El futuro de Cordoba Cap 3..pdf

Capítulo 3:
La tesis central

Todo lo que somos en este momento en Córdoba, y lo que usufructuamos como habitantes de esta tierra, es fruto de lo que soñaron e hicieron los cordobeses del pasado, que estaban muy comprometidos y sentían un amor particular por el desarrollo de esta región. 

En el presente la observación inicial es que no estamos sembrando esta tierra con suficientes planes e ideas que “proyecten” a Córdoba para que la puedan disfrutar las próximas generaciones. No al menos con la misma energía ni con la misma magnitud con la que supieron hacerlo nuestros antecesores.

Es como si nos estuviéramos gastando la herencia recibida, pero sin preocuparnos en que se regenere y se proyecte.

Córdoba nos enorgullece a los cordobeses. Es el sentimiento general que cunde entre nosotros. Y más allá de que -puertas adentro- somos perfectamente capaces de asumir nuestras falencias y “zonas erróneas”, aun así el balance que hacemos es positivo.

En primer lugar, nos enorgullece su geografía. Nos encanta esa combinación que nos ha regalado Dios, entre sierras y pampa, ríos, salinas y “mares”, como es el Mar de Ansenuza (o Mar Chiquita). El clima también es un factor muy positivo: ni tanto frío, ni tanto calor, ni tanta lluvia, ni tanta sequía. Solo añoramos un poco más de nieve, que cada tanto cae en nuestra querida Pampa de Achala. La fórmula geográfica de Córdoba es fantástica y nos encanta.

Pero no se agota allí el romance con nuestra tierra. En lo humano, también “nos gustamos”.

Posiblemente la combinación entre la tensión que vivimos históricamente con Capital Federal, y la perspectiva de que estamos mejor que la mayoría de las provincias del interior, de las cuales nos sentimos -en cierta medida- sus representantes o embajadores, potencie este sentimiento de “orgullo cordobés”.

Desde afuera, no dejan de mencionarnos que nos ven así. Incluso nos lo remarcan con humor, por lo jodidos que nos ponemos cuando nos tocan Córdoba, o hablamos como cordobeses.

¿El vaso está medio lleno o está medio vacío en Córdoba? La pregunta es así a propósito, porque depende de las perspectivas que tomemos. Incluso del estado de ánimo.

Tal vez si te lo pregunto cuando acabás de ir por sexta vez a hacer un trámite a la Municipalidad, tu mirada sea catastrófica sobre lo que somos. Pero ese mismo día mencionan que somos los principales productores de maní por la televisión y se te infla el pecho, aunque se le infla otras partes del cuerpo al productor que quedó varado en un camino rural por falta de arreglos. Vas por la circunvalación, recientemente terminada en la ciudad capital, y respirás con aires de gran metrópoli. Pero luego un infortunio te lleva a un dispensario del Gran Córdoba y sentís que vivimos en el tercer mundo. No te digo nada si sufrís un asalto o un delito (que seguro lo has sufrido o alguien de tu familia, porque 2 de cada 3 cordobeses han sido víctimas de un delito a lo largo de los últimos años). Ahí te dan ganas de armar las valijas e irte de este lugar de m…

Cuando en torno al vaso medio lleno o medio vacío se arma “la grieta política”, el debate ciertamente desgasta (yo he participado del mismo, por eso lo digo con fundamento).

Si alguien pone una maceta linda en una plaza, le reprochamos que no hay gasas en los dispensarios. Si llega una nueva aerolínea internacional al aeropuerto, alguien recuerda que “durante el verano, a los pobres turistas le cobran lo que quieren según la cara que te vean y que en ningún lado hay Posnet”. Cada vez que una empresa cordobesa anuncia que ha logrado exportar, hay otra que se queja porque no puede pagar el costo de EPEC, ni los altos impuestos de ingresos brutos que se cobran en esta provincia.

Pero no importa cómo está el vaso, la tesis central de este libro es que todo lo que somos en este momento en Córdoba, y lo que usufructuamos como habitantes de esta tierra, es fruto de lo que soñaron e hicieron los cordobeses del pasado, que estaban muy comprometidos y sentían un amor particular por el desarrollo de esta región. En el presente la observación inicial es que no estamos sembrando esta tierra con suficientes planes e ideas que “proyecten” a Córdoba para que la puedan disfrutar las próximas generaciones. No al menos con la misma energía ni con la misma magnitud con la que supieron hacerlo nuestros antecesores.

