Xabier Vázquez Pumariño (Lugo, 1969) es biólogo, ornitólogo y consultor ambiental, además de uno de los mayores precursores del turismo ornitológico en Galicia. Empezó a interesarse en este tema a los pocos años de edad y llevó su carrera profesional por la rama de la biología ambiental. Empezó estudiando en la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y acabó licenciándose en la Universidad de León en 1992. Al poco tiempo, realizó dos másteres, uno de “Sociedade de Desenvolvemento Comarcal” y otro de Biodiversidad y Conservación del Medio Natural.
Comenzó trabajando en su propia consultoría sobre la vida silvestre durante 9 años y, en 2013, comenzó su gran proyecto llamado “Birding Galicia”, centrado en el turismo ornitológico y del que es presidente hoy en día. Según Vázquez Pumariño, "todas las especies son frecuentes hasta que dejan de serlo y ese es el problema que estamos viendo. Es un problema al cual tenemos que darle la visibilidad que se merece".
—¿Cómo empezó a interesarse por el mundo de la ornitología?
—Antes de interesarme en la ornitología en sí, en lo que me interesé simplemente fue en andar por el campo y allí surgieron las aves. Tenía aproximadamente 12 o 13 años. Hace unos años prácticamente toda la gente que vivía en ciudades tenía un pariente muy cercano que vivía en las aldeas o en el campo. Habitualmente, mis padres visitaban a su familia en una aldea próxima y yo iba por allí. Realmente ya entonces no había niños en las aldeas y yo iba los fines de semana y me dedicaba a andar por el campo y por los bosques para explorar. Y era algo que me interesaba bastante. Ahí descubrí que había animales y uno de los grupos más fáciles de ver y de observar eran las aves. A partir de ahí, aunque me interesaba todo, particularmente me centré en las aves, porque tenías más acceso a ellas. A los 13 años me compré unos prismáticos, muy baratos y malos, que me duraron un montón de años y a partir de ahí ya vi que era algo más serio y orienté mi carrera profesional por ahí.
—Cuando era pequeño, ¿tenía algún ave que le interesara mucho?
—No particularmente. Me interesaban todas en general. En la adolescencia, con 15 o 16 años, también hay que decir que el mercado editorial entonces no era como el de hoy, ya que entras en cualquier web o librería de cualquier ciudad y tienes una cantidad de títulos específicos, en este caso de aves, que es abrumador, y es enorme la información que hay. Cuando yo era un niño, en los 80, no teníamos acceso a adquirir libros en inglés. Además, nuestro nivel de inglés era infinitamente peor que el que puede tener un chaval a día de hoy. Entonces dependías de libros traducidos, y estos eran pocos, malos, y a veces eran caros. Pero cuando pude comenzar a comprar libros, descubrí que había una especie que yo veía habitualmente en el entorno en el que yo me movía y que, en cambio, en los libros ponía que no había. Y por eso me quedó siempre ese “aquí sí hay y me voy a interesar por esa especie para que se sepa”. Esa especie en gallego es la “tartaraña cincenta” y en castellano es el “aguilucho cenizo”, que es una especie ligada a zonas de estepa, a zonas abiertas, a zonas cerealistas, pero en Galicia también había muchísimas.
—¿Cuáles son las claves para identificar aves en peligro de extinción?
—Normalmente, lo que se hace son censos de todas las especies o de grupos de especies. En los últimos años hay más financiación en ese tipo de cuestiones y, habitualmente, hay equipos de personas que van por zonas o por determinados países o territorios y, más o menos, van censando las especies y, al final, lo que hay son estimaciones de la abundancia de las especies. Antiguamente era todo más precario; y me refiero a hace 30 años, cuando no había tanta gente interesada ni financiación. En esa época digamos que se iban “picoteando” conocimientos de un sitio y de otro. Al final, después de repetirlo durante unos años, lo que te permite es tener una secuencia, pero no tienes una foto fija de la población, sino unos fotogramas de una película. Entonces, ves especies que están declinando muchísimo.
