Hábitat
I
Rendido en la línea vital, esperando resbalar, flemático; vencida la voluntad me dejo llevar hacia el abismo, hacia los oscuros espacios de la caída.
— ¡Basta! —dice mi voz cansad, y las manos me agarran el vientre donde, cobijado, se ha fermentado el padecimiento.
Desde el intestino se ha reventado la angustia y el estallido ha vuelto cenizas mi voluntad… dejarse morir se hace placentero.
II
Pero, al intentarlo, la línea flexible cóncava se vuelve, resguardando, atrapándome en la angustia de mi existencia. Palpita mi cabeza como el latir del corazón del mundo. ¡Cuánta intensidad se oculta en el estar de la angustia! Tanto malestar en su contraproducente sentido me hace sentir vivo. Tanta vivencia me hace ansiar lo muerto.
Y es para no moverse y esperar a que el ocaso termine y me llegue la resplandeciente oscuridad de la muerte.
¡Ay! Grito de dolor en esta trinchera que se ha formado.
¡Ay! El dolor que me aguarda, que todavía me espera.
¡Ay! ¡Maldita sea! Sigo viviendo.
III
Hago un salto hacia fuera pero quedo colgando de la línea, lleno de pavor, de miedo que fluye hacia abajo, hacia allí: la caída interminable.
¿cómo puedo caer? Lo intento y mis manos se sujetan, y mis dientes también lo hacen, apresados en hilo vital.
Preso estoy de mis propias manos. Las manos, fieles sirvientes de la vida ¿quién podría pensar que somos autónomos?
¿Cómo desprenderme de esta línea que va haciéndose cualquier figura y, ondulante, me arrastra hacia aquí, allá?
Caer de una vez quisiera y mis manos, las malditas, no se sueltan.
IIII
Totalmente resignado dejo de colgarme de la línea para mantenerme otra vez —innumerables veces— en camino.
Sí, de nuevo el camino que hacia delante, siempre, siempre hacia delante, me lleva, me conlleva, me arrastra, me atrapa… ¿hacia dónde? Yo sé hacia dónde… ¡Qué triste! Sé exactamente hacia dónde.
Quiero retroceder en un inválido intento, pero por el hecho de querer ir hacia atrás el pasado no se repite.
Una pura figura es el camino hacia atrás, una mueca inútil que no atrofia la línea continua. Todo sigue… sigue su curso.
V
No puedo pretender luchar contra el continuo fluir de la vida. Un esfuerzo de la voluntad es necesario para poder seguir el curso que se me ha impuesto. Entonces, como un habitante del árbol, me sujeto del tronco de esta línea y quiero trepar, y quiero no resbalar y seguir en la ascensión, en el recorrido hacia delante.
Por breves momentos me quedo recostado, a la espera de agotar el cansancio de la vida continua.
Sujeto en el tronco de este árbol espero.
No se puede estar mucho tiempo quieto.
VI
Ahora decido dejarme llevar, continuar avanzando… No hay opción. Al borde del salto final me encuentro. A pesar de saber la inutilidad de mi destino dudo todavía. Y es porque el oscuro abismo acobarda y, como horrible paradoja, la vida también lo hace. El ancho espacio infinito que bajo mis pies se encuentra me provoca vértigo… y esto parece ser un tobogán gigante, un trampolín del cual estoy a punto de saltar. No puedo dejar que el final me sorprenda huyendo de él, en inútil esperanza. Siento que debo ir hacia lo más profundo, hacia donde la línea se pierde. Quiero destinar mi gran salto hacia el abismo y no parar hasta caer gritando.
VII
Casi estoy listo para caer y morir, abandonar definitivamente la línea vital que siempre sigue su curso, sin importarle mi existencia… De todas maneras, yo no importo nada.
Miro por última vez —y con aires de nostalgia— el espacio blanco y brillante que ante mis ojos siempre se ha presentado.
A pesar de todo, me llega una indecible tristeza por abandonar la línea. He padecido, he ido desgastándome a lo largo del tiempo, he gritado de horror y de melancolía… he sufrido tanto. Pero a todo esto me aferro sin entender por qué.
Añoro la ingenuidad e inocencia infantil y me pregunto porqué la vida tendrá tantas falsas esperanzas que acabarán con el mismo destino: enterradas.
Por qué será que el abismo es tan grande y esta línea tan corta.
VIII
Pero es el coraje y la decisión que en este último trance me debe gobernar.
Así debe ser y así deberé abandonar este paisaje de blancas figuras imprecisas… De apariencias, de ilusiones engañosas.
Con la frente en alto, con el orgullo de quien se recupera ante la carcajada que la vida le ha dado en tono de criminal sarcasmo decido marcar mi último paso. Y por primera vez en este recorrido doy un paso certero y decidido, doy un paso con dignidad y orgullo… doy un paso hacia la muerte y lo doy bailando.
VIIII
Y en el próximo segundo me espera el abismo y quién sabe qué ignoto futuro.
Mi cuerpo magullado por la intensidad y el tiempo sonríe intensamente y no entiendo porqué, en este último segundo de vida, no se revela el sentido de la existencia.
El próximo segundo me llega… Y todo es igual que al principio excepto por el dolor que se me ha hecho ligero.
Río.