El futuro de Cordoba Cap 5..pdf

Capítulo 5:
Qué futuro nos espera

La propuesta es ser visionarios, pero tomando lo que hoy somos, para ver en qué podemos innovar y en qué vale la pena ser disruptivos. 

Siguiendo los consejos de gente que sabe entusiasmar con una idea, voy a intentar en este capítulo concentrarme en tres grandes ideas-fuerza, que entiendo nos haría muy bien potenciar hacia el futuro. Hablo de ideas-fuerza porque responden a tres fuerzas latentes en el presente de Córdoba, que ya se discuten y que por lo tanto no nos sorprenderán, y que además están bien metidas en nuestra percepción de oportunidad. Por ello nos resultará más fácil y más rápido ponernos de acuerdo respecto a su proyección hacia el futuro.

No soy partidario de los que militan la “planificación” de nuestras sociedades. Nunca lo fui. Pero si hay un momento de incertidumbre, de diversidad y de absoluta imposibilidad de “domar el futuro” desde una cabina de planificación, es hoy, incluso si en esa cabina estuvieran los mejores técnicos planificadores del mundo.

En nuestros días, ni siquiera el futuro de nuestras empresas comerciales a diez años vista puede ser planificado, simplemente porque no sabemos cómo serán los consumidores, los productos y los servicios en un plazo que -en el actual contexto- es larguísimo plazo. Lo mismo sucede en el ámbito de la educación, de la investigación, incluso de los comportamientos.

Hace 10 años la tecnología y las redes sociales no eran lo que son hoy. Y el aceleramiento exponencial en la utilización de nuevas tecnologías hace que todo fluya con extremada rapidez y cierto caos. No digo nada si agrego el impacto de la inteligencia artificial. Hoy más que nunca las palabras del filósofo Heráclito, formuladas hace más de 2.500 años inspiran nuestra realidad: “lo único constante es el cambio”.

Recuerdo que la primera publicación que pude imprimir y presentar en sociedad siendo joven -se llamaba “la Nueva Utopía”, como el programa de televisión- ya exponía que, siendo 6.000 millones de seres humanos en todo el planeta, no había posibilidades de plantear una sola utopía para todos. Mantengo esa convicción hasta hoy (que ya somos 8.000 millones) y también para el caso de Córdoba.

Las sociedades se construyen de abajo hacia arriba en la alegre y caótica pulsión de las iniciativas de las personas, los grupos y las comunidades (también los mercados), incluso con intereses contrapuestos y enfrentamientos. Por supuesto, no creo que sea el Estado el que deba planificar el rumbo. Creo en el principio de subsidiariedad: que no haga el nivel superior lo que puede hacer el nivel inferior. Y que no haga el Estado lo que puede hacer la sociedad. Ni la sociedad lo que puede hacer el individuo.

¿Cómo embarcarnos entonces -suponiendo que estamos todos de acuerdo con la tesis planteada- en una aventura de construir con mayor compromiso y énfasis el futuro de Córdoba, si el futuro se nos muestra tan inasible y la capacidad de construirlo juntos aparece como una convocatoria casi utópica?

Como dije en el prólogo, creo que necesitamos soñar el proyecto común para generar el sentido común que viene. La sociedad tiene un cierto sentido arquitectónico sobre nuestras vidas, sin llegar a obligarnos por ley (o prohibirnos). No es lo mismo lo que me enseñen desde la más tierna edad en el colegio primario, sobre la mirada de nuestro pasado y nuestro futuro, que si solamente es un esquema por completo neutral. No es igual cuando el relato se vuelve una convicción colectiva.

 

I. Imaginemos nuestro futuro

 

Propongo el siguiente ejercicio: nos permitamos -por un momento- visualizar el futuro grande que querríamos para Córdoba, el futuro en el que nos gustaría vivir o que vivan nuestros hijos y nuestros nietos. No abordemos por ahora cómo lo haremos, ni quiénes, ni los tremendos condicionamientos que seguramente deberemos sortear. Incluso la posibilidad de que aun sobre este horizonte nos cueste ponernos de acuerdo. Por ahora solo soñemos un futuro compartido.