A partir de ahí es cuando se determina si están en peligro de extinción o no. Al mismo tiempo, hay una serie de parámetros que marca la, que es la Unión Internacional por la Conservación de la Naturalez (UICN) la que te explica más o menos cuándo se puede considerar que una especie está en peligro de extinción. Es decir, cuando hay declives por encima del 40% en 10 años. Básicamente es así cómo se determinan las especies en peligro de extinción. Y también hay que tener en cuenta que una especie que globalmente puede no estar amenazada sí que puede estarlo localmente. Es decir, por ejemplo, que sea abundante en España no quiere decir que en Galicia no esté en peligro de extinción o, al revés, que una especie sea muy abundante en Europa y, a lo mejor, en España no lo es. Ese tipo de cuestiones hay que tenerlas en cuenta.
—¿Qué le llevó a especializarse en este tema?
—La práctica. Yo decidí estudiar biología porque me gustaban todos los animales, pero me gustaban las aves en especial . Además, cuando llevas muchos años con una cosa adquieres una especie de habilidad; es lo natural, porque simplemente tienes más experiencia. Poco a poco traté de abrirme camino en ese sentido. No quiere decir que no haga otras cosas, ya que trabajo con mamíferos, plantas, ecosistemas, entre muchas otras cosas.
—¿Qué aves cree que están en un mayor peligro de desaparecer en Galicia y por qué?
—En general, podemos hablar de aquellas especies que están ligadas a las zonas agrícolas. Es algo que está pasando en toda Europa y, más o menos, en todo el mundo occidental: en Norteamérica, en Sudamérica, en las zonas que están dedicadas a la agricultura, en Asia e, incluso, en África. Son aquellas aves que están ligadas a medios agrícolas o semiagrícolas, en zonas tradicionales. Por ejemplo, el ave de la que estaba hablando antes,el Aguilucho Cenizo, que tuvo un declive en los últimos 20 o 25 años. Pasó de tener unas 2,000 parejas a tener 200; es decir, el orden de magnitud es inferior. Como esas aves hay muchas otras. Por otra parte, están todas aquellas especies que están en el límite de sus áreas de distribución, en áreas marinas. Por ejemplo el caso del Arao Común es una especie que, a mediados del siglo pasado, era realmente abundante y que había prácticamente en todas las islas de Galicia. Había bastantes individuos, que ahora ya no están. También una especie que era típica de estas zonas marinas era la Gaviota Tridáctila, que ya desapareció hace unos pocos años. Serían más o menos los dos grandes grupos. Un tercer grupo serían aquellas especies que son forestales, pero que son muy exigentes en cuanto al hábitat. Por ejemplo, a las aves forestales les va mejor porque cada vez hay más masas forestales y requieren poca calidad de bosque. Pero aquellas aves que sí requieren mucha cantidad de bosque están desapareciendo. Por ejemplo, el urogallo, que desapareció prácticamente en los años 90, hace más o menos 25 o 30 años. Esos serían más o menos los grandes grupos de especies que tienen problemas de conservación.
—¿De qué manera es este fenómeno reversible y que podemos hacer para evitarlo?