Asumir esta situación nos pone ante una posición incómoda. Vivimos disfrutando de un estándar que es de los mejores en el marco del país, pero nada nos está impulsando a seguir construyendo, a alcanzar el próximo estadio. Es como si nos estuviéramos gastando la herencia recibida, pero sin preocuparnos en que se regenere y se proyecte.

Echemos un rápido primer vistazo a esta tesis a ver si tiene asidero o es una especulación subjetiva de mi parte.

 

I. Los que se jugaron por la Fe

 

Córdoba es, en primer lugar y en un porcentaje importante, el fruto de personas e instituciones inspiradas por una enorme Fe religiosa. Desde el mismo momento de la fundación de Córdoba llegaron curas, monjas, jesuitas, dominicanos, franciscanos, benedictinos, salesianos, escolapios… y comenzaron su tarea evangelizadora.

Podemos tener una visión revisionista respecto de si su tarea no fue legitimante de una dominación española que llegó al continente americano a hierro y fuego y con una ambición desmedida de oro y poder. Pero esa es “harina de otro costal”.

Lo cierto es que, en su matriz fundacional como sociedad, e incluso como Estado, una parte importante de lo que Córdoba es tiene esa inspiración y esa impronta: las iglesias, la Universidad de Obispo Trejo, el Monserrat de Duarte Quirós, las estancias jesuíticas, los hospitales, los colegios más prestigiosos, las principales instituciones de beneficencia, los asilos, los orfanatos, los “cotolengos” y también el arte, la música…

Más adelante vamos a discutir cuán positivo o negativo es el espíritu conservador que ha insuflado esta impronta religiosa inicial de la “Córdoba de las campanas”, que además inspiró a nuestros próceres locales en su accionar, a nuestra participación en las grandes epopeyas patrias, a los hombres que fundaron empresas, partidos políticos e instituciones de todo tipo. Pero no nos equivocamos si decimos que por lo menos el 50% de lo que Córdoba es -cuando uno explora- tiene un fundamento o un antecedente religioso por detrás.

No voy a hacer un ejercicio de historiador porque no quiero desviarme de la tesis central (y porque me excede la tarea), pero es muy interesante estudiar la incidencia decisiva que tuvo un sacerdote como el Deán Gregorio Funes, representante de Córdoba ante la Junta de Mayo como aliado de Cornelio Saavedra, a la hora de ordenar ese impulso revolucionario que, en manos del morenismo, podría haberse distorsionado mucho.

Tal vez el paradigma de esta raíz cordobesa sea el “Cura Gaucho”: José Gabriel Brochero. Un cordobés de pura cepa: comprometido con lo religioso, pero de mucha acción, renegado para los formalismos, pero astuto para utilizar los contactos a fin de lograr cosas para Córdoba. Como él hay varios nombres emblemáticos: por ejemplo, Tránsito Cáceres de Allende.

Esta raigambre y sus frutos los podemos seguir hasta bien entrado el siglo XX con hitos como la fundación de la Universidad Católica de Córdoba o incluso en hechos políticos como la Revolución Libertadora que tuvo arraigo católico. Si recorriera el interior encontraría en cada zona de la provincia este mismo basamento en cada ciudad y en cada pueblo.

A nivel educativo, podríamos decir que las instituciones de mayor prestigio en las que día a día nos formamos los cordobeses y gente de todo el país -tanto personas de fe como los que reniegan de ella- vienen de esa vertiente. Los cordobeses que podemos elegir, en un porcentaje mayoritario, mandamos nuestros hijos a los colegios que vienen de esta tradición. Podríamos resumir esta primera observación diciendo que Córdoba es “la docta” porque los que la construyeron en nuestro pasado estaban inspirados en la Fe.

 

II.  Los que se jugaron por la libertad

 

Una segunda tendencia que forjó desde el pasado a Córdoba fue la corriente liberal de la generación del 80, que tuvo una vinculación directa con nuestra tierra y nuestra sociedad y sentó las bases de la Argentina moderna, en el momento en que llegó a constituirse en uno de los países más desarrollados del mundo.

