El futuro de Cordoba Cap 7..pdf

Capítulo 7:
Nuestra relacion con el mundo

El futuro de Córdoba pasa por una relación más directa e intensa con el mundo. Necesitamos ir y que vengan. Vender y comprar. Formarnos allá y que se formen en nuestras instituciones. Hablar sus idiomas. Competir para que se decidan a vivir aquí y que muchos cordobeses también se decidan a vivir en el exterior y mantener desde allá un vínculo permanente y organizado con su Córdoba querida.

Córdoba tiene que conectarse en forma directa con el mundo. Un porcentaje de cordobeses ya lo hace. Y por eso tenemos la exportación que ya logramos. Nuestras fábricas, sobre todo las automotrices, muestran una larga tradición de interacción con el mundo, incluso con gerentes de distintos lugares que se radican por un tiempo aquí (también hay otros rubros, por supuesto).

Varios de nosotros nos hemos ido a formar al exterior. Muchos viajan. Es plausible cómo algunos cordobeses van a ferias y congresos en todo el mundo para ver lo último de su área de interés, sea del agro, la medicina, los alimentos o la maquinaria.

La tendencia reciente de chicos y chicas que se van a “hacerse de algunos dólares” trabajando en Estados Unidos, Nueva Zelanda o Australia, incluso Costa Rica o México, es una experiencia positiva que luego se transmite a sus pares (mientras escribo este libro un hijo mío está haciendo esa experiencia).

El hecho de que varios estudiantes internacionales vengan a nuestra tierra a aprender español o hacer sus carreras, por una cuestión de costos (porque somos muy baratos), pero también por lo que ofrecemos, agrega a conformar una visión abierta al mundo. Ciertos eventos internacionales como el Rally y espectáculos extranjeros de todo tipo nos han hecho interactuar con gente de distintas latitudes.

Pero claramente no es suficiente. Estamos “sub ejecutando” -utilizando la jerga de los administradores- relacionamiento con el exterior.

El futuro de Córdoba pasa por una relación más directa e intensa con el mundo. Necesitamos ir y que vengan. Vender y comprar. Formarnos allá y que se formen en nuestras instituciones. Hablar sus idiomas. Competir para que se decidan a vivir aquí y que muchos cordobeses también se decidan a vivir en el exterior y mantener desde allá un vínculo permanente y organizado con su Córdoba querida.

 

I. La relación con los vecinos

 

Aquí hay distintas esferas de relacionamiento, que muestran diferentes niveles de complejidad. Hay una primera dimensión que es inconcebible que no hayamos desarrollado ya hasta el límite de nuestras posibilidades. Son los países limítrofes y sobre todo el gran país de Sudamérica: Brasil.

Sabiendo la incidencia que ya hoy tiene Brasil en nuestro comercio exterior, sin embargo, el relacionamiento que tenemos con el vecino país es mínimo. A nivel académico, a nivel institucional, en lo que se refiere a las vías de comunicación y el tráfico que generamos.

Raúl Hermida desde hace años se desvive explicando desde el ámbito del Instituto de la Bolsa de Comercio de Córdoba las oportunidades que supone para la Región Centro de Argentina aprovechar al máximo las redes fluviales (sobre todo el Paraná) para fortalecer un corredor bioceánico. Regiones del interior de Brasil conectadas con algunas de las nuestras, nos convertiría en una de las zonas más potentes del mundo. Todos hemos salidos inspirados y entusiasmados de estas presentaciones. Pero luego nada sucede.

Estoy seguro de que, si hacemos una investigación de cuánta gente que viaja en los vuelos que salen de Córdoba con destino a Sao Paulo u otras ciudades de Brasil como Río de Janeiro, lo hacen para quedarse allí y cuántas porque están en tránsito para ir a otros lugares, encontraremos que la mayoría no se queda y pasa de largo. Allí estamos perdiendo una oportunidad.

Vamos a lo más básico. ¿Cuántos de nosotros sabemos hablar portugués? ¿Cómo vamos a establecer relaciones más profundas si ni siquiera estamos en condiciones de comunicarnos? No quiero mencionar que no estudiamos la configuración, la historia y las costumbres de Brasil, ni en el colegio ni en la universidad, porque eso sería pedir demasiado. Está claro que subestimamos lo que tenemos que hacer para vincularnos con uno de los 10 países más importantes de la tierra.

Deberíamos tener mucho más en claro que esta relación con Brasil nos conviene sobre todo a nosotros. Y que en ese mercado y en ese país -con la población que tiene- puede canalizarse un porcentaje muy importante de nuestras expectativas de crecimiento y de expansión. Vincularnos con esta potencia vecina es un paso importante para ponernos en acción.

