La Protección de los Niños

Los que participan en ellas no quieren seguir poniendo parches, pero sí tienen interés en lograr cambios fundamentales. Con gran compasión pueden ayudar a los seres humanos, incluida la mayoría que es indiferente a la destrucción del planeta. Pero en defensa de la naturaleza no se puede ser un espectador.

"La pluma," según el dicho, "tiene más poder que la espada", pero en este mundo tan saturado de palabras de seducción comercial y política las palabras de defensa tienen que ser fuertes y dirigidas a la diana más importante.

Eso significa comenzar por la Educación. Hay que replantearla desde una base sólida en la verdadera naturaleza de los niños. Y desechar viejos planteamientos, que no son más que la consecuencia de la propia evolución de una sociedad empeñada en caminar hacia su destrucción.

Esta naturaleza no se puede alcanzar desde la lógica de la mente cognitiva, pero sí como resultado de una introspección natural en las cuatro principales etapas del desarrollo del niño:

1. Prenatal.

2. Desde el nacimiento a los cuatro años, aproximadamente.

3. De cuatro a diez años, aproximadamente.

4. De diez a quince años.

También hay que tener claro que cualquier acción planteada desde el intelecto cognitivo será insuficiente. Los que entiendan los problemas exclusivamente desde el intelecto no podrán entender de verdad la naturaleza, así como su relación con los seres humanos. Por tanto es necesaria también una reeducación de los adultos, a fin de recuperar la naturaleza perdida. De otro modo, cualquier apreciación de la naturaleza sólo será un resultado intelectual, sin una comprensión profunda de la problemática.

Con respecto a los animales también es necesario realizar un cambio de enfoque, ya que estas ideas, “personalizadas”, no son suficientemente profundas para entender las verdaderas necesidades tanto de los animales silvestres como de los domésticos, de manera que las acciones se realicen en su propio interés y no en el de la sociedad con su actual ceguera.

Finalmente, está claro que la vida de los seres humanos ha avanzado gradualmente y sin parar en dirección a la auto-destrucción. Todos somos concientes de una manera u otra de este peligro. Pero hay tanto egoísmo, tanta confusión, codicia y aversión, que se acaba por prestar oídos sordos a los avisos naturales. También resulta esencial un regreso a la naturaleza humana. Y eso debe significar un cambio en las actitudes, en las intenciones y en las formas de actuar.

Si no se está preparado para escuchar ideas y conceptos nuevos, entonces no se debe seguir con estas páginas, ya que podrían resultar ofensivas.

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