El futuro de Cordoba Cap 18..pdf

Capítulo 18:
¿Quién va a construir el futuro de Córdoba?

Córdoba está tan precaria en su entramado político, económico y social que estamos ante la oportunidad (y también el peligro) de que un grupo de referentes organizados puedan dirigir nuestra provincia hacia el destino que quieran. Lo digo de modo más directo: hoy un grupo de dirigentes, si se lo propone y se organiza, se puede quedar con el poder.

La precariedad a la que nos referimos, hace que el número de dirigentes jóvenes que deben ponerse de acuerdo no requiera ser tan grande. Hablamos de no más de 500 jóvenes, como para dar un número claro y redondo. 

Puede ocurrir que estés de acuerdo con la mayoría de las ideas, valores y visiones que hemos dejado asentadas en este escrito. Pero que, en lugar de ver crecer la esperanza en tu corazón, crezca lo contrario: el escepticismo.

Puede ocurrir que esta visión de todo lo que nos falta por hacer y la energía que necesitamos para llevarlo a cabo -para construir el futuro de Córdoba que nos merecemos- te haga caer en una depresión, por lo difícil que parece. Más de uno habrá sentenciado que directamente es imposible lograrlo, por el estado actual de la cultura en nuestras ciudades, en nuestra provincia y en nuestra gente. Que el derrumbe de la Argentina es tan grande -es tanta la decadencia- que no hay forma de hacer la diferencia solo desde Córdoba.

Quizás tengamos la tentación de escapar. De pensar nuestro futuro, sin cargarnos esta mochila del proyecto conjunto. “Hacer la nuestra”.

No los juzgo. Yo también por momentos caigo en la desesperanza y en otras ocasiones en la desesperación. Pero valga este capítulo final para anclar la expectativa a un quién y a un cómo muy concretos y que puede hacerse en un lapso breve, digamos, antes de que yo muera (tengo 52).

La esperanza viene por aquí: efectivamente si tenemos que aguardar una reacción en cadena de parte de todos los cordobeses o su gran mayoría, un súbito despertar de la conciencia ciudadana que nos lleve a participar, a castigar con nuestro voto a los que no son buenos representantes y a votar por los que sí lo son, a trabajar activamente para que nuestra sociedad se desestatice y se liberen las fuerzas de la familia, la iniciativa privada y la sociedad civil, si todo ese poder que queremos darle a la ciudadanía, dependerá de los hombres y mujeres que hoy caminan por las calles de Córdoba -en el centro o en las afueras, en las ciudades del interior o en los pueblos-, el planteo claramente sería utópico. Es una realidad que la gente está “en otra”, que están más quietos que en movimiento en lo que respecta a lo público; que cada vez tienen menos conciencia cívica e incluso menos “conciencia de cordobés”.

No vamos a analizar aquí por qué pasó esto, el rol de la educación en continuo declive, la absorción de los medios de comunicación por grandes corporaciones de medios dedicados al entretenimiento y el “vanity fair” (y subordinados por la pauta oficial), la política “que nos quiere pobres” ….

La verdad, en esta ocasión el por qué pasó ya no importa. Lo que interesa es que la sociedad cordobesa hoy no está con la sensibilidad necesaria para ser convocada a un proyecto con esta épica.

Sí es justo decir que está dispuesta a acompañar como la ha demostrado con su voto (ya lo analizamos en el capítulo respectivo). No podemos interpretar sus razones en forma unitaria o blanco sobre negro (seguro que hay múltiples motivaciones), pero sí es posible decir que, desde el 2001 a esta parte, Córdoba -en forma mayoritaria- viene votando para que se produzca un cambio a nivel nacional. Si no lo hizo a nivel provincial posiblemente sea porque la oposición (yo pertenezco a esa oposición) no hemos sido capaces de plantear algo superador. Pero la vocación de cambio está expresada en todos los niveles sociales, en todas las edades y en todas las latitudes de la provincia.