Más cerca en las posibilidades están Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Perú (aunque este último no sea limítrofe). Aquí no tenemos la barrera idiomática y las disparidades económicas son menores y más manejables. Tenemos el aditamento que nuestros productos y servicios son valorados en estos países posiblemente en mayor grado que Brasil que tiene como rasgo cultural que “ama” sus productos locales (por ello todos los que quieran introducirse al mercado brasilero, terminan haciéndolo desde una marca y una empresa local).

El caso de Santiago de Chile también es para preguntarnos por qué estamos perdiendo semejante oportunidad. Tenemos desde hace muchísimos años un vuelo que no es caro, que demora una hora para contactarnos con una ciudad que ha hecho bien los deberes en los últimos años y está conectada con los grandes mercados del mundo, sobre todo con los mercados asiáticos. “Los chilenos son difíciles y no le abren la puerta fácilmente a los argentinos”, repetimos como una muletilla para justificar nuestra mediocridad (además como si nosotros fuéramos fáciles).

En términos geopolíticos, si queremos dar un puntapié a una nueva era, donde no dependamos de Buenos Aires y comencemos un camino de independencia, no política pero sí “mental”, es estratégico que forjemos una alianza muy profunda con Santiago de Chile. Que hermanemos nuestras instituciones académicas y empresarias, nuestros medios de comunicación, que compitamos para generar lazos de amistad en lo deportivo y en lo cultural. Que intercambiemos todo lo que podamos intercambiar. Que abramos nuestras oficinas allá y estimulemos al máximo que ellos abran las suyas acá. Son parecidos a nosotros, más ordenados tal vez, pero debería resultarnos muy sencilla esta interacción, tal vez más de lo que supone interactuar con Paraguay o Bolivia, donde hay rasgos culturales y de idiosincrasia que, si en el caso de Chile nos hace hermanos, en el caso de ellos nos hace “primos hermanos”.

 

II.   Hispanoamérica está cerca

 

Una segunda esfera de relacionamiento con el mundo es América Latina y España. Aquí no hemos hecho nada y hay mucho por explorar. México, Colombia, Ecuador, Centro América y la gran España, que por distintos motivos hace tiempo que no exploramos con la intensidad que amerita el hecho de compartir el mismo lenguaje y costumbres.

Si lo único que queremos de España es el pasaporte si somos descendientes de españoles para irnos y ya no volver, entonces estamos fritos.

Yo me incluyo en este mea culpa. He tenido la oportunidad de interactuar durante todos estos años con sucesivos “cónsules de España” y nunca he aprovechado la oportunidad para explorar cosas de fondo.

En todos estos relacionamientos hay múltiples factores que deberían movilizarnos. Pero no nos pongamos colorados frente al principal factor que debería movernos: la necesidad de conseguir dólares, euros y aprovechar nuestra ventaja competitiva: tenemos buenos productos y servicios a un precio que a nivel internacional es muy bajo. No solo en la actual circunstancia del país donde directamente somos “regalados”, si no en general.

Direccionar la economía cordobesa hacia el foco de internacionalizarnos y direccionar nuestras instituciones y nuestra sociedad hacia la internacionalización es un faro de nuestro futuro, claro y potente.

 

III. Un cambio de mentalidad

 

Por supuesto que hay una tercera y una cuarta esferas, que al mencionar las anteriores ya nos desbordan y nos hacen resoplar por lo difícil que será todo. Y, sin embargo, es una picardía que estemos perdiendo el tiempo sin hacerlo ahora mismo. Se trata de la exploración de los grandes países y mercados: fundamentalmente Estados Unidos, Unión Europea y China.

¿Deberíamos explorar África? ¿deberíamos explorar Israel? ¿Por qué no explorar Irlanda, el sistema educativo de Finlandia o incluso la India? Hay tantas oportunidades para nosotros allá afuera, no tan lejos, muy cerca, que no estamos aprovechando por nuestro “espíritu provinciano” que en este caso nos juega en contra.

Cuento una anécdota que vale más que mil párrafos. Hace muchos años gané una beca para ir a Alemania a un encuentro internacional de jóvenes líderes de todo el mundo. La experiencia fue fascinante porque éramos representantes de más de 80 países. Apenas llegamos, como es natural, inmediatamente nos hicimos amigos entre los latinoamericanos. El brasilero, divertido y seductor de las mujeres, el cubano que rebosaba de palabras y adjetivos en cada frase, los uruguayos y chilenos muy parecidos a mí…

En la primera ronda de exposiciones nos pidieron que en 5 minutos cada uno explicara brevemente la situación de su país. Yo en ese momento venía de colapso del 2001, del corralito, los 5 presidentes y el “que se vayan todos”, así que cargué todas las tintas en la crisis y en la decadencia de Argentina. Otros latinoamericanos hicieron lo propio con sus países. Pero cuando empezamos a escuchar lo que contaban los jóvenes de África, los de Corea y Vietnam, los de Rusia, los de Medio Oriente, Irán, Afganistán, etc., advertimos que nuestras regiones son mucho más estables, tranquilas y desarrolladas de lo que nosotros pensamos.