En lo político, Córdoba jugó un papel decisivo para que el tucumano Julio Argentino Roca alcanzara el sillón de Rivadavia y colocó además dos presidentes: Miguel Juárez Celman y José Figueroa Alcorta. La misma impronta que forjó al país, imprimió su sello en Córdoba con la construcción de edificios centrales como Tribunales, el Teatro San Martín y tantos otros, el desarrollo del ferrocarril que tanta incidencia tuvo en el crecimiento de nuestra provincia y medidas económicas y sociales que permitieron la inmigración, el desarrollo y la exportación.

Córdoba abrió su corazón a “lo moderno” gracias a esta influencia. Y aquí es donde terminamos de ganar un lugar en la mesa chica de la República Argentina hacia adelante.

Tengamos presente -como lo apunta el reconocido historiador Tito Dómina en un artículo muy interesante- que el primer vicepresidente de Hipólito Yrigoyen fue Elpidio González, cordobés por adopción, en tanto que el segundo fue Enrique Martínez, gobernador electo de Córdoba. En la otra vereda militaba Leopoldo Lugones, el gran poeta de Río Seco.

Es esta corriente la que le termina dando, no sin tensiones, una amalgama entre el espíritu conservador de la primera tendencia que describimos y el espíritu liberal de esta segunda. Los cordobeses somos -mayoritariamente- conservadores en lo moral y liberales en lo económico, desde aquella época.

El balance entre estas dos fuerzas, que en otros países son contradictorias -las fuerzas de lo conservador y de lo liberal-, forjaron nuestra sociedad de un modo tal que luego cualquier movimiento político, social, sindical, intelectual o artístico que ha querido incidir en nuestra provincia ha debido readecuarse a nuestra idiosincrasia (doy como ejemplo al Radicalismo de Córdoba y también al Peronismo).

 

III.  Una mano atrás y otra adelante

 

Una tercera corriente importante, que construyó la Córdoba que hoy disfrutamos, es la de los inmigrantes (sobre todo europeos y muy especialmente italianos y españoles), que a lo largo del siglo XX fundaron las empresas que enorgullecen a nuestra provincia, sus industrias y comercios, que hicieron que se distinga por tener sus propias marcas de cada producto o servicio.

El espíritu austero, ahorrador -casi amarrete- pero a la vez disciplinado, dispuesto a trabajar de sol a sol y no esperar nada de nadie, innovador para inventar lo que haya que inventar y copiar cuando se pueda (incluso atarlo con alambre cuando sea necesario), sumado a una ética a prueba de balas (basta un apretón de manos en una estación de servicio, para cerrar un acuerdo entre “gringos” del interior), todo ese espíritu se filtró en las venas de los cordobeses.

Esta vertiente tuvo un rol histórico trascendental como fue poner en jaque el statu quo que se había formado al calor del espíritu conservador (nos habíamos pasado de rosca con el espíritu “chupacirio”, digamos, y el impacto de la generación del 80 no había llegado a permear en la clase media, que se había mantenido aristocrática).

Y es así como este espíritu se propagó en transformaciones civiles y sociales, la reforma universitaria, la incorporación de nuevos estilos arquitectónicos en edificios y construcciones, nuevas tendencias de vanguardia en artes, nuevas lecturas. La rebeldía cordobesa que viene de los primeros tiempos tuvo -sin embargo, al calor de esta corriente- capítulos históricos como el Cordobazo y otros.

Se podría decir que el contacto que Córdoba ha logrado con el mundo en lo que se refiere a vínculos reales, pero también en lo que se refiere a mentalidad, viene de esa clase media que se forjó desde los inmigrantes dispuestos a tener “un hijo doctor” pero no quedarse allí.

Así como la primera tendencia -los que se jugaron por la Fe- llenó nuestras ciudades de Iglesias, para decirlo en términos resumidos, y la segunda -los que se jugaron por la libertad- de edificios públicos que hasta hoy nos enorgullecen, esta tercera tendencia que fueron los inmigrantes, además de llenar nuestras ciudades de fábricas, empresas y comercios avanzó con construcciones modernas como el edificio de la Municipalidad de Córdoba o el Correo, por nombrar construcciones modernas paradigmáticas en la ciudad capital.