—Siempre que me preguntan por los fenómenos reversibles, o no, hago una reflexión. Podemos estar en una situación mala como algunas especies que también pueden estarlo, y no hay que preguntarse si es reversible o no. Pienso que lo más importante es parar el proceso, porque si no hacemos nada no es que sea reversible o no, sino que cada vez perderemos más especies y más biodiversidad. Se pueden hacer cosas, la naturaleza tiene tiempos generales que cuando se cuida un poquito responde muy bien y la capacidad de recuperación general en las especies es buena. No siempre, pero sí en muchas ocasiones. Entonces, precisamente, hay que detener aquellas prácticas que nos están llevando a la extinción de esas especies. En general, la degradación en las zonas agrícolas y ganaderas cada vez es más intensiva. Esto quiere decir que se utilizan más insecticidas, a base de biocidas en general, que hay más concentraciones parcelarias que llevan a más usos de fertilizantes químicos y manejos muy duros del suelo. En los océanos hay varios sectores. Por una parte, está la sobreexplotación de recursos del mar; por otro lado, hay que controlar la contaminación, que es muy evidente en el caso del mar. Entonces son cosas que se pueden hacer, pero eso implica que vas a tener que afectar a actividades económicas concretas. Si hablamos de la agricultura, vamos a tener que pedir a los agricultores que abandonen algún tipo de práctica y que la cambien por otra. Eso a veces, no se entiende muy bien.
— ¿Cuáles son las claves para conseguir salvar aquellos pájaros que están en peligro de desaparecer, mencionados antes?
— En el caso del Aguilucho Pálido es prioritario seguir cuidando las áreas abiertas que aún hay. Una de las cosas clave que se puede hacer es no plantar pinos y eucaliptos en zonas de matorrales, en zonas de monte bajo. Normalmente son vistas así, popularmente, como áreas que no tienen interés o cuando pretendemos ser despectivos con una zona. No solo en las zonas de matorrales, sino que también en las zonas de prado. Luego, manteniendo los prados con uso tradicional. Es decir, no utilizar maíz en todos los prados y no utilizar cultivos herbáceos intensivos, sino dejarlos de un modo más natural como hace unos años. Este tipo de prácticas beneficiaría a todas esas especies que están ligadas a ecosistemas agrícolas. Para las especies que hay en el mar, reduciendo la sobre pesca y limitando varias artes de pesca. Por ejemplo, hay una especie que aún hay bastante en Galicia, él Cormorán Moñudo, pero es una especie que está globalmente amenazada. Sobre todo, en el sur de Europa está totalmente amenazada por determinadas artes de pesca, ya que los animales quedan enredados en redes que están muy cerca de las colonias; entonces, la mortalidad es altísima. Parando estos tipos determinados de contaminación podríamos revertir la situación.
— ¿Qué efectos tendría en otros animales, o plantas, la desaparición de una de estas aves en peligro?
— Es muy difícil hablar de efectos directamente de la desaparición de una especie concreta. Normalmente son efectos en cadena. Muchas veces lo vemos cuando ocurre y no antes. Entonces, hay especies que son claves para que se mantengan estos ecosistemas. Por ejemplo, los grandes depredadores en los ecosistemas como el oso o el lobo son especies claves para mantener la salud del resto de ecosistemas y hay ejemplos muy claros. Por ejemplo el lobo, que recientemente fue incluido en especies silvestres en protección especial a nivel de toda España. En los sitios donde desaparecen los lobos proliferan más determinados herbívoros y estos pueden transmitir más enfermedades, como el caso de las garrapatas, que tienen efectos negativos sobre la vegetación. Por esto es más difícil de prevenir lo que puede ocurrir. Cuando son depredadores medianos, como en el caso del aguilucho cenizo , al final lo que estás haciendo es degradando determinados ecosistemas en los que va a haber más cantidad de micromamífero. Además, van a estar más tranquilos, y eso puede tener consecuencias, como, por ejemplo, en que haya más garrapatas que pueden transmitir enfermedades graves a las personas. En el caso de los ecosistemas marinos, es complicado de explicar, pero hay equilibrios muy delicados como las aves marinas. Estas consumen grandes cantidades de peces y otros organismos marinos. Luego, hacen las deyecciones en tierra, en las islas y eso tiene un balance a nivel global de fósforo en el mar a un nivel tremendo. Es una proporción muy importante de la fertilización en los océanos de todo el mundo y eso a su vez tiene repercusiones por ejemplo, en las pesquerías a nivel mundial. Entonces, hay que mirar caso por caso. Muchas veces, lo peor es que sabemos lo que ocurre una vez que ocurre y hay muchas cosas que son difíciles de prevenir.