El bien común que todos anhelamos no es un horizonte final en el cual -si accedemos- seremos todos felices. Esta es la visión de ciertas ideologías totalitarias, como por ejemplo el marxismo. “Sacrifiquen sus libertades ahora en el altar de la gran causa, para que podamos hacer una revolución proletaria y entonces alcanzaremos, todos juntos, la conjunción entre libertad e igualdad.” El bien común no opera así. Reconoce que los hombres buscamos nuestra felicidad y nuestra realización personal y que cada uno tiene como destino su propia realización individual. El bien común solo construye el conjunto de condiciones políticas, sociales y económicas básicas para que cada uno pueda encarar en libertad ese proyecto de realización personal.

Aquí se abre la discusión entre los que solo requieren un esquema muy básico de bien común: garantizar la seguridad, la justicia, la educación y la salud y lo demás librado al juego libre de las interacciones, y los que quieren agregar otras políticas que garanticen estándares de igualdad, no solo la igualdad de oportunidades.

Menciono este pequeño marco teórico para justificar que podemos pensar en un proyecto de futuro para Córdoba que nos sirva como base de bien común para que luego cada uno haga lo que quiera y como pueda.

El destino de los pueblos está muy supeditado a si esos pueblos “se la creen”, si sienten que hay un destino glorioso para ellos que tiene que ser alcanzado. ¿Qué diferencia hay entre el pueblo griego en su momento y los pueblos que vivían en la costa de España? Que uno construyó una épica de su proyecto y los otros simplemente se dedicaron a hacer la suya. Lo mismo con los romanos, con los vikingos, con los ingleses, con los españoles, con los judíos, con los árabes.

¿Por qué en nuestros días hay ciertas regiones que de repente comienzan a resplandecer como Irlanda, tan vapuleada hace unas décadas, o Miami por nombrar solo algunos? Porque sin perder la individualidad (incluso el individualismo) de sus habitantes, alguien les prendió la mecha de su imaginación y de su compromiso por un proyecto común.

¿Qué diferencia hay entre Chile, por ejemplo, o Uruguay y Córdoba? Podríamos responder que ellos son países y Córdoba es solo una provincia, pero eso sería una respuesta solo formal. Lo que ha hecho despegar a Chile es su conciencia de ser un pueblo con un proyecto que debe surgir a pesar de su complejo territorio y sus limitaciones. Lo mismo Uruguay. Esa es la conciencia que, en nuestro caso, debemos despertar.

Aunque podríamos hacer un ejercicio de imaginación libre para luego ir filtrando, temo que no tengamos la paciencia suficiente para semejante tarea, porque rápidamente nos ganaría el escepticismo respecto a la posibilidad de lograrlo.

Si yo comenzara este ejercicio de visioning diciendo: “me gustaría que Córdoba se convierta en el epicentro a nivel mundial donde se realicen todos los lanzamientos de naves tripuladas al espacio”, posiblemente nos ganaría el escepticismo o incluso la ironía, recordando las célebres reflexiones del ex presidente Carlos Menem, que prometía llegar a Japón desde Córdoba en dos horas con una nave que alcanzaría la estratósfera para bajar en Tokio.

La propuesta -por tanto- es ser visionarios, pero tomando lo que hoy somos, para ver en qué podemos innovar y en qué vale la pena ser disruptivos, pero tomando como plataforma lo que somos hasta ahora.

Siguiendo los consejos de gente que sabe entusiasmar con una idea, voy a intentar en este capítulo concentrarme en tres grandes ideas-fuerza, que entiendo nos haría muy bien potenciar hacia el futuro. Hablo de ideas-fuerza porque responden a tres fuerzas latentes en el presente de Córdoba, que ya se discuten y que por lo tanto no nos sorprenderán, y que además están bien metidas en nuestra percepción de oportunidad. Por ello nos resultará más fácil y más rápido ponernos de acuerdo respecto a su proyección hacia el futuro.

Hay muchas más, está claro, pero en la búsqueda de un norte inspirador, simple y convocante, me obligo a mí mismo a elegir estos tres pilares, porque son en los que más fuerte late la posibilidad de concreción en un tiempo prudencial.

