Si Dios existe, ¿por qué el coronavirus?

Por Andrés Vásquez


C.S. Lewis—teólogo influyente del s. XX y autor de Las crónicas de Narnia— menciona: «Dios nos susurra en los placeres, nos habla en la conciencia, pero nos grita en el dolor: es su megáfono para despertar a un mundo sordo». [1]

Aquí la pregunta sería, ¿qué está tratando de gritarnos el Señor en estos días? Muchas personas consideran que el coronavirus es un castigo de Dios. El hecho de que se sufra, no implica directamente un castigo divino. Más que un castigo, creo yo, es el trato de Dios directamente con nosotros, la iglesia.

¿Cómo hemos estado viviendo estos días, meses, años? ¿Somos los mismos creyentes que hace 2 años, ha mejorado nuestro servicio al Señor?

Son preguntas que debemos hacernos en estos días y hacen que reflexionemos en nuestro actuar, nuestro caminar. Esta situación de cuarentena es el alto, en el cual Dios te dice: “Oye, estoy aquí para ti, no me sigas ignorando”.

Es un momento en el que más que nunca debemos poner nuestra confianza en Dios y no simplemente confiar en él, porque es el fin del mundo. Confiar en Dios, porque esta situación nos ha enseñado que no podemos y no somos autosuficientes, como tal vez lo creíamos hasta hace unas semanas. Creíamos que nosotros éramos los dueños y señores de nuestras vidas.

Sin embargo, Dios nos está enseñando, a algunos, a confiar más en Dios, independientemente de la situación. Debemos poner nuestra confianza en el Señor. Nuestra fe—que es una fe basada en evidencia—debe seguir creciendo. Confiar en que el Señor estará ahí para nosotros.

«Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien [...]» (Romanos 8:28).

Analizando este versículo, recordé la vida de José que pasó por demasiadas circunstancias llenas de dolor y sufrimiento. Sin embargo, más adelante, pudo decirles a sus hermanos: «En realidad fue Dios quien me mandó delante de ustedes para salvar vidas» (Génesis 45:5) y «es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente». (Génesis 50:20).

Pero… ¿por qué debería confiar en un Dios que permite el COVID-19 en el mundo?

Tanto buenos creyentes como no creyentes—ya sean, agnósticos ateos o de alguna otra postura filosófica— podrán cuestionarse con respecto a que su confianza recaiga en un Dios que permite el COVID-19.

En primer lugar, podemos mencionar que el COVID-19 pertenece al ámbito del mal natural. El mal natural sería todos aquellos daños perpetrados por la naturaleza misma, como es el caso de los terremotos, tsunamis, etc.

Comencemos explicando qué es el coronavirus. Según la OMS: “Los coronavirus son una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades tanto en animales como en humanos. En los humanos, se sabe que varios coronavirus causan infecciones respiratorias”. El descubierto recientemente es el COVID-19. [2]

¿Dios creó los virus?

Como señala el Dr. Antonio Cruz—biólogo español—todos los virus que se encuentran en la Tierra, muestran haber sido diseñados inteligentemente. [3]

Si esto es cierto, ¿significa que Dios es malo? Este tipo de pregunta resalta que todos los virus son malignos, sin embargo, recordemos que muchos de los virus le dan equilibro a la biosfera y son necesarios para el buen funcionamiento de esta.

Entonces, Dios es soberano y él puede tener suficientes buenas razones morales para permitir el sufrimiento en el mundo—en este caso, el avance del COVID-19. El hecho de que nosotros no podamos comprender a cabalidad las razones que tenga Dios, no implica que no las haya. Desde nuestra perspectiva humana y finita, a menudo no podemos ver más de lo que nuestros ojos ven. No podemos ver todo el cuadro. Por eso Dios nos invita a confiar en él. Dios sí ve todo el cuadro y no comete errores. Él tiene una razón para permitir las circunstancias dolorosas que se atraviesan en nuestra vida, aun cuando se escapen a nuestra comprensión.

