El futuro de Cordoba Cap 9..pdf

Capítulo 9:
Universidad Nacional ¿de Córdoba?

La universidad nos estafa. ¿Por qué sigue siendo la institución más respetada en Córdoba, por arriba de otras instancias? Porque es un caso paradigmático de algo que en nuestra provincia está usufructuando su pasado, que le alcanza para zafar en el presente, pero cuya proyección es preocupante, por su falta de proyecto de futuro acorde con el proyecto de Córdoba.

La forma en que la política universitaria ha tomado la universidad y ha invadido todas sus dependencias es demencial. La pregunta es: ¿esta universidad nacional, así como está, nos sirve a los cordobeses? Y un interrogante mucho más profundo, para saber si podemos intervenir o no en su derrotero: la universidad nacional de Córdoba, ¿es de la nación o es de Córdoba?

En estas reflexiones sobre la universidad -como mencioné- no solo dejo mi pensar, sino también mis sentimientos.

Ir al Colegio Nacional de Monserrat supone ir a un colegio universitario, desde muy chico. Viví ese orgullo -aprendí desde niño a cantar el himno de la universidad, en latín, para entonarlo en cada evento patrio-. Pero también viví los continuos intentos de la “política universitaria” mediocre de destruir los valores del Colegio Monserrat, por motivos ideológicos.

Yo mismo, siendo presidente del Centro de Estudiantes en el último año, debí pelearme con dirigentes estudiantiles universitarios que odiaban el sistema de ingreso por examen que tenía nuestro colegio y querían darlo de baja a toda costa. Les parecía que era más justo que la gente entrara por sorteo. Otras autoridades universitarias odiaban que el colegio tuviera tan entronizada en su pasillo central a la Virgen de Montserrat. Para ellos era un insulto a la “laicidad” que muestra orgullosa la UNC. Recuerdo haberles hecho mención de lo extraño que era negar sus propios orígenes y hasta su propio escudo que lleva una consigna religiosa: "Ut Portet Nomen Meum", que significa "para que lleven mi nombre", y el distintivo jesuítico "JHS".

Fui también a la Facultad de Abogacía de la Universidad Nacional de Córdoba del año 1990 al año 1996. Y me recibí de abogado con orgullo, aunque también sufrí esos claustros, por la mediocridad, el “formalismo en las formas”, el vacío en las prácticas y por un esquema donde los profesores, no importa si sabían o no, no tenían ningún estímulo para desplegar un vínculo más profundo con sus educandos.

Cuando egresé, escribí y publiqué un libro -“Ay Justicia! Consejos inútiles para ingresantes a la Facultad de Derecho”, de Editorial Atenea- donde intentaba advertir a los nuevos alumnos que no se dejaran enfriar el alma por la amansadora del enciclopedismo de esa Casa de Altos Estudios, que nos largaba a la calle sin haber hechos ni media práctica concreta, ni medio debate, solo cátedra y memorización.

En ese libro hablaba de la “educación procustiana”, haciendo referencia al célebre Procusto, que en la mitología griega se encargaba de igualar a todos: a los que sobresalían los achataba y a los otros los alargaba. Era una metáfora de la uniformidad y la mediocridad que yo sentía tenía la facultad y la universidad en general en esos años.

No puedo describirles el impacto psicológico que fue para mí, luego de haber cursado cinco años de la nacional, poder ir a cursar un master a la Universidad de Navarra en España. Tener profesores full time dedicados, que luego de clase nos incorporaban a los equipos de investigación en los que hacían estudios súper actuales -del hoy y del ahora- mientras nos alentaban a leer el material básico de la materia, pero sin quedarnos solo en ello. Y que el profesor nos dijera al final de cada clase: “cualquier duda pueden pasar por mi box por la tarde y lo conversamos personalmente”… Era como vivir en otro planeta. Lo disfruté muchísimo, pero además me sirvió de contraste con lo básico que resulta cómo enseñamos y cómo aprendemos en nuestra rústica y querida universidad nacional, masiva, igualitaria, pública, y la mar en coche… pero mediocre.