—¿Qué cree que podríamos hacer para concienciar a la gente sobre este tema?
—Llevo intentando hacer cosas desde que tenía tu edad y no me queda claro que todas funcionaran, pero lo más importante es lo que podemos hacer en nuestro entorno inmediato. Esto quiere decir que si tenemos una idea concreta de qué está pasando o sabemos algo que está pasando, tenemos que contarlo a amigos, familiares, en casa, explicarlo. Esto ayuda a ver qué cosas cotidianas podemos intentar cambiar día a día, y eso involucra muchas cosas. Por ejemplo, pensando muy bien en lo que comemos, dónde compramos lo que comemos, dónde viajamos, cómo viajamos, con qué frecuencia, cómo nos vestimos…. Ahora está muy de moda comprar veinte camisetas por temporada de muy mala calidad que acaban en los vertederos. Ese es un consumo de recursos muy grande. Es mejor comprar un par de camisetas, pero que duren mucho. Lo que tenemos que cambiar son esos hábitos y decírselo a las personas de nuestro entorno. Eso es lo que podemos hacer.
—¿Qué están haciendo las autoridades para evitar la desaparición de estas aves?
—Para empezar por la parte legal, en España hay un Ministerio de Medio Ambiente que ahora se llama de Transición Ecológica y tiene competencias muy limitadas. Aprueban la lista española de especies de protección general y dentro de esa lista hay un catálogo español de especies amenazadas. Es ese el marco en el que todas las autoridades tienen que trabajar y por el que se tienen que regir, pero, debido a la peculiar forma de organización del estado, las comunidades autónomas son las que tienen las competencias. Luego, hay comunidades que hacen cosas por la causa y otras que no hacen nada; incluso constantemente hacen políticas que perjudican a las especies amenazadas. Por ejemplo, a nivel de Galicia hay una ley propia y un catálogo específico propio de especies amenazadas. Este catálogo tiene que tener dos cosas: las especies que están directamente amenazadas y que tienen que tener un plan de recuperación y las especies que son vulnerables y tienen que tener un plan de conservación. Estos dos tipos de plan en Galicia no existen. Para prácticamente cualquier especie hay 5 o 6 planes aprobados y esos no se están implementando. Ese es un problema grave. En cambio, se están aplicando políticas en otras áreas que afectan al territorio. Un ejemplo es el aguilucho cenizo. Para salvarlo deberíamos frenar el deterioro de los hábitats abiertos. Sobre todo, el matorral, pero también las zonas cerealistas. Ahora se plantea poner una fábrica en Palas de Rei, que aumentaría aún más la producción de eucaliptos. Entonces son dos cosas contradictorias. Por un lado, tenemos un catálogo de especies con un plan que no ha sido aprobado para su recuperación y, por otro lado, tenemos políticas económicas que están impactando negativamente a esas especies. Entonces, están haciendo pequeñas cosas pero a veces lo más importante no es hacer, sino dejar de hacer lo que no tenemos que hacer
—¿Qué impacto cree que tienen las decisiones o acciones humanas en la extinción de las aves?
—Es absolutamente decisivo. Existen alrededor de 11.500 especies de aves y se estima que unas 200 se han extinguido en los últimos años. A medida que los humanos hemos ido colonizando diferentes áreas del planeta, las especies se han ido extinguiendo. Ya sea por la caza, por la pérdida de hábitats…. Eso se puede ver muy bien en el Océano Pacífico, en todas las islas, porque fue la última zona que los humanos colonizaron en su momento, colonizando islas grandes, como Australia o Nueva Zelanda, pero también pequeñas. A medida que fueron colonizando las especies desaparecieron. Lo mismo ocurrió en Estados Unidos con la paloma migratoria americana, que pasó de tener millones en muy pocos años a extinguirse en menos de un siglo debido a la caza directa. En Europa, vemos al alca gigante. Antes se llamaba pingüino, ya que era parecido a los pingüinos actuales. Se encontraba por todo el Océano Atlántico e incluso entró al Mediterráneo. También se extinguió debido a la caza en el siglo XVII. Entonces, toda la responsabilidad recae en los humanos.