Recuerdo a una líder africana que en su presentación dijo: “estamos muy felices por el nivel de desarrollo que estamos alcanzando. Hemos logrado que a las mujeres no se les aplique el Corán sino la Ley Civil, y que ya no sean apedreadas en la plaza pública. ¡Esto es revolucionario!” Con nuestros amigos brasileros, chilenos y uruguayos nos mirábamos con sorpresa.

No me equivoco si digo que, de tanto mirar negativamente nuestro contexto, nos subestimamos más de la cuenta en nuestra realidad y potencialidad. Y con Córdoba nos pasa lo mismo.

No somos más, pero tampoco somos menos. Y no tenemos que amilanarnos. Yo lo estoy viviendo en persona en los últimos años, en los que hemos internacionalizado nuestra empresa y hemos hecho trabajos para Estados Unidos, Colombia, Brasil y México. Tenemos calidad a buen precio. Contamos con profesionales de primera. Tenemos creatividad argentina, pero también poseemos disciplina.

Sin embargo, algo nos frena. Tenemos que revisar ese “algo” a fondo para correrlo, eliminarlo, superarlo. Se nos va la vida en esta acción superadora. El mercado argentino y la sociedad argentina, tan supeditados a lo que ocurre en el AMBA, y tan distorsionados por el conurbano bonaerense, son un mundo demasiado chico como para que podamos allí desplegar todo nuestro potencial.

Sé que cuando llega el momento, esta traba mental surge. Esta semana un aliado con el que estoy trabajando desde Miami me proponía atacar juntos el mercado del Perú: “durante un mes hacemos prensa, comunicación, organizamos un evento virtual para empresas a fin de difundir lo que sabemos sobre transformación digital. Y en 30 días viajamos para establecernos dos semanas y visitar las principales empresas”. Este aliado incluso tiene un “country manager” en Lima, por lo que la exploración tiene base firme. Yo dije que sí, pero para mis adentro pensaba: “cómo hago para viajar a Perú desde Córdoba” y otra serie de dudas propias de salir de mi zona de confort. ¡Qué esto no nos pase!

Quiero cruzar en el final de este capítulo la exhortación a “conquistar el mundo” comenzando por el más cercano, pero sin limitarnos solo a él con las ideas fuerza que marcamos como determinantes de nuestro futuro.

Si vamos a construirnos como polo de conocimiento, de alimentos y como el lugar donde las empresas y sus directivos deben radicarse, entonces tenemos que creérnosla y también prepararnos en estas verticales. Las acciones que hagamos para posicionarnos no pueden ser tímidas, ni extenderse en el tiempo ad aeternum. Necesitamos intervenciones cortas, intensas y eficientes.

Digo algo a modo de ejemplo disruptivo: exploremos qué tenemos que hacer para que 10.000 estudiantes de los países y los mercados que nos interesan vengan becados a estudiar aquí. Y que 10.000 estudiantes nuestros hagan sus carreras allá. Este tipo de acciones son las que rompen esquemas. O a nivel digital preparemos “landings” en los idiomas respectivos y no solo hagamos campaña, sino que nos aseguremos de montar un servicio muy eficiente de contacto y seguimiento de oportunidades.

¿Qué medidas audaces y disruptivas podemos hacer a lo largo de los próximos años para que los alimentos que ya se producen en Córdoba estén en las góndolas de todo el mundo? Hablo de los productos de Firenze, Dulcor, La Lácteo, Egran, Palmesano, Verdeflor, La Paulina, Piamontesa o Pritty, de Oblita y de Grandiet…

Está bien lo que hace la Agencia Pro Córdoba de exportación, de subsidiar el 50% de un viaje de negocios. Pero no creo que sea suficiente. Aquí necesitamos sumergirnos todos en una idea común que nos ilumine, nos inspire, nos entusiasme y nos lleve a la acción. Y que, una vez convencidos, toda la fuerza de Córdoba se encamine y no solo una humilde agencia.

Un punto extra para este capítulo: el turismo de Córdoba tiene que aspirar a ser internacional. Por lo menos de la primera esfera: chilenos, uruguayos, brasileros, peruanos. Aquí hemos hecho en distintos momentos algunos movimientos para lograrlo, pero luego quedaron en nada.

El turismo nacional no es suficiente para que el desarrollo del turismo de Córdoba sea sustentable. Necesitamos muchos más visitantes extranjeros ingresando por nuestro aeropuerto, con actividades que los entusiasmen para quedarse más de 2 días, que es lo que hoy dedican a Córdoba y así consuman, compren, coman, salgan por la noche, además de visitar nuestras bellezas (que debemos estar atentos, porque no son tan raras como creemos nosotros), y sobre todo experiencias de vida extraordinarias, que es allí donde podemos lucirnos, así como en lo que hace al turismo de convenciones.