Pero entonces, ¿quién se hará cargo de este llamado a construir el futuro? Hemos expresado desde el primer momento el anhelo de que sean los jóvenes los que asuman el desafío. Pero también aquí hay que ser muy realistas. Y -sin haber hecho un análisis sociológico, ni una investigación cuanti y cuali- me anticipo a asumir la realidad de que tampoco hay un porcentaje mayoritario de jóvenes dispuestos a liderar esta construcción (o si se quiere esta reconstrucción). Están en otra.

Alguien podría pensar en las mujeres y sería un aporte interesante. Ellas han demostrado en los últimos 20 años que están más comprometidas que los hombres en general en lo que respecta al cambio de la realidad. En toda causa justa que se está desarrollando en nuestra querida Córdoba, hay siempre una mujer empujando por detrás con su particular cualidad del “multi-tasking”, esto es, de poder trabajar en concreto muchos frentes complejos al mismo tiempo y en forma organizada.

Sin embargo, tampoco serían las mujeres en un porcentaje mayoritario y como grupo las que están dispuestas a responder a esta convocatoria en el corto plazo. Las valientes de las que estamos hablando son la excepción. La regla es que la mayoría de las mujeres cordobesas están concentradas en trabajar y llevar adelante sus familias en este marco de tremenda crisis.

Y entonces, ¿quién?

 

I.     Quinientos jóvenes

 

Hay una posibilidad concreta, si somos capaces de convocar a ciertos jóvenes comprometidos de diversos ámbitos que se animen a interactuar y a generar “amistad cívica” a fin de parir un proyecto de provincia para los próximos 100 años.

Córdoba está tan precaria en su entramado político, económico y social que estamos ante la oportunidad (y también el peligro) de que un grupo de referentes organizados puedan dirigir nuestra provincia hacia el destino que quieran. Lo digo de modo más directo: hoy un grupo de dirigentes, si se lo propone y se organiza, se puede quedar con el poder.

¿Cualquier dirigente? Sí, podríamos hacerlo un conjunto de referentes mayores, hombres y mujeres. Pero es muy difícil que confluyamos a esta altura después de tantas divisiones y tantas decepciones. Y que tengamos la paciencia, la humildad y la pasión para interactuar, hasta generar el marco nuevo y distinto que se requiere instrumentar. En cambio, los jóvenes tienen todo eso si se predisponen de manera consciente. Poseen algo muy importante: todo el futuro por delante. Tienen tiempo.

La precariedad a la que nos referimos, hace que el número de dirigentes jóvenes que deben ponerse de acuerdo no requiera ser tan grande. Hablamos de no más de 500 jóvenes, como para dar un número claro y redondo. En una provincia de casi 4 millones de personas, hablar de un número tan acotado de referentes jóvenes que se ponen de acuerdo, hace que el planteo sea vuelva perfectamente factible y viable.

¿Por qué 500? Por supuesto, es un número aproximado. Pero tiene su lógica. Para enderezar la traza del presente de Córdoba hacia un futuro mejor, hay 10 sectores que son claves:

1.      La política

2.      Las empresas

3.      La Justicia

4.      Los medios de comunicación

5.      Las universidades

6.      Las principales cámaras empresarias y sindicatos

7.      Las ONG’s más destacadas

8.      Los credos religiosos más representativos

9.      La cultura y la intelectualidad

10.   El deporte

Cada uno de estos ámbitos puede incidir en la construcción del futuro en forma determinante y rápida, si produce un cambio en su área de influencia y sale de su zona de confort hacia los horizontes que hemos ido marcando a lo largo de los capítulos (o hacia otros, por supuesto, que pueden ser discutidos… no es el mío el único camino posible).

En la Universidad Nacional de Córdoba hay 15 unidades académicas. Si tenemos a jóvenes que se proyecten como futuros decanos y sumamos a quien debería configurarse como próximo rector, si lo expandimos a las otras universidades de la provincia públicas y privadas, podríamos decir que necesitamos 50 jóvenes profesionales comprometidos, consustanciados con la idea de aportar al futuro desde ese ámbito académico. Esos dirigentes pueden producir desde allí una verdadera revolución si son capaces de insuflar estas semillas de cambio en los más de 200.000 jóvenes universitarios que pasan por todos estos claustros.