—Antes mencionó que el “Cormorán moñudo” está en peligro de extinción, ¿Cómo crees que podemos evitarlo ?
—Básicamente lo que hay que hacer es proteger sus colonias, y evitar la cría de especies introducidas, como es el visón americano o también los gatos domésticos. Pero también evitar la contaminación del mar y la sobrepesca en el entorno de sus colonias y sobre todo determinadas artes de pesca con redes que son como fantasma. Esto quiere decir que no se ven, que son de nylon muy fino y en ellas los animales quedan enredados constantemente. Entonces, haciendo eso podría ser una serie de buenos actos que podrían cambiar la situación.
—¿En qué sitio de Galicia se extinguen más las aves y por qué?
—No hay un sitio concreto. Todas las zonas agrícolas que al final eran la mayor parte del paisaje gallego son las que tienen una amenaza mayor. Entonces, hay menos aves en la zona atlántica. Donde vivimos nosotros, en Santiago, todo lo que es la franja atlántica que va desde el norte de Portugal y que rodea toda Galicia, entrando por el Cantábrico hasta Asturias. Toda esa zona es la peor en el sentido de que los ecosistemas sistemas terrestres están transformados hasta un nivel que no os podéis imaginar. El problema de todo esto es que nos acostumbramos a ver las cosas como son, pero no como eran antes ni mucho menos como deberían estar. El paisaje que se ve cuando salís del instituto y miráis al monte Pedroso son básicamente pinos y eucaliptos, que son especies exóticas, en muchos casos invasoras y cultivadas por la mano del hombre. Entonces están ocupando cualquier hábitat natural o semi-natural. Ese es el gran problema en tierra y luego en el mar no hay una zona concreta, pero sí que se ven espacios donde se reducen las especies que hay. Por ejemplo, en el entorno de las Islas Sisargas, donde criaban el famoso arao común y las gaviotas tridáctilas ahora ya no lo hacen. Son sitios que claramente podrían mejorar.
—Ondacero informa que en las islas Atlánticas hay un descenso del 75% en el número de gaviotas y que pueden convertirse en una especie amenazada. ¿Cómo se explica que le pase esto a una especie tan frecuente?
—Todas las especies son frecuentes hasta que dejan de serlo y ese es el problema que estamos viendo. Os comentaba al principio cuando preguntabais cómo se identifican las especies en peligro de extinción y es precisamente por porcentajes de reducción. Si tenemos miles de parejas en un momento dado, en este caso en el Parque Nacional de las Islas Atlánticas, pasan 20 años, que pueden parecer muchos años, pero en términos biológicos no es nada, un parpadeo prácticamente. Sigue habiendo miles, pero se reduce en un orden de magnitud; por ejemplo, pasan de 200.000 a 20.000, eso es un declive brutal. Sabemos cómo empezar siempre las cosas, sabemos cuántas aves, en este caso, cuántas parejas de gaviotas había, por ejemplo, hace 10, 20, 30 años. En cambio, no sabemos exactamente cuántas va a haber dentro de 20 o 30 años. Estamos hablando de períodos de tiempo que en términos biológicos son brevísimos; son términos muy cortos. Las gaviotas tuvieron, en los años 80 y en los años 90, un incremento muy grande de sus poblaciones debido, sobre todo, a descartes pesqueros; es decir, los barcos van pescando y van rechazando muchos peces, vísceras de peces y los van tirando por la borda. Entonces, las gaviotas van ahí a comer, lo cual supone una fuente de comida y de proteínas muy grande con muy poco esfuerzo y eso permite que crezcan las poblaciones. Además, hay otro gran factor que son los vertederos, aunque a día de hoy digamos que la basura está más o menos controlada. No se hacen las cosas que se hacían antes, pero hasta hace unos años la basura se tiraba en vertederos; entonces, iban ahí indiscriminadamente a comer todo tipo de animales: córvidos, algunas aves rapaces, gaviotas y cigüeñas. Entonces los vertederos también se controlaron y eso supone disminución de la fuente de comida bastante importante. Además, a partir de ahí hay alguna enfermedad como la enfermedad paralizante de las gaviotas, que se quedan paralizadas y no se sabe todavía muy bien por qué. Hay varias hipótesis: que si son toxinas de determinadas algas; que sí es la falta de determinadas vitaminas, determinados elementos e, incluso, un virus. La realidad es que no se conoce muy bien por qué puede ser eso, pero las gaviotas se están reduciendo en muchas zonas naturales del mundo.