Treinta años después pude ver a mis dos hijos mayores intentar desarrollar sus carreras en la Nacional con entusiasmo. Pero a los dos años decidieron cambiarse de universidad. En las otras les va bárbaro, sacan notas excelentes, pero les ha quedado un dolor grande por la indiferencia y la frialdad académica que vivieron esa fría maquinaria de transmitir conocimientos, rendir y hasta ahí nomás que es hoy la Universidad Nacional de Córdoba.

Lo he visto también con sobrinos, con primos, con amigos e hijos de mis amigos. Y lo he vivido como empresario y como dirigente, cuando me he relacionado con alumnos y egresados.

Esa fuente de orgullo que es nuestra “mater universitas” para los cordobeses, está decadente, tenemos que decirlo y tenemos que gritarlo, a pesar de los hermosos kilos de cemento que se incorporaron en la etapa kirchnerista (además de mucho relato y folklore político/ideológico). Pero nadie puede o se anima a decirlo o gritarlo. Porque aquí, más que en ningún otro ámbito, funciona la “policía del pensamiento progresista” de lo políticamente correcto.

 

I. La universidad nos estafa

 

¿Por qué sigue siendo la institución más respetada en Córdoba, por arriba de otras instancias? Porque es un caso paradigmático de algo que en nuestra provincia está usufructuando su pasado, que le alcanza para zafar en el presente, pero cuya proyección es preocupante, por su falta de proyecto de futuro acorde con el proyecto de Córdoba.

Hablamos de uno de los presupuestos más importantes de Córdoba, después del gobierno provincial por supuesto y de la municipalidad. Son más de 100 mil millones de pesos -similar a todo lo que invertimos en seguridad los cordobeses- que se consumen en un 90% en sueldos docentes.

Los profesores son muchísimos -más de 10.000 titulares, adjuntos y ayudantes-, porque el ingreso de alumnos es completamente indiscriminado y su permanencia -a lo largo del tiempo- no tiene ningún tipo de estímulo, ni tampoco de penalidad respecto de la velocidad para egresar.

En los primeros años, vemos esas grandes aulas, con cientos de alumnos que llegan antes para guardar su pequeño espacio; con profesores que -ante la cantidad- no logran empatizar y personalizar y solo atinan a seguir el programa dando los contenidos establecidos, para ver si los chicos aprueban con cuatro y fluyen hacia adelante, sin pensar si los están preparando verdaderamente para la vida y para la profesión. La dinámica es una estafa para los chicos y las chicas; un engaño realizado con dinero público y a los ojos de todos. ¿Por qué una estafa? Porque esos chicos y chicas no están aprendiendo realmente.

Leo los datos del último año de la UNC y aparece que son 180.000 estudiantes con 44.000 que ingresaron a comienzo del año, pero con 6.700 que egresaron. Estamos hablando del 15%. ¿Cuánto nos sale este “probar” de tantos miles de estudiantes?

La estafa se propaga como una mancha de aceite, hasta en detalles que -en este marco de análisis- producen risa: la universidad no solo es completamente gratuita para los alumnos, sino que además los subsidia en el lugar donde comen diariamente -el “comedor universitario”-. Allí tiene de tal manera subsidiado el menú que sale un décimo de lo que sale en cualquier otro lado. Si supiera realmente la persona sin recursos, que compra un paquete de fideos para paliar el hambre del día, que en esa adquisición está financiando el menú de aquellos universitarios que comen casi “gratis”, estoy seguro que se enojaría. Pero el progresismo no se lo quiere decir y -en cambio- le insiste que financiar a todos los estudiantes, sin mirar si tienen recursos o no ¡es luchar por la igualdad!

La forma en que la política universitaria ha tomado la universidad y ha invadido todas sus dependencias es demencial. Hay un militante de Franja Morada, del Peronismo, del PRO, de los independientes y de la izquierda, tanto sean del sector profesores, alumnos, egresados y no docentes en cada cuartito y en cada dependencia, cobrando por algo que no se termina de saber si sirve o no para el mejor funcionamiento de la universidad. Con entregables de dudosa calidad académica, científica e institucional.

