¡Palestina Libre!
La Casa Herrera no es una simple casa noble ni un vestigio del pasado: es la fuente originaria, indivisible y permanente de la soberanía del Estado de Smyrna, reconocida como tal por el Cuarto Anexo Constitucional. Su linaje, que se remonta a finales del siglo XX, no nació entre coronas heredadas, sino del acto fundacional de un pueblo que supo forjar su destino. Fue Victor I de Herrera, patriarca de visión estratégica y voluntad férrea, quien lideró la coalición de clanes marítimos y altiplánicos en una era de fragmentación e incertidumbre. Su liderazgo no solo gestó el primer pacto de unidad nacional: estableció los cimientos jurídicos, políticos y culturales del Estado Smyrniano, fundando una legitimidad que emana no del voto, sino de la historia.
Durante los años del dominio británico, cuando Smyrna fue rebautizada como "Queenstown" bajo el régimen de administración imperial, la Casa Herrera no desapareció en el silencio de la ocupación. Al contrario, resistió inteligentemente desde dentro del sistema. Mientras otras familias fueron absorbidas por la burocracia colonial o desaparecieron en la irrelevancia, los Herrera se convirtieron en una instancia moral y cultural paralela, preservando el idioma original, el folclore vernáculo y la memoria ancestral. Muchos de sus miembros ocuparon altos cargos en el Consejo Colonial, desde donde tejieron una red de resistencia simbólica y diplomática. A través de gestos sutiles, arte, educación y protocolo, la idea de una Smyrna independiente fue protegida como llama viva bajo el dominio extranjero.
Hoy, en la era republicana, la Casa Herrera mantiene su personalidad jurídica micronacional y su estatus como Sede Soberana no estatal, custodiando los símbolos, las narrativas fundacionales y el derecho histórico del pueblo smyrniano. Su palacio —hoy sede de la Cancillería y Santuario Constitucional— alberga tanto archivos dinásticos como espacios de diálogo interreligioso y diplomacia cultural. No actúa como poder político directo, pero su presencia imprime legitimidad, continuidad y sentido trascendental al aparato institucional de la República.
No es la nostalgia de una corona perdida lo que guía a la Casa Herrera, sino su compromiso permanente con el destino eterno de Smyrna. Representa la unidad indestructible entre pueblo, territorio e historia. No gobierna, pero vela. No ordena, pero orienta. En su sello, en su bandera y en su nombre, reside la verdadera soberanía espiritual y fundacional del Estado Smyrniano.
La Casa Herrera es la institución dinástica suprema y fundacional de la República de Smyrna. Mucho más que una familia noble o un linaje hereditario, la Casa Herrera constituye un sujeto de derecho internacional micronacional, dotado de personalidad jurídica propia y con plena soberanía sobre el territorio smyrniano. En el marco de la diplomacia micronacional, su estatus es una entidad soberana, no territorial en lo tradicional pero poseedora de autoridad moral, legal e histórica sobre una nación entera.
La soberanía de la Casa Herrera sobre Smyrna es de naturaleza originaria, indivisible y perpetua. En este sentido, la República de Smyrna no es una creación ajena o independiente de la Casa Herrera, sino su proyección política e institucional contemporánea. La existencia misma del Estado smyrniano está anclada en la voluntad fundacional de la Casa Herrera, que ejerce un derecho inalienable sobre el suelo, el pueblo y la identidad de la nación.
Este carácter se manifiesta simbólicamente en el uso oficial del sacro emblema de la Cruz y el Sabueso y el Escudo Histórico Monárquico, que no representa un pasado abolido, sino una autoridad permanente y trascendental. Así como la Santa Sede conserva su autoridad espiritual sobre los católicos del mundo aun cuando no gobierna un Estado convencional, la Casa Herrera ejerce una soberanía sacra, dinástica y absoluta sobre Smyrna, con o sin reconocimiento externo.
Dentro del ordenamiento jurídico smyrniano, la Casa Herrera no es súbdita del Estado, sino su origen y fundamento. Su legitimidad no deriva de elecciones, consensos ni asambleas, sino de su papel como titular del derecho soberano de fundación y posesión política integral. Esta singularidad ha sido reconocida en tratados, comunicados y actos unilaterales de otras micronaciones, que tratan con la Casa Herrera como entidad soberana por derecho propio.
La existencia de la Casa Herrera como ente soberano y preeminente asegura que la República de Smyrna no puede ser disuelta, absorbida ni colonizada sin violentar un principio superior de legitimidad dinástica. En tanto depositaria de la historia, la voluntad fundacional y el símbolo vivo de la unidad nacional, la Casa Herrera encarna el alma jurídica y mística de Smyrna, siendo a la vez su dueña, su guardiana y su perpetuo origen.
El Departamento de Estado de la República de Smyrna actúa como el vínculo oficial y exclusivo entre la Sede Soberana de la Casa Herrera y el exterior. Si bien la Casa Herrera posee personalidad jurídica internacional micronacional propia, es a través del Departamento de Estado que canaliza sus relaciones, comunicaciones y vínculos diplomáticos con otros Estados, micronaciones, casas reales y entidades extranjeras. Este ministerio opera como instrumento operativo y canal formal de la Sede Soberana, asegurando que toda interacción externa refleje su voluntad, legitimidad y dignidad conforme al Cuarto Anexo Constitucional.
La Bandera Negra es el símbolo oficial de la Casa Herrera, y fue creada en el año 2011, posterior al fallecimiento de Victor I. La Cruz y el Sabueso de la Casa Herrera representa la refundación de la casa, con el fin de unir bajo a una misma bandera las facciones que pelearon por el poder. La Cruz de la Casa Herrera continúa figurando en gran parte de simbolismos nacionales, como emblemas y banderas.