—Habló antes de la importancia de mantener los ecosistemas tradicionales y no plantar maíz o eucaliptos. ¿Qué otras opciones hay de cultivos para que la gente pueda continuar viviendo del campo?
—No es tampoco no plantar maíz, sino plantar menos cantidad de maíz. Por ejemplo, el maíz se planta básicamente como forraje para las vacas. Es muy rentable, es un cultivo de tipo industrial y hay que pensar en volver precisamente a lo que se hacía antes. Es que parece que la gente ya se olvidó, pero las vacas comen hierba y, además, la comen pastando en un prado. Entonces, hay que volver a ese tipo de explotación, que es mucho más natural. Obviamente, va a ser menos rentable, pero existen mecanismos en la Unión Europea para que las cosas menos rentables no empobrezcan precisamente a la población rural. Además, el tema de los eucaliptos es un tema muy curioso, porque de los eucaliptos vive alguna gente, pero muy poca gente. En realidad quien vive son empresas madereras. Es una gran industria; en este caso, Ence. Pero luego la gente común no vive exactamente de los eucaliptos, sino que complementa su renta con los eucaliptos. Es decir, el cultivo forestal en zonas agrícolas y ganaderas, como es el caso de Galicia, ocurre cuando ya no se vive del campo. Pero es al revés; mientras vives del campo no empleas pinos y eucaliptos constantemente, sino como un pequeño complemento. Entonces, cuando se plantan masivamente, es porque la gente ya no vive del campo. Es una cosa que a muchas personas, incluyendo economistas y señores mayores, les cuesta muchísimo entender.
—¿Cuáles son los retos del futuro para conseguir evitar la desaparición de las aves que ahora mismo están en peligro de extinción en Galicia?
—Yo pienso que hay que tratar de conciliar lo que es la conservación de la naturaleza en general. En particular la biodiversidad y las aves, más concretamente. Además, con otros aspectos de la economía y de la vida pública, por ejemplo, tratar de hacer una agricultura y una ganadería que sean compatibles con la conservación de la biodiversidad y hacer una explotación forestal o explotar forestalmente el territorio de una forma sostenible. Podemos hacer esto, pero de un modo que permita existir a las aves y evite la contaminación en el mar. Luego, miles de cosas pequeñas, pero que están afectando, como abrir nuevas carreteras, nuevas pistas, evitar incendios forestales, impedir parques eólicos en determinados lugares que tienen más importancia, frenar la contaminación del mar, eludir determinadas artes de pesca en determinados lugares…. Es decir, se pueden hacer muchas cosas. El reto es tener el objetivo en la cabeza y tratar de hacer las diferentes políticas sectoriales; es decir, la política económica, pesquera, agrícola, ganadera, energética, tratar de hacerlas compatibles con el medio natural y eso tiene que ser de verdad. Esto se debe a que ahora hay mucho “greenwashing”. No basta decir: “No, bueno, esto es una fábrica” o “una explotación sostenible”. No, tiene que serlo de verdad. Simplemente porque lo digas, no ocurre.