El ámbito donde delibera el Consejo Superior de la UNC, parece una mesa de la Unión Europea, en forma de círculo, con micrófonos, cafés y asesores por doquier, pero sin la energía para producir la transformación que nuestra universidad necesita. Claro: del presupuesto universitario el 50% se concentra en la estructura central. Y solo un 25% es  gestionado por las 15 unidades académicas (el resto es Hemoderivados, hospitales y escuelas).

Con solo una anécdota puedo graficar el grado de distorsión ideológica que reina en esos claustros. Hace pocos años unos decanos me convocaron, por nuestra empresa de marketing, para realizar unos videos institucionales por una presentación internacional que debían hacer. Cuando formulamos la propuesta, uno de los guiones hablaba del vínculo estrecho entre la Universidad y las empresas de Córdoba. Esto motivó un largo debate entre ellos y sus asesores sobre la conveniencia de poner “semejante frase”. “¿Qué pasa si se filtran estos videos y son compartidos por la comunidad educativa?” ”¿Qué diremos cuando nos increpen respecto a qué empresas se están vinculando? ¿Y con qué intereses?” Yo no podía creer lo que estaba escuchando. Los directivos de la universidad tenían pánico de proclamar un vínculo con las empresas, que -dicho sea de paso- era tan mínimo como casi inexistente. El final de la historia es que me pidieron con toda delicadeza que evitara esa frase…

 

II.    La universidad es de los cordobeses

 

La pregunta es: ¿esta universidad nacional, así como está, nos sirve a los cordobeses? Y un interrogante mucho más profundo, para saber si podemos intervenir o no en su derrotero: la universidad nacional de Córdoba, ¿es de la nación o es de Córdoba?

¡Es de la comunidad educativa!, gritará un joven militante, agregando: “gracias a la Reforma Universitaria, nos dimos el derecho de autogobernarnos”. Yo, que también estoy orgulloso de que hayamos hecho en nuestra historia la referida reforma, sin dudarlo le respondería: “hay dos posibilidades, o la universidad es de la nación porque de allí vienen los fondos, o la universidad es de los cordobeses, porque nosotros la forjamos antes de que fuera del Estado Nacional -un legado jesuita- y la necesitamos como factor estratégico”. ¡Además los fondos que financian nuestra universidad es la que nos sacan por impuestos!

Si asumimos que es nuestra y que es estratégica para nuestro futuro -un pilar de las tres grandes ideas fuerzas que compartimos- entonces hay que intervenir de manera decidida y contundente, para que nos garantice la excelencia que necesitamos en la formación de nuestros profesionales y la investigación que requerimos para posicionarnos a la vanguardia de la industria de los alimentos y entre las regiones que más apuestan a la educación y el conocimiento.

Para que tengamos una idea: hoy se financian unos 4.500 docentes que supuestamente también son “investigadores” y aproximadamente 1.400 proyectos de investigación. ¿Qué de todo eso impacta real y positivamente en las patentes y proyectos de innovación que necesitamos para Córdoba?

Tenemos que levantar la voz: no queremos muchos alumnos, que luego no egresen, porque es un despilfarro de guita. No queremos además estimular el egreso de carreras donde nos sobran profesionales, sino que queremos poner foco en las carreras donde nos faltan: ingenierías, tecnología, medicina, agronomía, matemáticas, bioquímica, etc. ¿De qué nos sirve que el año pasado hayan ingresado 4.600 alumnos a Psicología y 3.800 a Abogacía, si solo 1.220 decidieron estudiar Licenciatura en Ciencias de la Computación?

Tampoco queremos que cualquiera dé clases, sino profesionales de reconocido prestigio, que se hayan especializado con formaciones de post grado y que estén evaluados constantemente por los alumnos, por la universidad y por auditorías externas. Y sobre todo que tengan mucha experiencia en la vida, en la profesión y en el mercado.

Queremos transparencia en la administración de los recursos, concurso en todos los nombramientos y completa publicidad de toda la información, incluso las notas, tanto de los alumnos como de los profesores, todo. Al igual que en la administración pública, no debería haber ningún despacho con información que no pueda y deba ser compartida a través de internet con los cordobeses, que somos los dueños de esa institución histórica.

