El futuro de Cordoba Cap 1..pdf

Capítulo 1:
Te cuento mi porqué

Participé en la última elección provincial como candidato. Ahí me surgió la motivación para escribir este libro. Vi un esfuerzo muy grande de unos por remarcar lo bien que estábamos y -de parte nuestra- todas las energías concentradas en forzar a mirar lo mal que estábamos. Ninguno se atrevía a plantear una hipótesis desafiante sobre el futuro de Córdoba. 

Al ver lo que hizo Milei, que ganó en forma contundente en Córdoba sin siquiera visitarla, me conecté con mi convicción más profunda: al final del día lo que mueve a las personas son las ideas, las convicciones. A la gente no le interesa el qué y el cómo, sino el por qué y el para qué.

Córdoba me inquieta. ¿A vos te pasa lo mismo? En mi caso, soy muy feliz aquí. He podido realizarme en lo personal, en lo familiar, en lo económico. Tengo a mi familia entera aquí, mis amigos, mis clientes, mi caballo y mi perro, mis compañeros del colegio y de la vida…

Pero hay algo que no me cierra. Que en algunos casos me decepciona o me enerva. Igual que a vos, seguramente. Está claro: se puede vivir contento con “lo privado” -con lo nuestro- y decepcionado con lo público, con lo de todos (de hecho, así vivimos desde hace años), pero no es sano. No es bueno. No es sustentable.

¿Córdoba nos decepciona o es Argentina el problema? Buena pregunta. Argentina claramente nos decepciona. Nada de lo que esperamos respecto del país se ha cumplido hasta ahora (veremos si Javier Milei lo logra; no lo voté, pero lo miro con esperanza). Sin embargo, esa eterna historia de crisis y decadencia nacional, junto a la observación de que “aquí nosotros no estamos tan mal”, nos ha hecho ir apagando a los cordobeses las voces de lo local, hasta acallarlas totalmente.

Es un silencio que se fue instalando en los medios de comunicación, en la dirigencia y en las instituciones -y también en la gente-, sobre lo que nos rodea, lo que realmente nos afecta en el día a día, que es lo que nos pasa en Córdoba. Hay reclamos por todos lados, en la radio y en la calle, pero no hay planteos más profundos. Hemos dejado de soñar en plural, o -por lo menos- no lo estamos manifestando como corresponde. Lo único que escuchamos es la edulcorada publicidad de gobierno, que es un presente y un futuro de cartón pintado.

Vemos colocar una maceta colorida o intervenir una avenida con un cantero y, por un momento -mientras vamos en el auto- decimos: ¿en el marco de qué se estará haciendo esta intervención? Nadie nos lo cuenta -como dando por sentado que no nos interesa- pero, digamos la verdad: tampoco nosotros lo demandamos. A los dos minutos, ya estamos pensando en otra cosa.

Es que el presente de Córdoba no parece tan malo -insisto con este concepto que solemos pensar- en comparación con otras provincias. Es cierto: no somos Formosa, que es un feudo. No somos Rosario, donde los narcos se matan. No somos San Luis, gobernada desde que tenemos memoria por un par de locos desquiciados con aires monárquicos. ¡No somos Santa Cruz, sometida por los Kirchner! No somos Santiago del Estero, donde cambiaron los gobernantes, pero la corrupción y las formas permanecen intactas. No somos Buenos Aires y su tremendo conurbano, con un gobernador que vuelve a ganar habiendo hecho todo mal, incluidos sus funcionarios corruptos, mostrados en yates lujosos, con “gato y champagne”. No mueren tantos chicos aquí como en el impenetrable chaqueño. No tenemos tanta deserción como Chubut y un poco más de días de clase que Catamarca…

¿Estamos conformes con esto? ¿Esa es la vara de nuestra aspiración? ¿Siempre atrás de Capital Federal (lejos), a la par de Santa Fe (Córdoba vs Rosario) y por delante del resto de las provincias?

Participé en la última elección provincial de Córdoba del 2023, como candidato a Legislador provincial, por la capital. Perdimos por 60.000 votos en lo que se refiere a gobernador. En mi caso, no accedí a la banca por 15.000 votos. Durante la campaña, que fue muy intensa en toda la provincia, me surgió la motivación para escribir este libro.

