Es cada vez más frecuente que la ansiedad se mencione como algo que vive una persona cercana o de "el amigo de un amigo", incluso en redes sociales.
Algo curioso que ocurre con la ansiedad es que aunque se ha comenzado a hablar más del tema y lo solemos describir como "nerviosismo" o "agitación" a veces no sabemos realmente a qué se refiere o terminamos normalizando sentirnos así y no buscar ayuda.
Y sí, es normal sentir ansiedad ocasionalmente, sobre todo si pasamos por situaciones estresantes o difíciles. Cuando la ansiedad interfiere en nuestra vida diaria, nos impide hacer cosas o nos dificulta mantener nuestra cotidianidad, entonces es que requiere atención. Lo ideal es no esperar hasta que afecte gravemente nuestra vida, la realidad es que no vale la pena.
Hay distintas categorías de diagnóstico que pueden referirse a lo que a veces llamamos en general ansiedad, algunos de los más comunes pueden llegar a entenderse por los miedos de base que se identifican.
Cada diagnóstico tiene particularidades que hay que considerar, por eso un buen diagnóstico es tan importante.
Recuerda que las etiquetas diagnósticas no tienen la intención de limitar o estigmatizar, más bien el objetivo es que nos sirvan de guía, tener un norte claro sobre lo que requerimos y poder avanzar en nuestros objetivos con fundamento.
La ideas catastróficas nos llevan a sentir un gran miedo de que todo salga mal, pero muy mal, de la peor forma posible. Evidentemente, si nos hemos convencido de que lo peor podría ocurrir, reaccionaremos en consecuencia.
Los pensamientos de evaluación nos hacen temer al juicio y señalamiento del resto, sentirnos bajo observación constante y preocuparnos por el resultado de tal escrutinio. Puede llevarnos a evitar muchísimas situaciones de interacción, incluso lo más cotidiano, como una llamada telefónica, solicitar un servicio, comprar algo o situaciones como hablar frente a un público o en una reunión social.
Las ideas sobre perder el control, tal cual nos llevan a convencernos de que no podremos manejar la situación, por ejemplo en un ataque de pánico realmente podemos creer que moriremos o "perderemos la cabeza".
Finalmente, los pensamientos asociados a la incertidumbre nos pueden influir de tal forma que al percibir que no sabemos ni podemos prever lo que pasará, pueden generar mucha angustia, llevarnos a sobre analizar y repensar decenas de escenarios posibles, lo cual se vuelve abrumador.
Algo en común en cualquiera de los diagnósticos de ansiedad es que suele haber una presencia marcada de síntomas físicos.
Algunos de los síntomas más comunes son:
Sensación de nerviosismo, agitación o tensión.
Sensación de que hay un peligro real y cercano (aunque no necesariamente sea así).
Aumento del ritmo cardíaco.
Opresión en el pecho.
Respiración acelerada (hiperventilación).
Sudoración.
Temblores.
Hormigueo en manos o piernas.
Sensación de debilidad o cansancio.
Problemas para concentrarse o para pensar en otra cosa que no sea lo que nos preocupa.
Tener problemas para conciliar el sueño.
Problemas gastrointestinales (como gastritis, diarrea, colitis, etc.).
Dificultad para controlar las preocupaciones.
Tendencia a evitar las situaciones que generan ansiedad.
Cualquier trastorno de ansiedad requiere apoyo, sobre todo si ya es marcada la interferencia en nuestro día a día. Es necesario que desarrollemos estrategias, ya que aunque no podremos eliminar del todo la sensación de ansiedad, pues la vida misma nos presenta situaciones angustiantes o estresantes, eso no tendrían que impedirnos vivir.