Soy consciente de que estoy dando saltos históricos considerables y con cierta discrecionalidad, pero lo que quiero dejar son -por ahora- grandes títulos de la tesis que estoy compartiendo.

De esta época sigue viviendo con melancolía el radicalismo de Córdoba, que logró aplicar todo lo que había sembrado y crecido a lo largo de los años, en el regreso de la democracia, tanto a nivel nacional con Raúl Alfonsín como a nivel provincial con Eduardo Angeloz. Pero de nuevo: esa impronta fue forjada en el pasado y cosechada en el presente.

Es cierto que estas tres tendencias en interacción -la conservadora, la liberal y la inmigratoria- desordenaron a Córdoba. La sacaron de sus cabales y todo fue más caótico en lo que respecta a su desarrollo. Un recorrido por la Córdoba actual muestra parches y contrastes que solo se explican por la tensión de estas tendencias. Pero, aun así, el resultado fue el progreso.

 

 

 

IV.   La Córdoba del progreso

 

Hay una cuarta tendencia que irrumpió en los años 60 y que se ha desplegado hasta nuestros días. Es la corriente que nació con lo popular, con las barriadas trabajadoras de Córdoba y con la fuerza del sindicalismo. Es la vertiente que ha nutrido al cuarteto, que nos ha dado el humor y el desenfado, que también le dio a la religiosidad una Fe expresada en novenas, en procesiones y en devociones a santos que caminaron la calle. Son los carnavales de San Vicente. Es el cuarteto desde sus orígenes. Es el festival de doma y folklore aun para los que lo disfrutan tomando fernet en el cordón de la vereda de la esquina porque no tienen plata para entrar.

El legado de esta tendencia es que Córdoba respira igualdad, aunque por supuesto no somos iguales y cunden la desigualdad y la injusticia. Pero la aspiración es a igualarnos, el sentido del prójimo ya no tiene solo un fundamento bíblico, sino que es la empatía del que es o tiene más y se dispone a no contrastar en exceso con el que es o tiene menos. Con una historia breve podemos remarcar a qué nos estamos refiriendo: el rastrojero (o el Torino) lo forjaron técnicos e ingenieros –de los más preparados de nuestras fábricas. Y sin embargo fue el pueblo cordobés, en el sentido “popular” de la acepción, el que le puso vida y corazón en las calles de Córdoba y los llenó de anécdotas. Todos los productos de esta provincia salen al mundo con esa impronta (como la Tarjeta Naranja para nombrar un caso local que se proyectó más allá).

También traigo desde el pasado a ciertos gobernantes, funcionarios y técnicos que tuvieron la visión de construir infraestructura. Los diques, por ejemplo, que hoy disfrutamos para tomar agua y para turismo. Sumemos a sindicatos que construyeron sus hoteles, a emprendedores y comisiones que fundaron fiestas y festivales…, el turismo que hoy enorgullece a Córdoba es un caso paradigmático de un disfrute actual a gran escala de lo que se forjó en el pasado. Por supuesto, se han hecho aportes en los últimos años como los avances de Villa General Belgrano, el Cosquín Rock,  etc., ciertos hoteles paradigmáticos, pero en términos estructurales, hoy cunde más el desarrollo de muy pequeñas iniciativas sobre la estructura generada desde el pasado.

¿Qué ocurre con los clubes deportivos (para tomar otro parámetro completamente distinto)? Son producto del sacrificio de hombres que se “pusieron la camiseta” hace varias décadas en el pasado. Solo alguna excepción de clubes del interior rompe la regla. Es cierto que hay casos como el Club Atlético Talleres donde hay un nuevo liderazgo que lo está llevando a otro nivel hoy. Pero todavía no se compara -en términos relativos- con el esfuerzo de los fundadores.

En lo que se refiere a medios de comunicación, también podríamos encontrar su momento fundacional en el pasado como es el caso de La Voz del Interior, La Voz de San Justo o el Puntal de Río Cuarto, Canal 12, Canal 10 o Canal 8, así como las radios más reconocidas como Cadena 3. Hoy la mayoría de los medios de comunicación ni siquiera son cordobeses.

