Susana Thénon

Resto

Quedan los movimientos elementales

de la sangre

y el rostro, espejo ciego

donde se precipita el mediodía.


Quedan las manos, apenas,

suavemente dibujadas

en la espalda negra del aire.


Quedan las palabras, no la música,

no el rumor equidistante del sol

cuando hace noche, dolor y miedo.


Quedan los animalitos cansados

de golpear, cara y seca,

en su jaula de huesos.