En la política, necesitamos mucha sangre nueva que asuman cargos legislativos, ministerios, concejos deliberantes, tribunales de cuentas, intendencias y gobernación. Pero también aquí seamos minimalistas: otros 50 jóvenes trabajando en red desde la capital y el resto de la provincia, que se han puesto de acuerdo con los 50 de la universidad y que hacen su recorrido por la arena (y el barro) de la política para producir el cambio desde allí. Podrían hacer una verdadera revolución. No hay en este momento en Córdoba (lo digo con conocimiento de causa) ningún grupo político que tenga 50 dirigentes jóvenes, preparados y capaces, encolumnados en un proyecto pensado para producir el cambio. Sí hay camarillas políticas que van improvisando sobre la marcha, y en general desde un solo partido.

Así podríamos avanzar con cada sector que aporta su reestructuración y su reforma parcial al cambio total y a la construcción del futuro pendiente. La Justicia, tanto provincial como federal es clave: 50 jóvenes preparados, potenciales jueces, camaristas, fiscales y secretarios… ¡harían maravillas en esas instituciones! Por supuesto, los medios de comunicación de Córdoba que necesitan tanto periodistas, como comunicadores y empresarios también comprometidos con dar marco y “canal de difusión” a estas voces de cambio. Aquí también necesitamos 50 jóvenes dispuestos.

Si hay también 50 jóvenes empresarios que se involucran desde las cámaras e instituciones del sector -y sus respectivos centros de estudios-, y asumen que no solo hay que acordar el proyecto de futuro, sino que también hay que financiarlo con técnicos y con acciones; si otros 50 jóvenes comprometidos con lo social lideran las principales ONG’s dedicadas a la lucha contra la pobreza, la discriminación, la falta de educación, etc.; si hay 50 sacerdotes, monjas, misioneros, pastores y rabinos que se ponen sobre sus hombros la tarea de renovar las estructuras religiosas de la provincia, para que sean protagonistas de este proceso, insuflando a sus fieles la Fe y la Caridad necesarias (¡y el Amor!) para dar parte de su vida por un bien común; si la cultura aporta belleza al proyecto y sentimiento y la intelectualidad investigación y estudio con otros 50 jóvenes… y si todos ellos se animan a trabajar en red ¡se puede conquistar el cambio, en el marco de una generación! Se abre así una esperanza concreta ¿no te parece?

¿Por qué hablo del deporte también como último sector? Porque es muy importante que este proyecto tenga apoyo popular. Que no quede en una élite que se mueve solo a nivel estructural, pero sin llegar a las bases de la sociedad. Los referentes deportivos, también los de la cultura, los de los medios, los religiosos y los de la ONG’s, pueden darle al proyecto la capilaridad necesaria para que, hasta el último joven de un barrio marginal, se sienta atraído por la movida.

Insisto con tomar el fenómeno de Javier Milei como un caso de estudio de cómo un “predicador de ideas” -aunque vayan a contracorriente del pensamiento dominante del momento-, y con un conjunto muy pequeño de personas, puede llegar a generar la oportunidad que produjo, más allá de cómo termine ese experimento político.

Aquí hablamos de algo más complejo y -a su vez- más sustentable si se logra. Pero traigo a la mesa ese caso tan actual, porque nos puede dar coraje de que es posible organizar un grupo que se enamore de un conjunto de ideas y que las contagie a la sociedad en un plazo breve.

 

II.    La pregunta es ¿cómo?

 

Poner de acuerdo a 500 jóvenes capaces, que provengan de todos estos ámbitos no parece una tarea imposible. Llevará tiempo, eso está claro. Discutir qué quieren lograr, cómo lo harán, y sobre todo empatizar, perder la desconfianza entre unos y otros hasta -finalmente- hacerse amigos y lograr “animus societatis”, puede llevarles 2 o  3 años, no más.

