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Capítulo 10:
Las empresas de Córdoba ¿tienen futuro?

El futuro de Córdoba, según el espíritu de estas reflexiones, no dependerá de un gobierno, ni de un funcionario, ni siquiera de un líder, sino de la sociedad, de la gente, pero sobre todo de la iniciativa privada de los cordobeses.

Y aquí juegan, en primer lugar, las empresas y los comercios de Córdoba: su fin de lucro es una motivación muy concreta y muy potente -ha quedado demostrado por la historia- para asentar sobre ellas las expectativas de que sean los que más rápido y más enérgicamente reaccionen buscando aprovechar las oportunidades.

La pregunta sin embargo es si las empresas de Córdoba están preparadas para asumir este desafío

El futuro de Córdoba, según el espíritu de estas reflexiones, no dependerá de un gobierno, ni de un funcionario, ni siquiera de un líder, sino de la sociedad, de la gente, pero sobre todo de la iniciativa privada de los cordobeses.

Y aquí juegan, en primer lugar, las empresas y los comercios de Córdoba: su fin de lucro es una motivación muy concreta y muy potente -ha quedado demostrado por la historia- para asentar sobre ellas las expectativas de que sean los que más rápido y más enérgicamente reaccionen buscando aprovechar las oportunidades.

La iniciativa privada no es “el chupasangre” al que hay que mirar con desconfianza, sino el agente más potente de construcción del futuro. Por supuesto que va a ganar plata por eso y así debe ser. Pero en el camino, nos beneficiamos todos de manera directa e indirecta. En este sentido, los proyectos privados tienen mayor eficiencia que los de la comunidad porque muchas veces, estas últimas al no tener dueño, avanzan con más ambigüedad.

Nombro, como un caso paradigmático, a las empresas desarrollistas de Córdoba. Porque han sido ellas las que han invertido y arriesgado para ampliar la ciudad y mejorarla en su oferta residencial y de departamentos, incluyendo acuerdos públicos-privados que han aportado obras e infraestructura, a la par que han transformado zonas que en otra época aparecían completamente degradadas.

Un caso para destacar -hay muchos- es la tarea que ha desarrollado por ejemplo la empresa Edisur en “Manantiales”, que se construyó sobre lo que -cuando yo era chico- era la Villa de las Siete Alcantarillas: un lugar tremendamente sucio y peligroso. Hoy es una de las zonas más lindas de la Ciudad de Córdoba.

Si concibiéramos este desafío como un mundial, al que tenemos que enviar un equipo de futbol, en la delantera de las empresas deberían estar las compañías dedicadas a la producción y comercialización de alimentos, porque hemos puesto allí nuestra particular mirada sobre la potencialidad que ostentamos.

Por detrás correría el inmenso abanico de empresas de todo tipo y especie que, aun no siendo las “estrellas de los alimentos”, son competitivas en la industria del software, la metalmecánica, laboratorios y por supuesto la industria del conocimiento.

En la retaguardia tenemos una inmensa red de empresas capaces de proveer de servicios, tanto a la delantera industrial local como directamente al exterior. Desde servicios de logística hasta de medicina, profesionales o turísticos, de educación o de arreglo del auto (o de dientes).

Al arco y en la defensa, tendríamos a la robusta producción agropecuaria que nos brinda volumen de exportación, estabilidad económica y financiera y materia prima para encarar los desarrollos industriales.

 

I.     Necesitamos dólares

 

Todo, absolutamente todo en Córdoba, debería estar enfocado a la exportación. ¡Necesitamos muchos dólares! Tenemos que aspirar a duplicar y triplicar lo que somos capaces de vender al exterior. En volumen, en divisas y en diversidad de productos. Si hoy exportamos 87 productos distintos, deberíamos lograr que sean 240.

La búsqueda de “dólares” (aunque también de euros y de yuanes) debería convertirse para nosotros en una verdadera obsesión. La columna vertebral de nuestro despegue económico. Todo lo que somos capaces de hacer y producir (nuestro producto bruto interno) debería intentar pasar por el tamiz de ser ofrecido afuera, hasta que logremos que sea demandado. A Córdoba y a nuestro proyecto de futuro el mercado interno nos queda chico (o debiera ser así).

Lo que en un momento fue una idea novedosa como crear la Agencia Pro Córdoba para fomentar la exportación, tal vez hoy nos está quedando chica como catapulta para este futuro que queremos. Debería convertirse en el principal ministerio de los futuros gobiernos y el desvelo de los gobernadores que vengan, si realmente se piensan a sí mismo como estadistas. ¿No es preferible un Ministerio de Comercio Exterior que uno de “Cooperativas y Mutuales”?