 

I.  Córdoba, la docta

 

En primer lugar, hay una fuerza casi genética en el “ser cordobés” que merece seguir proyectándose con la mayor de nuestras energías. Es nuestra relación con el conocimiento, con lo académico, con el saber. Esta “Córdoba la docta” en verdad es un vector que nos posiciona a la vanguardia de lo que hoy las sociedades del mundo están anhelando perfilar y perfilarse. No se construye en un día y hay sociedades que no lo alcanzarán nunca por su idiosincrasia. Pero nosotros ya lo tenemos incorporado a nuestro ADN gracias al espíritu visionario de miles de cordobeses y cordobesas que lo forjaron poniendo su vida al servicio de esa causa.

Aquí tenemos un primer diferencial que podemos llevar a un umbral de máxima. Agrego en este primer vector los conocimientos médicos acumulados, porque suponen una especialización en la que también nos destacamos, aunque hay mucho por trabajar.

Si tuviéramos que destacarnos a nivel mundial en algo dentro de 50 años debería ser por lo que se sabe y se aprende y se investiga y se difunde, no solo en nuestras instituciones académicas sino en todos nuestros entornos de la sociedad civil.

Pero esto exige una condición: necesitamos volver a tener hambre de saber y espíritu para competir con otras ciudades y provincias que quieren lo mismo, no solo en Argentina sino en el mundo (tengamos presente que el mundo es y será globalizado y cada vez más potenciado en esa globalización al calor de la tecnología y la inteligencia artificial).

La sociedad cordobesa debería construirse una y otra vez en forma natural en torno a ese eje: ser una sociedad curiosa y atenta a la vanguardia y a lo desconocido, siempre dispuesta a entender, debatir y enseñar. También a aprender. No hablo solo de la ciudad de Córdoba, aunque la raigambre en la capital es mayor con este vector. Pero no en vano Río Cuarto, Villa María, ahora Río Tercero, San Francisco y otras localidades han hecho tanta fuerza para sumarse al posicionamiento educativo y universitario.

Vuelvo por un momento sobre el tremendo desafío que supondrá el despliegue de la inteligencia artificial a lo largo de los próximos años. Como bien sabemos, esta tecnología aprende de sí misma por lo que su progreso es exponencial. Si ya el conocimiento estaba en la palma de la mano gracias a Internet y Google, ahora a través de las plataformas de inteligencia artificial, toda la oferta educativa y de conocimientos es y será puesta en jaque.

Por eso, si decidimos jugar esta partida hay que jugar a todo o nada, sabiendo que tenemos que competir en este contexto donde el conocimiento se universalizará de tal manera que habrá que generar mucho valor agregado para que alguien quiera elegirnos por ese diferencial de conocimiento general o aplicado.

Si aspiramos a que Córdoba sea tierra del saber, tenemos que jugar a ser primeros. A ser los mejores.

 

II.   Podemos alimentar al mundo

 

La segunda idea-fuerza que deberíamos poner sobre la mesa es nuestra capacidad de producir alimentos. En esta ventaja comparativa respecto a muchas otras regiones del mundo, y competitiva respecto a la calidad de lo que podemos producir, hay un verdadero “regalo de Dios” a nuestra tierra y a nuestra gente.

Tanto en la materia prima, como su procesamiento en productos de calidad y con marca, así como el ejercicio de exportarlos a todas las latitudes, allí hay una gran fortaleza que -aunque parezca mentira- está demostrada desde hace años, pero no aún explotada como corresponde, con la escala y la profundidad con la que podríamos hacerlo.

Es cierto que vamos a la vanguardia en la producción agropecuaria, pero se trata -en un porcentaje mayoritario- de granos solo destinados a engordar porcinos y ganados de otras latitudes del mundo, que son exportados como commodities.

Y en lo que respecta a la industrialización de esa materia prima, tenemos dos empresas señeras como es ARCOR y AGD -responsables de un porcentaje muy importante de la exportación industrial de alimentos y aceites-, y empresas que han hecho esfuerzos importantes como Grido, Dulcor y otras, pero que son un puñado en comparación con el potencial. La realidad es que deberíamos tener 1.000 empresas de este tipo, si nos atenemos a las condiciones dadas.