El caso de la Universidad Provincial es para analizar. Allí se están dando otros criterios de gestión y por eso está logrando otro perfil en los 12.000 alumnos que integra. Deberíamos discutir el criterio de selección de las carreras que se dictan en relación a qué proyecto de provincia inspira esas decisiones. No digo ni propongo dejar de enseñar Arte, Cerámica y Diseño, pero si hay otras opciones públicas y privadas, posiblemente deberíamos hacer foco en las carreras que no existen y que necesitamos con mayor urgencia.

Tal vez sea más necesario una tecnicatura en la industria del petróleo (para no seguir repitiendo solo la idea fuerza de alimentos) o de software o de turismo o de logística, que enseñar cerámica. Por lo menos deberíamos discutirlo abiertamente, porque esa universidad también es nuestra y la sostenemos con nuestros impuestos.

No tengo la suficiente información como para hablar de la Universidad de Río Cuarto y de la Universidad de Villa María. Pero intuyo que debe replicarse el modus operandi que aquí y por lo tanto los resultados mediocres. Temo que la nueva universidad nacional de Río Tercero, recientemente aprobada, sufra las manipulaciones políticas que ya denunciamos y nazca fallida o mediocre de entrada.

No voy a dejar de decir que aquí también debemos poner en observación a los responsables de que la educación universitaria en el país y en Córdoba esté sufriendo esta decadencia. Es una yunta extraña entre la intelectualidad del kirchnerismo, de la izquierda y del radicalismo, que han tejido una telaraña infranqueable.

A todos los cordobeses nos conviene ver con buenos ojos el crecimiento de las universidades privadas, tanto nuestra querida Universidad Católica como la Universidad Blas Pascal o la Universidad Siglo XXI. Allí también hay mucho por hacer y por crecer. Posiblemente estas estructuras estén mejor preparadas para reaccionar más rápido a proyectos a futuro que la elefantiásica Universidad Nacional.

Dejo aparte a la UTN porque, a pesar de ser pública, ha sabido mantener un estándar de excelencia notable y una conexión con el mundo de las empresas de Córdoba y de la producción que vale la pena destacar.

 

III.      Universidad y empresas, codo a codo

 

¿Cómo podemos hacer para que las universidades nacionales se pongan cuerpo a cuerpo con las empresas de Córdoba y las start ups a investigar, desarrollar, probar, disponer de tesis e hipótesis, prototipos, estudios de campo? ¿Cómo hacemos para que, el puente entre estos dos sectores, sea tan fluido y directo que se integren desde el momento de definir el perfil de los egresados, los contenidos que trabajan y los casos, la integración entre los profesores y los profesionales y directivos de las empresas, así como sus áreas técnicas?

Cuando hablo de empresas hablo de las empresas de Córdoba, que en su mayoría son pymes, incluso consultorios, agencias, consultoras, comercios, kioscos. Está claro que solo un porcentaje muy minoritario son grandes empresas. Pero es, en ese “enjambre” de pequeñas empresas, donde se puede prender como una mecha el potencial de este relacionamiento.

¿Puede ser que -por ejemplo- yo, que dirijo una de las consultoras de marketing y publicidad más antiguas de Córdoba, así como antes mi padre y mi hermano, jamás hayamos sido convocados por la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UNC para que podamos contarles las inquietudes y necesidades de nuestro sector, así como las fallas en el perfil del egresado que advertimos están produciendo?

Todos los días llegan currículos y hago entrevistas a esos egresados -lo he hecho por años- y advierto estas falencias. Pero no puedo hacer nada, porque ni siquiera he sido convocado a dialogar por las autoridades. ¿Será una excepción mi caso o es la regla general? Si sos empresario, contame: ¿alguna vez te convocaron?

Veamos el caso de los oficios que están tratando de desarrollar desde la Universidad y también la iniciativa de pomposo nombre: “universidad popular” que han llevado a varias localidades (de hecho, a la mitad de las localidades de la provincia). Es notable cómo cuando algún profesor o directivo ha realizado el contacto con la demanda del mercado, esos procesos han sido exitosos. En cambio, cuando han sido paridos a puertas cerradas desde la Universidad han sido un fracaso rotundo, con mucha ideología y poca práctica.

Entro ahora mismo a la web de la UNC, en el buscador pongo “universidad popular” y me surge una serie de cursos y talleres realizados con nombres de este tipo: “Curso Mujeres emprendedoras: herramientas para emprender con perspectiva de género”.