No es necesario que todos estos jóvenes se encolumnen detrás de un partido político o de una sola institución. Eso sería violentar demasiado la propia diversidad que requiere este blend dirigencial.

Los que vienen de la Justicia, por la propia naturaleza de su carrera no pueden entrar en un barro político, como así tampoco los que quieren proyectarse en el mundo académico. Los que provienen del ámbito social o de la cultura no pueden enmarcarse en una institución elitista… habrá que cuidar los matices a la hora de convocar y desde dónde.

En otras épocas de la historia, sí se podía pensar que una especie de “conspiración generacional” podría producirse desde una institución. De hecho, el propio Colegio Monserrat fue, en un momento, el que producía estos proyectos generacionales con dirigentes que luego ocupaban los más diversos cargos. También lo hizo el Liceo Militar. De más está decir que el experimento fue muy exitoso con la generación del 37 a nivel nacional y también con la generación del 80.

Más cerca en el tiempo podríamos señalar a la Fundación Mediterránea, liderada por Domingo Cavallo, que preparó un equipo de profesionales para abordar el Estado, pero con una visión de impacto más acotada a lo económico y además con una mirada nacional.

Pero en el actual contexto de Córdoba, el ámbito donde estos jóvenes deben “cocinarse en la misma olla” debe ser un escenario neutral, que los haga sentir cómodos y que respete la particularidad de cada uno.

Desde nuestra institución Civilitas hemos venido trabajando por esta convocatoria y esta consolidación de una propuesta generacional de dirigentes comprometidos con el bien común, para Córdoba, desde hace 35 años. Pero lo empezamos muy solos, desde jóvenes y no pudimos lograrlo hasta ahora, porque -además- en el camino probamos conformando un partido político provincial, integrándonos a otros, interactuando con religiones y con fundaciones… Se podría decir que, lo que hemos hecho hasta ahora, es un “manual de errores” que puede servir como base para otros que, desde Civilitas o desde ámbitos diferentes, lo intenten. La experiencia de los errores siempre sirve.

Hay un tema no menor que es el financiamiento de un proyecto de este tipo. Esos 500 jóvenes necesitan tener cierta tranquilidad económica de que pueden dedicarse a crecer en sus respectivos espacios, sin pensar en perseguir el mango y sobre todo “vender el alma al diablo” en el camino por conseguirlo. Esta cuestión es bien concreta y tiene que ser abordada.

Mi experiencia es que hay fondos económicos locales, nacionales e incluso internacionales -de fundaciones interesadas en que se motoricen este tipo de proyectos, tanto de Europa como de Estados Unidos y de América Latina- dispuestos a apoyar una iniciativa así, si el plan muestra la seriedad y la sustentabilidad necesarias. También podemos convencer al empresariado cordobés a que financie la iniciativa. Tengo la convicción de que se puede lograr.

Por lo tanto, llegamos al nudo más básico, pero más importante del desafío. A la verdadera pregunta del millón: ¿hay 500 jóvenes en toda nuestra Provincia de Córdoba, de entre 18 y 35 años, dispuestos a involucrarse en un proyecto para construir el futuro de Córdoba?


Yo creo que sí. Estoy convencido. Fíjense en lo siguiente: son 10 jóvenes que sean capaces de convencer a 5 amigos cada uno y que éstos últimos logren persuadir a 10 conocidos. ¡Y tenemos los 500!

Al igual que la fórmula matemática que indica que uno puede contactar a cualquier persona en el mundo, no importa lo estelar que sea, a través de una secuencia de 3 contactos, aquí también el escenario se simplifica.

Está claro que no puede ser cualquier joven. Tienen que ser 500 jóvenes con pasta de dirigentes. Esto nos agrega una dificultad, porque nos hemos dedicado durante muchos años a “abortar dirigentes”.