Como el planeta entero requiere alimentos naturales de calidad, allí hay un “mundo por recorrer”. Todos hablamos de este potencial en Córdoba, todos reconocemos la oportunidad, todos sabemos que es políticamente correcto decirlo cada vez que podamos. Pero no estamos haciendo lo que hay que hacer, ni desde lo público ni desde lo privado, ni desde las universidades y colegios, ni desde las instituciones, para que esto realmente tome visos de seriedad y de escala.

Hacerlo bien nos requerirá correr en el máximo nivel de excelencia y vanguardia en el cumplimiento de normas y seguir un mercado que cada vez será más exigente en lo que se refiere a qué comen en las sociedades avanzadas y cómo se elaboran esos alimentos, incluso por quién.

Seguramente tendremos que hacer las cosas muy distintas a como las estamos haciendo hoy, teniendo ese norte. Tendremos que forjar marcas internacionales, productos de calidad, trazabilidad, tecnología en su producción, en su comercialización y en su distribución, una red de servicios internacionalizados para dar soporte a este desafío, carreras y posgrados con los mejores profesores a nivel mundial y metodologías, que realmente nos permitan apurar los procesos de aprendizaje práctico. Habrá que saber idiomas, conocer los mercados más diversos del mundo, tener buenas conexiones para volar a negociar y también para llevar la mercadería, sistemas innovadores de financiamiento, esquemas jurídicos dinámicos y flexibles… Tendremos que trabajar con una pasión similar a la de nuestros antepasados si en verdad queremos lograrlo.

Por supuesto que habrá que multiplicar nuestra potencia de generar materia prima y también carne vacuna, porcina y avícola. Convertir granos en proteínas. Y aunque, en lo que hace a la explotación agropecuaria estamos a la vanguardia, no podremos dormirnos en los laureles. Habrá que avanzar en trazabilidad, digitalización para una Agricultura 4.0 y también en sustentabilidad.

Alguno podrá enojarse porque preferimos la industria de los alimentos y no otras industrias que también posee Córdoba. ¿Por qué no elegir una tendencia para proyectar hacia el futuro nuestra impronta industrial en otros rubros?

¿Podemos proclamar -por ejemplo- que también vamos a posicionarnos a nivel mundial en la producción y comercialización de aeronaves, como en algún momento soñamos en los años 60 con la Fábrica Militar de Aviones y la producción de los “Pulqui” o de tractores?

Aquí podemos abrir un debate profundo (en mi caso, estoy dispuesto). Porque, salvo excepciones como Alladio y otras empresas como Volkswagen Córdoba, pero que son contadas con los dedos de la mano, en general nuestra industria metalmecánica no tiene la competitividad necesaria para hacerle “pelo y barba” a los gigantes asiáticos, Europa o Estados Unidos, o los nuevos emergentes. Y si no hubiera ánimo para un debate y yo tuviera que votar directamente, posiblemente no agregaría este ítem en nuestra flecha hacia el futuro, aunque deposito mis expectativas en que logren sumarse en algún momento, si se esfuerzan mucho.

Lo mismo con el factor logístico. Está claro que Córdoba tiene un rol histórico de punto de encuentro e intermediación por nuestra situación geográfica de estar en el centro del país y de la región. Sin embargo, esa ventaja que nos da la ubicación no pareciera que fuera a incidir hacia el futuro. Mejor dicho: el solo hecho de “poner galpones y camiones” y “zonas francas” no nos va a proyectar de manera potente. Necesitamos terminar el entramado de autovías y autopistas en toda la provincia, sí. Pero incluso tener buenas vías de comunicación no sé si será suficiente para que lo logístico se convierta en una pulsión hacia nuestro futuro estratégico.

Si asumiéramos que queremos ser un punto logístico de referencia de Sudamérica, deberíamos pensar más en construir realmente un HUB aerocomercial para convertirnos en el puerto seco de Sudamérica, con vinculaciones y derivaciones con el resto de los transportes y a los fines comerciales y turísticos. Entonces tal vez podríamos competir con otros HUB’s como Miami o Sao Paulo. Pero tampoco aquí deposito mis expectativas.

