1. ABRIR

La persona primero

INTRODUCCIÓN

Con este tema queremos profundizar en el valor de la persona y comprender de forma crítica y reflexiva su ser más profundo,  su ser en relación, los elementos clave de los que no podemos abdicar y generar un compromiso efectivo, a nivel educativo, con la construcción del nuevo modelo cultural humanista, de ecología integral, ético, inclusivo y fraterno. Como dice la UNESCO: “Apoyar y aumentar la dignidad, la capacidad y el bienestar de la persona humana en relación con los demás y la naturaleza debe ser la finalidad esencial de la educación en el siglo XXI.”[1]

La persona que tiene la labor de educar y no se interroga por la persona a la que se dirige la educación, se contradice. La invitación del papa Francisco a toda la humanidad, a través del Pacto Educativo Global [PEG], nos pide construir una "aldea de la educación" donde se comparta en la diversidad el compromiso por generar una red de relaciones humanas y abiertas.

Como Escuela “Amor de Dios”, sabemos que en la base de toda acción educativa debe estar un sólido fundamento antropológico, una sana y precisa visión de la persona. Nosotros, como el Papa “creemos que la educación es una de las formas más efectivas de humanizar el mundo y la historia. La educación es ante todo una cuestión de amor y responsabilidad que se transmite en el tiempo de generación en generación.”[2] Creemos que “educar es un acto de amor, es dar vida. Y el amor es exigente, pide utilizar los mejores recursos, despertar la pasión y ponerse en camino con paciencia junto a los jóvenes.”[3]

La primera llamada del papa Francisco en el PEG es "colocar a la persona en el centro". Según la antropología cristiana, el hombre ha sido "creado a imagen y semejanza de Dios”. Como nos dice el Padre Usera: "Y tanto asombro, y tanta perfección se creaba exclusivamente para el Hombre: para ser perfectísimo a quien Dios hizo a su imagen y semejanza. (Usera, 1852). El Capitulo General de 2021 ha hecho la opción de “cuidar y acompañar a la persona en todas las dimensiones de su ser, asumiendo la vulnerabilidad con misericordia” (XVI Capitulo General, nº 56). Esto implica que hemos de poner en el centro el valor propio de cada criatura, su dignidad, para hacer sobresalir, como nos propone el Papa, "su propia especificidad, su belleza, su singularidad y, al mismo tiempo, su capacidad de relacionarse con los demás y con la realidad que la rodea, rechazando esos estilos de vida que favorecen la cultura del descarte." (1er. objetivo del PEG). “La educación es, sobre todo, una cuestión de amor y responsabilidad que se transmite de generación en generación [...]. Se propone como el antídoto natural a la cultura individualista, que a veces degenera en un verdadero culto al yo y a la primacía de la indiferencia. Nuestro futuro no puede ser la división, el empobrecimiento de las facultades de pensamiento y de imaginación, de escucha, de diálogo y de comprensión mutua [...]. Hoy se necesita una etapa renovada de compromiso educativo, que involucre a todos los componentes de la sociedad.” [4]

Esta acción de poner al otro en el centro supone valentía y audacia. Colocar al otro -diferente- en el centro nos impulsa a abrirnos, a salir de nuestras zonas de confort, a abandonar nuestras seguridades, a deconstruir ciertos hábitos que nos perjudican. Significa hacer realidad nuestro Proyecto Educativo de educar en, por, y para el amor. “El ser humano no puede vivir sin amor, pero no se trata de cualquier amor. Ha de ser un amor que envuelva de tal manera a la persona que la haga sentir su originalidad irrepetible, su verdad incontestable, que la abrace incondicionalmente en todas sus dimensiones, que le recuerde que nacimos por amor y para amar. Esto solo lo revela el amor de Dios que vino al mundo y se hizo Hombre con todas las consecuencias”. [5]

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[1] Replantear la educación ¿hacia un bien común mundial?,  UNESCO, 2015; pag. 36

[2] Videomensaje en el encuentro Global Compact on Education, 15/10/20).

[3] Discurso en la plenaria de la Congregación para la Educación Católica, 12/02/14).

[4] Videomensaje en el encuentro Global Compact on Education, 15/10/20).

[5] Carta pastoral del arzobispo de Madrid 2022-2023

Una educación de calidad

La preocupación de nuestro tiempo ha dejado de ser únicamente el acceso generalizado a la enseñanza básica para centrarse en que ese acceso se produzca con calidad, se extienda a lo largo de toda la vida, y haga posible que las personas aspiren a mejores condiciones de vida y que las sociedades se desarrollen equitativa y sosteniblemente.

Cómo Escuela “Amor de Dios”, creemos que para que la educación sea de calidad y tenga la capacidad de transformar personas y comunidades ha de colocar a la persona en el centro del proceso educativo, abarcando tres aspectos diferentes:

o   El desarrollo pleno de todas sus dimensiones de forma integral.

o   La apropiación de los conocimientos, actitudes y habilidades necesarios para mejorar la calidad de vida personal y de la comunidad.

o   La formación de personas críticas y creativas, implicadas en la construcción de una sociedad más justa y humana.

La equidad y la participación son ejes definidores de la calidad educativa. Para que una intervención educativa sea de calidad, debe serlo para todos y para todas y no sólo para quienes por una u otra razón tienen más capacidad, más recursos o más habilidades de uno u otro tipo. 

El otro eje sobre el que construir la calidad de los aprendizajes es el derecho y el deber que tenemos todas las personas para participar en la mejora de la educación.

Nuestro reto: Abrirnos al otro

Una educación de calidad es aquella que aporta opciones de futuro a los niños y niñas. “Educar es un acto de esperanza”. Para ello tenemos que descubrir al otro, profundizar en él, ponerlo en el centro. En palabras del Papa, es establecer una alianza educativa en que reconocemos al otro, un pacto de apertura al otro como fundamento, al otro como diferente de nosotros, no como una amenaza a nuestra identidad, sino como un compañero de viaje, para descubrir en él el esplendor de la imagen de Dios [1]. Y tenemos que descubrir al Otro con mayúscula, fundamento y fin de toda persona. Y para esto estamos nosotros, los educadores, porque el educador es la persona que abre caminos, que no mide esfuerzos por formar personas sólidas, capaces de colaborar con los demás y de dar un sentido a su vida.

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[1] Cfr. Pacto Educativo Global, Instrumentum Laboris.

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