La aparente contracara de esta moneda -porque al final del día, todo conduce al mismo fin- es la intención de convocar a empresas nacionales e internacionales para radicar en nuestra tierra sus oficinas centrales y la residencia de sus directivos, por las condiciones de vida que vamos a ofrecer y garantizar.

Este trabajo de “pinzas” puede catapultar, si nos esforzamos en concretarlo, un futuro próspero, de mucho empleo de calidad, con sueldos “internacionalizados” y flujo de dinero hacia la economía local.

 

II.    ¡Pero nuestras empresas son pequeñas y precarias!

 

Más de un lector puede estar pensando para sus adentros: “este tipo está chupado, las empresas de Córdoba son todas pequeñas y precarias… ¡de qué internacionalización está hablando!”

En efecto: la economía de Córdoba no está protagonizada por grandes compañías, ni mucho menos. Hablamos de aproximadamente unas 55.000 empresas, pero con un 70% de ellas con menos de 3 empleados. Somos Pymes y mucho más “py” que “me”, incluso la mayoría son micro empresas. Nuestra estructura comercial, productiva y empresarial es una matriz de pequeños emprendimientos, sobre todo porque aquellas que tienen más de 20 empleados solo son el 3%.

Observemos el caso de la Ciudad de Córdoba, donde supuestamente se concentra una parte importante de la actividad económica de la provincia. Aquí el 77% de las empresas y comercios tienen tres empleados o menos, el 10,5% cuatro a cinco empleados, el 6,7% seis a diez empleados, 3,2% de once a veinte y solo el 2,1% más de 20 empleados.

Tener esta matriz no debe alegrarnos, pero tampoco entristecernos. Es la realidad de la que partimos. Es cierto que un futuro soñado de exportación nos exige que no haya solo un Arcor, un AGD o un Grido, sino miles de estas grandes empresas liderando la salida al mundo. Son ellas las que nos pueden garantizar que se abra el agujero del túnel hacia el otro lado de la montaña. Pero en muchas regiones del planeta, por detrás de las grandes hay un enjambre de pymes que fluyen exportando con eficiencia como es, por ejemplo, el histórico caso de Italia.

Hemos reflexionado acerca de las fortalezas y de las oportunidades. Pero, ¿cuáles son nuestras debilidades y amenazas? Aquí voy a hablar -sin tapujos- porque me considero un empresario pyme. Y tengo como clientes a cientos de empresarios pymes. Los conozco y conozco a fondo sus empresas, sus gerentes, sus glorias y sus fracasos, sus márgenes y sus pérdidas, por lo puedo detectar -casi como si fuera un veterano doctor- sus “puntos de dolor” que también son los míos. Nadie puede enojarse, porque estamos hablando de nosotros mismos.

Es posible que en el rubro empresario también se esté cumpliendo la tesis general del libro. Y un porcentaje importante de la economía de Córdoba y sus empresas estemos viviendo de las glorias del pasado. De lo que forjaron los fundadores o los antecesores, pero con directorios hoy más apocados en su sed de crecer e innovar (seguramente justificados, por tanto desquicio en las políticas económicas de los últimos 20 años de kirchnerismo).

De hecho, los números indican que la economía de Córdoba hace más de 10 años que no crece (al igual que lo que ocurre en el país). Pero ya hemos acordado que no nos vamos a llenar de justificativos para explicar por qué no estamos encargándonos de nuestro propio futuro, como corresponde.

Si repasamos esas grandes empresas cordobesas que le competían de igual a igual a las marcas nacionales con sus propias marcas, productos, red de sucursales, etc., advertiremos que hay más glorias en los anaqueles de la historia -aún reciente- que en la actualidad. La globalización trajo consigo la venta de muchas empresas cordobesas, otras cerraron, otras se fusionaron y otras están con “pulmotor” apenas sobreviviendo.

¿En su lugar han surgido nuevas empresas, que podamos mencionar como paradigmáticas? No son tantas, seamos sinceros. En un balance cualitativo más que cuantitativo posiblemente nos arrojaría como resultado que estamos perdiendo el presente empresario respecto de un pasado más glorioso.

Tal vez los emprendedores de Córdoba nos pasamos de rosca con la parte negativa de la forma de ser de los cordobeses. Demasiado amarretes y demasiado cómodos como para arriesgar en exceso. Nuestros abuelos innovaban, copiaban, hacían funcionar algo y si fallaba lo ataban con alambre, pero seguían adelante en un marco de absoluta precariedad e incertidumbre. Nosotros hemos hecho de la prudencia, tal vez, una religión talibana.