No puedo agregar (y lo digo con dolor, porque me encantaría) al polo tecnológico de Córdoba como un vector para seleccionar dentro de los tres más importantes para proyectarnos hacia el futuro. Aunque aquí hay una semilla importante que viene germinando, la escasez de jóvenes que quieran dedicarse a estudiar en profundidad (y no solo carreras cortas de rápida salida laboral) es -por ahora- un obstáculo insalvable. Está claro que el mundo demanda servicios tecnológicos y que podríamos jugar ese partido con enjundia. Pero nos faltan jugadores.

Incluso -también para sorpresa de varios- voy a dejar afuera de esta “short list” a la potencia del factor turístico de Córdoba. Al turismo de nuestra provincia, proyectado hacia el futuro, lo pongo en duda como vector central, porque el turismo nacional tiende a diversificarse en múltiples puntos de atracción. Y estamos lejos de formular una propuesta que sea atractiva de modo determinante para el turismo internacional.

Así como las Cataratas, Bariloche o Jujuy son “must” para el turismo internacional nosotros deberíamos serlo, pero -digámonos la verdad- no lo somos.

¿Cómo proyectar el turismo que es hoy un factor estratégico de la economía de Córdoba hacia el futuro? Me parece que es una pregunta desafiante, llena de oportunidades, pero también de amenazas si no la respondemos con seriedad y con una cierta mirada disruptiva. No agrego al turismo a mi selección de tres grandes fuerzas latentes.

Digo con firmeza que ojalá me equivoque y también algunos de estos sectores se cuele en la lista de ideas fuerzas que movilicen a Córdoba hacia el futuro. Pero parado en el hoy, miro y digo: hay muchas regiones en el mundo que nos sacan -por ahora- algunas cabezas en la industria metalmecánica, en el desarrollo de software, en la logística y en lo que hace a servicios y atractivos turísticos. Pero hay muy pocas en todo el mundo que tengan las condiciones para combinar materia prima, capacidad e instalación, recursos humanos y condiciones del entorno natural y social para posicionarse en la vanguardia de la producción de alimentos y competir de igual a igual con las otras regiones del mundo.

 

III.  Un lugar para vivir

 

La tercera fuerza latente que dejo sobre la mesa es tal vez el aporte más innovador de este libro. También está instalado en las mentes y los corazones de los cordobeses, pero -por algún motivo- no le hemos prestado la debida atención.

El gran factor diferencial que podría construir Córdoba, hacia el futuro, es que podemos convertirnos en el lugar buscado y elegido para vivir por aquellos que tienen la oportunidad de hacerlo.

Nuestras bellezas naturales no se destacan de otros lugares muy bellos, pero el hecho de que nuestras hermosas sierras, con todos sus servicios y condiciones, estén tan cerca y tan integrados con las ciudades es un contexto de naturaleza muy deseado en un porcentaje creciente de personas y familias.

El hecho de que esté tan cerca la materia prima y los campos y establecimientos -que no distan a más de dos o tres horas de los centros urbanos- también. Las principales economías de la región están ubicadas en forma equidistante, así como las ciudades que le dan soporte y servicios. La red de 500 municipios y comunas que se ha formado en Córdoba, y que en algún momento fue juzgada como una exageración, nos está dando una organización política, económica y social muy interesante, con una ciudad central como Córdoba que opera en el entorno estratégico del Gran Córdoba, cinco o seis ciudades complementarias equidistantes y centenares de pequeñas ciudades y pueblos también ordenados en todo el territorio.

En Córdoba y el gran Córdoba tenemos este mapa extendido de barrios con terrenos amplios y casas, barrios cerrados, abiertos y residenciales, tanto viejos como nuevos que verdaderamente convocan a forjar allí un hábitat con una calidad de vida que es extraordinaria en comparación con otras urbes.

En las proximidades de estos barrios, se están conformando pequeños centros comerciales y de servicios que posibilitan a sus habitantes no tener que movilizarse hasta el centro o los grandes centros comerciales para abastecerse de productos o servicios.