Yo veía en cada acto, en cada salida de prensa, en cada comunicación, un esfuerzo muy grande de parte del gobierno por remarcar lo bien que estábamos (la circunvalación, el Faro, la bicisenda en altura, etc.) y -de parte nuestra- todas las energías concentradas en forzar a mirar lo mal que estábamos, en lo que se refiere a seguridad, educación y salud. Pero ninguno de los dos discursos lograba cautivar, entusiasmaba. Ninguno de los dos se atrevía a plantear una hipótesis desafiante sobre el futuro de Córdoba. Un planteo que lograra hacer vibrar incluso a las nuevas generaciones. Nuestras palabras no tenían futuro. Nuestra propuesta no tenía una esperanza que nos proyectara a un trabajo común. Todo estaba teñido de cierta dosis de mediocridad.

Al ver lo que hizo Milei, que ganó en forma contundente en Córdoba sin siquiera visitarla, me conecté con mi convicción más profunda: al final del día lo que mueve a las personas son las ideas, las convicciones. A la gente no le interesa el qué y el cómo, sino el por qué y el para qué.

La falta de ideas sobre el futuro de Córdoba no es una falencia solo de la política. Si le preguntás a los académicos, a los empresarios, a los dirigentes o a los máximos referentes de Córdoba, en los más diversos sectores, a los comunicadores, “hacia dónde va Córdoba” la respuesta no es clara. Titubean. Algunos desempolvan propuestas de sus archivos, que tienen mucho olor a pasado reciclado, pero que no están actualizadas y mucho menos articuladas en una visión de conjunto.

El “cordobesismo” por ahora es una arenga de resistencia a los desmanes que vienen de lo nacional. Es una queja por maltrato, por abuso de autoridad, por centralismo. Martín Llaryora ya arrojó su frase: “que no nos vengan a decir qué hacer los pituquitos de Recoleta” y seguramente le dio algunos puntos de posicionamiento ante los cordobeses, que siempre hemos sido convocados desde allí, desde la denuncia por el centralismo, pero no desde un proyecto de futuro.

Hasta ahora, podría decirse, la convocatoria al espíritu cordobés -la isla, corazón de mi país, pituquitos de Recoleta- es una palanca usada (y abusada) sobre nuestro subconsciente, para activarnos desde el marketing político, nada más.

Esta falta de compromiso y de claridad con nuestro futuro -aunque el presente “no parece tan malo”- nos obliga a responder la pregunta que nos haría cualquier observador distante: ¿no estaremos forzando los cordobeses demasiado la fórmula de vivir “de prestado” de lo que se forjó en el pasado, por parte de nuestros antecesores, y ahora -que es nuestro tiempo- no estamos haciendo lo que nos toca para forjar el futuro?

Con todas estas inquietudes en el corazón, me planteo la posibilidad de hacer un aporte. De ir más allá de la crítica y la protesta. No sé bien si lo lograré con este libro, pero - como podrán ver- lo estoy intentando. Dios quiera que lo logre.  

¿Cómo será el futuro de Córdoba? Más de uno esperará leer un libro técnico, para responder a semejante pregunta. Con datos y cuadros que fundamenten sus afirmaciones e hipótesis. Seguramente eso le daría más solidez a los planteos y a las hipótesis. Pero todos sabemos que a un escrito así solo lo leerían un reducido grupo de profesionales y que, por tanto, su impacto sería muy restringido. Ya he escrito alguna vez en esa línea y ya comprobé los resultados.

No es la idea. Esta vez quiero escribir desde lo que soy y desde lo que siento, como un ciudadano más, pensando que todo cordobés interesado en su futuro y en el de su familia pueda leerlo con gusto. No me voy a creer dueño de la verdad, sino solo un portavoz de una verdad. Seguro habrá otras.

Tal vez la única verdad firme es que nadie en este momento es capaz de plantear algo certero respecto a un futuro que -ya no para Córdoba, sino a nivel mundial- se muestra tan volátil y tan incierto. Es la “modernidad líquida” de Zygmunt Bauman.