La transformación digital, por dar un ejemplo que conozco en detalle, que es un factor clave de las empresas de Córdoba para achicar las distancias con el país y con el mundo, para conquistar y para fidelizar clientes, para que vivan la experiencia de interactuar con una empresa cordobesa con sus valores y su impronta, y para buscar la escalabilidad. Sin embargo, esa ola mundial no la hemos surfeado con el compromiso de aquellos que quieren estar en la cresta.

Los softwares de nuestras empresas son anticuados. Pocos de nosotros hemos explorado el mundo del e-commerce y, los que lo hacen, muestran una timidez que exaspera, como si tuvieran por delante 50 años para carretear.

La mayoría ni siquiera tiene “base de datos” de sus clientes, ni ha contratado un CRM para seguirlos y personalizarlos. Ni hablar de tener SRM para sistematizar su relación con proveedores, ni un equipo comercial online capaz de llevar en un 100% el proceso de venta en modo digital.

No hablo de abrazar y liderar la exploración de la inteligencia artificial y sus infinitas derivaciones empresarias -la revolución que sigue dejando atónito al mundo en estos días- porque ahí no nos hemos asomado todavía. Ni de explorar a fondo el nuevo mundo de las criptomonedas -apenas sí algunos empresarios cordobeses hicieron una pequeña aventura de minado y nada más-. Tampoco de adentrarnos en las posibilidades que ofrece el metaverso. Ni pensar en desarrollar robótica, siguiendo los pasos de Japón.

Es cierto que se ha formado un clúster tecnológico y que hay un conjunto de empresas que hace fuerza por tirar el yunque. Meritorio su esfuerzo. Pero no estoy hablando de ellos, sino del empeño general del empresariado cordobés por subirse a una tendencia digital de vanguardia para intentar liderarla.

En un momento se produjo una ventana de oportunidad y se desarrollaron en Córdoba los call center: una excelente iniciativa que además daba trabajo a miles de jóvenes. Pero eso no duró ni 10 años y al poco tiempo ya se habían ido a otro lado. Está clarísimo que no es imputable a los empresarios, sino más bien a los cambios de regulaciones e impuestos. Pero…

 

III.   Las industrias de Córdoba

 

Donde tiene que haber una transformación profunda que empiece por los propios empresarios es en el ámbito de las industrias de Córdoba.

Allí se produce una paradoja: los industriales cordobeses hasta el día de hoy han mostrado mucha decisión por mantener infraestructura y maquinaria de vanguardia. Aún en las peores condiciones y contexto económico han comprado máquinas italianas o alemanas (y de múltiples países) y han montado líneas de producción contra viento y marea. Sufrieron la falta de repuestos, de técnicos para que las operen, de servicios adecuados, pero nada les importó: fueron para adelante.

Cuando uno los visita, les brillan los ojos si se les pide recorrer la planta y te muestran su flamante cortadora laser de metales, la cabina de pintura de última generación, el mejor camión y el más costoso para movilizar la mercadería o el nuevo galpón con infraestructura de vanguardia para el almacenamiento. Aquí su compromiso es realmente ejemplar. Muchos -aunque no todos- invierten también en hacer más eficientes los procesos y en la aplicación de normas internacionales.

Pero, como contracara, esos mismos industriales son extremadamente básicos en lo que hace a la dinámica comercial de su empresa, la innovación en sus productos, la potenciación de sus equipos humanos, la capacitación, los estudios e investigaciones y la participación de la empresa en exploraciones comerciales. Para decirlo casi en chiste, en los términos de la jerga de consultoría: “para hacer que un industrial contrate un estudio de mercado y haga una investigación sobre el nivel de fidelidad de sus clientes (NPS) primero hay que matarlo.”

“¿Cómo es posible, que siendo mi fábrica tan buena y mis productos tan sólidos no venga la gente y haga cola en la puerta para comprármelos?”, así pareciera razonar el industrial, enojado porque no tiene la respuesta comercial que “le” corresponde. De alguna manera, los líderes empresarios de Córdoba subestiman muchos de los aspectos que hacen a la gestión de un CEO y a su liderazgo.