La reciente tendencia mundial de vanguardia de plantear modos de vida en “ciudades de 15 minutos” donde trabajo, escuela, hospital y centros comerciales están a esos minutos de distancia y que están siendo desarrolladas en las afueras de Londres, de EE.UU. y de otros países de Europa, nosotros aquí lo hemos construido en forma espontánea y natural.

La combinación de la ciudad de Córdoba con las 14 ciudades del Gran Córdoba que están alrededor, aunque presenta grandes desafíos, e incluso amenazas en lo que respecta a servicios, transporte, basura, cloacas, etc., conforma un polo de atracción que es muy potente para que personas que dirigen empresas, sus técnicos y empleados, los profesionales que ofrecen sus servicios a esas empresas y sus proveedores nos elijan para vivir.

Hay en todo este marco una potencia latente que -si le ponemos foco- nos puede convertir en el lugar donde quieran asentarse las principales empresas de Argentina y el mundo, para que vivan sus directivos y sus empleados jerárquicos.

Esto nos permitiría imaginar un futuro con mucho empleo, de buenos sueldos formales, más la presencia de emprendedores y de Start Ups que nos darían un gran dinamismo económico, apalancados y combinados con la primera idea-fuerza de ser “zona de conocimiento y buen servicio de salud”, y la segunda tendencia de tener alimentos para ofrecer al mundo.

Si en un territorio con menos ventajas naturales, económicas y sociales como es San Francisco en EE.UU. se pudo desarrollar el Silicon Valley, donde prosperó al máximo la revolución digital del mundo, ¿por qué no podría aspirar Córdoba en convertirse en el polo donde residen los directorios y las oficinas centrales de la mayoría de las empresas de Sudamérica con un particular foco en las alimenticias?

Por supuesto: tendremos que garantizar seguridad para esas familias, más estabilidad en el flujo de nuestras ciudades. También tendremos que lograr un servicio de conexión al mundo que sea de excelencia. Debemos asegurarnos que muchos de nosotros logremos ser multilingües. Habrá que garantizar que el flujo de dinero no encuentre el más mínimo condicionamiento para fluir de aquí para allá y viceversa. Y que los “amenities” de la vida: el deporte, la vida social, lo religioso, el esparcimiento, el arte y la cultura, la música, el cine, los parques y paseos, el transporte, todo fluya… ya no solo por nosotros -los que aquí vivimos- sino para atraer a personas que decidan hacer su vida aquí e invertir en estas tierras su dinero mensual y sus ahorros.

Esta última idea-fuerza se combina implícitamente con el proyecto de hacer del turismo de Córdoba una de las palancas del desarrollo. Pero de alguna manera, redobla la apuesta. Porque tal vez nos cueste menos hacer que una empresa radique sus directivos en Córdoba para que vivan (y consuman productos y servicios) aquí, que atraer turistas excéntricos del mundo que quieran elegirnos por sobre otros centros turísticos argentinos y mundiales mejor posicionados.

En esta idea fuerza está el mayor potencial de creación de trabajo para todos los niveles. Porque, donde hay personas con buenos sueldos, se conforma un ecosistema virtuoso de servicios de todo tipo, para que esas personas canalicen sus recursos en bienestar y calidad de vida.

Tal vez la idea-fuerza de posicionarnos a la vanguardia en la producción de alimentos, nos obligue a pensar en instalaciones digitalizadas, con robótica y no necesariamente muchos empleados, por la propia naturaleza de esas producciones. Tendremos mucho ingreso económico, pero intuyo que no grandes fábricas de miles de empleados. En cambio, la atracción a directivos y personal de buen poder adquisitivo a nuestra región se concatena con una inmensa red de trabajadores de todos los rubros que se activan para dar soporte a esa promesa de calidad de vida.

Por ahora nos quedemos con esa visión y estas tres ideas fuerzas centrales. Y la contrastemos -claro está- con las nuestras propias. ¿Qué nos está impidiendo llegar a ese futuro? Es hora de enfrentar nuestros condicionamientos.