En este caso me tomo de Lao-Tse: “Un viaje de mil millas, comienza con un primer paso”. Por algún lado se empieza: ¡alguien tiene que volver a arriesgar! Abrir el debate sobre hacia dónde queremos ir ¡para que se debata!, sin preconceptos y sin prejuicios, sin que la contingencia y la circunstancia nos obnubile. Sin tener como fin ser oficialista u oposición, de este lado de la grieta o de aquel. Sin temor a equivocarnos en el intento. Tal vez todo lo que aquí se diga, no sirva para nada. Pero si abre el debate, ya cumplió un propósito. Incluso si solo te hizo pensar ya pasamos el umbral.

En otras regiones del mundo la pasión por la tierra donde viven los moviliza fuerte. En Europa, en Estados Unidos, en Brasil. Los texanos se sienten parte de los Estados Unidos, pero empujan fuerte por Texas. Los catalanes, los lombardos.

Hay un público al que está especialmente dirigido el mensaje: escribo este libro con la secreta esperanza de llegar a los jóvenes de Córdoba. Porque el futuro de esta provincia es de los jóvenes. El futuro -en general- es de ellos. Y la fuerza, la rebeldía y la adrenalina para construirlo. Es verdad que también son el presente. Pero en lo que respecta a esta obra, son los protagonistas: y como convoca a debatir el futuro, la invitación es directa a ellos.

Si ellos debaten es mucho más interesante, porque estarán hablando sobre la vida que van a vivir aquí los próximos 70 años. Es un debate que los involucra de lleno. En las últimas elecciones han demostrado que hay una fuerza latente allí que está buscando ser canalizada.

Soy consciente -sin embargo- de que probablemente pocos jóvenes me lean. Y los pocos que lo hagan, posiblemente no lo realicen en forma completa. Me pasa un poco como la canción de Charly García: “Para quién canto yo entonces, si los humildes nunca me entienden”. En este caso son los jóvenes los que posiblemente no me entiendan… Estoy interactuando todo el tiempo con ellos, por mis hijos jóvenes y adolescentes, por el equipo joven que trabaja conmigo, por ciertos jóvenes con los que hago cosas. Ellos me hacen saber que está difícil motivarlos con una charlita. Tendremos que hacer mucho más que eso para que nos presten alguna atención e interactúen.

De todas maneras, escribo con pasión. Porque tengo “la Fe de los escritores”. Todo escritor tiene esa esperanza, que su libro pueda influir de una manera que no imagina. Lograr la trascendencia y el impacto de generar una tendencia, que se vuelva en algún momento -aunque sea muchos años después- masiva. Yo tengo esa Fe. Veremos.

Creo que el futuro nos exige construir un nuevo “sentido común”. El sentido común de lo que viene. Porque no hay sentido común, cuando no hay proyecto común, al cual uno se dirija y del cual tome referencia. Ya verán que no hablo de una aventura totalitaria más, que nos obligue a todos a resignar algo de libertad en favor de la “tierra prometida”. Todos estamos suficientemente escaldados con esas experiencias que tanta sangre han hecho correr. Aquí solo hablo de que -en libertad- nos encaminemos hacia un norte deseado, que somos capaces de visualizar y que nos inspira.

Durante el transcurso de las páginas ya verán que he perdido cualquier miedo a la “policía del pensamiento progresista”, que desde hace mucho tiempo me desdeña en cualquier opinión que emito, tildándome de derecha, de conservador, de reaccionario. Tal vez sean los años, pero me cansé de ser políticamente correcto. Pero tampoco quiero adscribirme de plano a las nuevas derechas, hoy de moda, porque no me gustan sus formas y tampoco me gustan sus fundamentos (no me gusta Trump, no me gusta Bolsonaro). A ver si podemos construir algo que sea simplemente cordobés, único. Esa es mi esperanza.

Si no sos joven, y leés este libro, y al final sentís que te ha dejado un mensaje positivo que vale la pena difundir, entonces ayudame, acercándoselo a un joven. Puede ser un hijo o el hijo de un amigo o un familiar, o un estudiante si sos profesor.

Como explico en los capítulos finales, solo hacen falta 500 jóvenes convencidos para producir un cambio de fondo en Córdoba, para construir un futuro mejor. No hablo de revoluciones sino de “evoluciones”. Y para lograrlo no hacen falta más que un número reducido de dirigentes jóvenes comprometidos.

Si 5 jóvenes convencen cada uno a 10 amigos y esos 10 amigos convencen cada uno a 10 amigos más, tenemos la masa crítica para que las ideas alocadas de este escrito se hagan realidad. Vamos por ello.