Si tu mermelada es buena -no porque lo dice el dueño de la empresa, ni su mujer, ni sus primos, sino porque lo ratifica un panel de consumidores- y querés conquistar el mercado nacional, ¿por qué no estás dispuesto a revisar ese logo tan antiguo que tiene 50 años y ese packaging que solo te tira para abajo? ¿Por qué no estás dispuesto a invertir un 3% del valor de ese producto en hacer publicidad masiva de marca y de producto con un buen material de presentación, si te gastaste mucho más en forjarlo con estándares de excelencia y con una instalación formidable? Comprendan que estoy dando ejemplos cercanos a mi actividad profesional, porque puedo hablar con fundamentos por la experiencia vivida de tantos años.

¿Por qué estás haciendo un esfuerzo grande por exportar y has decidido irte vos como titular, junto a directores y gerentes a la Feria más grande del mundo, y hasta has contratado un stand, pero en el mismo acto te agarra el espíritu amarrete y ponés un escritorio con una silla, maceta con flores y una pantalla atrás pequeña y triste, que no convoca a nadie?

Si solo fuera una falta de cultura respecto del marketing, no sería tan preocupante. Pero insisto en que el empresariado cordobés no está teniendo la sensibilidad que alguna vez tuvo a las tendencias positivas que cruzan las empresas de todo el mundo.

No estamos incursionando a fondo en modelos de vanguardia de gestión empresaria exitosa, como los modelos japoneses, ni estamos participando de instancias disruptivas que nos permitan pensar nuestras empresas en el desafío de la escalabilidad. No exploramos a fondo las herramientas financieras, y siempre sub ejecutamos presupuesto para hacernos asesorar por los que realmente saben.

En lo que se refiere a educación, nos falta mayor compromiso con la capacitación de nosotros mismos y de nuestros directores y gerentes en instancias de posgrado y de actualización empresaria. ¿Cuántos de nosotros hablamos bien el inglés o el portugués? y si la respuesta es negativa ¿cuántos estamos tratando de aprender?

 

IV.  Por eso, la apertura nos destruye

 

¿Qué ocurre con nuestras empresas, entonces, cuando hay cambios económicos, o cuando se producen aperturas como las que vivimos en los años 90, o que seguro viviremos durante la gestión de Milei? Nuestras compañías, a las que dedicamos todo nuestro tiempo y esfuerzo, pero que también reciben nuestras limitaciones, son tumbadas por organizaciones más eficientes, más dinámicas, con mayor tecnología incorporada y con mayor visión de hacia dónde quieren ir y cuál es la estrella polar que buscan alcanzar.

Yo me pongo de pie y aplaudo a las empresas del interior de Córdoba, así como a las cooperativas que concentran capital en forma envidiable y muestran un compromiso con su región y con su quehacer como ninguna otra empresa podría mostrar. Es la combinación de la tenacidad de los productores del interior con la de gerentes y directores que se esfuerzan mucho más allá de lo que su trabajo formal exige.

Pero son precarios, muy precarios, en los análisis que realizan, en la forma en que despliegan los proyectos, en la forma en que estudian y diagnostican su situación y su F.O.D.A., en la experiencia que están dispuestos a darles a sus clientes. Esa precariedad también incide en los presupuestos que planifican para ejecutar esos proyectos, que muchas veces son muy restringidos. Y por eso no tienen resultados y las iniciativas que despliegan no resultan sustentables en el tiempo.

Un apartado especial para las empresas y comercios en Córdoba que tienen como centro de su negocio la intermediación. Por nuestra ubicación geográfica y por una historia de ser punto de encuentro de caminos, hay una matriz de representaciones de marcas nacionales e internacionales que usan a nuestra provincia como un lugar estratégico para poner una sucursal, una oficina o un depósito. También tenemos distribuidoras, mayoristas, comercios de todo tipo que comercializan estas marcas. Es muy importante la incidencia de este tipo de empresas.

Aquí también hay que revisar en profundidad cuál es el valor agregado que ofrecemos hacia el futuro, porque la sola intermediación está en el ojo de la mira de compañías que ya no quieren que sus productos y servicios se encarezcan por tener estos intermediarios: están buscando una relación directa con sus clientes aprovechando las posibilidades de lo digital.

Si no desarrollamos nuevas propuestas, como el valor del asesoramiento del intermediario sobre la mejor opción, la capacitación, la especialización en la postventa, el service y los repuestos, la garantía extendida, el servicio a domicilio, etc., posiblemente el futuro se convierta más en una amenaza que en una oportunidad. Aquí también se repite la tesis del libro.

Hay una falencia que es muy básica y resulta común a los empresarios de Córdoba. Somos demasiado individualistas, al punto en el que afecta nuestra propia conveniencia y el devenir de nuestros negocios.