 

III.      Mención de honor

 

Esta reflexión es muy pertinente aquí. Pero lo divertido es que la escribí cuando tenía 20 años (es decir hace 32 años) y fue la primera publicación que me hicieran en el diario La Voz del Interior. Agradezco a su director, Carlos Jornet, por haberme dado esa oportunidad, siendo yo tan joven. Ya verán al leerlo que traigo estas ideas desde hace mucho tiempo. El artículo llevaba ese título: “Mención de honor”.

"Dirigente se nace", respondió un filósofo cuando le planteé la necesidad de formar una nueva generación de dirigentes en Córdoba. Después sentenció: "lo que ocurre es que no los dejamos nacer. Estamos abortando dirigentes desde la concepción."

Así es: desde muy niños, se enciende una pequeña llama en el corazón de un dirigente. Se los ve venir: tienen fuerza, son entrometidos, cuestionan, organizan, lideran... los padres orgullosos.

El colegio primario se encarga de que la llama sea lo suficientemente controlada como para no generar mayores problemas a las ya desbordadas maestras y directoras. Mueren durante ese período vocaciones dirigenciales -fundamentalmente- por falta de atención.

El secundario va más allá, y utiliza las más siniestras estrategias para que la llama de la vocación se apague. Enciclopedismo, dogmatismo, aburrimiento y un sistema lo suficientemente anticuado; la fórmula es implacable para matar un espíritu inquieto y el aborto está en proceso.

Ayudan la televisión, que no deja dirigente con cabeza, y se ríe de todos y de todo. El grupo de amigos, que no se cansará de burlarse del compañero que "pinta para político", el amor adolescente que en alguna noche de intimidad lo hará sentir como un estúpido: "¿Cómo que querés ser presidente? No seas ridículo".

Muchas familias -a esta altura- ya no están tan orgullosas y miran con nerviosismo la vocación pública del joven. "La política es un desastre hijo: no te metas", le dirá un padre con buenas intenciones. Ni qué hablar si es una hija.

El joven se está cansando de ser un "bicho raro" y de tener que salir al ruedo cada vez que alguien -que conoce su vocación- le recrimina lo que hizo el gobierno, tal político, tal sindicalista… como si el ya fuese parte del establishment.

El "aborto" se consuma, para los que no ingresan a la universidad, cuando deben empezar a trabajar en lo que sea para sobrevivir. Para los universitarios hay todavía un período de gracia.

Sin embargo, la Universidad será "el médico responsable" de hacer que esa llama nunca llegue a convertirse en el fuego sagrado que quema el pecho de un dirigente con vocación pública.

¿Será por eso que en Córdoba no hay suficientes jóvenes dispuestos a asumir el desafío de lo público? Seguro que sí. Porque los responsables de formar, no se dan cuenta de que la formación de un dirigente exige -ante todo- una formación del carácter.

Pero hay una cuestión más profunda: el líder nace al fragor de un proyecto común. Y hoy no hay proyecto común. La forma más dramática y más evidente de demostrarlo es preguntar a un joven: ¿Por qué o por quién estás dispuesto a morir? "Por nada y por nadie" será la respuesta. Ni por mi patria -no dejaré que un Galtieri me lleve al matadero- ni por mi gente, porque el único contacto que tengo con "mi gente" es el ómnibus y el estadio de fútbol.

Tampoco por la Libertad -¿de quién?- ni por la justicia. Sí por mi familia, pero nada más. Si no hay causas públicas, no habrá dirigentes públicos. ¿Cómo convencer a un joven idealista -pero no tonto- de que debe abandonar la vida privada para defender una causa "pública" que a nadie importa, y que sabe le traerá infinidad de enemigos y ninguna satisfacción? Ni siquiera el reconocimiento de la gente que solo murmurará: "algo se habrá quedado en el bolsillo".

En definitiva, no debe haber nadie en Córdoba que contradiga la necesidad de nuevos dirigentes públicos. Pero que no sea mi esposo, ni mi hijo, ni mi amigo, ni mi padre, ni mi novia. Héroes se busca, que sepan inventarse su propia causa y que hagan lo posible por convencernos (por supuesto, con buen marketing, porque no compramos cosas mal vendidas), que se forme solo, que vea la forma de mantenerse -no vaya a ser tan inmoral de pensar en vivir del Estado- y fundamentalmente que no moleste mucho con ideas alocadas, a ver si todavía algún empresario se enoja y amenaza con llevar su planta a otro país".