Además, no podemos responsabilizar a Dios, por algo que simplemente ocurre en el proceso de la naturaleza. El Ph.D. Francis Collins—genetista estadounidense y director del Proyecto Genoma Humano—menciona lo siguiente:

«La ciencia revela que el universo, nuestro planeta, y la vida misma están embarcados en un proceso de evolución. Las consecuencias de eso pueden incluir clima impredecible, movimientos en alguna capa tectónica, o un error en el proceso normal de la división de una célula que cause cáncer. Si al principio de los tiempos Dios eligió usar estas fuerzas para crear a los seres humanos, entonces la inevitabilidad de estas otras dolorosas consecuencias también quedó asegurada. Intervenciones milagrosas frecuentes serían al menos tan caóticas en el reino físico como lo serían al interferir con los actos del libre albedrío humano». [4]

Entonces, si el Señor creó el Universo y todo lo que hay en él, a través de un proceso evolutivo—entiéndase «evolución» como cambio o transformación de algo—es claro que este proceso debe seguir su rumbo. No podemos decirle a Dios, que intervenga en algo que claramente se manifiestan a través de las leyes naturales. En efecto, Dios puede intervenir, ¡pero el resultado podría ser caótico!

De la misma manera que ocurre con el libre albedrío. Si Dios interviene en nuestras decisiones, sería una contradicción lógica, ya que no seríamos completamente libres. Lo mismo ocurre con la naturaleza y la biodiversidad biológica.

¿Y qué hay de las muertes producidas? ¿De las personas que están perdiendo a familiares por esta pandemia?

En primer lugar, decir que Dios no es ajeno a este dolor, Dios sufre con nosotros; de hecho, él hizo algo, vino a esta tierra a darle una solución por medio de la persona de Jesucristo (Is. 53:4-5), personaje histórico, que fue 100% hombre y 100% Dios. Por lo que padeció sufrió como cualquier otro humano en la Tierra. Y luego dio su vida por amor a ti y a mí.

A Dios le importa si nos dolemos, enfermamos o sufrimos, pero sobre todo le importa la salvación de nuestra alma. Cristo dio su vida para reconciliarnos con Dios y darnos vida eterna (Rom. 6:23).

Estas situaciones nos hacen recordar que nuestros días en esta tierra están contados, que no estaremos para siempre aquí. Ya sea que muramos por el COVID-19 o por algún otro motivo, significa que no podemos tener control de esto, la muerte escapa de nuestras manos. Y aunque queramos pelear e ir en contra de ella, no vamos a poder. Llegará el día en que todos partiremos de este lugar.

Y justamente la esperanza de la fe cristiana nos muestra algo muy importante: que esta pandemia tiene un final. Toda la maldad en el mundo tiene una fecha de caducidad. Podemos descansar en la misericordia sin límites de Dios.

La cosmovisión cristiana te dice que el mal es real, no es una mera ilusión, sino que existe y se corresponde con la realidad, pero esta tiene un fin. Además, la Biblia menciona, (Ap. 21:4) la clase de Dios que es este, un Dios que enjuagará toda lágrima de nuestros ojos y ya no habrá muerte, ni llanto ni dolor. Es un Dios a quien le importas.

¡Es este el Dios que quiere que pongas tu confianza en él! Aquel que sufre con nosotros y aquel que acabará con todo el sufrimiento en el mundo.


Referencias:

[1] C. S. Lewis, The Problem of Pain [El problema del dolor] (Nueva York: MacMillan, 1962), 83.

[2] https://www.who.int/news-room/q-a-detail/q-a-coronaviruses

[3]https://protestantedigital.com/actualidad/51198/es-dios-responsable-del-covid-19?fbclid=IwAR1PN-RlCFM4juUKdQy5mEGiwvGxlMK3wg15NjwZjJPlp4EEQfrWB0HZoAc

[4] Francis Collins, The Language of God (Colombia: Ariel, 2007), 53