Reconozcámoslo: nos cuesta mucho trabajar en conjunto con colegas, o desarrollando un clúster, o en Fundaciones, Bolsas o entidades. Ni siquiera sabiendo que lo que allí se defiende y se trata de conseguir claramente nos beneficiaría en forma contundente. Los que participan en la “vida empresaria” en Córdoba no llegan al 5% del total.

Muchos no participan de estas instancias por desconfianza, porque creen que esos lugares son como los grupos de whatsapp del club, una yunta de gente que “habla al pedo”. La verdad es que no es así, pero no se dan la oportunidad de probar. La mayoría simplemente les da fiaca. Prefieren ir a jugar al futbol con los amigos que ir a una reunión con el embajador de Irlanda, invitado por la Cámara de su sector, donde puede haber un negocio que no imaginan.

    V.     Una anécdota y una moraleja

 

Recuerdo una anécdota que me impactó mucho en su momento. Siendo parte de la AMCHAM -la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina- un día me llaman para avisarme que estaría el embajador de Estados Unidos en Córdoba; si quería participar de un almuerzo. Dije que sí y sentado en la mesa cuando el embajador llega nos arrebata con una pregunta: “¿cuánto van a tardar en darme sus carpetas de sus respectivas empresas para que yo les gestione compradores o socios en EE.UU.?” Debo confesar que a mí, con la pregunta tan prematura en el mismo comienzo de la charla que íbamos a tener, me dejo “off side”. Como empresario PYME había caído en el pecado provinciano de no pensar que eso pudiera ocurrir nunca.

Pero el embajador fue más allá: me miró justo a mí, por casualidad y me preguntó: ¿a qué te dedicas? Le conté de nuestra empresa e inmediatamente me dijo: ¿tienes un plan de negocios para conseguir inversores? Dámelo ahora. Yo no lo tenía. Pero de allí en adelante tuve en claro que debía tenerlo siempre actualizado, porque puede haber oportunidades a la vuelta de la esquina que -si no estamos debidamente preparados- simplemente se van.

En algún momento pensé que tal vez estas debilidades que estoy reseñando pudieran ser “defectos de una generación” a la que les tocó vivir en esta argentina en eterna crisis. Pero que los nuevos empresarios jóvenes podían tener otra impronta. Pero he conocido en los últimos años organizaciones empresarias de jóvenes o dirigentes nuevos y advierto que el patrón se repite.

Queridos empresarios de Córdoba: vamos a tener que revisarnos a nosotros mismos. Porque nuestras empresas deben escalar lo más rápido posible. ¡Y no lo podremos hacer si vamos tan “paso a paso”!

En lo personal, otra vivencia me marcó la magnitud de este desafío. Un coaching, especializado en empresas familiares -que en su momento me perturbó por lo que me decía- me dejó pensando cuando, con un desafío simple pero muy difícil de alcanzar nos ponía entre la espada y la pared. “Si sos una segunda generación empresaria -nos decía- tenés que intentar dejar, a cada uno de tus hijos, por lo menos la herencia que tu padre te deja o te dejó a ti. Es decir que uno tiene que plantearse -como piso- repetir la experiencia de la generación anterior. Y de allí “hasta el infinito y más allá”.

Yo no lo he logrado a ese umbral, ni mucho menos. Posiblemente vos tampoco, si lo pensás ahora, por muy bien que le pueda ir a tu actividad empresaria o profesional. Por supuesto que hay cientos de casos en los que sí. ¡Les ha ido muy bien! Pero es bueno tener una vara que nos desafíe en serio a los que aún no lo logramos.

En ese marco, crecer, expandirnos, exportar; pensar que nuestra empresa tiene que pervivir fuerte y competitiva para las próximas generaciones familiares, sacarnos una y otra vez de nuestra zona de confort para ejercitar lo que los americanos llaman “moonshot thinking”, que es la motivación que les dio en su momento el presidente Kennedy a los americanos para llegar en el plazo de 10 años a la luna, a pesar de que cuando formuló el desafío no había ninguna posibilidad de alcanzarlo. Pero el hecho de tener un liderazgo capaz de mirar mucho más allá, los alineó y lo consiguieron incluso antes. ¿Cuál es el lugar donde deberíamos soñar poner a nuestras empresas, si viviéramos un proceso de moonshot thinking? ¿Cuál es nuestra propia regla de 10X (que es una metodología en boga para lograr multiplicar nuestros resultados por 10)?

Tal vez tengamos el coraje y la bravura, incluso por herencia y por genética, pero a lo mejor necesitamos potenciar nuestra capacidad para elevar la mirada y ser capaces de escalar más alto.