Tenemos un problema: faltan jóvenes dirigentes. Lo saben los grandes personajes de Córdoba. Los intelectuales, los empresarios, los periodistas, los educadores, los religiosos, los gobernantes. Y si uno les pregunta sobre el tema se rasgan las vestiduras. Pero llegado el momento, no mueven un pelo.

Propongo una causa: lanzar desde Córdoba algo grande -muy grande- que se proyecte a todo el país. Solicito especial esmero para detectar a jóvenes y adolescentes con perfil de dirigentes.

Que las instituciones educativas, políticas, religiosas y sociales aseguremos una atención especial a estos dirigentes en potencia, como si estuviéramos ante una "especie en extinción".

Vamos a alentarlos, a felicitarlos por su vocación, a dejar que forjen su espíritu al fragor del debate sobre lo que Córdoba necesita.

Mención de honor a la familia que sea capaz de dar un joven dirigente a la provincia.

 

IV.  La esperanza vence al miedo

 

¿Por qué vale la pena seguir trabajando para esta idea que -como verán- viene desde la juventud? Porque es el camino concreto para construir el futuro que anhelamos. Es un cambio realista, posible, concreto porque parte de una base que es alcanzable.

Está claro que luego esta “conspiración de jóvenes” logrará en su acometido un 20% de lo que se propondrá (¡en el mejor de los casos!). La próxima generación logrará otro tanto y así seguiremos empujando el pesado carro de la historia de Córdoba hacia el umbral de la civilización.

Está claro que hay una convicción por detrás que garantiza la esperanza y vence al miedo: la empresa humana de civilizarnos, paso a paso, avanza. Y nos va haciendo mejores seres humanos, mejores personas.

Y también está claro que, en mi caso, por detrás hay una fe: no somos nosotros quienes finalmente disponemos, sino Uno que creó todo. Pero que necesita que nosotros pongamos los cinco panes y los dos pescados. Él se encargará de multiplicarlo. Con esa fe, que me mantiene con alegría y con esperanza hasta el día de hoy, los invito a meditar todas estas ideas y las que les hayan surgido en el trayecto. Por supuesto también las refutaciones -incluso enojadas- que puedan tener.

Tal vez lo único que deberíamos prometernos es no dañarnos entre nosotros. He intentado llevar algunas de estas ideas, por ejemplo, a las redes sociales. Y a los pocos segundos aparecen los “odiadores” que intentan anular, no la idea, sino a mi persona, diciendo cualquier barbaridad. Siempre les escribo lo de Sarmiento: “las ideas no se matan, se debaten”, que me parece un resumen fantástico de la tolerancia que nos debemos.

Ni el más de izquierda, ni el más de derecha, ni el más religioso ni el más ateo, ni el más empresario ni el más hippie tienen toda la razón. La razón está en la deliberación de todos estos actores, al final del camino. Eso no quita que cada uno defienda lo que considera la verdad, incluso en forma airada. De hecho, es muy positivo que así suceda, porque si no -en la interacción las distintas partes- no estarán bien representadas. Pero a su vez hay que tener la tranquilidad de que la verdad surgirá en el proceso. Y al final saber que puede ser la idea que inicialmente sostuve u otra modificada, mejorada. En esto hay que traer la cultura del deporte de quienes juegan cada minuto del partido (de rugby, de fútbol, de tenis) como si fuera el último, no entregando ni un centímetro de terreno, pero al final se dan la mano y van juntos al tercer tiempo.

En este caso vamos a requerir un paso más: vamos a necesitar que estos 500 jóvenes se hagan amigos. Dispuestos a trabajar desde distintas trincheras, pero con un objetivo común: dejar a sus hijos una Córdoba como la que soñamos.

Que así sea.