Relaciones de Desastre

Relaciones al Borde del Desastre

Paris y Helena

Deseo y Apego y Diez Años de Guerra

Contempla los árboles, los arbustos y otras plantas y pregúntate cómo es que se desarrollan con sus características peculiares. Es porque en esas pequeñas semillas que se fertilizan y dispersan está inscrito el programa de su forma y desarrollo futuros. El desarrollo del árbol, el arbusto o la planta depende luego de la relación entre ese programa y el entorno.

El ser humano es igual y, obviando algunos atributos generales, emplea el mismo proceso. El ser humano tiene su naturaleza, que es la misma naturaleza de todos los seres humanos, diferencias particulares que se heredan (el mismo tipo de diferencias que distinguen a un olmo de un álamo) y la capacidad de interactuar con el entorno realizando cambios necesarios en el programa que beneficien a la supervivencia.

Cuando el niño se desarrolla en el útero, está en comunicación con la madre y hay cierta información básica que se transmite entre ellos constantemente; está claro que el estado físico y mental de la mandre afecta al bienestar del futuro niño

Ahora bien, el ser humano viene equipado con un programa que hace tres preguntas básicas a medida que se va desarrollando:

  1. ¿Es cómodo este mundo al que voy a salir?
  2. ¿Es seguro este mundo al que voy a salir? Is
  3. ¿Tengo un lugar en este mundo al que voy a salir o me es más bien ajeno?

Las respuestas de verdad a estas preguntas son que el niño está equipado con todo lo que necesita para estar cómodo y seguro y que tiene su lugar en este mundo.

Lo trágico es que antes e inmediatamente después del nacimiento, el niño recibe señales de que realmente necesita confort y seguridad y no tiene un lugar en el mundo. Estas señaes se confirman y aumentan a medida que el niño crece y el resultado es un ser humano que está listo para sufrir. La posesión de una identidad transmitida sólo aumenta el problema.

Naturalmente, el desarrollo de la confusión, codicia y aversión en los adultos ha generado parámetros y dimensiones diferentes que entre los niños debido a una deformidad añadida poco a poco por la experiencia.

La información simple pero falsa transmitida directamente tras el nacimiento y en parte también en el estado fetal, que declara que el niño necesita confort y seguridad y un lugar en el mundo, se transforma en una necesidad compulsiva de ser amado, de tener éxito y de mantenerse siempre joven, ninguno de los cuales pueden cumplirse como objetivos a satisfacción de la identidad personal.

El resultado es competición constante y sufrimiento, expectativas constantes que no pueden cumplirse y sufrimiento, autoevaluación y comparación con los demás constante y sufrimiento, y una sensación permanente de algo no va bien con el sufrimiento natural correspondiente. Hay miles de variaciones y sutilezas, pero todas llevan a un mismo fin, que es el sufrimiento.

Y ¿dónde exactamente se experimenta más el conflicto? Se manifiesta con mayor severidad en las relaciones de pareja y es ahí donde el sufrimiento es más intenso.

Todo empieza con un simple mensaje equivocado enviado al niño: "En este mundo tienes que recibir amor". La palabra amor inmediatamente evoca competición, expectativas, autoevaluación, comparación con los demás y devaluación de uno mismo o, como dirían los psicólogos, falta de autoestima.

No hay ninguna identidad propia que estimar ni un "yo" que pueda involucrarse en competición, ni un "yo" que genere expectativas, autoevaluación o comparaciones. Sólo hay la propia naturaleza de la que uno estaba dotado al nacer y las características heredadas que se amplifican con la experiencia. La naturaleza verdadera básica es idéntica en todos los humanos, pero son los rasgos heredados los que generan la base para las diferencias individuales y las experiencias individuales que conforma patrones de conducta.

Las características humanas básicas se sostienen en cuatro aspectos: atención, sensibilidad, discriminación y percepción, las cuales se transforman todas en señales experimentadas en la conciencia. La volición humana se basa en estos cuatro aspectos y es fácil ver que si la Identidad personal se impone sobre estos aspectos humanos naturales, habrá una seria distorsión del proceso, una transformación de funciones y consecuencias que pueden ir en contra del interés superior del ser humano. Eso es exactamente lo que ocurre. La sensibilidad se transforma en confusión, la discriminación en gustos y desagrados debilitadores y la percepción en identificación que está fragmentada, con lo que crea la dualidad.

Ese mensaje fatal para el niño, "necesitas amor en este mundo" se transforma en un monstruo devorador. El afecto natural que atrae a los seres humanos a formar relaciones naturales se ha convertido mediante este concepto de "amor" en la raíz de la mayor parte del sufrimiento del mundo.

No existe nada parecido al "amor", sólo hay una experiencia de "afecto benevolente" que surge como consecuencia de la atracción inconsciente y correcta entre seres humanos. Es la propia naturaleza de uno la que es capaz de generar asociaciones sanas y duraderas. La identidad, empleando los conceptos corruptos de esta base y la etiqueta de "amor", genera asociaciones incorrectas y juicios erróneos.

La atracción inconsciente y correcta genera acciones de asociación natural. La experiencia resultante es el afecto benevolente.

En el proceso adulterado ocurre al revés. La identidad genera Amor, que a su vez genera atracción incorrecta y acciones de asociación no natural.

Los padres, los amigos, la educación, la religión y el Estado están tan impregnados de este concepto de amor y de la necesidad de solidificar las relaciones en forma de asociaciones firmes, que la búsqueda del amor en todas sus formas es un pasatiempo internacional y ha quedado tan distorsionado que ahora la sexualidad está conectada con ese concepto.

"¿Me quieres?" y "¿Soy amado/a?" son dos de las preguntas más recurrentes en esta civilización, y no importa cuántas veces se hagan esas preguntas y se reciban respuestas positivas en apariencia, los sistemas internos siempre responden que NO a ambas preguntas, a lo que se le une la idea aprendida al nacer de que "Necesito amor porque nunca recibo suficiente y no soy digno de recibirlo".

Transmitida al nacer y durante la niñez, la idea simple, verdadera y correcta de "No necesitas seguridad en este mundo, estás dotado de una naturaleza que es segura" impediría la infiltración de la noción triste y equivocada de que todos los seres humanos carecen de seguridad en este mundo y que la solución es "que te quieran".

La solución para los adultos que sufren en este mundo en su búsqueda estéril del amor sólo puede hallarse dándose cuenta de que la propia naturaleza es capaz de establecer lazos correctos con conocidos, amigos y parejas sin apoyo de la mente o la identidad, y permitir una comprensión los lazos verdaderos que hay entre padres e hijos y hermanos.

El "amor" no existe. Es una delusión. El afecto benevolente sí que existe como estado natural. No hay similtud alguna entre ambas experiencias. La primera trae una euforia falsa y sufrimiento, la segunda, un estado natural de bienestar constante.