Aquí deberíamos abrir el abanico de opciones. ¿Estamos dispuestos a “joint ventures”, alianzas estratégicas con otras empresas nacionales o internacionales? Sé muy bien que la figura ni siquiera existe en términos jurídicos en Argentina (un botón de muestra de lo poco preparado que está el país para potenciar el emprendedurismo de alta complejidad). Pero más allá del vacío legal, habría que chequear si no tenemos también un vacío mental respecto a dicha posibilidad. O la de incorporar capitales de inversores sobre nuestra empresa y los proyectos que queremos encarar. Incluso la flexibilidad para estar dispuestos a vender nuestras compañías cuando sea convenient, si pensamos que con ese capital podríamos iniciarnos en otro sector donde advertimos más oportunidades de negocio.

Todas nuestras empresas deberían estar en venta, aún con precios altos, cuando no estamos urgidos de hacerlo. Para no perder objetividad y perspectiva sobre nuestro propio negocio, resulta fantástico realizar en forma periódica el ejercicio de saber cuánto vale una venta total o parcial, y para qué utilizaríamos ese dinero.

¿No habrá llegado el momento de poner al frente de la empresa a un gerente de máximo nivel internacional, que incluso gane mucho más que nosotros mismos, pero que haga saltar a nuestra compañía al siguiente nivel en un plazo breve? Seguro que muchas veces lo pensamos, pero -como les digo- nos gana la “prudencia”. Y de tan prudentes nos van a comer los piojos.

Hay una situación que he visto y vivido en muchas empresas, sobre todo familiares. Donde el rol de empujar a la innovación y la disrupción la tiene el padre o el abuelo o un tío, pero todos con edades avanzadas. Y -en cambio- los jóvenes de ese mismo directorio, que deberían ser los que traen ideas desopilantes (que hacen que los viejos se agarren la cabeza y tengan miedo de probar), resultan los más conservadores. No cumplen el rol de ser ellos los que naturalmente generen estas tensiones para buscar caminos alternativos hacia el futuro.

Podríamos justificar que esos jóvenes han crecido con cierta holgura económica propia de una empresa que pudo dar un estándar de vida alto a su familia, a diferencia de los más grandes que comenzaron más de cero y sortearon las mil y una limitaciones. Esto hace a los primeros más prudentes que los segundos. Pero habría que explorar también si ese confort no les ha hecho perder una cuota muy necesaria de pasión y amor al riesgo, propio de su edad.

Como contracara, cuando hay una compañía donde el joven pide pista para explorar, para innovar, incluso con licencia para equivocarse, ¡hay que arriesgar y darles ese lugar! Solo ese riesgo va a asegurar la longevidad de nuestras empresas en Córdoba.

He visto también muchos jóvenes a quienes se les va pasando la juventud ya y que refunfuñan eternamente en los pasillos de la empresa, desilusionados porque nunca los más grandes aprueban las iniciativas que proponen. Cuando llegue el momento ese joven se hará cargo, pero tal vez haya perdido para ese tiempo el brillo de sus ojos.

 

VI.      Un problema de imagen

 

A esta altura hay que hacer un parate y tomar la perspectiva de cómo ven el resto de los cordobeses a los empresarios de nuestra provincia

Como dije, mi caso es distinto, porque yo lo miro de adentro. Pero hay una realidad que es muy triste: una y otra vez, en las encuestas que se realizan por distintos motivos, los empresarios son considerados por la población en los últimos lugares en lo que hace a imagen positiva, cerca de los sindicalistas y de otros referentes con los que nunca se imaginarían estar.

Aunque esto es un fenómeno generalizado, incluso en muchas regiones del mundo, los guarismos que arrojan esas encuestas en nuestra provincia deberían preocuparnos. ¿Por qué los empresarios de Córdoba tenemos tan mala imagen?

Mi padre -que es un publicista histórico, posiblemente el más experimentado que quede con vida en nuestra provincia- suele decir: “la gente ama a las empresas y odia a los empresarios”. Es así: los consumidores aman los productos de las compañías, las marcas, sus locales, la experiencia que brindan. Pero miran con recelo y desconfianza a sus dueños y titulares. Esto es así desde siempre.

También hay que decir que la distorsión ideológica de la que hablamos, que impregnó la educación y también la universidad, ha hecho su juego instalando lamentablemente un resentimiento gota por gota a lo largo del tiempo.

