noticia por la vía del engaño busca un beneficio ulterior muy complicado. Una vez desatado, pararlo podría ser más complicado, obviamente.
—¿Se podría dar el caso de que por difundir una “fake news” haya alguna condena, de cárcel o de una multa?
—Claro. Los medios de comunicación, si hablamos de un medio de comunicación institucional, tienen un código deontológico y eso está recogido en el código civil y en el código penal. Por tanto, un medio de comunicación tiene una responsabilidad sobre aquello que publica. Otra cosa es que se retracte inmediatamente de una publicación falsa. Es el caso, por ejemplo, de El País que, en 2013, publica una fotografía de Hugo Chávez, que seguramente sabéis quién fue, un líder venezolano, que más tarde falleció. En ese momento estaba enfermo y se publica una noticia y el titular es “La agonía de un líder”. Él aparece intubado en lo que se supone que es un hospital cubano en el que lo están tratando de la enfermedad que sufre. El propio medio se da cuenta “a posteriori” y, porque causa una convulsión importante en la embajada venezolana en Madrid, se avisa al periódico de que ese no es Hugo Chávez. No era él. Era alguien que se parecía enormemente, pero no era él. El País recoge velas inmediatamente y elimina la fotografía que aparecía, ese día en concreto, en la portada. ¿Hay responsabilidad por parte de la editora? Por supuesto, pero no se ha llevado a cabo ninguna denuncia y, por lo tanto, no se ha actuado. Y además se ha retractado, pedido disculpas.
Otra cosa son las “fake news” cuyo origen es desconocido; es decir, el bulo está, pero ¿a quién le atribuimos realmente la pena si no sabemos de dónde parte? Ese es un problema en el caso de las noticias falsas, que circulan sin más.
—¿De qué forma ha habido una evolución de las noticias falsas a lo largo de la historia de la humanidad y qué hay de especial en los bulos actuales?
—Han evolucionado porque la multiplicación de “fake news” es un hecho sin precedentes, porque la celeridad con la que se expanden no tiene precedentes y, finalmente, porque la diversificación de las “fake news” hace cada vez más difícil detectarlas; por ejemplo, la taxonomía es tan absolutamente abrumadora que entramos en un territorio como la deep fake, o deep voice, que son finalmente intervenciones de la inteligencia artificial y de software que nos permiten edición de video y edición de audio que falsean prácticamente todo: los rasgos de la cara, distorsionan la voz y los intercambian. Por tanto, son muy difíciles de detectar ciertas “fake news", sobre todo cuando trabajan con temas de voz y de sonido. De hecho, ¿conocéis al actor Tom Cruise ? Se ha creado recientemente una cuenta en TikTok que se llama “Deep Tom Cruise”, en la que supuestamente lo vemos a él realizando tareas domésticas en su casa: tomando un refresco, hablando con otras celebridades de Hollywood, pero en su casa; supuestamente en su sillón. Esto es una “fake news” realmente, es un actor que emula a Tom Cruise y se le han alterado los rasgos faciales para parecerse a él. No tiene ninguna trascendencia porque normalmente son parodias que permite, en este caso al actor, pero identificar en pleno TikTok en una cuenta que sa llama de este modo, la persona que tiene la cara de Tom Cruise como otra cosa, como una persona distinta, realmente es muy complicado. Ha tenido catorce millones de likes en un período escasamente de doce meses y tres millones de seguidores, una audiencia acumulada que es una barbaridad .
—¿De qué forma falta verificación de la información que recibimos y de qué modo piensa que esto cambiará en el futuro?
—Las agencias de noticias ya son un hecho. Os decía que en España una de las que tienen más recorrido, más solera, por supuesto, es EFE Verifica. Por tanto, ya hay ese tipo de rutinas de verificación. Otra es Newtral, que la ha fundado la periodista Ana Pastor. Hay varias en España, que ya actúan permanentemente.
Hace poco, han publicado precisamente el desmentido de una noticia, ya que nos acercamos a la campaña del Parlamento Europeo, un desmentido precisamente de Efe Verifica de una acusación al marido de Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea. Se ha dicho que su marido dirige una empresa del grupo Pfizer, que tiene negocios con la Unión, que se le han comprado las vacunas para combatir el COVID-19 , y Efe Verifica ha comprobado la noticia y, efectivamente, él trabaja en una empresa que está dentro del grupo Pfizer, pero no dirige, no tiene un cargo directivo. Por tanto, no hay un tráfico de influencias, que es lo que solapadamente se planteaba. Las agencias de verificación son baluartes de la veracidad informativa de los cuales hay que echar mano. Tenéis en Google un verificador de noticias; hay en Facebook verificadores de noticias. Una de las más sonadas ha sido una declaración de Santiago Abascal, que pone en su Facebook : "El grupo socialista aplaude a los emisarios de ETA”. Una burrada de esa envergadura Facebook la ha tachado con un filtro de información falsa y ha corregido. Es una fotografía en el hemiciclo de la bancada socialista y están aplaudiendo a lo que sea, pero no tiene nada que ver con lo que ha publicado Santiago Abascal. Entonces, la verificación ya es un hecho consustancial a este tipo de sistema sobre medios o de redes en las que se publica información: se autoverifica la información. Entonces, que sepáis que eso está al alcance de todos en el caso de Google, pero también en cualquier otro ámbito que no sea de Google.
—Con la Inteligencia Artificial las posibilidades de crear “fake news” se multiplican. ¿Cómo cree que irán evolucionando las noticias falsas de aquí en adelante?
—Esa es una pregunta de difícil respuesta porque nos permitiría adelantarnos a todo ese metamorfoseado de las “fakes” que hemos percibido con el tiempo, ya que de aquí en adelante, realmente, no sabemos qué derroteros tomará. En cualquier caso, sí tenemos elementos preventivos en este momento, que son las verificaciones y, finalmente, hacernos con un criterio decodificador; es decir, que el analfabetismo mediático nos hará terriblemente débiles y, sin embargo, la disposición de los criterios que nos otorgue la buena formación, la sólida formación, siempre nos hará menos vulnerables.