¿Acaso la “perspectiva de género”, que es un planteo ideológico, le va a dar a la formación de esa emprendedora algo distinto que al emprendedor hombre? ¡Por favor!

¡Que se trata de la plata de todos! Del albañil y del desempleado que manda fondos a la universidad desde su compra de fideos, que acaba de hacer…. Un poco más de respeto por los fondos públicos.

 

IV.      ¿Debe ser “gratuita”?

 

Aquí solo dejo sobre el escritorio para pensar, porque hemos dicho que vamos a debatir todo sin prejuicios ni condicionamientos, la cuestión de la supuesta gratuidad de la universidad pública, sin ningún tipo de filtro.

Anticipo mi posición en ese debate: que la universidad sea completamente gratuita para todos y todas, sin distinción, es una injusticia de la que se van a escandalizar las generaciones futuras, así como ahora nos escandalizamos de actos discriminatorios flagrantes del pasado.

El silencio de la clase media cordobesa respecto de este tema es un factor más muy negativo. Pero, de alguna manera, la política y el Estado han comprado nuestro silencio.

Hablamos de muchos cordobeses que nos hemos acostumbrado a que un cierto “colchón de privilegios” se nos sea dado porque si. Ir a la universidad gratis, trabajar en el Estado con buenos sueldos y sin tanto trabajo, recibir luego la jubilación de la Caja que intenta pagar el 82% móvil prometido, aunque eso ponga en jaque a las finanzas provinciales, disfrutar de ciertos espacios de cultura y deporte también gratis o a un costo insignificante….

Que todo ese colchón de privilegios se mantenga en un status quo, sin importar lo que cueste, es -hay que decirlo sin vueltas- una vergüenza.

Ha llegado la hora de sacarnos las anteojeras y ver la contradicción que es flagrante: que está en frente de nuestras narices. La mayoría de los estudiantes que van a la Universidad Nacional podrían pagar aunque sea una cuota simbólica para estudiar. Porque seguramente lo venían haciendo en el Colegio Secundario. Aquellos que no pueden pagar, deben ser becados. Pero los que podemos pagar, deberíamos costear aunque sea una parte de la educación de nuestros hijos en un país donde la mitad de la población es pobre.

 

V.   ¿Podemos contar con la universidad o no?

 

Saber si vamos a contar o no con la Universidad Nacional de Córdoba, para forjar nuestro proyecto de futuro, es muy estratégico. Me atrevería a decir que, si fracasamos en esta gestión, posiblemente fracasemos en todo el resto.

Pero seamos optimistas: visionemos una universidad de Córdoba que ha logrado superar con éxito el desafío de la virtualidad -y por tanto la competencia con cualquier universidad virtual del mundo-, con miles de estudiantes de otros lugares  del planeta que vienen a estudiar aquí para enriquecernos con ese tremendo intercambio cultural (sin que eso suponga que les financiemos nosotros la aventura); y otros miles de nuestros estudiantes en intercambios en Europa, en EE.UU., en Asia, en África y, por supuesto, en América Latina, logrando ese estándar de internacionalización que nos hemos planteado.

También con profesores que vayan y vengan. Con titulares de Cámaras empresarias sentados en los Consejos Directivos de las universidades, compartiendo lo que el mercado demanda, y con una fuerte impronta de investigación (con su correspondiente presupuesto asignado) de cuestiones que realmente nos sirvan para producir más y mejor. Tal vez con un foco particularísimo en innovar en la producción de alimentos que puede ser nuestra estrella polar.

Una universidad con un sistema flexible de créditos, que le permita a los estudiantes moverse entre las facultades, en busca de las materias que más les interesan según su perfil personal (y que también los vincule en forma multidisciplinaria y les quite el sesgo propio de cada título). Que un estudiante de abogacía pueda estudiar algunas materias en ciencias económicas, así como una estudiante de lenguas en filosofía, o uno de administración, en ingeniería.

¡Qué tremenda incidencia que tendría la Universidad Nacional de Córdoba si los cordobeses la recuperáramos para nosotros y para que sea un factor clave de nuestro futuro!