Pero no podemos escabullirnos y quedarnos solo en estas explicaciones. En las últimas décadas han habido demasiados empresarios en Córdoba que hicieron dinero en forma fraudulenta. También hay un porcentaje importante de supuestos empresarios, que se sientan en las mesas de las entidades del sector y en las fiestas de fin de año (incluso reciben premios) pero que nadie sabe bien de dónde surgió la plata para montar su actividad, ni tampoco quiénes son sus clientes, ni sus referencias.

En el ámbito de la construcción, por ejemplo, lamentablemente tenemos muchos de estos casos. Empresarios que han promovido desarrollos o proyectos y luego terminaron estafando a la población. Algunos de estos han ido presos, pero la mayoría de los estafadores permanecen impunes en libertad. También desarrollos que, por su fuente de financiamiento, dan lugar a dudas. Varios empresarios del sector en realidad han sido y son prestanombres de políticos para quedarse con el dinero de la obra pública.

Igual circunstancia en otros rubros como la salud, los medios de comunicación y ni qué hablar en el sector más complicado en este sentido, que es el financiero.

¿Cuántos son valiosos y cuántos más vale perderlos que encontrarlos? Seguramente los inescrupulosos son la minoría. Aunque vale una anécdota: estando en una mega evento empresario de fin de año, sentado al lado de un viejo relacionista público de Córdoba, cuando ambos mirábamos a todos los que estaban ubicados en las distintas mesas como chusmeando quién estaba presente, con voz pensativa me dijo: “mirá Sebastián, esta sala podemos dividirla en tres tercios. Hay un tercio que son empresarios que se rompen el culo, todos los días y con gran sacrificio hacen crecer sus empresas. Hay otro tercio que hacen negocios con el Estado, con todo lo que ello significa. Pero hay un tercio que, si la Justicia funcionara en Córdoba, estarían todos en cana.”

Para poder ser protagonistas en la construcción del futuro, vamos a tener que encarar este dolor de nuestra reputación de manera frontal. Para ello deberíamos tener estándares más estrictos de autocontrol empresario, para levantar la vara en nuestra actividad. Lo mismo deberán hacer los profesionales de Córdoba porque allí ocurre un fenómeno similar, aún en las más disímiles profesiones.

 

VII.    ¿Qué hacen los gobiernos?

 

¿Qué estamos haciendo para que haya más empresas en Córdoba? ¿Y para que las que ya existen puedan crecer, tomar más empleados, expandirse a nivel nacional y abordar otros mercados internacionales?

Sin meter a la política coyuntural, no podemos dejar de decir que el balance de estos últimos 20 años de trabajo de los gobiernos no arroja resultados positivos. Ha habido más marketing que realidad. Las “políticas públicas” que han desarrollado con nombres  pomposos, desde los ministerios de economía, de industria, de agricultura, desde las Agencias arrojan resultados muy modestos. La movida ha sido demasiado política y poco empresarial.

Y mientras eso ha ocurrido, empeoramos las principales variables que sí son determinantes para la sustentabilidad de las compañías locales -incluso para definir si viven o mueren en el corto plazo-, como es el peso de los impuestos y de los servicios. Todo esto hasta llegar a un nivel muy asfixiante de carga impositiva.

El impuesto provincial más distorsivo es por lejos Ingresos Brutos, que carga -cual parásito- sobre la facturación de nuestras empresas y se lleva su parte, sin importar si al final del proceso hay ganancias (si las hay te vuelve a cobrar impuesto a las ganancias).

Al comienzo era un porcentaje menor. Pero ahora supera el 7% en algunos sectores de la economía. Y para colmo se ha transformado en el principal impuesto para financiar los gastos del gobierno provincial, por lo que resulta muy difícil sacar este parásito de la matriz económica de Córdoba.

Como dije, no es este un libro técnico para llenar de números el análisis. Solo confirmo que más del 90% de las empresas de Córdoba seguramente al final de cada año no logran tener ganancias netas -habiendo pagado todos los gastos y todos los impuestos- mayores a un 5%, un 7% tal vez, incluso algunas pueden llegar al 10%. Por lo que si el Estado Provincial, apenas cobraste la factura, te cobra un 7% o un 5%, en términos reales te está sacando -de cuajo- el 50% de la rentabilidad que lograrás al final del año luego de mucho esfuerzo. Es un socio al 50%, pero sin ningún riesgo y sin ningún aporte.

¿De qué hablamos entonces cuando nos juntamos a conversar con los funcionarios del gobierno provincial? Los empresarios de Córdoba no deberíamos hablar de otra cosa que de esto: ¡bajen la carga impositiva!

A la par está la realidad de que pagamos la electricidad más cara, el gas más caro y el agua más cara que en Buenos Aires y que en otras provincias. ¿Estamos todos locos?