Los grandes hospitales privados e instituciones de la salud de Córdoba, las grandes empresas de infraestructura, los bancos, los comercios que son marcas registradas, todo fue forjado en el pasado. Nombro -solo por nombrar uno- al Hospital Privado de Córdoba construido por aquel puñado de médicos que querían forjar un ámbito donde desarrollar medicina de excelencia.

Hasta las empresas públicas que hoy están en la mira, con posibilidades de ser privatizables, como son la Petroquímica Río Tercero, la fábrica militar de aviones FADEA, los SRT o a nivel provincial EPEC, Banco de Córdoba, Lotería de Córdoba son todas iniciativas que se forjaron en el pasado.

Las principales instituciones que representan a sectores como la Bolsa de Comercio, la Bolsa de Cereales, la UIC, las sociedades rurales, la Fundación Mediterránea, los colegios profesionales más importantes… todos nacieron de la iniciativa de personas que empujaron sus orígenes en el pasado.

 

V.  ¿Y nosotros?

 

La segunda pregunta importante que tenemos que hacernos entonces es: ¿qué estamos forjando en el presente que pueda incidir, de esta manera tan positiva y contundente, en un buen desarrollo del futuro de Córdoba? Y una pregunta complementaria igual de importante: ¿quién o quiénes están comprometidos con este futuro de Córdoba más allá de lo individual?

Sería muy injusto concluir que no estamos haciendo nada por nuestro futuro y que nadie está comprometido con ese horizonte de tiempo. Hay cientos de iniciativas en todos los frentes que están germinando y que plantean innovaciones o incluso disrupciones respecto a lo que nos ha legado el pasado.

Puedo nombrar dos ejemplos muy distintos solo para abrir lo que seguramente sería un largo listado: el desarrollo de la Universidad Siglo 21 o la Universidad Blas Pascal o el despliegue de la empresa Grido, por nombrar proyectos que se destacan.

Fíjense que si uno mencionara la Circunvalación de Córdoba cometería un error tal vez porque -en verdad- es un proyecto que nació en los años 60 ¡y que tardamos más de 60 años en construir! Por más linda y útil que se muestre hoy este emprendimiento, más bien podríamos ponerla en el listado de ejemplos de cómo se ha ralentizado nuestra capacidad de empujar el desarrollo de Córdoba, sobre la base de proyectos visionarios que nacieron en el pasado.

Creo que todos vamos a coincidir en que, aun sumando proyectos e innovaciones surgidas en los últimos 20 años, en términos generales el balance de la capacidad de sembrar futuro para Córdoba denota que está adormecida.

Si nos comparamos con los hombres y mujeres que protagonizaron estas grandes tendencias que resumimos, posiblemente sentiríamos cierto pesar, por no estar a la altura de las circunstancias.

Incluso sabiendo que hoy supuestamente contamos con más recursos económicos y humanos, tecnología y capacidad, si tuviéramos el mismo compromiso y capacidad de acción, la curva de “construcción de futuro” para Córdoba debería ser exponencial. Y no lo es. Fíjense un dato muy revelador: la economía de Córdoba hace más de 10 años que no crece. Está completamente estancada. Más allá de la coyuntura política y el contexto nacional, creo que coincidiremos en que aquí hay algo más profundo.

No es esta tesis un ataque político a nadie en particular. Es una observación de cordobés a cordobés. No hace falta refutarla para defender a nadie ni a Córdoba, porque es un análisis que estamos haciendo nosotros mismos y para nosotros. O mejor dicho para nuestros hijos.

Cierro la presentación de la tesis con esta observación: tal vez si nos miramos desde una distancia prudencial, advertiremos que no somos una sociedad que respira futuro, que vibre al calor de las vanguardias, si no que somos una sociedad cuyas glorias están más en el pasado, aunque se proyecten hacia el presente.

Que desde el presente hacia el futuro no hay un puente que nos vincule, ni siquiera un puente en construcción. Vamos hacia el futuro en un “siga, siga”, pero sin la conciencia de que somos los artífices de lo que luego pasará con nosotros y con nuestra descendencia.