Si los interlocutores del empresariado cordobés ante el gobierno y los responsables de cuidar las políticas públicas para este sector no son del mundo empresario, es muy probable que esa representación no sirva.

Fíjense el caso de los últimos ministros de industria: el de Schiaretti fue Eduardo Acastello, que tiene un largo recorrido político, pero en su vida no gestionó ni administró una industria, una empresa o un comercio. Y hoy el gobernador Llaryora tiene al ex intendente de Marcos Juárez Pedro Dellarossa, que es productor agropecuario, pero no conoce la complejidad de la industria ni de los servicios.

Termino este capítulo mencionando a las entidades empresarias de Córdoba. Allí pongo mis votos y mi esperanza. Conozco su gente y sus pasillos y hay muy buena base en la UIC, la Bolsa de Comercio, la Cámara de Comercio, la Cámara de la Construcción, la Cámara de Industriales Metalúrgicos, AFAMAC de maquinaria agrícola, la Cámara de la Madera y el resto de las cámaras, entidades y fundaciones como la Fundación Mediterránea o el Foro Productivo de Zona Norte. En el interior también hay un tejido muy bueno de instituciones empresarias, sociedades rurales y entidades cooperativas, así como fundaciones, como por ejemplo FADA en Río Cuarto.

El “tercer sector empresario” ha logrado trabajar en equipo entre las distintas instituciones. El caso del G6 es realmente muy destacable porque se han reunido las principales instituciones representativas de los diversos rubros e incluso han amalgamado vínculos y esfuerzos con el sector agropecuario y sus respectivas entidades.

Otro tanto ocurre con los colegios profesionales que tienen una buena dinámica y representantes que se comprometen y trabajan.

Estoy convencido que de allí pueden surgir muchas cosas buenas y un gran protagonismo en este debate que promueve nuestro libro.

Pero hay dos grandes problemas. El primero: en casi todos los casos, el financiamiento de estas instituciones está solventado -en un porcentaje importante- por aportes del Estado Provincial, los municipios y también del Estado Nacional. Esto los condiciona tremendamente para poder decir las cosas que quieren decir, sin miramientos.

A lo largo del tiempo esta práctica de “subsidio” de las entidades, pagando el Estado sus estudios, auspiciando sus Congresos y actividades, solventando viajes, dando soporte crediticio a los proyectos importantes, lamentablemente ha ido consolidando una dependencia que el poder además ha sabido gestionar con sutileza, pero con profundidad.

Recuerdo como anécdota la presión que metió el ex gobernador De la Sota a la Bolsa de Comercio de Córdoba por un estudio sobre competitividad de las provincias que incluso obligó a no repetir el informe en el tiempo. Recuerdo también haber participado de la apertura de la Exposición de la Sociedad Rural de Jesús María, donde los líderes se atrevieron a reclamar con firmeza por ciertas cuestiones al gobierno provincial y también el entonces gobernador De la Sota -cuando tuvo el uso de la palabra- los increpó de una manera tan desafiante que en el ámbito donde estábamos todos reunidos no volaba ni una mosca…

De aquellas experiencias a hoy, el condicionamiento ha empeorado a medida que más necesario se ha hecho el financiamiento del Estado a estas organizaciones.

Para el futuro de Córdoba una condición básica para que el sector empresario tenga voz y voto y pueda ser protagonista es que el financiamiento total de su actividad esté garantizado por sus representados y que no haya intervención del gobierno.

El segundo problema hace a la motivación de este libro, señalada en el prólogo: la participación de los jóvenes. Las instituciones empresarias y profesionales de Córdoba, por sus formas y sus protocolos, no están siendo convocantes de la nueva generación de emprendedores que quieren ámbitos más descontracturados para interactuar.

Tengo la impresión que las Comisiones Directivas de todas estas instituciones están subestimando esta falencia y demorando peligrosamente que se produzca “el pase” y dejar el lugar que corresponde para que las nuevas generaciones tomen el mando, hagan cosas nuevas y hasta se equivoquen sin tener que pedirle tanto permiso ni tener la mirada juzgadora de los viejos. Si esta transición no se produce, todas estas instituciones pasarán al olvido en un tiempo breve.

Aquellos bien intencionados que dicen: “si llegan jóvenes con ganas de dirigir haremos un paso al costado” no se dan cuenta de que los jóvenes de hoy no tienen ese espíritu de conquista de instituciones, como tal vez se tenía en otra época. Es necesario dejar el lugar vacío para que alguien lo llene.